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1
AMERICA LITERARIA
PRODUCCIONES SELECTAS
EN PROSA Y VERSO
COLECCIONADAS Y EDITADAS
POR
FSAKCISGO LAGOHAGGIOBE
BUENOS AIRES
Imprenta de "La Nación" San Martin 208
1883
» .'
0
ADVEETENCIA
La falta de comunicación intelectual entre las repúblicas hispano-americanas,
es causa de que sean desconocidos entre sí, á escepcion de unos pocos escritores
eminentes, los ingenios con que cuenta cada una de ellas; lo que es verdaderamente
sensible.
Este común aislamiento lejos de estrechar los vínculos que las atan en su pasa-
do glorioso, cuando iniciaron la lucha heroica de la emancipación, los afloja por el
contrario, dándonos, como resultado inmediato, la secuestración de estados que viven
en un mismo continente; que fueron en un tiempo opulentas colonias de un mismo
y poderoso soberano; que luego combatieron juntos por una misma causa; y que
idénticos destinos deben cumplir en el tiempo y en el espacio.
Para remediar de alguna manera semejante estado de cosas, hemos afrontado
la seria y penosa tarea de reunir en un haz las producciones de los hijos del norte y
del sur de la América, presentando en un volumen la prosa y el verso,— junto al
inspirado cantor del Niágara el del Nido de Cóndores; al lado del de Mitre, el
nombre respetado de Alaman. Así, en las páginas de este libro, aunque divididos
iroT las fronteras artificiales que les hemos creado para metodizar nuestro trabsyo, se
confunden todos ellos en un solo terreno, y se cobijan bajo una sola enseña — la de
la fraternidad intelectual.
Poetas, historiadores, publicistas, escritores fáciles, ingenios sutiles ó brillan-
tes, todos tienen cabida en la presente obra, porque cada uno de ellos contribuye en
su esfera propia al desarrollo de la civilización, al culto de la belleza, á la difusión
de nobles y generosos sentimientos. Esta comunión de los diversos talentos, forma
la corona de luz que ciñe las sienes palpitantes de la joven y entusiasta América; y
realzando los esfuerzos fecundos que hace la industria en su seno víi^eu, purifica en
el crisol de lo bello en los sentimientos, en los hechos, en los propósitos, y hasta en
los alegres devaneos de la juventud, 6 del ingenio festivo y decidor — las escorias que
deja, á modo de un asiento en el alma, en torno nuestro, la ruda labor á que nos
condena la inexorable ley de la lucha por la existencia.
¿Habremos llenado cumplidamente el fin propuesto? No creemos engañamos
VI AMÉRICA LITERARIA
asegurando qne nos hemos acercado tanto á él cuanto es posible trasuntar en los
hechos el ideal que bulle dentro del cerebro; y de ello serán jueces los lectores de la
Amebica Litebabia. Abrigamos, empero, la convicción de que nadie colocado en
idénticas condiciones á las nuestras podria superamos ; y que * si en Méjico, por
ejemplo, alguien se propusiese igual tarea, no nos aventajaría en los resultados.
El libro que ofrecemos no aspira, por ahora, á ser un dechado de perfección,
pero estamos convencidos que su bondad intrínseca no será puesta en duda, tenién-
dose en cuenta las insuperables dificultades que ofrece su formación; y que autores
y público, dispensándole sü benéfica protección, han de aunar susesñierzos á los del
compilador, para que se convierta mas tarde en el libro por excelencia de los pueblos
americanos.
La America Litebabia llegará de ese modo á reflejar por completo la poten-
cia intelectual de este continente; y la llama que hoy ya arde luminosa y bella,
adquirirá mayor pábulo, y quien tenga en sus manos nuestra obra podrá decir que
empuña la antorcha de la civilización del Nuevo Mundo.
Buenos Aires, Abril de 1883*
Fbakcisgo Lagomaggtobe.
•
SECCIÓN POLÍTICA
REPÚBLICA ARGENTINA
EL PORVENIR DE AMERICA
No té 8i sea este el momento mas propioio para
fotografiar el pensamiento Argentino.
Los pueblos pasan por entre ráfagas de som-
bras y de lux. Tibien, eomo el mnndo sideral, sn
rotación periódica, sns apogeos, eoUpses y sols-
ticios; como la naturaleza física, sns estaciones,
su calor intenso, sn frialdad estrema, sn prima-
vera y sn otoño.
La humanidad se conserva siempre, como el
calor y la luz y el germen de la vida.
Pero, los pueblos decaen y mueren. Desapare-
oan, renovándose bajo otro sol, en variadas razas,
eofn nueva índole y costumbres.
India, Siria, Ejipto, Grecia, Boma y tantos
otros, son despojos humanos que no han vuelto
ni volverán á la vida. . .
¿En que periodo de su existencia se encuentra
el pueblo Argentino, hoy que este libro se propo-
ne estereotipar el grado de elevación y cultura
de su alma, su ciencia y su progreso?
Pero, no basta tomar el retrato de este pedazo
de tierra americana. Es solo una facción de lo
que se ha dado en llamar la Yírgen América!
En la fisonomía intelectual y moral de esta,
van á faltar, al ilustrado compilador de estos
rasgos, la sutil inteligencia, el genio literario, el
fino y delicado espíritu de los hijos de su hermosa
patria, el Perú.
Faltan, el pensamiento ultra-democrátioo y
avanzadas ideas políticas de los hijos de Colom-
bia; el espíritu de paciente disciplina, con que
Bolivia es capaz de fundar el mejor régimen judi-
cial y la mas perfecta organización militar.
Faltan el Brasil y Chile, Imperio aquel, Bepú-
blica esta, que no han podido aun olvidar del todo
que fueron Colonias del Portugal y de la Espa-
ña; que vivieron bajo reyes absolutos y castas
privilegiadas.
EUos que, sin embargo, en el seno de la paz,
con el genio de la mesura y de la calma, con el
sentido práctico de una razón bastante clara y
serena para obrar sobre sí misma, conservar lo
adquirido, propender á lo útil y práctico, sin osar
mucho ni aventurar nada; progresan en sus insti-
tituciones, aseguran las garantías sociales tutela-
res de la vida y de la propiedad, y descuellan en
el orden administrativo, aunque escondiendo, bajo
tales prestigios, los eslabones aun no del todo
rotos, de esa larga cadena, que un dia arrastramos
todos como subditos de castas privilegiadas y
reyes absolutos.
Libres nosotros, como el aire de nuestras pam-
pas, en un suelo desnudo, á la intemperie, sin altas
AMÉRICA LITERARIA
montañas que nos abriguen, sin excesivo calor
que nos enerve 7 á la margen del mas anolio río
de la creación; usamos 7 abusamos de la libertad
nativa; 7 ore7éndonos bastante viriles 7 fuertes
para sustentarla 7 defenderla, ensa7amos con fé
7 valor, los mas avanzados principios de la demo-
cracia; 7 desenvolviendo el comercio, en su mas
alta escala, sembramos la riqueza en tan vasto 7
despoblado territorio.
Llamamos á todos los hombres de la tierra,
brindándoles un abrazo grande 7 fecundo, estre-
cho 7 fraternal.
La emigración del mundo se precipita á rauda-
les, en nuestro suelo, 7 difundiremos con ella á
las Repúblicas hermanas la población de Europa.
EUa, nos traerá sus luces, los frutos de su larga
esperiencia, sus hábitos pacientes de trabajo;
bienes todos salvados de los incendios de la comu-
na, del naufragio de pueblos oprimidos, de los
cataclismos sociales 7 de esas sangrientas guerras
de Sísif o, de pueblos contra pueblos 7 hombres
contra hombres, que obcecados, aun persisten
en buscar, por los viejos caminos, la ciencia, el
principio 7 las fórmulas prácticas de la demo-
cracia, el medio de gobernarse por si mismos 7
de vivir libres, tranquilos 7 felices.
¿Cuáles son, en fin, los destinos de América?
Por el suelo Argentino, por este rio de la Plata,
la mas amplia gurganta del oontinente Ameri-
cano, vendrá la Europa, abandonando el antiguo
lugar, las viejas armaduras de combate, los empol-
vados pergaminos de su ciencia política, de su
derecho divino, de sus dinastías 7 blasones nobi-
liarios, para aleccionamos con su esperiencia ; 7
al mostramos los frutos del trabajo paciente,
aprenderá de nosotros las intuiciones luminosas
de la soberanía popular, los eternos principios de
la democracia, las prácticas de la libertad.
Acaso decadente 7 caduca, en el viejo mundo,
desciende 7a allí la sociedad humana, como el
Imperio Romano, las gradas del Capitolio; 7 en
vez de renacer, después de surcar el Mar Muerto
de la Edad Media, en nuevas razas, pueblos 7
Naciones; vá á cruzar, esta vez, las ondas vivas
del Atlántico, para resucitar aquí, en el Paraiso
Americano, 7 levantar de sus vírgenes bosques,
ese himno humano, eterno, de sumisión 7 alaban-
zas al Dios que aniquila, al Dios que crea, al que
puede postrar á la mas soberbia de las Naciones
6 alzarla de su tumba como á Lázaro; al que salva,
en fin, en lo eterno, los destinos de la humanidad,
lanzándola al progpreso indefinido, en mares de
una vida inagotable, atada con los lazos del amor
7 alumbrada con la antorcha de la libertad.
José M. ZUVIBÍA,
Abogado 7l4temto.
Belgrano, Marzo de 1874.
ün historiador famoso, ^'^ estudiando el movi-
miento de los pueblos en el siglo xix, ha creido
entrever un ra7o de luz en nuestros apartados
caminos 7 acaba de designar como un rasgo
nuestro, el que no marchamos al acaso, sino «i*
guiendo rumbos determinados 7 fijos.
Ha7 á la verdad, en el dia presente, antiguos
pueblos de la tierra que se encuentran detenidos
en su grandeza, inciertos de su porvenir mas
próximo 7 de la ruta que deben segfuir, porque
á la muchedumbre de sus cuestiones políticas ó
sociales, no saben oponer sino soluciones de
escuelas, de partidos aislados ó de tendencias
contradictorias, que 7a representan las institu-
ciones caducas de un pasado lejano, ó las sub-
versiones de la utopía inocente en la teoria,
sangrienta 7 cruel en los hechos.
Nosotros podemos, entre tanto, adolecer de las
deficiencias de un orden de cosas naciente; pero
sabemos lo que queremos, lo que necesitamos
7 cuáles son los remedios que deben aplicarse,
para curar las dolencias que nos aquejan.
Nuestra organización política se halla clara-
mente definida en la ConsUtucionf teniendo para
la explicación luminosa de sus cláusulas la
historia constitucional de los Estados-Unidos.
Nuestra doctrina social se halla concretada en
la enunciación de derechos espresos 7 de verda-
des [sencillas que profesan los hombres de Esta-
do 7 los hombres del pueblo 7 que llevan sobre
sí como un sello, el asentimiento público en su
mas amplia significación.
Nicolás Avellaneda,
Praaldente de la Bepúblioa, Litemto j hombre de Eitedo.
Buenos Aires, 1874.
(1) OerrinuB.
SECCIÓN POLÍTICA— REPÚBLICA abobktika
Lm recientes yiotorias de la Pruna inolinan
aparentemente en favor de las razas del Norte
la balanza del poder. Tengro íé, sin embargo, en
los destinos de los que viven bajo el sol del me-
diodía. Pero, no será ya ni la Italia, ni la Es-
paña, ni la Francia la qne ba de recuperar el
lastre perdido en las Incbas estériles 7 crimina-
les de la vieja Europa.
Si ecbamos una mirada sobre el mapa del
mundo, advertimos que mas que ningfun otro
pueblo, ban sido favorecidos los que bablan la
lengua Española en el reparto del suelo. Los
valles del Magdalena, del Orinoco, del Amazo-
nas 7 del Plata pueden sustentar cientos, sino
miles de millones de babitantes, 7 nada ofrecen
de comparable por su feracidad, por su belleza 7
por su extensión.
Cien millones de los descendientes de los an-
tiguos dominadores del mundo necesitan espacio
en que desenvolver su inteligencia 7 su fuerza.
El primer paso está dado 7a. Cuarenta mil
inmigrantes Italianos, Españoles 7 Franceses
llegan anualmente al Bio de la Plata. Esta cor-
riente que necesariamente tiende á robustecerse,
desbordará sus ondas vivientes en las demás repú-
blicas americanas. Encontrando un suelo virgen
7 espacio sin límite, ella creará la riqueza con la
asombrosa rapidez que presenciamos en la Amé-
rica del Norte.
Superior en ostensión 7 en producciones á la
América del Norte, é igrualmente dotada de ins-
tituciones libres, — la América del Sud, — en un
periodo de tiempo que la asombrosa rapidez con
que bo7 se desenvuelven los sucesos bumanos
nos hace prever será mas corto que lo que á pri-
mera vista pudiera imaginarse, — será el asiento
de la riqueza 7 del poder.
EDX7ABD0 Costa,
JurlMonaolto y hombre de EeUdo.
BiMHOt Áiréi, Febrero de 1878.
En la vida de las naciones vemos producirse
un becbo, que, mas que ningun otro, aboga en
Uyot de la bondad absoluta de la forma republi-
cana de gobierno.
Cuando los pueblos monárquicos se sienten
azotados por el despotismo ó desquiciados por la
anarquía, buscan en el cambio de instituciones
fundamentales, un remedio para los males que
soportan. La Bepública es su último refujio, es
su última esperanza.
Cuando los pueblos republicanos atraviesan
una situación igualmente cruel, jamás abjuran
sus creencias; jamás se lanzan á buscar en la
monarquía la felicidad que la República transi-
toriamente les niega.
Por el contrario, con fé incontrastable, en
vez de destruir las instituciones republicanas, se
contraen á perfeccionarlas.
Es que la República es la única forma que se
adapta á todos los org^anismos sociales, se acli-
mata en todas las zonas 7 se arraiga en todas
las razas.
Adolfo Albina,
Viee-Preeidente de 1» B«pübtte»-PdUtleQ.
Buenos Airet, Agosto de 1874.
La libertad de la palabra es sin duda una pre-
ciosa libertad, pero es mas preciosa todavía la
libertad del silencio.
La libertad de callar supone el señorío com-
pleto de sí mismo.
Es á menudo la palabra un espediente forzado
que cubre la imposibilidad de decir una verdad
comprometente.
No son capaces de silencio sino los bombres 7
los pueblos libres; los demás son forzados á
decir lo que no creen ni sienten. Su lenguaje
es la verbosidad sonora 7 exuberante del esclavo.
La libertad oral de este género, se parece á
la libertad de locomoción de algunas ciudades
en que todos son libres de circular por sus calles
empedradas con su cocbe, con tal de no bacerlo
por el empedrado, sin6 por los rieles de un tren-
via que reduce su libertad á mero nombre.
Jx7AN Bautista Albebdi,
Jorlioonsnlto y pobUdit».
Buetiof Airei, Diciembre 8 de 1879.
AMÉRICA LITEBARIA
EL RIO DE LA PLATA
El jesnita Yasconcellos decía en el siglo pa-
sado que el Amazonas 7 el Bio de la Plata eran
las dos llaves de oro del vireinato brasilero.
Los aoonteoimientos lian resuelto otra cosa,
entregando una de esas llaves en manos del im-
perio vecino, 7 la otra en la de dos repúblicas,
la Argentina 7 la Oriental.
La paz de la América del Sud seria perturba-
da el dia que este sistema fuese cambiado por la
violencia.
CXblob Tbjedob,
JorlMoiuulto. hombre de Estado 7 Oobernador
de U prorlnd* de Buenoe Airee.
Biunoi Áire$, Agosto 12 de 1878.
Las repúblicas americanas adoptarán el go-
bierno federal, como la forma mas perfecta que
conoce la humanidad. Las dificultades que pre-
senta, se salvarán difundiendo los beneficios de
la civilización, 7 levantando en los pueblos el
sentimiento de la moderación, que es una de las
virtudes mas favorables al orden 7 á la libertad.
Bebkabdo db I&iooysk,
Jurliooniulto j EitadUt».
Buenoi Aires, 1874.
El Perú es la tierra de los prestigrios histó-
ricos, para todo americano que estime su dig-
nidad nacional 7 que comprenda los encantos del
estudio.
Entre las grandes antigüedades de la civiliza-
ción clásica, la sombra gigantesca del Imperio
de los Licas vag^ en las catacumbas del pasado,
al lado de Tebas 7 de Menfis, de Nínive 7 de
Persépolis, paseándose entre las ruinas cidopea-
nas de los Pelasgos. ; Honor á esa tierra de las
^rrandes tradiciones! 7 que el Dios de los Cris-
tianos, que tiene al sol de los incas entre los
potentes ministros de sus obras, baga que el
porvenir derrame sus favores sobre el Perú,
restableciendo, en su vida moderna, la sabiduria
de los oonsejos 7 la felicidad de los resoltados, á
que lo provocan los prestigrios de su grandeía
entre los heroicos muertos de la historia.
Vicente Fidel López,
Jorieoootnlto, pnbUeUta é historiador.
Biienos Aires, 91 de Octubre de 1879.
El Perú, tan rico en minerales como en pro-
ducciones agrioolas, ha dado en todos tiempos
hombres mu7 distinguidos en las cienoiag, ea los
parlamentos 7 en la gfuerra.
Si los que ho7 dirigen los destinos de esa Be-
pública oonclu7en el ferro-carril hasta Oro7a^
sin ejemplo hasta el dia, las riquezas de ese país
serán mil veces ma7ores que las que ho7 el mun-
do admira.
Creemos que la juventud peruana se mostrará
digna de sus antepasados, 7 entonces el Perú
será la mas poderosa 7 la mas grande de la anti-
gua América española.
Dalmacio Yelez-Sabsfixld,
Jurlioontntto y Eetediite.
Bumos Aires, Febrero 26 de 1879.
Si los pueblos cultos no tuvieran otros
á su disposición para hacer triunfar el buen de«
recho, la razón 7 la justicia, que la fnersa bruta»
la civilización seria una palabra sin sentido prác-
tico.
El progreso de los pueblos modernos se para-
lizarla, 7 el porvenir seria mu7 oscuro porque
la humanidad entera sufrirla las consecuencias
terribles de un estado de cosas que hiciera indis-
pensable emplear para la solución de todas las
dificultades, la violencia, la guerra 7 la desola-
ción que son sinónimos del retroceso de las na-
ciones, 7 de su muerte política en muchos casos.
Es necesario emplear previamente los medios
coercitivos que el mundo moderno pone en las
manos de los gobernantes hábiles, de los estadis-
tas, que tienen la instrucción científica, la inteli-
gencia industrial, el conocimiento histórico su-
ficiente para manejor con las amas irresistibles
SECCIÓN POLÍTICA— EBPÚBLiCA aboentini
sieoipre yenoedoras en esta época del razona-
miento j de la diplomacia; especialmente cuando
los intereses generales qne la opinión pública
prohija en nno 7 otro hemisferio, se encuentran
oompitnnetidos j perjudicados por la agresión
obstinada 7 sistemada de un Grobiemo retrógado»
qüB solo admite el cañón como argumento eficaz.
Pero eso 7a no es lícito.
No se debe ir á la guerra sino después de
Bgotados loe medios pacíficos.
En mi última carta creo haber probado que la
guerra entre Chile 7 la República Argentina
importa la completa ruina de ambos paises, por-
que ambos son pobres, están despoblados, tienen
vn déficit, déficit permanente en sus presupues-
tos respectiyos; no tienen policía ni escuelas bas-
tantes, están recarg^ados de impuestos injustos,
porque el que los paga no recibe su equivalente;
han abusado de su crédito público; están en el
Tériioe de la bancarota; no tienen organisacion
municipal completa, ni administración civil regu-
lar, que les dé estabilidad.
Se di8minu7en los jueces mismos por econo-
mía, mientras los pleitos se aumentan por la
mala legislación: todo está en embrión, todo em-
pezado, todo por concluir, 7 en vez de malgastar
sos cortos haberes en esterminarse 7 arruinarse
recíprocamente, ambos gobiernos 7 sus pueblos
deben dedicarlos á pagar sus deudas 7 á aumen-
tar los medios de comunicación interprovincial,
á mejorar su estado social, á educar sus pueblos,
á organizar 7 fiscalizar mejor 7 mas eficazmente
sa administración interior, para dar seguridad á
1a propiedad 7 á la vida de todos; á colonizar 7
poblar, á civilizar 7 dar hábitos de labor, de
trabaje 7 de respeto á las le7es, á sus masas
■emi-bárbaras; á facilitar su comercio interior 7
azterior, á proteger su industria, á estudiar sus
desiertos, á crearse una marina nacional, canali-
lar sus nos, dar seg^uridad á sus puertos, iluminar
sos oostas, moralizar, enseñar, ilustrar 7 obtener
sai jüMkjot 7 mas inmediato resultado para los
contemporáneos 7 para el futuro, de los grandes,
fecundos é inexplotados gérmenes de riqueza que
^b^pil^fi en ambos territorios; cerrados todavía,
en su ma7or parte, á los beneficios, á las como-
didades, al adelanto 7 al bienestar del progreso
7 la civilización moderna.
El cáncer que devora 7 corroe las sociedades
•nd-americanas se forma, se arraiga, se desar-
rolla 7 se estíende con ma7or fuerza, porque.
cada una de sus individualidades alimenta 7 cul-
tiva especialmente, ese torpe espíritu de violencia
de otras edades, que 7a no es de la época, porque
no encuentra solución á las cuestiones mas sim-
ples, sino envuelta en la sangre del adversario,
como si tuviéramos tanta de qué disponer!
Esto es aplicable á ambos países, como á casi
todas las repúblicas snd-americanas.
Nicolás A. Calvo,
Eeonomltta.
Brighton, (Inglaterra) Diciembre 8 de 1878.
( Frainneiito de 1m oartaa dirigidM al dlnotor de "El Slglo^. de
Boenoe Airea. )
REGENERACIÓN DE LA AMERICA DEL SUD
Toda cuestión de libertad es cuestión de triple
educación: escolar del individuo; política del
ciudadano; 7 parlamentaria del pueblo.
El sufragio de la educación, es la democracia.
El sufragio de la ignorancia, — una fuente ina-
gotable de calamidades. El sufragio tmiverscd
sin aquella triple educación, que constitu7e su
alma, su cuerpo 7 su forma, solo es el desorden
universal.
Aquella triple faz de la conciencia humana
educada, es el germen de la primera unidad
colectiva de la vida pública del ciudadano: la
familia parroquial, cu7as unidades componen la
familia municipal. Las familias municipales son
las unidades componentes de la familia provin*
cial. Las provincias, á su ves, de la nación^
simple tronco 7 producto de esa trinidad demo-
crática.
La vida parlamentaria es la savia 7 circula
en el cuerpo de un pueblo libre, — desde las
asambleas parroquiales 7 vecinales que son sn
raiz, hasta los congresos que son la copa, 7 los
gobiernos el fruto de aquel árbol de la demo-
cracia.
Sus destinos en el mundo reposan sobre estas
Ie7e8 eternas, como la gravedad 7 el vapor, igua-
les para los hombres de cualquiera raza. La
República de Estados-Unidos 7 de Suiza, es una
democracia de todos los pueblos de ambas razas.
Allí funciona aquel mecanismo, porque está
organizado el motor del sistema,— el pueblo. La
AMÉRICA LITERARIA
supresión ú omisión de este motor olvidado por
los gobernantes, que solo han organizado el
gobierno, es la cansa del cesarismo en Europa;
■
7 del caudillaje en América. La América del
Sud pasa por la crisis del periodo terciario de su
formación social y política. Es todavía la masa
fluida 7 flotante de moléculas sociales sin indi-
vidualidad ni cohesión orgánica fundidas en la
personalidad del mas fuerte. La sociedad crista-
lizada en la figura 7 en el cerebro de un hombre,
hasta que nuevas erupciones volcánicas, la refun-
dan bajo otro nombre 7 otra forma, velada con
el sudario de su lava.
El renacimiento de las Repúblicas Sud- Ame-
ricanas está en la organización del soberano
mismo, — el pueblo, olvidado hasta ho7.
La República Argentina lleva en su seno el
germen de grandes destinos. Pero es- el águila
trabada en su vuelo, — entre fragmentos de viejas
ligaduras. Es un enigma de contrastes insonda-
bles,— como las borrascas del Plata, — ^7 la sole-
dad de sus pampas.
José Fbakcisco López,
Jurlaoontulto y pnbliolst».
Buenoi Aires, 1874.
La República Argentina está indudablemente
llamada á ser una gran naolon. La estension de
su territorio, su clima. La variedad 7 riqueza de
sus productos naturales. La actividad 7 espíritu
progresista de sus habitantes. La liberalidad de
sus le7es, que invitan 7 halagan á los estraños á
radicarse en ella, todo contribu7e á aquel fin.
Ella debe marchar rápidamente á su destino.
Mas en medio de tantos elementos concurrentes
á su engrandecimiento ha7 un germen vicioso que
puede seriamente entorpecer su progreso. La
moral social — la base de todas las virtudes cívi-
cas — se encuentra ho7 entre nosotros, preciso es
confesarlo, en plena decadencia, si comparamos la
presente con la época de nuestros padres. De-
ber es, pues, de buenos ciudadanos el afrontar el
mal 7 con decisión empe&amos en corregirlo, si
además do grrande 7 rica, queremos tener una
patria honrada 7 respetada.
NOSBESTO DE LA RIE8TBA.
Bz-MlnUtro de Bitftdo.
Buenos Aires, Agosto de 1874.
No son las le7es proteccionistas, sino la libera-
lidad de la lejislacion aduanera, 7, sobre todo, la
baja tasa del impuesto, las que han de favorecer
el desarrollo del comercio 7 de la industria» j
como su consecuencia, el incremento de la rique-
za pública.
Cuando algpunos millones de extranjeros la-
boriosos pueblen 7 fecunden nuestro inmenso
territorio, desde el Estrecho de Magallanes hasta
Tari ja; cuando se habiliten numerosos puertos
en nuestras dilatadas costas fluviales 7 marítimas,
con redes de canales 7 caminos que lleven á ellos
7 á las fábricas 7 á los mercados nuestras valiosas
materias primas 7 los productos de nuestras
industrias extractivas, 7 de la agrícola 7 pastoril;
cuando tengamos locomoción pronta 7 barata^
como debe ser la justicia, igualdad 7 libertad para
todos, 7 una escuela para cada doscientos habi-
tantes; entonces la República Argentina, mi
patria, será una de las mas grandes 7 mas pode-
rosas naciones de la América Meridional, 7 una
émula digna de la del Norte.
La educación hace el ornato del rico, la riqueza
del pobre 7 la felicidad del pueblo.
José Barbos Pazos,
JariaootMolto j Xasittndo.
Buenos iltre«— 1874.
La libertad es responsabilidad. Responsabili-
dad del hombre ante su conciencia, ante la le7
7 la opinión de sus semejantes: por eso es que,
solo después de adquirir la íntima convicción de
haber dado exacto cumplimiento á sus obliga-
ciones en cada ocasión, que recien nace para el
individuo, el uso seguro del ejercicio libre de su
derecho.
La libertad así entendida será útil 7 fecunda
en la práctica; si la opinión 7 la 107 consagrran
como dogma, que es tan obligatorio poner en
acción nuestros derechos político», como desem-
peñar estrictamente nuestros deberes. La liber-
tad en el fondo, dice un notable publicista fran-
cés, no es mas que el orden durable establecido
sobre el respeto de los deberes 7 el ejercicio de
los derechos.
Los pueblos como los individuos que abando-
nan perezosamente lo que constitu7e la garantía
de sus libertades, se jactarán en vano de su
SECCIÓN POLÍTICA — bbpública argentina
posesión. Tan grande bendición no se obtíene
sino á merced de nna lucha incesante, y no se
conserra sino por el trabajo perseTerante y la
mas seyera moralidad.
Salvados Mabia del Cabbil,
JaiiMxmsulto 7 Presidente de la Suprema Corte de
Justicia Nocional,
Bwnoi Aires, Abril 12 de 1874.
Estimo en tanto la publicidad que la reputo
como la mas sólida garantia para la libertad —
como la responsabilidad mas eficaz que cualquier
artículo espreso de una ley.
El misterio es uno de los venenos destructores
del gobierno representativo, por lo mismo que es
Amo de los que se nutre el despotismo.
El dia que los actos de este se ponen á la luz,
que se entregun á la crítica: cuando se puede
hablar y censurar en cualquier parte, aunque
sea bajo sus pies, no hay déspota que se tenga
firme.
Octavio Gabbigós,
Jarliooii8ulto7 pnbUeitto.
Los Estados americanos harán germinar las
libertades, que aun parecen una ilusión quimé-
rica de la humanidad.
Rufino de Elizalde,
Jnrisoonaulto y hombre de Eetado.
LOS PARTIDOS
Los partidos políticos tienen derecho á existir
oomo los hombres que los componen.
No es permitido atentar contra la existencia
de los paitidoe, como no puede atentarse contra
la vida humana.
Los partidos no realizarán progreso algruno si
él no beneficia igualmente á sos adversarios.
TJn solo egoísmo es permitido á los partidos
políticos: revindicar para sí la gloria del bien
que realizan.
Juan Eusebio Tobbbnt,
Senador al Congreao.
Buenos Aires, Abril de 1874.
En los paises republicanos la única fuente
legitima de autoridad es el sufragio popular,
libremente espresado y consultado con verdad.
Todo poder que no reconoce ese origen es usur-
pador, por mas que esté revestido de formas
ap^urentemente legales.
Juan Agustín Gabcia,
Joriaoonsulto 7 pnblipifta.
Buenos Aires, Setiembre de 1874.
El sufragio universal es el último progreso
de la ciencia política — su realización en la Re-
pública Argentina solo será efectiva, cuando
generaciones venideras mas ilustradas, hayan
extinguido los odios de la guerra civil.
Fedebico Pinedo,
Jurisooosulto.
Buenos Aires, Mayo 1874.
Tanto en el mundo físico como en el mundo
moral, el reposo no nace sino del equilibrio de
fuerzas opuestas. Los partidos, como todo otro
cuerpo, tiran siempre á preponderar y avasallarse,
sin contenerse jamás sino el uno por el otro. Así,
pues, las sociedades no pueden marchar sino bajo
el imperio de tres clases distintas de despotismo :
el de un hombre solo, el de un círculo privilegiado
y el de la ley.
Sometámonos á este último y seremos felices.
Antonio Zinny,
Eioritor. Jefe del I>ei»artamento General de Eeeoelaa
de la ProTlnoia de Buenos Airea.
Buenos Aires, Abril 7 de 1874.
8
AMÉRICA LITERARIA
EL GAUCHO ARGENTINO
La libertad es tan preciosa» tan esencial en la
existencia de los pueblos, para el desarrollo de
sn prosperidad y grandeza, como la luz y el aire,
en la existencia de las criaturas.
En los pueblos de Europa, la libertad es ilimi-
tada para aquellos hombres que nacieron pri-
vilegiados, y la luz y el aire que sobra á su
grandeza y esplendor, basta apenas para que el
publo respire, Tea y sienta sus miserias, sin
poder adquirir el vigor moral y físico necesario
para rescatar, luchando, la libertad usurpada.
En los pueblos americanos, la libertad es un
hecho grandioso, que no pudo destruir el derecho
divino.
Nuestros pueblos primitivos, llamados bárba-
ros, cayeron postrados bajo el yugo del conquis-
tador que ttat6 inhumano de esterminarlos, no
de civilizarlos.
El indio espantado huyó á refugiarse en el
desierto, y la mujer india quedó esclava del
conquistador.
En su solitaria libertad, concibió aquel la idea
de una justa represalia, invadió y se llevó cau-
tiva á la mujer del hombre civilizado.
La mujer india dio luego á luz al gaucho en
la ciudad, y el gaucho nació también de la mujer
cristiana, en el desierto. T de aquel doble aten-
tado, nació el quo aun debia llamarse, el hijo de
la desdicha.
Campeón esforzado de la libertad del continen-
te, víctima silenciosa en todas las tempestades,
que en pos de ella vinieron, obrero infatigable
para abrir caminos á la civilización, sin conquis-
tar nada para sí, sin merecer nada de los otros,
hoy todavía es el centinela avanzado en el de-
sierto que, sin pan ni abrigo, vela sin descanso
hasta morir, defendiendo la propiedad de la tier-
ra que él conquistó y con su sangre fertilizó
para otro.
Si los hombres del pasado, abrumaron al noble
y generoso gaucho con tan cruel abandono, con
tan amarga injusticia, la reparación corresponde
á los hombres del porvenir.
COBONEL AlVABO 6i.BB08,
Gobernador de la ProviooU de Buenos Airei.
Buenoi Aires, Junio 12 de 1874.
En vano nos jactaremos de libres, sino reco-
nocemos y aceptamos la inviolabilidad del indivi-
duo, del distrito, de la villa, de la dudad, del
Estado y de la Nación; porque esta garantía,
esta sabia distribución del poder, es lo que cons-
tituye definitivamente el sel/ govemment,
NiCASio Oboíío,
Senador.
Buenoi Aires, Marzo 27 de 1874.
Las virtudes cívicas son á la libertad, como
la sangre á la vida: cuando la sang^ se agota la
vitalidad se extingue. Sin virtudes cívicas y un
amor patrio reconcentrado — la libertad es un im-
posible, una parodia hipócrita y fementida calcu-
lada para seducir á los espíritus débiles; una ca-
reta de las mas bellas proporciones que disfraza
el rostro deforme de la tiranía.
Genbbal TomIs Ibiílbts»
Ooerrero de la Independenoia.
Buenos Aires, Octubre b de 1874.
BE JIN AND FEAR NOTI
Amar la justicia y practicarla por amor á ella
misma, es en la abogacía un deber, en la magfis-
tratura una religión.
El cumplimiento de este precepto, mge un
gran valor cívico para arrostrar, á cada instante,
con ánimo sereno, dolores y sacrificios mzñ crue-
les que la pérdida de la vida.
Aubblio Pbado y Rojas,
Magiitrado.
Buenos Aires, Marzo 2 de 1878.
Me hablan enseñado á creer que el origen de
las instituciones libres, perteneoia á una época y
á una raza determinadas en la historia y en la
humanidad. A medida que he avanzado en mis
estudios, me he ido persuadiendo del error que
aprendí cuando niño.
SECCIÓN POLÍTICA— EBPÚBLiCA aboentina
9
Las institiioiones lnunanas son como el hom-
bre mismo, onyo orígfen bascan todavía el filósofo
7 el natnralista. Ellas no tíenen ima genealogía
nniversalmente aceptada, ni su implantación pue-
de servir de corona de gloria á nna época dada,
ni á nna rasa determinada.
De convicciones poliadámicas, pienso de las
instituciones lo que pienso del Hombre: — ellas,
como él, aparecieron simultáneamente en todas
las direcciones que recorre el compás, y sus hue-
llas se encuentran en todas las partes del globo
y en todos los siglos conocidos.
El derecho del hombre primitivo fué el dere-
cho del hombre actual, y será el derecho del
último ser humano. Las evoluciones revolucio-
narias de la política solo han modificado la esten-
8Íon y el ejercicio de ese derecho, como las revo-
luciones físicas de la tierra solo han alterado y
aumentado las capas geológicas del planeta que
habitamos.
Patrimonio de la humanidad y herencia de
todas las generaciones, el tiempo no tiene medida
para las instituciones.
La ciencia arqueológica busca en las ruinas
de poblaciones destruidas las costumbres de pue-
blos que pasaron. El dia en que la ciencia poli-
tica estudie los secretos del Oriente, ¡cuánto
no se modificarán las opiniones actuales sobre el
origen de las instituciones, cuando el hombre
haya penetrado ese misterioso pasado, descono-
cido del presente, y que será apenas una revela-
ción del porvenir !
Luis V. Vaebla.
Juriiooiitalto y Publloist».
Buenoi Airea, 1874.
La situación de la República Argentina en
momentos que traso estas líneas está muy lejos
de responder á los elementos de prosperidad y
riquesa de que la ha dotado la naturaleza.
Territorio lleno de fecundas planicies, de
inmensos bosques y de ricos minerales; país dueño
de riquezas innumerables, no es, sin embargo,
un país rico en el mundo económico.
No alcanza á pagar lo que importa, y no impor-
ta lo que debiera consumir.
¿Le faltan, acaso, leyes benéficas que estimu-
len la producción, ó población que sea capaz de
producir?
No: cuenta mas leyes que pueblo, mas pueblo
que producción.
Es que ni esas leyes se han aplicado en toda
su ostensión, ni la población se ha dedicado al
trabajo en condiciones de producir todo lo que
debe. Nos falta, en una palabra, gobierno libre
para la producción y pueblo educado para la
industria.
Es el ejercicio verdadero de las instituciones
liberales lo que hace fecundo al trabajo, y es el
trabajo inteligente y libre lo que hace la riqueza
de un país.
El dia en que esos dos grandes agentes del
progreso sean una realidad entre nosotros, la
República Argentina dejará de experimentar
periodos de pobreza y malestar, al paso que
vive hollando con su planta riquezas y tesoros
inmensos.
José C. Paz.
Feriodiito.
Buenos Aires, 1874.
Nsw-ToBK, Enero 6 de 1877.
Jí^on, Charles S^dams,
Muy respetado Señor :
En este momento recibo su favorecida de ayer,
contestando á la mía de 26 del pasado.
Agradezco les términos corteses y benévolos
de su carta, y me apresuro á responderá ella,
aclarando algún concepto oscuro de mi anterior.
El cuadro bordado que me permití mandar á
Yd. me fué presentado por la señorita, su autora,
en Buenos Aires, y desde entonces me permití
dedicarlo á Yd. La obra*es, pues, propiedad
suya, y puede disponer de ella como lo juzgue
conveniente.
John Adams y Thomas Jefferson, que redacta-
ron juntos el acta inmortal de la Independencia
Americana, proclamada el 4 de Julio de 1776; que
fueron al mismo tiempo representantes en Europa
de su Patria naciente; que desempeñaron sucesiva-
mente las altas funciones de Presidentes y Yice-
Presidentes de la nación constituida; que, final-
10
AMÉRICA LITERARIA
mente, por una coinoidenoia proTÍdenoial, eleyaron
8U espíritu á la inmortalidad en el mismo dia 4 de
Julio de 1826, cuando se cumplian los cincuenta
años de la existencia de la Gran República:
Adams y Jefferson estaban bien reunidos en una
obra de arte concebida 7 ejecutada en aquella
región remota, para presentarlos en la Exposición
solemne con que los Estados Unidos celebraban
BU Centenario.
Después de la Exposición, me pareció que el
nieto de uno de aquellos patriotas venerables
debia poseer la obra, sin tomar en consideración
el mérito artístico 7 solo por las escenas que
están risibles é invisibles en aquella concepción;
7 por eso me permití poner el cuadro á la dis-
posición de V.
Para que V. se sirva estimar los motivos
determinantes de mi conducta en esta ocasión,
le diré que mi padre tuvo el bonor de conocer
personalmente á Jobn Adams, 7 que conserva-
ba por su memoria un respeto profundo que
se trasmitió á sus hijos con la educación 7 el
ejemplo. El retrato de Adams estuvo siempre
al lado del de Washington en las habitaciones
de mi padre. Agregaré que el estudio de la his-
toria de los Estados-Unidos 7 la contemplación
de BUS prog^sos ha sido la ocupación mental de
mi vida, 7 que, por consiguiente, sé mu7 bien
cuál es la colocación que los hombres eminentes
de este país han tenido 7 tienen en las variadas
escenas de su desenvolvimiento.
Puedo asegurarle también que el Hon. Char-
les Francis Adams ha sido objeto de estudio para
mí. He leido 7 poseo la correspondencia diplo-
mática del Ministro Americano en Inglaterra,
durante la guerra civil; 7 permítame decirle que
he apreciado esos documentos en su fondo 7 en
BU forma, 7 permítame agregarle que, en mi
conoepto, la habilidad, la prudencia 7 la energía
del Ministro en aquella difícil oportunidad, no
Bolo consiguieron conciliar para su país la sim-
patía de la Inglaterra, representada por los
hombres mas elevados, sino que prepararon efi-
cazmente los triunfos diplomáticos de su patria
en las decisiones de Ginebra 7 de Berlín, 7 en la
consagración del gran principio americano de la
libertad de espatriacion, con los tratados sucesi-
vos con los gobiernos alemán é inglés.
Todavía quiero decirle una palabra mas, 7 le
ruego que tenga paciencia para oirme. He leido
la carta oontestacion de Y. á los que propusieron
BU candidatura para la Presidencia en 1872. Le
aseguro, señor, que comprendí perfectamente
aquellas líneas llenas de nobleza, 7 exentas de
toda pasión egfoista. Yo venía siguiendo con vivo
interés el movimiento político de los Estados-
Unidos, 7 por esa lógica misteriosa que á veces
se anticipa á los sucesos, sin el auxilio del racio-
cinio, desde aquellas regiones remotas 70 había
señalado á Y. como mi candidato, 7 casi había
previsto lo que realmente sucedió: que este país
mal aconsejado pasaría por delante de la puerta
de Charles Francis Adams é iría en busca de
otros hombres, que 7a se habían mostrado incapa-
ces para salvar á su Patria de la ruina moral, y
que no habían sabido, querído ó podido purificar
el Gobierno republicano de las manchas que
comenzaban á deshonrarlo.
Mas tarde, cuando el país fué llamado de nuevo
á dar su solemne fallo en la forma de una elección
trascendental, 70 solía decir entre mis amigos,
como una paradoja, que los malvados, los usurpa-
dores de poderes, los audaces violadores de todo
derecho habían prestado un gran servicio á la
República, despertando con la indignidad de
sus actos, el sentimiento enérgico 7 honrado de
este gran pueblo. Una esperanza purísima alen-
taba mi espirítu. En el centenarío de la Inde-
pendencia, creía 70, ante el espectáculo de los
gloríosos anales de esos cien años de grandeza
sin ejemplo en la historia de la humanidad, ante
el sentimiento de las responsabilidades que in-
cumben á las generaciones presentes por los
dones con que la Providencia los ha favorecido 7
que la virtud de sus ma7ores ha sabido fecundar,
ante la mirada severa de cuantos nos contemplan
7 ante el juicio austero de la historia, este pueblo
se levantará como un solo hombre para decir su
palabra de justicia, refundirá en una masa acríso-
lada cuanto ha7 de noble 7 grande en sus honro-
sas tradiciones, é imprímirá un rumbo saludable á
la política, siguiendo el sendero de la justicia
que está siempre bien alumbrado por la antorcha
de la verdad. Y otra vez veía desde lejos el
nombre predilecto de mi candidato simbolizando
todas estas aspiraciones.
Bajo estas impresiones, 7 casi diría, con la
superstición de mi confianza, llegué á los Estados-
Unidos el 4 de Julio. Desde luego, 7 á medida que
se estendia el campo de mis observaciones, com-
prendí que había sufrído una lamentable equi-
vocación: mi diagnóstico había sido incompleto,
SECCIÓN POLÍTICA— BEP^BLiCÁ aboentiná
11
y mi pronóstíoo fallaba de todo ponto. El cente-
nario iba pasando sin ejercer sos mágicas influen-
cias; la atmósfera estaba oarga4a de pasiones
impuras; todo hacia temer que la reacción moral
qne 70 anhelaba no se produciría, y mi corazón
se llenaba de congoja delante de una perspectÍTa
en cuyos límites se divisa uno de aquellos abis-
mos profundos donde tantas naciones se han
hundido para siempre antes que nosotros, por
haber violado las leyes naturales que son 6 fue-
ron la condición de su existencia. Los malvados,
los déspotas no hablan dado el fruto indirecto
del escándalo, y cuando mas habían servido de
protesto á la resurrección de otras abominacio-
nes que ayer no mas pusieron á la Bepúblíoa
en el mayor peligro de su disolución.
Sírvase escusarme la libertad que me tomo
habiéndole de estas cosas y en estos términos;
pero teng^ mi alma llena de ansiedad y de duda,
y es esta la primera vez que me permito emitir
mis opiniones, que guardo todavía como un se-
creto. Porque Y. es un carácter como el que yo
desearía que se imprimiera como tipo en el ciu-
dadano americano, porque me inspira tan ilimi-
tada confianza en la pureza de sus motivos, por
eso me atrevo á dirijírle estos renglones, aunque
i^arezcan impertinentes al objeto de mi carta,
y aunque algunos de mis conceptos pudieran
diferir de los de Y. y de su actitud personal en
la lucha.
John Adams era un federalista conspicuo;
John Quiney era un whig ilustrado y enérgico,
como lo probó en su administración y en su vida
parlamentaria, uno de cuyos rasgos prominentes
en- 1836 se relaciona mucho con la cuestión
social que está en el fondo de la agitación polí-
tica contemporánea: y, en cuanto á Y., con pla-
cer y con toda espontaneidad me he detenido en
la espresion de mi singular respeto por sus
calidades republicanas, y no puede, por consí-
gnente, atribuir á móviles ligeros é irrespetuo-
sos lo que estoy diciendo. Pero tengo que añadir
algo antes de terminar.
Soy en mi país uno de los que tienen reputa-
ción de republicano sincero. Hace 25 años que
estoy en la vida pública allí, trabajando como
mejor lo entiendo por la consolidación de nues-
tras instituciones. La Constitución de los Esta-
dos-TJnidos, sus Estatutos, la Jurisprudencia de
ros Tribunales son nuestro evangelio político;
y me ha tocado á mí el ser uno de los espositores
de ese dogma. Cuando en el curso de los acon-
tecimientos en un país como aquel, inesperto en
la vida política, se comete algún grave error,
alguna invasión á los derechos, ó sobreviene
alguna duda en la inteligencia de su ley funda-
mental, ocurrimos al momento á compulsar los
anales de los Estados-Unidos; y las decisiones
ó los ejemplos de este país, son una autoridad
irrecusable. Y cuando en los Estados-Unidos
se han violado las leyes, se han sustentado
injusticias, ha sido obra penosa para nosotros el
evitar que esos malos ejemplos se siguieran,
siempre esperando y haciendo esperar que tales
actos serian aquí solemnemente condenados por
la opinión, se restablecería la identidad de las
tradiciones y se mantendría su autoridad equi-
tativa.
No creía exagerar cuando afirmaba que el 4 de
Julio de 1776 era el Christmas de una religión
política nueva en el mundo; que no solo loe cua-
renta millones de americanos del Norte eran
prosélitos del nuevo culto, sino los treinta mas
que están en el otro estremo del continente, y
todos los demás pueblos de la tierra que van
entrando poco á poco, en esa Iglesia de libertad
y de Justicia bajo el influjo del ejemplo y con la
consagración del martirio sufrido á veces por
generaciones enteras.
Durante los cincuenta años en que los Estados
Unidos fueron gobernados mas ó menos por el
interés esclavócrata, los verdaderos republicanos
de Sud- América sufrían en la ingrata contem-
plación de una política inspirada por tan bajo
criterio. Prohibida la importación de esclavos en
este país desde 1808, y reiterada mas de una vez
esta legislación, el tráfico se hacia, sin embargo,
en proporciones considerables*, una masa fuerte
de este pueblo libre vivía y crecía de generación
en generación en la práctica de la violación
de la Ley positiva, y en el consiguiente des-
precio de toda autoridad que no fuera la suya
propia. Aumentar el valor y el número de los
esclavos era el designio de esa política, por-
que con el valor se aumentaba la riqueza de los
amos y con el número se aumentaba siempre en
3/5 partes su poder político. Estender el terri-
torio era un medio para aquel doble fin, y no
importa de que manera ese interés funesto cons-
piraba contra los estados vecinos y amigos para
traer la anexión de Texas, la consiguiente guerra
de Méjico, la adquisición de nuevo territorio, don-
12
AMÉRICA LITERARIA
de proTÍdenoialmente se salvó Califomia de la Ley
del esolaTO; las inTasiones filibusteras á Centro
América, el intento de tomar á Cnba por compra
ó de otra snerte, la formación de estados esclavó-
cratas y el ascendiente cada vez mas irresistible
de nn partido, si así pnede llamarse, qne, en el
nombre de los Derechos de Estado imponía á la
Repúblioa'un sistema de política repugnante á los
preceptos de todas las leyes divinas y humanas.
El espíritu agresivo de esa política tuvo su
efecto en las repúblicas americanas del Sud: la
guerra y avasallamiento de Méjico en el interés
de un principio abominable, no solo hizo mas
difícil todo gobierno liberal en aquella república,
que habia sido arrojada por las necesidades de la
guerra á los pies de caudillos prepotentes, sino
(lo que era peor) desacreditó las instituciones
republicanas en sí mismas, derogando la auto-
ridad que las de los Estados Unidos ejercían en
el resto del Continente, y retardando por años
los resultados de aquellas influencias saludables
bajo las cuales hablan nacido como pueblos libres.
Los que teníamos f é en el éxito final del ensa-
yo iniciado en 1776, esperábamos siempre que
ese elemento corruptor habia de desaparecer un
dia. Cuando veíamos culminar la funesta doc-
trina en las decisiones del caso de Dred-Scott,
por ejemplo, decíamos que el escándalo llegaba
á su colmo, y que una reacción fecunda no se
haría esperar. Veíamos con emoción que la
opinión se orgunizaba y que no tardaría en ele-
varse á la categoría de poder público. Vino la
elección de Lincoln, vino la secesión, la rebelión
y la guerra civil; y al fin, al fin, aquel tremendo
problema cuyas dificultades se hablan acrecen-
tado año por año, llegaba á su definitiva solución.
Áppamit damué intus por el insensato orgullo
de los que mas interés tenían en retardar el con-
flicto: tríunfó la nación, la justicia, la Ley divi-
na, el derecho de la civilización moderna y las
puertas abiertas por los horrores de una guerra
sangríenta, dejaron que los estraños vieran recien
la magnitud del mal y al mismo tiempo la brí-
Uante aptitud para reparar con elementos de
granito el edificio que fundaron nuestros mayo-
res sobre las columnas sagradas de la igualdad
y de la dignidad hundas.
Entonces todos los republicanos de la tierra
respiraron sin inquietud. La religión se depu-
raba, y las oorríentes invisibles se hacían sentir
en todas partes — La República modelo era en
efecto tal, sin necesidad de que el rubor ocultara
alguna de sus faces. To no he tenido en mi
vida agitada y azarosa un momento de mayor
orgullo que aquel en que pude decir á los que
me escuchaban, que los Estados Unidos habían
completado su evolución con el debido sacríficio
del fuego y de la sangre.
T sin embargo, ni era aquel el último peligro
ni el mayor de los esfuerzos que la patria recla-
maba de sus hijos. Ta es del dominio de la
historia la manera en que el partido bajo onyo
nombre habia tríunfádo ul pueblo, ha hecho nao
de la victoria y de sus resultados. Cuan lejos
ha estado ese partido de la esquisita prudencia
y acendrada virtud que se requerían para fecun-
dar aquel acontecimiento, lo prueba el hecho de
que once añoa apenas corrídos desde la termina-
ción de la guerra, el partido vencido entonoes,
sin haberse regenerado, llevando siempre como
principio el desprecio de los derechos y de la
vida de una raza que él habia degradado mas y
mas; ese partido aparezca aceptable como concur-
rente para derríbar un poder que ha sido tan
desgraciado por el origen y difusión de todas las
corrupciones que pueden deshonrar un gobierno.
He ahí la dolorosa conclusión á que llego en
mi observación. La República está en gran
peligro: no ha habido en la hora suprema fuerza
bastante para superar las demarcaciones de los
partidos existentes y lanzar la opinión militan-
te en rumbos de regeneración; y al cerrarse el
centenarío nos encontramos delante de tres pro-
babilidades á cual mas temible, sí todavía una
inspiración del patríotismo y el culto de la
Ley, que es la virtud de esta nación gloríosa»
no producen una solución inesperada y saluda-
ble. 1* Puede inaugurarse la administración re-
publicana, sin el asentimiento de la opinión hon-
rada, y entonces tendrá que defenderse du-
rante los cuatro años contra sus naturales
adversarios, contra la corrupción de sus amigos
y contra las exigencias petulantes de los ambi-
ciosos, esterilizando este tiempo precioso para
las reformas trascendentales. 2* Puede asen-
tirse á la lejitimidad dudosa de la elección demo-
crática, y en tal caso el partido de la sucesión,
de la rebelión, de los antecedentes ominosos
reaccionará con la violencia mal reprimida de su
educación, hará de los negros, no ya esclavos
sino siervos, y gobernará con su número y sin
su voto: todo ello al mismo tiempo que para
SECCIÓN POLÍTICA— BBPÚBLicA aboentina
13
aflamar sos posiciones haga imposible toda refor-
ma práctica en el serrioio público. 3* O en fin,
la guerra civil vendrá de nuevo, sin bandera
legítima y solo como un Inovimiento espasmódi-
oo del frenesí, á que se abandonan las sociedades
indisciplinadas, cnando la gestión de sus. nego-
cios está entregada, por artificios, á los activos y
ambiciosos politicastros, j cuando el pueblo
propiamente dicho, el que paga las guerras con
su sndor y con su sangre, está relegado al olvido
y ultrajado con la desestimación de su sufragio.
Cualquiera de estas cosas que suceda, señor,
yo Toy á encontrarme desarmado, cuando regrese
á mi pais natal y me señalen los fragmentos
del monumento secular que era mi orgullo, y mi
modelo. Por eso es, señor, que siendo estranjero
en los Estados Unidos, me siento tan interesado y
tan conmovido con lo que esta República concier-
ne, y por eso, al dirijirme ocasionalmente á uno
de los patriotas que mas estimo en esta tierra,
me he permitido ir tan lejos de los límites ordi-
narios de una carta y hablar con el fervor y la
franqueza que difícilmente corresponden á quien
se halla en mi caso.
Pídole mil disculpas, señor : y después de ase-
gurarle que no volveré á incurrir en esta falta,
repito á Y. que he sido, soy y seré siempre:
Su admirador respetuoso —
G. Rawson.
Médleo y hombre de Eitwlo.
LOS DOS PRESTIJIOS.
Las nociones morales se confunden en las
contiendas civiles, y no es la razón la que juzga:
son las pasiones las que absuelven ó condenan.
La profunda verdad que encierran estas pala-
bras de un gran pensador se muestra con todo
relieve al estudiar la historia de una época aji-
tada por las luchas civil^o, como la que hemos
pasado en los últimos veinte años.
¿Cuántos individuos han recibido patente de
grandes hombres?
¿Cuántos han sido saludados salvadores de la
patria y el pueblo bs ha ceñido la frente con la
corona del triunfo entre aplausos y Víctores,
mas ruidosos que los que consagraban los roma-
nos á los generales vencedores que habian agre-
gado una nueva provincia á su dominación?
¿Cuántos han sido abrumados por el ¿dio
público?
¿Y cuántos otros no han merecido siquiera el
honor de ser odiados, sino el desprecio y la burla,
con su corona de espinas por diadema y su caña
por cetro?
T sin embargo, ;cuán injustas las patentes,
los triunfos, los odios y las burlas!
La posteridad no habla todavia con su voz repa-
radora, y comienzan ya á rectificarse los jxdcios
que sirvieron de base á esas injusticias. Los triun-
fadores y los grandes hombres se disipan «omo
un efecto óptico. Los criminales y los locos no
despiertan las antipatías y las risas con que eran
saludados antes.
Ha bastado que la luz de las pasiones de la
época no alumbrase el cuadro, para que las figu-
ras que lo componían cambiasen de aspecto y
de proporciones.
Es que la pasión es el tirano del alma humana,
que cuando habla con violencia todo lo acalla
ante su voz.
Por esto en las épocas de luchas civiles no es
generalmente la razón y la justicia las que ilu-
minan el juicio del pueblo, que solo se inspira en
los sentimientos del momento.
La justicia y la razón suelen ser vencidas por
un tiempo mas ó menos largo, pero al fin reac-
cionan, porque ellas son las únicas á quienes
están reservados los eternos triunfos. Se aseme-
jan al sol cuyo disco brillante pueden ocultar
las nubes, pero cuya luz continúa brillando en
las celestes esferas por toda una eternidad.
Nosotros hemos pasado por épocas de acerbas
pasiones y hemos visto eclipsarse la justicia.
Hoy cuando esas pasiones han concluido con
la época que las encendió y la justicia luce de
nuevo, no nos damos cuenta de nuestros juicios
de entonces.
Nos parece que los hombres que todavia vemos
en la escena han sufrido una verdadera trans-
formación.
Y no son ellos, sin embarga los que han cam-
biado: es nuestro espíritu el que se ha despojado
de los elementos del error.
Terminada la gran lucha que di6 por resul-
tado la organización de la República, se han
14
AMÉRICA LIÍEBARIA
calmado las pasiones que nos agritaron entonces
y nuestro jnicio, libre de sn influencia, aprecia
con exactitud los hombres y las cosas.
De aqu{ la diferencia que nos sorprende y que
será mayor para la posteridad.
Esta es también la esplicacion de la grande
influencia que tiene el tiempo sobre los presti-
jios personales.
Mientras unos se forman, se desenyuelTen y
se estienden á medida que una época pasa, otros
se disminuyen y empequeñecen.
El tiempo continúa inflexible esta obra de
la justicia, hasta que hunde la reputación de
los unos en la oscuridad de donde no debieron
salir, y levanta á los otros hasta su gloria me-
recida.
Esto muestra una profunda diferencia entre
unos prestijios y otros, entre unas reputaciones
y otras.
Es que unos prestijios son verdaderos y otros
falsos, y tienen diferencia de causa, de medio,
de tiempo y de resultado.
Los prestijios verdaderos nacen de la gratitud
pública y son el premio de los leales servidores
del pais, que solo han buscado su felicidad sin
tratar de congraciarse las voluntades ni escusar
la lucha con los malos intereses.
Los prestijios falsos reconocen por origen la
complacencia á las pasiones y á las preocupado- ^
nes de un momento y la cobarde tolerancia á los
intereses ilegítimos.
Los hombres que buscan los primeros, tratan
de encaminar la sociedad en que actúan por el
ancho camino que ha de conducirla á la felicidad
y al engrandecimiento.
Los que procuran los segundos, la siguen
como lacayos, sin tratar jamás de imprimirle
dirección, aunque marche á la ruina, temerosos
de enagenarse las simpatías de sus contempera-
neos.
Los unos no tienen en cuenta las susceptibili-
diides y errores de su época, ni ocultan los defec-
tos 6 los vicios que son propios á esta.
Los otros, transijen con los errores, con los
defectos y con los vicios por no irritar esas
susceptibilidades.
Los prestigios f rimeros tardan en formarse,
pero se desenvuelven á medida que el que los ha
merecido se aleja de la vida activa.
Los segundos se forman instantáneamente y
decrecen en razón inversa de los primeros.
Aquellos dejan en pos de sí grandes obras 6
grandes servicios.
De estos apenas suele quedar el recuerdo de
una frase hueca 6 de una actitud teatral.
Los unos se convierten en los grandes nom-
bres que recoge la historia.
Los otros desaparecen con las pasiones que les
dieron vida, y el tiempo los sepulta en el osario
de las mediocridades cuyos nombres rara vez re-
cuerda la historia.
Los hombres que han merecido los prestijios
verdaderos, continúan sirviendo á su pais hasta
después de su muerte, estimulando el patrio*
tismo.
Los que solo han merecido el falso 'prestijio
no le sirvieron en vida, y cuando termina ésta,
todavía le hacen daño incitando á los ambiciosos
y á los que buscan en una falsa popularidad el
medio de gozar sensualmente del poder.
Son pocos los hombres que alcanzan el pres-
tijio verdadero, en tanto que son numerosos los
que adquieren el prestijio falso.
Whashington y San Martin merecieron el
primero, y cien caudillos y agitadores el seg^undo.
Aunque entre los hombres de la actualidad
no se encuentren émulos de aquellos Padres de
la Patria, se han de encontrar los que han alcan-
zado el falso prestijio y los que están destinados
á adquirir el verdadero.
Dabdo Rocha.
Jaiiaoonaalto y PabUolita.
El Nacional de 19 de Mayo de 1874.
La libertad: esta grande aspiración de los
pueblos republicanos, es la base de todo orden,
de todo progreso y de todo bienestar. Es prefe-
rible tolerar sus desvíos antes que herirla.
Mariano Agosta.
Vioe-Protidente de Ift Bepúbikm.
Buenos Aires, 1874.
El amor á la patria no debe cegamos hasta
el estremo de procurar para ella lo que legítima-
mente no le pertenece.
Si los derechos de otros paises son menos-
SECCIÓN POLÍTICA— REPÚBLICA abobntina
15
oalNidos, nuestros esfnenos, lejos de producir
▼erdadera j durable utilidad para el nuestro, le
acarrearán perjuicios y males inevitables.
Para demostrar que amamos la patria y le
hacemos el mejor de los servicios, afianzando su
independencia y prosperidad con el respeto y las
simpatías esteriores, es indispensable hacer jus-
ticia á las naciones que dividen con la nuestra el
dominio de la tierra.
Makübl Ricardo Tbblles.
PabUoiata.
Buenos Aires, 1874.
Siempre he creido que los ejércitos permanen-
tes eran un mal que, por una razón ú otra, tenian
que sorportar las naciones, cualquiera que fuera
la forma de sus gobiernos, pero particularmente
en las repúblicas democráticas cuyos ciudadanos
aun no tienen las costumbres cívicas á la altura
de las instituciones que se han dado, los ejércitos
permanentes son im amago constante contra sus
libertades; mas que la espada de Damocles, pues
esta no cayó sobre su cabeza, mientras que la
historia de las repúblicas hispano-americanas
particularmente, nos enseña en cada ima de sus
páginas los golpes que han recibido de aquellos
á quienes se esmeraban en atender para que las
defendieran.
Para que estos males no acontecieran, seria
necesario que los individuos que formaran parte
del ejército comprendieran y profesaran el prin-
cipio de que, al ceñirse una espada y ser soste-
nidos por sus conciudadanos, deben sacrificar su
propia libertad para defender la de los otros.
Buenos Aires, 1874.
Edelmibo MIyeb.
CoroneL
Las decepciones que deja tras sí toda esperanza
defraudada suelen llegar hasta la negación de
todo mas allá, de todo progreso.
Aplicando esta consideración á los partidos
políticos, se observa que los que no alcanzaron á
realizar sus ambiciones, en un momento dado,
confunden á menudo su mal éxito, con el porvenir
y b estabilidad de las instituciones. Esta regla
de criterio es falsa. Ni las naciones mueren, por-
que su territorio sea estrecho para servir de
pedestal á la universalidad de las ambiciones;
ni sus instituciones perecen, porque buscando
su encamación necesaria se produzca la lucha y
de ella resulten vencidos unos, vencedores otros.
Tanto los pueblos como los principios superio*
res que gobiernan 9u vida, tienen para mí un
destino inmortal. Pasarán los siglos modificando
tendencias, costumbres y leyes, que son acciden-
tes, pero quedará siempre viva la solidaridad
humana. El tiempo puede demoler todo lo que
edificaron los partidos, pero aun entonces, desco-
llará sobre esas ruinas, un algo que no perece, y
es, el principio generador de la nacionalidad y la
verdad fundamental de sus instituciones.
Esto es eterno y solidario para todas las gene-
raciones en el orden del Universo. Constituye el
mas allá de todas las ambiciones; ese horizonte
sin fin que solo puede espresarlo esta palabra: el
progreso.
Onésimo Legitizamok.
JoriMOikiatto.
Buenos Aires, 1874.
Hasta hoy la tierra Argfentina ha sido la tierra
de los héroes, ha brillado por el poder de sus armas»
por el valor de sus hijos. Es necesario que en
adelante sea la tierra de los sabios, y brille por
el vigfor de la inteligencia, por la fuerza de la
civilización.
Mabcelino TJgabte.
JarlMoiitiüto y XagUtrado.
Buenos Aires, 1850.
Una regeneración es necesaria en nuestra gran
familia, despedazada por la discordia. Pero una
regeneración que comience por traer la razón al
sometimiento de los principios imperecederos de
la verdad; que continúe por grabar en el corazón
las dulces y saludables impresiones de la moral;
que acabe, en fin, por realizar esa alianza de las
voluntades, que forma la ley fundamental de la
humanidad.
Edttabdo Lahitte.
JurivooQfolto.
BiMnofiltr0«^1854.
REPÚBLICA OBEENTAL DEL UBÜGÜAY
Nuestra civilización, nnestra industria actual
es embrionaria; — ella ha de ser el resultado de
las civilizaciones, de las industrias, de las inmi-
graciones extranjeras que, mezclándose con nos-
otros, aclimatándose en nuestro suelo, esplotán*-
dolo, si, esplotándolo, han de producir cuando
nos bastemos á nosotros mismos, cuando relle-
nemos los desiertos, cuando uniformemos nuestra
educación, una civilización, una industria Sud-
americana.
El camino que nos esta trazado en este sentido,
el único que puede llevamos á un alto grado
de prosperidad j de cultura, á una entera y
sólida independencia, es el que nos enseña la
América del Norte : ella ha llamado la población
extranjera por la liberalidad y la protección de
BUS leyes; ella la ha aclimatado haciendo fácil el
acceso á los goces de la ciudadanía, arrancando
de raiz, las rancias y absurdas limitaciones que
podian dificultar el ejercicio de todas la profe-
siones y de todas las industrias. Así duplicó su
población y sus productos en menos de un siglo,
así han surgido de aquella selvas prodigios de
civilización y de riqueza, — dejando que todos
trabajen, que todos enriquezcan; protegiendo,
con igualdad, el derecho, el trabajo, la riqueza
de todos; no mezclándose ni en su creencia, ni
en sus opiniones, ni en su modo de vivir,— no
preguntándole ni de dónde viene ni á dónde vá,
— dejando al hombre, en una palabra, en el ple-
nísimo ejercicio de todas su facultades, en cuan-
to no dañe á tercero Ó perturbe el orden público.
Akdbés Lamas.
Político, DlplomAUoo é Historiador.
Las tremendas convulsiones por que están pa-
sando en nuestra época los pueblos mas adelandos,
arrastran el pensamiento á la contemplación de
abismos sociales de una espantosa profundidad,
adonde no alcanza la sonda limitada de la ciencia
política. Solo la luz de la filosofía podría alum-
brámoslos, y no deja encenderla en la razón del
hombre la atmósfera formada en ella por preocu-
paciones nutridas con la savia de siglos, asidas á
todas las pasiones é intereses del mundo actual,
desesperanzado de los falsos mirajes del porvenir.
En mi convicción, mientras la humanidad no
dé por bases á la personalidad del individuo, á la
familia y á la sociabilidad, las eternas leyes de
la naturaleza, jamás impunemente violadadas ó
desconocidas, en vano pedirá á las formas de
gobierno y a las instituciones políticas la desci-
f ración del enigma, que aguardando su Edipo,
inunda en sangre á Nv/rte América por unos
pobres negros, y despedaza á la Francia, para
hacer un Imperio feudal ó deshacer el cadáver
de una Teocracia.
JüAN CIblos Oomez.
JariMoaaiüto y PabUelsta.
Buenoi Áire$, 1871.
Buenoi Aires, 1874.
La repúblicas hispano-americanas llevan una
vida precaria desde su independencia de la me-
trópoli, envueltas siempre en continuas revolu-
ciones intestinas. ¿Se cuestionan principios?
no, puesto que ninguno de los partidos en que
se encuentran divididas invoca otra forma de
gobierno que el republicano. ¿Qué se disputa,
SECCIÓN POLÍTICA — república oriental dbl ueuottay
17
pnesR La posioion personal j nada mas — ^heren-
cia esta de la madre patria.
La España, dotada por la naturaleza de nna
sona lecnndisima en producciones naturales, se
encuentra estacionaria en población é industria
y agena á los adelantos modernos. Allí las revo-
luciones se cuentan por años; sus liabitantes
abandonan el suelo natal en busca de bienestar ;
teniendo su país todos los medios de poder ha-
cerlos felices, encontrándose dotada de inmejo-
rable clima, despoblado, con menos de la mitad
de población que su tierra puede sustentar. A los
americanos espimoles nos sucede lo mismo, ¿no
será debido á nuestra educación? Creo que no
es otra la causa; seria una coincidencia singula-
rísima el que todas las repúblicas de origen
español que adolecen de un mismo mal no tuvie-
ran por causa la homogeneidad de su educación
primitiva; hay mas para creerlo así; la gran
república de Estados-Unidos y el imperio del
Brasil, ágenos á la educación española, viven
en completa pas y g^arantidos sus habitantes
por leyes liberales observándolas con religioso
credo.
La Bepública Oriental del Uruguay tiene
también las suyas, su Constitución política cal-
cada en la de los Estados-Unidos nos haria
felices sin el mal endémico de las aspiraciones
bastardas. Echamos por tierra la ley para enca-
ramamos al poder.
El año 1830 se juró la Constitución fundada
en los principios mas liberales; libertad de in-
dustria, comercio, de cultos y de imprenta. ¿La
hemos observado p no, sino en muy pequeños
intervalos. Ha sido un continuo batallar en
revoluciones intestinas, resultado inmediato —
la anarquía y, como premisa de esta erigirse
gobiernos fuertes — es decir — Dictadores. Hace
tres años que el coronel D. Lorenzo Latorre
gobierna el pab como Gobernador Provisorio;
ha convocado al pueblo á elecciones generales de
senadores y representantes, cuya reunión debe
tener lugar en el próximo Febrero — 1879, y
elegir el 1^ de Marzo del mismo el Presidente
Constitucional que debe ejercer el mandato por
cuatro años que la Constitución previene.
El nombramiento de Presidente Constitucio-
nal de la Bepública volverá al pais á ser gober-
nado por su ley fundamental ({volveremos á las
revoluciones cuotidianas? puede ser; el hombre
olvida pronto los ejemplos del pasado y reincide
en las mismas causas que han de producir iguales
efectos.
Tomás Gomensobo.
Ez-PrMldente de la Eepúbüm.
Montevideo, 1878.
Las cuestiones de límites que dividen á algunas
de las Bepúblicas que surjieron de las minas del
poder colonial, iluminadas por los esplendores de
la revolución, deben resolverse en el seno de la
armenia y de la solidaridad, en que confunden sus
intereses permanentes y sus aspiraciones inmor-
tales. No hemos degenerado tanto de nuestros
insignes progenitores: ellos regaron con su sangre
generosa la mitad del continente, fecundando su
libertad, y nosotros, habríamos de verterla, por
disputamos un girón del estenso desierto no con-
quistado aun á la barbarie ! . . . Seria eso renegar
de nuestras gloriosas tradiciones, quebrantar los
vínculos y los deberes supremos de nuestro origen .
histórico: vínculos que han de salvar todavía á
nuestras Repúblicas en las vicisitudes y en las
complicaciones del porvenir.
AOUSTIN DB YbDIA.
Feriodltto.
Dolorei (Bepública Argentina)^ 1878.
Chile, como la Bepública Argentina, erijiendo
monumentos á sus grandes hombres, á sus varo-
nes ilustres, á los héroes é insig^nes colaboradores
de su independencia y libertad, desde O'Higgins,
Freiré, Portales, hasta San Martin, Belgrano,
Moreno y tantas otras celebridades, practican
actos de elevada justicia nacional, que á la ves
de honrar á los pueblos que los producen glorifi-
can y perpetúan la memoria de patriotas esclare-
cidos 6 preclaros pensadores, que por sus méritos
y virtudes supieron hacerse dignos del recuerdo
respetuoso de la posteridad y del aplauso de la
Historia.
Esos monumentos que responden á sentimien*
tos de justicia postuma, de gratitud y de vene-
ración de los pueblos, son im estímulo y una
enseñanza saludable para las jeneraciones del
porvenir.
8
18
AMÉRICA LITERARIA
Americano de nacimiento y de corazón, me
inclino reTerente ante ellos con todo el ferror j
el entusiasmo que me inspiraron siempre las glo-
rias americanas, j el nombre de los que militaron
desde el Plata al Orinoco en las hileras de los
defensores de la libertad de los pneblos estendidos
en el espléndido mondo de Colon.
Isidoro De-Mabía.
Hiitorlador.
Montevideo, 1878.
US SOCIEDADES AMERICANAS
Las sociedades americanas son entidades com-
pletamente desconocidas; fuera d<) ellas nadie
puede imajinarse lo que son porque no hay com-
paración posible, y si algunos estran jeros ilustra-
dos las han visitado, ha sido muy de prisa y sea
por esta causa ó por otras, no han fijado su aten-
ción en la naturaleza propia de ellas sino en
algunos hechos que, ó predisponen mucho en
contra ó producen ilusiones en su favor. En
cuanto á nosotros mismos somos los que menod
las conocemos, lo que no es estraño si se recuerda
que en el frontispicio del Templo de Delfos estu-
vo grabada por muchos siglos la célebre inscrip-
ción: Noce teipsum.
Nadie desconoce cuál fué el origen de estas
sociedades. Colonias de una nación despedazada
por la anarquía, embrutecidas por un fanatismo
cruel y alimentadas por lamas grosera ignorancia,
debian reproducir todos los vicios de la metrópoli :
Pero esto es nada aun en comparación de los
males que debian venir á causa de la misma
inmensa ostensión de territorio que debia coloni-
larse. La España se vio obligfada á desparramar
sus pocos elementos en todo el Continente Ame-
ricano quedando separadas las fracciones de esos
elementos por altísimas montañas, por caudalosos
rios 6 por desiertos intransitables,
Es una observación confirmada por la esperien-
cia que el aislamiento de los grupos humanos
produce el decaimiento moral ééntelectual, y si
no impide el desarrollo físico hace imposible la
combinación de los esfuerzos para luchar con la
naturaleza y someterla á las necesidades de la
vida civilizada dan^P nacimiento á las artes y á
las industrias.
El Reino de Portugal, no en previsión de
estos males, sino porque el territorio que' debia
colonizar era relativamente mucho menor, no
dispersó sus elementos, los concentró y formó
así sociedades que se diferencian con las de orí-
gen español, no ya solo en el carácter de orden
y d» constitucionalidad, sino muy especialmente
en una tendencia á la unidad, en un espíritu
conservador que se ha notado igualmente en
todos los pueblos que han llegado á desarrollar
todas sus fuerzas naturales.
T no es la forma de gobierno la que ha in-
finido en estas diferencias; los ensayos monár-
quicos que tan infructuosamente se han hecho en
algunas de las sociedades americanas son la prue-
ba mas evidente de que estos caracteres diferen-
ciales no solo son ágenos á la forma de gobier-
no, sino también que el cambio de ella no los
hace desaparecer ni aun los modifica.
No puede decirse tampoco que esté en la rasa
la causa de esas diferencias, porque es la misma
la que hizo la conquista de ambos territorios
sufriendo 1& misma trasfusion con la sangre
africana é indígena. Y es de notar que esta
diferencia se ha conservado y se conserva persis-
tentemente, á pesar del contacto íntimo en que
están todos estos elementos sin que nada puedan
los ejemplos de los xmps contra las costumbres
de los otros.
Las ¿sociedades americanas de origen español,
si por las causas enumeradas han carecido de la
tendencia constitucional y conservadora, en cam-
bio han estado ajitados de una actividad febril que
las ha llevado á empresas superiores á sus fuerzas
y en menos de medio siglo han realizado la epope-
ya mas grandiosa do los tiempos modernos, desa-
lojando de todo el continente americano á la
valiente y terrible raza conquistadora sin que
fuera un obstáculo esas altísimas montañas, esos
caudalosos rios, esos inmensos desiertos que se han
convertido en pajinas de gloria y en monumentos
soberbios. Pero ese esfuerzo en que una jenera-
cion hacia sola el trabajo de veinte jeneraciones
y el esfuerzo posterior de las guerras civiles, ha
producido en las sociedades americanas un fenó-
meno digno de estudiarse. No se ha abatido la
virilidad, no ha decaído la fuerza intelectual ni la
actividad en todo sentido; los elementos políticos
y militares subsisten; las instituoiones liberales
SECCIÓN POLÍTICA— REPÚBLICA obieiítal bel ÜBtrOtTAY
19
■e oonaeiran, pero la base de estos elementos no
existe.
La sociedad que no es el gobierno» que no es el
ejército» que no son los gmpos políticos que dan
aotiyidad á la vida publica, la sociedad que es el
núcleo de los elementos económicos y reproducti-
▼os no existe, ó al menos no existe como elemento
propio, j es aquí donde se vé una nuera coloniza-
ción espontánea producida por la inmigración que
aflujo de todas partes del mundo.
Las sociedades americanas, y, sobre todo, las del
Bio de la Plata, han vuelto, pues, al periodo de la
incubación y este estado embrionario lucha y
ohooa con el progreso de las instituciones polí-
ticas.
Los dos grandes sistemas de gobierno republi-
cano, la unidad y la federación, han sido ropage
que le venian á nuestros pobres pueblos como la
túnica del gigante al empinado liliputiense. Sar-
miento disculpa á BIvadavia diciendo que este
creia y practicaba todo cuanto creia y practicaba
la Europa civilizada en su época y la organiza-
ción definitiva de estos paises ha disculpado á los
caudillos federales, al menos en cuanto á la inde-
pendencia y á la autonomia provincial. El único
que no se disculpa es quien vino después de Biva-
davia y cortó los faldones del traje político y aun
las cabezas que sobresalían demasiado, preten-
diendo formar un pueblo modelo y sobre todo
americano puro.
Se han ensayado, pues, todos los sistemas y
ninguno ha conseg^údo damos organización ca-
paz de dejar al pueblo que funcione reg^ular-
mente. En cuanto se requiere su acción, se
encuentra embarazado entre los pliegues de su
traje político, tropieza y si no cae en la lucha
civil, queda en las mismas dificultades, á pesar
de los discursos sublimes que se pronuncian, y
de las leyes que se promulgan.
Sin embargo, el traje político está bien corta-
do, es una obra maestra copiada del mismo traje
que llevan con desenvoltura y gallardía otros
pueblos: — ¿Cómo se esplica el fenómeno? No
es cosa de decir que el que no está hecho á bra-
gas... porque estos pueblos, comease ha visto,
se han vestido y desnudado mas que un actor en
comedia antigua, mientras que los otros pueblos
de los que sacamos el molde, no han cambiado
de traje desde que vinieron al mundo.
Pues si la dificultad no está en eso, debe
^Harlo en las jorobas sociales que hemos dicho
tienen estos pueblos, y que nosotros no vemos ni
queremos ver, marchando muy persuadidos de
que nuestro dorso es recto y gracioso como una
I>almera y que nuestras tibias se articulan en
línea irreprochable con nuestros fémures al ex-
tremo de poder servir de modelo para un Apolo.
Así vemos convocar al pueblo en los días clá-
sicos; es decir, de elecciones y de manifestacio-
nes previas, creemos asistir á grandes actos de
libertad y de autonomia y al fin lo que vemos
es á la entidad tal, seguida de sus eliente$ ó á la
entidad cual, seguida de los suyos.
No hablamos de clientes de abogado sino de
unos caballeros que eran así llamados por los
romanos, porque se afiliaban á la protección de
un patricio, lo seguían, lo defendían y votaban
por él ó por quien él votaba.
Como en las sociedades americanas la guerra
civil ha hecho gran consumo de pueblo nacional
resulta que los artesanos, los agricultores, los
comerciantes y todos los que en el nivel del
pueblo tenían ó podían tener ocupación indepen-
diente, han sido sustituidos por extranjeros que
no se han nacionalizado y que por lo tanto no
ejercen derechos políticos; no quedan, pues, sino
los ex- soldados, los peones y los vagabundos
clientes todos de las entidades políticas.
Siquiera en tiempo del Padre Castañeda habia
dos pueblos, el heroico ptublo de Buenos Aires (lo
mismo puede decirse de Montevideo ó de cual-
quier otra parte, con tal que sea de Sur América)
y el pueblo liso y llano. Pero hoy no hay mas que
uno y se divide en entidades y en clientes.
Desde el célebre plebiscito que elevó á Napo-
león IH hemos desconfiado mucho del sistema
electoral, tal cual lo reconoce nuestro derecho
constitucional actual; pero nunca tanto como del
cónclave que elije Papas, y, dada la joroba con que
tropezamos en el dorso de nuestras sociedades,
resulta que eliminado el cortejo de clientes que
no hacen sino número, nos quedamos con un
cónclave de entidades que al fin vale tanto como
un cónclave de cardenales; — no hay mas diferen-
cia sino que estos se encierran con lUwe, que tal
cosa quiere decir cónclave, pero esta diferencia no
mejora la situación y pluguiese á Dios que al
menos algunas de nuestras entidades se encerré
sen, no con llave, sino herméticamente.
Beconocida esta joroba constitucional ¿y por
qué no reconocerla? Cervantes y Juvenal son los
mayores patriotas de la España porqué dijeron laa
20
AMÉRICA LITEBARIA
yerdades, resultan mnolias otras jorobitas porqné
un brillante se hallará solo pero no otras cosas que
no brillan. Las entidades de las sociedades ame-
ricanas son, pues, las dispensadoras de nombre j
de fama. La jnventnd tiene que ir ante ellas 7 ha-
cer sacrificio de independencia 7 de carácter.
Quien quiera pasar de la categoría de aspirante á
la categoría de entidad noTel, tiene que velar las
armas é ir á recibir el espaldarazo puesta la rodi-
lla en tierra 6 tiene que esperar que le abran la
boca como á los cardenales en la imposición del
Capelo.
Ese gran tríbunal de última instancia» al cual
se apela en otras partes, de toda injusticia; ese
público imparcial que aprecia los mérítos 7 los
sacrificios de los jóvenes inteligentes, esa sublime
opinión pública que contiene á los bríbones 7
castiga con el ridículo á las mediocridades ambi-
ciosas, no existe ni puede existir en sociedades
como estas.
Las entidades castigan con un silencio sepul-
cral el crimen de independencia, harán creer en
la no existencia de quien no está armado-caballero
6 de quien no ha7a ido á que le abran la boca.
Cierto es que algunos jóvenes mu7 inteligen-
tes 7 mu7 independientes, figuran actualmente
en la política 7 en las ciencias, pero son esoep-
oiones que han conseguido escapar á fuerza de
sacrificio, á fuerza de irradiar luz entre las ne-
garas nubes que estienden las entidades alrededor
de todo astro que quiere aparecer en el firma-
mento político ó social.
Digamos, pues, claro, que en las sociedades
americanas, como en el gobierno teocrático, no
ha7 opinión pública, — ^7 como ella es la base de
toda sociedad 7 de toda política, nada estraño es
que andemos oa7endo 7 levantando como en una
ma-crucü sin término.
De aquí porque se rinde tanto culto al becerro
de oro; donde faltan los estímulos de la opinión*
los consuelos del aprecio, las esperanzas de la
gloria, se buscan los goces de la sensualidad, las
apariencias fastuosas, el predominio del dinero.
Cierto es que no faltan espíritus fuertes que se
resignan á la indiferencia 7 aun al desprecio de
los contemporáneos para abroquelarse en la satis-
facción íntima de la conciencia, pero estas son
las escepciones.
Por esta razón no hemos tenido influenois
exterior. Las Bepúblicas americanas forman al-
rededor del Brasil una cintura que debiera lia-
berse estrechado hasta ahogar la única monar-
quia de América 7 por el contrario es el Brasil
quien ha ensanchado el círculo de su acción 7
ha sabido hacemos odiar recíprocamente; ha
hecho que nuestras manos mismas caven el abis«
mo que nos separa. El peso de su esclavitud,
bastante para detener la marcha de un pueblo,
no ha sido tan pesada para él, como la joroba
que llevamos á cuestas; como la falta de opinión
7 la falta de pueblo que hemos malg^astado en
estúpidas luchas.
Las Bepúblicas americanas no pueden buscar
entre sí sino soluciones pacíficas para sus cues-
tiones. Su debilidad relativa hace indispensable
su alianza para defender sus intereses comunes.
Pero las alianzas no se forman artificialmente;
vienen preparadas por consideraciones preceden-
tes que acercan 7 confraternizan á los pueblos.
Las alianzas artificiales no son ftlíf^i^^as^ son
coalisiones que siempre dan por resultado, no la
reparación de ofensas, no la restitución de dere-
chos, sino un pueblo destrozado ó suprimido
como la Polonia.
Gregorio Pérez Qomar.
Abogndoy tttento.
Buenos Aires, 1879.
li I ;
mío DEL BRASIL
Por SU nacimiento ú otras circunstancias es-
peciales, pnede la mujer ser obligada á ocupar
posición eminente en la sociedad; pero á donde
la llaman con preferencia las leyes de la natura-
leza j los impulsos de su corazón, es al lado de
su esposo y de sus hijos, al frente de su casa,
junto al lecho de los enfermos y ante los altares
de Dios.
Isabel Condesa d'Eü.
Prtnoem Regente del Imperio.
Nacido del otro lado del Atlántico, me he
ligado por los lazos del corazón, á esta tierra
americana. Llamado por las circunstancias á
mandar las fuerzas militares del gran país que
he adoptado por patria, tuve la fortuna de atra-
vesar los territorios de las naciones mas ligadas
al Brasil por las relaciones de vecindad y de
intereses comunes, y de conocer á sus hombres
mas eminentes. Se robusteció entonces en mí la
oonviocion de que los intereses mutuos de todos,
no menos que las leyes de la humanidad, exigen
la generosidad para oon el vencido, la perpetui-
dad de la alianza entonces- iniciada, y el man-
tenimiento de la paz, que es la garantía mas
segura del progreso general.
Gastón de Obleans conde d*Eu.
IterlM»! de BJérelto.
p€MpoU$ (BrasU), 1875.
En los lances mas arriesgados de mi vida
militar, nunca desprecié los consejos y las indi-
caciones que me fueron dados por mis amigos y
compañeros de armas; pero en aquellos casos
sobre los que tenia ya formado mi juicio, nunca
abandoné los impulsos de mi corazón y de mi
carácter, siendo siempre feliz cuando seguí mi
primera inspiración; recordando incesantemente
que si el general Napoleón, en la batalla de
Moskou, hubiese procedido en esa conformidad,
sin dejane vencer por las reflexiones de algunos
de sus subalternos, tal vez hubiese evitado los
famosos desastres que pusieron fin á su campaña
de 1812.
Mabiscal Duque de Caxias,
Consejero de Brtado 7 Ministro de la Guerra.
Rio de Janeiro, 1876.
No hace muchos meses, en una fiesta dada en
honor de un distinguido americano que residió
entre nosotros como diplomático, pronuncié estas
palabras en la improvisación á que fui benévola-
mente invitado: ''Estas regiones de América
carecen de paz, luz y trabajo </.
La guerra, 6 es uno de los castigos fatales y
periódicos que nos acarreó la falta de nuestro
primer padre, ó es una mancha que ha de desapa-
recer del sol de la civilización moderna; lo que
no me parece utopia filantrópica, porque el mundo,
á pesar de sus diferencias exteriores, marcha
hacia la unidad moral é intelectual de los pueblos,
límite en que el género humano será como un
reflejo del misterio de la Trinidad Divina.
La luz que yo deseo poderosa y abundante para
22
ÁMÉBICA LITERARIA
nuestro oontinente, no es solo la instmooion para-
mente racional, sino también la qne deriva de los
santos preceptos de la moral de Cristo, sin los
cnales el hombre pierde de vista sn mas alta guia,
la vida de mas allá de la tnmba, y cae en los
mas tremendos precipicios de sn senda terrenal:
ábeunt estudia in mores. La política del maestro
de escuela de que hablaba lord Brougham, es un
programa completo de regeneración social ; pero
es necesario elevar el nivel de capacidad de los
preceptores, que son los primeros que cultivan é
inclinan la inteligencia de la juventud, para que
sepan mas de lo que deben enseñar, y enseñen
bien todo cuanto se puede aprender, sin dificultad
y basta por recreo, en las aulas primarias y secun-
darias.
El trabajo es la redención de las flaquezas del
hombre, su dignidad personal, su independencia,
el seguro de la familia, el mas eficaz antídoto
contra los vicios, la fuente perenne de la fortuna
particular y pública. Infunde con estos benéficos
resultados el hábito de la economía, madre de los
capitales, y escita el amor del prójimo, dos pode-
rosas fuerzas de conservación y progreso social.
La civilización de los pueblos debe ser juzgada
menos por la grandeza material, que puede encu-
brir muchas llagas morales, que por el desenvol-
vimiento y perfección de la enseñanza popular,
por la buena administración de la justicia, por la
abundancia de las cajas de ahorros (seguro indi-
cio de buenas costumbres entre las clases mas
numerosas), por la dedicación individual al bien
público y por el espíritu de bien entendida cari-
dad cristiana que haga innecesaria la caridad
legal, casi siempre dañosa.
Vizconde do Rio Bbanco.
EiUdltU, Director de 1» Bsenel» PoUtéenica 7
Gonaejero de Bitwlo.
Rio de Janeiro, 1876.
La forma de gobierno no es el fin, es el medio
de oonsegruir el mayor bien para la sociedad,
mediante la garantía de los derechos naturales
del hombre.
Muchas veces bajo la forma republicana impera
el despotismo y la peor de las tiranías — la de las
masas ignorantes; y bajo la forma monárquica, —
la bien entendida libertad, que solo medra á la
sombra de la paz y del orden.
Es lo que explica la existencia de una mon«r-
quia constitucional en América.
Babón di Cotioipi.
BetsdicU, Ministro de Baelendft j
NefoeUw Setru)eroe.
Rio de Janeiro, 1876.
Por el estudio de las letras y ciencias subieron
Licurgo, Pisístrato y Agesilao á reyes de Laoe-
demonia, y aquel Estado fué famoso en el mun-
do, mientras tuvo príncipes sabios.
Los Persas tenian por costumbre elegir para
rey á aquel de entre sus conciudadanos que les
parecía mas sabio, y la Persia floreció mientras
siguió esa regla, y decayó luego que la hubo
despreciado.
Un rey hubo en Sicilia que se dedicaba oon
tanto ardor al estudio de las ciencias, que llega-
ron á hacerle sentir que por este motivo podría
él faltar ú las obligaciones de su Estado, y res-
pondió que no podia reinar sin sabiduría, y que
á trueque de ella perdería contento su corona.
Los monarcas constitucionales procuran actual-
mente por la ilustración y por la práctica de
virtudes cívicas y domésticas hacerse amar y
respetar, empeñándose en el mantenimiento de
la paz y en la fiel observancia de los grandes
principios de justicia y de libertad, en que reposa
el progreso de los pueblos.
Fueron de esto admirables ejemplos, el viejo
rey de Bélgica Leopoldo y el joven rey de Por-
tugal Don P^dro Y., ambos ya fallecidos.
Podríamos citar como ejemplo otro rey (1),
si no fuera osadía de nuestra parte anticipar los
elogios y loores de la historia.
Como complemento de su vasta instrucción,
ese rey ha emprendido, en edad ya madura, lar-
gos y penosos viajes, impelido por la padon
que en él predomina desde la infancia, — el estu-
dio de las letras y de las ciencias.
Vizconde db Abastí.
EitedlfU f Conaejero de Batado.
Rio de Janeiro, 1876.
(1) Alusión 4 Don Pedro 11, AOtoal empermdor del Bruil.
N. delE.
SECCIÓN POLÍTICA — imperio del bbabil
23
Toda mi vida he considerado qne al hombre
faé impuesto por el Creador el deber de hacer el
bien compatible con sns faerzas, así en la escala
en qne las manifestaciones de esa idea se circnns-
criben á indiridnalidades, como en la esfera mas
alta en qne las inspiraciones del patriotismo
determinan actos en que se consulta el bien
públioo; y entiendo también que lo poco 6 mu-
cho qne esté en nuestras manos conseguir, en ese
terreno, no dá derecho á aspirar á otra recom-
pensa que la conciencia de haber cumplido un
deber, al paso que los actos que practicamos en
la carrera de la yida, que contrarían esa idea,
nos colocan en rebelión abierta contra un pre-
cepto dÍTÍno.
Vizconde db Mauá.
Flninclrt». Baoqusro.
Bio de Jemeiiro, 1876.
En mas de cincuenta años de yida pública me
han hecho impresión el retroceso y las desg^racias
de países bien constituidos y civilizados, en los
cuales el tiempo ha creado intereses bastardos,
olvidando que una autoridad justa eng^endra el
respeto y obediencia espontánea, y que el ataque
al derecho produce la resistencia y suprime el
deber. Aquel que contribuye con sangre á la
existencia del Estado tiene derecho á las garan-
tías qne la ley concede á todos los ciudadanos, y
mucho nos engañamos pensando que el pueblo
es indiferente al desprecio disfrazado de los que
mandan.
Mabqtj¿8 do Hbbyal.
(OBKBKAL OSOBIO)
Teotonte 0«iwr»l del Ejército.
POoUu (BrasU), 1876.
La prolongada guerra que sostuvo el Brasil
contra el Paraguay habría tenido todavía mayor
duradon, si el mariscal dictador hubiese sido
siquiera mediocre g^eneral.
Su notable incapacidad militar hizo que fuese
parcialmente batido su valiente y disciplinado
9}éráio, convirtiéndose en derrota mas de un
combate, en que podría haberle cabido la vic-
toria.
Teniendo por sí la adhesión de un pueblo
fanático, y los mas obedientes soldados del mun-
do, podría haber luchado con mejor éxito y
salvado su patria de tan espantosa ruina.
Hay hombres que son para las naciones un
horrible flagelo.
¡ Desgraciados los pueblos que hacen depender
su suerte de una sola voluntad!
Yizcondb db Pblotas.
(qinibal camaba)
Uuriaottlde Campo.
Pi>rto Alegre (Brasil), 1876.
El ejército que á su frente pudiere llevar á
los campos de batalla un glorioso pendón en que
inscriba con verdad las sublimes palabras — dis-
ciplina, instrucción y moralidad, —podrá segura-
mente agregarles estas tan conocidas: in hoc
eigno vinces, y el regreso de ese ejército al seno
de la paz será señalado en la historia nací nal
con la gloria del triunfo.
Un ejército disciplinado, con personal ir lí-
do y moralizado, es ciertamente uno de Ir aas
poderosos elementos para la prosperidad y / n-
deza nacional, y la primera columna de la : de-
pendencia, integridad y honra del país, deíen-
diéndolo de sus enemigos exteriores ó interiores;
alto destino de la fuerza militar, sabiamente
preceptuado en el código fundamental brasilero.
Los ejércitos indisciplinados y sin la necesa-
ria instrucción, causan la pérdida de su país. De
ello nos presenta funestos ejemplos la historia.
La disciplina multiplica la fuerza de los ejér-
citos; y no pocos ejemplos hay de que alg^unos
mas numerosos, hayan sido vencidos por otros
menores en número, pero cuya disciplina é ins-
trucción les hayan granjeado señaladas victorias.
La necesaria austeridad de la disciplina mili-
tar se hace blanda y casi insensible en el subdi-
to que sabe respetar á los superiores, y dedicado,
obedece con dig^nidad al cumpliente de sus de-
beres.
El militar jamás debe olvidarse de dos de los
principales dog^mas de su profesión, — la obedien-
cia y la resignación: con tales atributos podrá
24
AMÉEICA LITERARIA
fácilmente soportar las infalibles contrariedades
y Tioisitndes de la yida.
Aquellos á qnienes despnes de nna carrera
distinguida en la carrera militar, no perdona la
muerte en el campo de batalla, dejan en pos de
sí una honrosa memoria y una provecliosa lec-
ción á los venideros que se dediquen sincera-
mente á esa yida de trabajos, en la cual no se
teme la muerte, cuando se sirve lealmente á la
patria.
Las costumbres, hábitos, tradiciones, amor de
la patria j odio á la usurpación extranjera,
justifican, mas que todo, la existencia de los
ejércitos permanentes, tanto mas cuanto que en
la mayor parte de los hombres abunda la ambi-
ción de oro, de mando, y de la ilusoria gloria
de conquistas.
Vizconde de Santa Thbbeza.
Teniente General y Comandante de la Bioiiela Militar.
Bio de Janeiro, 1876.
Figuran en este libro los muertos y los vivos.
Quiera Dios que de unos y de otros aprendan los
venideros que la paz interna y extema es la
primera base de la felicidad de los pueblos. Cuando
esta colección de autógrafos estuviere concluida,
se verá, creo yo, y felizmente, que el pensamiento
de todos los Americanos tiende al mismo fin, que
es el mayor desenvolvimiento de las relaciones de
amistad entre las naciones de América; y no será
pequeño servicio el contribuir á la manifestación
de una idea común de tanta magnitud.
Babón de Cabo Fbio.
Diplomático.
Rio de Janeiro, 1876.
Nosotros los brasileros podemos ufanamos de
los resultados que en un silencio fecundo van rea-
lizando algunos incansables exploradores del por-
venir.
Ta no somos una nación segreg^ada en los
confines del globo, aislada del movimiento del
siglo.
Palpita en nosotros la grande alma de la huma-
nidad, y sobre nuestros destinos desciende la luz
inmortal que alumbra el porvenir de las naciones
cultas.
Rompiendo resueltamente con el pasado, abri-
mos la faz nueva del trabajo libre, cuyos núdeos
irradian ya en una grande extensión.
El pico rasga el suelo en toda? direcciones; y
aun pocos dias há, vimos llenos de emoción, la
locomotiva llevando el anuncio triunfante de la
civilización al seno de las florestas solo recorridas
hasta entonces por la planta de las tribus indianas.
No tenemos ahora la consoladora realidad de la
instrucción diseminada por todas las capas socia-
les, pero hemos lanzado ya en los surcos del futu-
ro la afirmación del gran principio, y tanto basta
para que este siga su evolución victoriosa, derra-
mando sus beneficios sobre todos nosotros.
Podemos con segniridad abrigar fé en los
destinos de una nacionalidad que repudia oon
denuedo la tradición de mas de tres siglos, y al
paso que funda la escuela, empuña la azada y se
ennoblece por la ley del trabajo, elevando un
himno al Creador que acabó su obra en seis
y descansó en el séptimo.
Babón Hombm db Mbllo.
Conwjero. litante j Batadlata.
Bio de Janeiro, 1876.
Hay en la vida del hombre impresiones que
nunca se olvidan, y que venciendo las vicisitudes
del tiempo se conservan siempre tan vivas en la
memoria, como en el momento en que se sintieron
polr primera vez. Tales son las que aun hoy
hacen palpitar mi corazón de patriótico entu-
siasmo al recordar el dia en que vi, era entonóos
muy joven, desplegarse bajo el cielo sereno de
mi provincia natal el hermoso estandarte escogido
para simbolizar el naciente Imperio del Crucero.
¡Sueños de la juventud! ¡Qué espléndido hori-
zonte se abrió entonces ante mis ojos! ¡Qué espe-
ranzoso porvenir se me figuró que sonreía á la
ni^eva generación que recibía en legado del he-
roísmo de BUS mayores una patria independiente
y libre!
Trabajo, justicia» libertad y paz : era ese el
dmblema que me parecía divisar en el cuadro
bosquejado de nuestra emancipación política.
T mis sueños debian ser ciertos, — ciertos
porque, suelo virgen donde ni el despotismo en su
SECCIÓN POLÍTICA— iMPBBio del bbasil
25
rápido pasaje pndo profundizar raices, ni la
desigualdad de castas un odioso antagonismo
entre las capas sociales, ¿quién se atreve á dudar
que el continente americano fué destinado por
la Providencia para ser el albergue de la liber-
tad errante, j el asilo de todas las ideas nobles
y generosas, que son el fruto de la civilización
del siglo?
Labrando la tierra, el brazo del colono podrá
sentir pesado el trabajo, pues tendrá que extir-
par de las entrañas de ella gigantescos troncos,
antes de imprimirle el sello de la industria mo-
derna. Pero en el cultivo del espíritu, en la
conquista de las ideas, ¡ cuántas facilidades para
el legislador! A un pueblo que, rompiendo con
las tradiciones del pasado, se constituye indepen-
diente, y joven en cuyo corazón sin doblez se
reflejan todavía en toda su pureza las virtudes
con que salió de las manos del Creador; á un
pueblo exento de los vicios que afligen á las
viejas sociedades, con la experiencia acumulada
de tantos siglos, absorto aun en la contempla-
ción del triunfo conseguido, ávido de nuevas
conquistas, ¿qué le falta para marchar certero á
sus grandes destinos? Un genio inspirado que
le señale el camino; un espíritu verdaderamente
superior que, elevándose á las regiones del futu-
ro, y confiado en la suerte que está reservada á
los pueblos de América, se coloque á la vanguar-
dia del progreso, é imprima el movimiento y la
vida en el adolescente cuerpo social, dándole por
divisa — trabajo, justicia, libertad y paz.
¿Cuántas naciones de esta parte del mundo
podrían decir que recibieron de la Providencia
esa preciosa dádiva? La historia responderá.
JuAK LiNs YisiBA Cansansao db Siniicbú.
Coniejero, Bitadltta y Seiuulor.
Bio de Janeiro, 1876.
SOBRE LA REFORMA ELECTORAL
Separados en lo demás los partidos políticos,
pueden confundir sus votos en la misma aspira-
ción en presencia de un interés que es de ambos,
que es de todos en este país: deben unir sus
esfuerzos para elevar el nivel político de la Na-
ción, inspirados por grandes principios y por los
garandes sentimientos que llenan el corazón del
hombre público, — el amor de la patria y el amor
de la libertad.
Paulino J. S. db Souza.
Eitadiata y Ooniejero de Sitado.
Bio de Janeiro, 1874.
mEI proyecto tiene imperfecciones; yo las
noté; pero el proyecto tiene una inscripción
magnífica que me obliga á votar por él. He ahí
la inscripción :
u En la tierra de Santa Cruz, nadie mas nace-
rá esclavo. « — (Apoyado, muy bien, muy bien).
Fueron estas las palabras con que concluí mi
discurso, pronunciado en el Senado en la sesión
de 26 de Setiembre de 1871, á favor de la eman-
cipación de los esclavos, palabras que con plaoer
registro en este autógrafo.
José T. Nabtjco db Abatjjo.
Bitadiito. ConMjero de Sitado 7 Jnrlioonialto.
El déficit en las finanzas es camino cierto para
la ruina de los Estados, si estos no lo combaten
enérgicamente por los dos únicos medios que la
ciencia indica y que la historia confirma como
eficaces: el trabajo y la economía.
Z. DB GKSes b Yasconcbllos.
CooMjero, Bitadiataj JoritOMwatto.
La emancipación ó liberación c«>mpleta de los
esclavos en el Brasil, así como la de sus hijos
constituidos siervos hasta su mayor edad, por la
ley de 28 de Setiembre de 1871, es una aspira-
ción de la justicia absoluta y relativa, de la
civilización y humanidad; — aconsejada igrual-
mente por las primeras conveniencias sociales,
políticas y económicas.
Sin que la vanidosa y pseudo filantropía la
promueva de un modo arbitrario, despótico é
inconveniente, ella se ha de efectuar por fuerza
propia de la idea, irresistible como las leyes del
Creador, de quien todo dimana, y la libertad, que
es la vida.
26
AMÉRICA LITERARIA
Providencias adecuadas, sensatas y pmdentes,
facilitarán esa grande reforma, y aproximarian
sn época, sin peligro algpuio; y mas bien con
positiva ventaja para todos, ciudadanos y pa-
tria.
La bendición del Omnipotente descenderla
sobre nosotros, sobre el Imperio de Santa Cruz.
n
El rey sabio y bumano hace las delicias de su
pneblo, que vé en él la imagen de Dios.
Si en el ejercicio de sus elevados y sacrosantos
poderes (la mas alta delegación de la comunión
social), respeta el pacto fundamental, la soberanía
de la nación, sus derechos, la libertad y derechos
de los ciudadanos, hace observar las leyes y pro-
mueve el bien público, las bendiciones de todos
lo acompañan en todas partes y por siempre : y
mas allá de la muerte le espera la inmortalidad.
Pero si, descarriado por la ambición 6 por la
I vanidad, sigue otra senda, pretende avasallarlo
todo, concentrar en sí todos los atributos, y hasta
servicios y glorias ágenos, desciende á nivelarse
con los fatuos, crea antipatías justificadas, aleja
é inutiliza servidores, hace dudar de la sinceri-
dad de sus intenciones, de la verdad y perfección
de sus cualidades, y aventura trasmitir á la pos-
teridad un nombre, si no desestimado, á lo menos
indiferente.
A. Marques Pebdioao Malheibos.
Jorisoonsulto.
Rio de Janeiro, 1876.
Pocos asuntos merecen tanto la solicitud del
Estadista como la educación.
ELabilitar al ciudadano para las múltiples y
variadas funciones de la vida civil y política, es
consolidar el orden social, sin el cual la libertad
se convierte en anarquía, y el progreso no pasa
de un miraje fugaz.
Educar es regenerar por la enseñanza, y, sobre
todo, por el ejemplo. Así, mal comprende la pro-
pia responsabilidad el gobierno que, descuidando
la noción de la moral cristiana, de la luz de la
ciencia y de la fuerza del derecho, no mantiene
en la altura del sacerdocio igualmente santo,
augusto y noble que deben ejercer, el uacerdote,
el maestro de escuela y el juez.
D. Velho Oayalcakti db Albuquibqitb.
Ckmwlero. Vlnistro de Jtutütim.
Rio de Janeiro, 1876.
La marina militar brasilera, si aun no puede
en algpun respecto ser equiparada á la de las
principales potencias marítimas de uno y otro
hemisferio, presenta, sin duda, elementos valiosos
que, debidamente aprovechados y desenvueltos,
han de elevarla á la categoría respetable que le
está reservada en época no remota; haciéndose
de ese modo digpna de corresponder á la posición
importante á que fué destinado un país con
centenares de leguas de costa, donde existen
muchas ensenadas de abrigo, vastas bahías y
magrníñcos puertos; surcado por gran número de
ríos caudalosos y de largo curso; y que á la par
de los recursos naturales de que pródigamente le
dotara la Providencia, cuenta en ancha escala
con la inteligencia, denuedo y patriotismo de
sus hijos, los cuales, aun há poco, en la lucha que
el Brasil sostuvo honrosamente con el gobierno
del Paraguay, dieron las mas significativaa y
elocuentes pruebas de pericia, valor y abnega-
ción mas que suficientes para hacer concebir una
idea perfecta y completa del heroísmo de un
pueblo, aunque joven, capaz de competir ya en
dignidad é intrepidez con los mas esforzados,
valerosos y aguerridos del universo.
Luis Antonio Pbbeiba Fbanco.
Conaejero, lílniatro do Hmíim.
Rio de Janeiro, 1876.
Reservado á grandes destinos el Brasil, lo
que mas necesita es ser conocido de los extran-
jeros, siempre bien venidos entre nosotros.
Aquí, bajo la éjida protectora de la libertad
y á la sombra de la paz que les es garantida por
la estabilidad de la monarquía constitucional
y representativa, sus capitales, el genio de la
Sección polítióá— impbuió i>bl brásh
ii
industria y del oomeroio, las artes y las profe-
siones útiles encnentran nn campo vastísimo.
Amigos de la civilización y del progreso, el
grande empeño de la mayoría de los brasileros
es cnltivar bnenas relaciones con las Bepúblicas
Tecinas, sin interrenir en sns negocios domésti-
cos. En sn prosperidad y adelantamiento no
Temos nn peligro, sino nna prenda mas para la
tranquilidad del Imperio, cuyas aspiraciones en
este asunto no Tan mas allá de la amistad y del
respeto mutuo de los pueblos que lo rodean.
En la guerra de los cinco años que sostuTimos
con el apoyo de la aliansa, dimos sobradas prue-
bas de ello.
Inspiradas en nobles motivos, nuestra ambición
y tttiacidad no tuTieron otro objetiTO: los sacri-
ficios inmensos que hicimos, (puedo afirmarlo,
habiendo desempeñado la cartera de Guerra en
uno de los periodos mas afanosos de la lucha)
no se encaminaron á otro resultado.
Y así debe ser siempre, para que podamos
atraer de la Tieja Europa lo que allí sobra en
población, en luces, esperiencia y riqueza, que
los siglos acumularon y la naturaleza en su
marcha proTidencial tiende á repartir entre las
naciones libres de la joven América.
JvÁS LxrsTOSA DA CuNHA PabanaoxtX.
OOiueJero y Senador.
Biod* Janeiro, 1876.
Los dos grandiosos hechos de mi p&tria, — su
independencia y la reforma del estado serTÜ,
ambos realizados sin el derramamiento de una
sola gota de sangre, rcTelan la energía sensata
del espíritu público, y el Tenturoso porTenir que
está reserTado al Brasil.
Si desde 1850 la nación consiguió labrar el
prdlogo de la emancipación, extinguiendo por
sus únicos esfuerzos el tráfico de Africanos, para
cuyo fin la fortaleza de su • espíritu y el amor
de la humanidad no desmayaron ante las sus-
ceptibilidades patrióticas que se enardecieron
con las agresiones británicas, fué mayor triunfo
el de la reforma del estado serTÍl, nobilísima
oiftdb consumada por la ley de 28 de Setiembre
de 1871.
Las perturbaciones y sacrificios serán com-
pensados con las Tentajas materiales y morales,
económicas y políticas, cesando el mas funesto
legado que la antigrna metrópoli dejó á un pue-
blo americano.
Jamás se dirá de él, que no quiso acompañar
á los otros pueblos por la senda de la cÍTÍlizacion
y de la humanidad.
Tbodobo M. F. Pbbbiba da Silta.
Oonteiero j lUgiitnido.
Rio de Jcmeiro, 1877.
Mientras la industria y la economía, fuerza y
carácter del actual siglo, se dilatan por el ter-
ritorio de los países cultos, y los dotan de un
asombroso sistema de creación excelente que Tá
haciendo de la materia el mas poderoso auxiliar
de la CÍTÍlizacion y de los goces del espíritu, no
olTÍden los poderes públicos que la instrucción y
la educación de los pueblos debe ser el primer
objeto de su solicitud; que de la educación de la
infancia dependen los destinos futuros de los
Estados; que el pan del espíritu, bien escogido y
sano, debe ser distribuido á manos llenas en
medio de las poblaciones; y que, por consiguien-
te, la sociedad debe auxiliar con todo su poder
el progreso de la razón pública, aun á costa de
los mayores sacrificios, como el mas poderoso de
los medios que la ciencia reconoce para curar de
ndz las llagas sociales, y para hacer felices las
generaciones que se IcTantan.
No UcTemos la ciencia á todas las capas de la
sociedad; una parte puede prescindir de ella;
pero eduquémoslas todas, arrancándolas de la
igfnorancia en que no pueden TÍTÍr sin grande
daño de la sociedad.
Ambbosio Lbitao da Ctjnha.
Conaejero, Abogado y Senador.
Rio de Janeiro, 1876.
Entre los pequeños servicios que he prestado
á mi tierra, me euTanezco de haber concurrido,
como representante de la nación y consejero de
la corona, á la extinción del estado servil, que
id
AMÉRICA LITEBAMA
ha de acabar en el Brasil por efecto de la lej de
28 de Setiembre de 1871.
Amo linoeramente la libertad, qne es la idea
madre del derecho, j aplando siempre sus legiti-
mas manifestaciones.
La esclavitud es repugnante á un país de
instituciones libres, que trabaja constantemente
por el desenvolvimiento de la libertad política.
¿ C<Smo encarecer las prerogativas del ciudadano,
si al lado de él el hombre es todavía objeto de
propiedad?
M. A. DüABTB DE AZEYSDO.
Ooaa«|«ro. Abogado 7 ProfMor JabUado de I» FmiüUuI
de Derecho.
Bio de Ja/neiro, 1876.
como la única base estable para nuestra futura
7 recíproca g^randeza.
La solidaridad americana, por mas que sea
todavía un sentimiento no bien acentuado, es,
sin embargo, instintivo en el corazón de los
pueblos de América. Cuando este sentimiento
pase á la esfera de las altas concepciones, la
solidaridad americana será el principio funda-
mental que rejirá la política de nuestro conti-
nente.
Para entonces la alianza oficial de los gobier-
nos habrá sido precedida por la alianza y la
natural confraternidad de los pueblos.
Cuando el Brasil entre en ese concierto inter-
nacional, ya habrá desaparecido el único obstá-
culo que hoy se opone á la armonía de nuestra
política continental : la monarquía brasilera,
como toda organización social provisoria, habrá
completado su triunfo y cedido el puesto á la
idea democrática formulada en una constitución
federal republicana, que será para los brasileros
la verdadera carta de su emancipación social.
De aquí á allá, tres deberes esenciales recla-
man de los pueblos de América estricto cumpli-
miento: desarrollar la instrucción popular, como
la mas sólida garantia de la libertad civil y
política; — desarrollar el trabajo y fecundar el
desierto, como el medio mas seguro de asegurar
con la riqueza del Estado y la independencia
individual el progreso moral de las sociedades;
—cimentar y mantener á toda costa la paz in-
terna y las buenas relaciones internacionales
QUINTINO BCOÁTUYA.
Periodista.
Rio de Janeiro, 1876.
Acababa yo de leer en El Oloho, de esta maña-
na, la traducción de los conceptuosos pensamientos
del Sr. Dr. José María Zuviría, registrados en
el Autógrafo Americano del Sr. Francisco Lago-
maggiore, cuando recibí carta de este caballero,
admitiéndome entre los colaboradores de su libro.
El Sr. Dr. Zuviría concluye sus conceptos,
diciendo que Dios postra los Estados sin inter-
mmpir el progreso indefinido de la humanidad.
— De esta bella tesis tan complexa y filosófica
han dimanado para mí, por asociación de ideas,
los siguientes pensamientos:
Jesu-Crísto nos dictó en el precepto de la
carídad la teoría infalible de la civilización:
Amar al prójimo como á sí mismo es unir los
hombres, y realizar así la unidad efectiva del
género humano.
En verdad, la civilización, para ser legítima y
perfecta, debe tener por supremo término la
identificación de nuestra especie, tanto en el
orden social, como en el moral, y aun tal ves en
el orden intelectual; ahora bien: ningnn método
es ton propio para alcanzar ese fin, como el per-
feccionar y hermanar á los individuos.
La fraternidad de los ciudadanos hace la uni-
dad nacional: si esta se realiza en el sentido
evangélico producirá necesariamente la frater-
nidad internacional: el tercer término de esta
fórmula crístiana será, pues, la uniformidad de
la especie humana.
Tal es la civilización concebida, enseñada,
ejemplificada por Cristo.
En casi todas las naciones reinan hoy grande
agitación y perplejidad : y á juzgar este hecho
por otros análogos consigrnados y explicados en
la historía, no es fuera de razón suponer que el
mundo se encuentra en una hora de transición,
y que la civilización vá á entrar en nueva ímm.
De todos los hechos precursores de la crisis,
uno me parece digno de particular atención:
aludo al paralelismo con que tanto en Europa
SECCIÓN política — impebio del brasil
29
como en América están sorgriendo las oontrover-
nas de religión, 7 las de política. Hé alií el
movimiento preparatorio de la nueva era: — para
fundar la alianza de las naciones, que es la civi-
lización tal cual Jesu-Cristo la concibió, impor-
ta extirpar la alianza del altar y del trono,
principio fundamental de la civilización inven-
tada por los hombres de Estado.
Tal es el punto principal del litigio pendiente
entre la Curia Romana y la Iglesia Masónica:
aquí está Jesu-Cristo simbolizado en la caridad:
alU está Satanás en esencia en las llamaradas
de la Inquisición.
Ocurreme abora, muy á propósito, la siguiente
observación. Los becbos de boy atestiguan que
Italia no ba podido realizar el primer término
de la fórmula de la civilización cristiana, sino
aboliendo el poder temporal del Papa, ¿ Podrá
la humanidad efectuar el tercero, subsistiendo el
poder monárquico?
Tengo para mí que mientras existiere en cada
nao'on, por efecto de una distinción jesuítica,
nn circuito imaginario intitulado Estado; mien-
tras en él se encastillare como propietaria feudal,
por la teoría del uti possidetiSf una familia invio-
lable, sagrada y perpetua; mientras esta con-
tratare la administración de su feudo con una
compañía de agentes especiales denominados Es-
tadistas, la teoría de la civilización y los princi-
pios de la política no podrán ser los de Cristo;
continuarán siendo los del Sr. Krupp.
Hechas estas reflexiones cosmopolitas, es na-
tural que yo, como brasilero y americano, las
particularice en conclusión.
No me parece natural que el Brasil perpetúe
la única excepción de la regla americana : en me-
dio de tanta democracia nuestra monarquía solo
podrá vivir á costa de modificaciones que poco á
poco mudarán su esencia: ella, por consiguiente,
irá perdiendo la condición capital de prindpiOy
esto es, la iwmAutaJbüiAadi descenderá á la clase
de entidad condicional, será una transacción
nada mas.
Bien puede ser que Don Pedro 11 sea el últi-
mo Emperador brasilero; y á mi ver, ya impera
mucho menos por eficacia del principio monár-
quico, que por influjo de su grande capacidad
personal. En vista de los hechos, ó se ha de con-
fesar que él es hombre de esfera muy superior,
ó se ha de reconocer que la de sus Estadistas
está muy abajo de la vulgar: es del propio pro-
cedimiento de estos que saco el dilema.
Si no me engaño, el modo como el Emperador
se condujo en los Estados- Unidos y la conside-
ración llena de afecto tributada á su mérito por
la nación americana tan positiva en todo sentido,
lo han vuelto ¿ naturalizar en América, donde
la persona imperial, inmóvil y silenciosa en su
nicho áulico, es mirada como un ser mucho mas
europeo que americano, por ser la encamación
del principio monárquico: ahora son muy diver-
sas las condiciones en que se encuentra Don
Pedro, y si las supiera aprovechar, tal vez pueda
caberle papel muy conspicuo como colaborador
eficaz en la reconstitución política y social de
nuestro continente, en el sentido de la divisa de
los Estados-Unidos: — '«E pluribus unum «.
Para formar definitivo juicio á este respecto,
conviene esperar el procedimiento del Empera-
dor cuando regresare al Imperio; ó él viene á
ser en su patria lo que fué en la de Washing-
ton, ó continuará siendo el nieto de Don Juan Yi.
Eu la primera hipótesis aparecerá como la
mayor figura americana de este siglo; será de
hecho presidente vitalicio, transición racional y
pacífica de las fórmulas europeas á las america-
nas. En la segunda hipótesis la monarquía
sufrirá los efectos de la indignación y resenti-
miento del decoro nacional ofendido.
En cada uno de los puntos de este dilema se
verifica, pues, la aserción del Sr. Zuviria. No
obstante los errores de los hombres, á despecho
de sus cavilaciones, sin embargo de las inevita-
bles contingencias de los tiempos, la América
ha de formar su civilización según la fórmula
cristiana.
El Autógrafo Americano es el anuncio del
término fundamental de esa civilización. Así
como ahora el Sr. Francisco Lagomaggiore reú-
ne en estas páginas, por medio de la autografía
y de la ideología, tantos pensadores de cada una
de las naciones americanas, así algún dia la
América ha de convocar todas esas naciones para
formar una Confederación de Repúblicas centra-
lizadas en la de los Estados- Unidos. ¿Y quién
afirmará que no sea este libro el auto de alianza
por el cual todos los americanos ahí inscriptos y
confraternizados se obliguen sin cláusula expre-
sa, pero en buena conciencia, á dar impulso á la
cohesión internacional de los pueblos americanos?
¡Utopías! dirán los hombres positivistas, y tal
30
AMÉRICA LITERARIA
▼ez tengan rason : pero bneno es notar qne por
tales serian tenidos en la edad media, si entonces
alguien los hubiese conjeturado, todos los hechos
de la civilización actual tan superior á la de
aquellos tiempos, bien que muy imperfecta aun
comparativamente á lo que habrá de ser en si-
glos futuros 7 remotos.
Si hay utopistas es porque la realidad, obra
de los políticos prácticos por excelencia, fué, es,
y será en todo el mundo, intriga, desconfianza,
discordia, fuerza bruta, y sangre, mucha sangre,
siempre sangre.
José Mabia. do Amabal.
Conwjero. Litamto j DipIomAtleo.
Nidheroy (Brasü), 1876.
Comprenda el pueblo brasilero sus derechos;
tome la iniciativa en todo cuanto realmente le
interesa, y prepare él mismo su porvenir.
Libértese de la tutela en que ha permanecido,
y emancipado, dirija sus destinos.
Sírvale de norma el noble procedimiento del
heroico pueblo de los Estados- Unidos de la Amé-
rica del Norte.
Tales son mis mas ardientes deseos.
Joaquín Saldakha Mabinho.
Cimaeiero. JarlaooonUto 7 PabUeltte.
Rio de Janeiro, 1876.
Partido católico! Es este el objeto especial
de mi reclamación y protesta. No pretendo ins-
tituir estudio filosófico en que señale todas las
consecuencias morales, políticas, sociales de esta
invasión de la Iglesia en la vida civil: empeño
superior á mis limitados recursos intelectuales.
Pero me sobresalta la observación práctica de
los males que está produciendo y producirá en
larga escala el simple hecho de presentarse en la
arena electoral un partido católico.
La condición esencial para que dos parciali-
dades puedan disputar las elecciones, los cargos, el
poder, sin perturbación y desorden, la condición
esencial es que luchen con armas legales é igua-
lee.
Lo que modera á la mayoría vencedora, é ins-
pira resignación á la minoría vencida, es la
creencia y esperanza de que á cada uno le Ue-
grará su vez.
Modifica los odios, suaviza la lucha, permita
que advérsanos políticos sean amigos personaleí^
la convicción de cada uno de que el otro está en
su derecho.
Todas estas garantías de paz desi^areoen ñ
uno de los combatientes se presenta en nombre
de la religión y de Dios.
Imaginad, en país dominado por la f é católica,
ignorante porque apenas la décima parte sabe
leer, supersticioso porque es ignorante, imagi-
nad á los sacerdotes haciendo política, pleiteando
elecciones, fanatizando á las mujeres para ejer-
cer presión por medio de ellas sobre los maridos,
padres y hermanos, acaso libre pensadores ó vie-
jos católicos. ¿Cuáles serán las consecuencias?
Si un lado representa el partido de Dios, los
adversarios son lógicamente considerados emisa-
rios de Satanás. Estos van á las urnas, armados
solamente con su derecho; aquellos con la reli-
gión, con las pompas del culto, con el terror de
las penas eternas, con el pulpito y el confesiona-
rio, con el fanatismo, principalmente de las mu-
jeres. Compréndese á qué altura deben subir los
odios!
Partido católico es natural antagonista del
partido liberal, y tiende á absorber el conserva-
dor. Ahora colocad frente uno á otro como en
Bélgica, un partido liberal y un partido católico:
¿Podrán gobernar alternativamente P Dominará
ora Dios, ora el diablo? De cierto, con la exclu-
sión perpetua de uno de los dos la tranquilidad
pública no se puede juzgar segura.
Mucho menos la paz doméstica. Fascinadas
las mujeres, convertidas en cabalistas, cuando
no pudieren convencer á los maridos, padres ó
hermanos, ¿dónde irá á parar el sosiego de las
familias, la estimación recíproca entre sus miem-
bros?...
Dividida la población en partido de Dios y
partido del diablo, el principio de la familia reci-
birá los mas crueles ataques; la sociedad cami-
nará hacia la mas completa anarquía.
Sabido es que una parcialidad política per-
diendo toda esperanza de realizar un dia pacífi-
camente sus ideas, piensa necesariamente en el
derecho de revolución. Este derecho, los ultra-
montanos virtualmentelo reconocen cuando dicen
SECCIÓN política — imperio dbii brasil
31
como dijo uno de eoa obispoe: Nosotroa solo
obedecemos las leyes dviles cuando la fuerza hu
sostiene.
De eonaigiiieiite, si el partido oatólico fuere
batido en las elecciones, j juzgare que tiene
bastante poder sobre las masas para imponerse
por las armas, será una cruzada santa : ellos lo
están haciendo en alg^unas repúblicas de lengfua
española. Pero si conquistaren las urnas, j sus
adrersarios apelaren al juicio de Dios, ¿quién
puede en buena conciencia negarles igual dere-
cho P Se deduce de esto que el partido católico,
si lo dejasen crear raices, nos conducirá fácil-
mente á la guerra civil; y aun cuando no llegue-
mos al estremo de las luchas á mano armada,
introducirá en el seno de las familias zizañas j
odios que nos harán retrogradar cincuenta ó cien
años.
Tal es el estado á que yá llegando la Bélgica,
plasa fuerte de jesuitismo en Europa: semejante
desgracia quieren preparar para el Brasil.
Christiano Benedicto Ottoki.
Oonaejero j XatemAtioo.
Bio de Janeiro, 1876.
FRAGMENTO
La parroquia, el municipio y la provincia
constituyen las tres gpradas ascendentes por las
cuales se sube para llegar al Parlamento; el
jusgfado de paz, la cámara municipal y la asam-
blea provincial forman las tres grandes divisio-
nes en que se ejerce la acción popular, hoy mas
administrativa que política, y de las cuales pasa
á la vida parlamentaria, también hoy mas poli-
tiea que administrativa.
En la parroquia está el germen del municipio,
en este el de la provincia, y en esta el de la
unidad de la nación representada por su cuerpo
legislativo, de donde debe irradiarse la influen-
cia que produzca, alimente, conserve y desenvuel-
va la acción de todos los otros poderes políticos.
Debilitada la parroquia, como en el Brasil, la
consecuencia es la nulidad del municipio, y con
esta la debilidad de las provincias que solo pue-
den producir parlamentos subservientes, verdín
deras cancillerias de los errores y crímenes de
los que arruinan el país en vez de gobernarlo.
¿No es, desgrraciadamente, lo que se observa
en este Imperio, en el cual todo es grande y
solo el hombre es pequeño?
Es tan imposible invertir las leyes sociales,
como las morales y las físicas; pero no es impo-
sible intentarlo aun á costa de los severos casti-
gos atestiguados por la historia.
Una de estas tentativas es la teoría perniciosa,
fatal que pretende invertir el orden natural
ascendente de la vida social, que parte de la
parroquia para llegar á la unidad de la Patria,
y sustituirla por el orden inverso, que parte
de un centro, oreado no sé cómo, para hacer des-
cender de él la vida á la provincia, de ésta al
municipio y de éste á la parroquia.
Es partir de los delegados para los delegan-
tes, de los mandatarios para los mandantes, de
los efectos para las causas; es mas todavía: es el
absurdo de partir de lo que es naturalmente
mudable, fluctuante; é imaginar que así llega á
lo que debe ser siempre fijo, siempre invariable.
¿No basta acaso la experiencia adquirida P
¿ Cuál es la influencia del juez de paz, cuál la de
la municipalidad, la de la Asamblea provincial,
la del cuerpo legislativo P Ningfuna, absoluta-
mente ninguna, porque el tal centro reduce el
Parlamento á cenizas, que los delegados de un
poder único esparcen, como las lavas de un vol-
can, sobre las provincias, los municipios y las
parroquias.
Hé ahí la triste realidad.
En el cuerpo humano hay la vida material, la
animal y la racional. Esta última es, sin duda
alguna, la mas elevada, la mas dig^na, la mas
noble, pero también la mas dependiente: ¿qué
puede la razón del hombre sobre su animalidad
ó la materialidad de su organización física P
Pura y simplemente nada; sujétase al hecho de
su dependencia; aprovéchase del imprescindible
auxilio y concurso extraños, y procura con sabi-
duría desenvolver esas fuerzas como condición
sine gua non de su propia existencia.
Así debe acontecer, así acontece en el cuerpo
social. La vida central es, sin duda alguna, la mas
elevada, la mas noble, la mas dig^na, porque es la
imagen de la unidad de la pátría, pero es también
la mas dependiente: ¿qué puede eUa representar
sino debilidad y abatimiento, desde que recibe
alimento der la prpyiucia que desff^looQ, d^l m^«
32
. .AMÉRICA LITERARIA
nicipio que se amengua, y de la parroquia ya '
cadayéricaP Acometido de verdadera anazaroa
todo el cuerpo social, ha de acontecer qne el
corazón de la patria sucumbirá, á proporción
que se efectúe la infiltración de los males que
parten de abajo, sí, pero suben basta el corazón»
como se elevan á las nubes los vapores áridos de
la tierra que todo lo asolan y devastíoi.
Tito Franco d'Almeida.
Consejero, Abogado y PublicitU.
Rio de Janeiro, 1876.
El Brasil ba becbo sin duda varios progresos
entre otros el de asegurar la tranquilidad interna,
pues desde 1848 no tenemos revoluciones. Fál
tale, sin embargo, organizar debidamente el go
biemo representativo de que solo existe la apa
riencia. La esceáiva fuerza de las atribuciones
conferidas á la autoridad bace inútil la lucha
política, dá siempre la victoria electoral al partido
apoyado por el gobierno, convierte al elector de
los ministros en poder absoluto, reduce á un
papel insignificante el Parlamento y la prensa,
produce el abatimiento moral de la nación, degra-
da la administración y ya infiuye de un modo
deplorable en la prosperidad pública por la poca
aptitud de los agentes que el gobierno capri-
chosamente escoje, sin atender á los talentos que
se aprovechan en los paises libres á causa de la
lucha política. — Con el réjimen que tenemos,
puede decirse que en el Brasil solo existe vida
pública para los que pertenecen al partido domi-
nante, y solo hay un medio de grangear protec-
ción,— el patronato. — Hasta hoy han sido infruc-
tuosos los esfuerzos que entre nosotros se han
empleado para dar realidad á la forma de gobierno
que proclamamos con nuestra independencia na-
cional.
Aktonio a. de Souza Cabyalho.
Abogado
Rio de Janeiro, 1876.
Las cuestiones que deciden del porvenir de
una nación, no se resuelven por contrariedades
caprichosas ó demoras injustificables.
Retroceder por cobardía delante de institucio-
nes que por hechos continuos reclaman eetndios
y reformas, no es hacerse benemérito, sino pro-
clamarse incapaz de gobernar un pueblo libre;
es acumular combustibles que, atizados un día,
anunciarán con el resplandor siniestro de sua
llamaradas, el cuadro triste de culpable esterili-
dad; es en nombre del orden ser revolucionario,
imprevisor y peligroso.
Creer en la democracia, aco&pañar su marcha
ascendente, es tener confianza en un ideal mas
perfecto para la humanidad; y la inteligencia
solo por la libertad puede pretender conocerlo
y convertirlo en realidad.
Tengamos, pues, el coraje de la acción como
tenemos el de la abnegación: cuidemos seria-
mente de la reforma de la educación popular,
tomando por base amplia y segura la instruc-
ción de la mujer; y marchemos firmes y animo-
sos al encuentro de los pueblos americanos que
se constituyeron bajo la forma democrática.
Francisco Ranobl Pestaña.
Publiolita.
tían Paulo, 1877.
Dice un escritor que el mundo entreg^ado á
las luchas de las pasiones y de los intereses osci-
lará siempre entre dos polos opuestos, de lo ver-
dadero á lo falso, de lo justo á lo injusto, y que,
segrun la frase de Royer-Collard, arriba de estas
vicisitudes reina la cuestión permanente, la cues-
tión suprema del orden ó del desorden, del bien
y del mal, de la libertad ó de la servidumbre.
Pero el mal es pasajero: su dominio en el
mundo es un accidente.
En el orden moral, como en el orden físico,
la armonía tiende siempre á restablecerse, y al fin
la razón es la que domina, es siempre la suma
del bien la que triunfa definitivamente.
Estoy de acuerdo con esta opinión: es por
eso que abrigo la convicción profunda de que
la institución monárquica en el Brasil es pasa-
jera.
Si el país oficial no piensa así, no es por eso
menos cierto que en esa tranquilidad inquieta en
que se encuentra el país real, se vé su descon-
tento del orden de cosas actuaL
Atendiendo al sentimiento popular, bien se
SECCIÓN POLÍTICA— iMPBEio del brasil.
33
pueden repetir las célebres palabras de Serres :
jf la democracia corre á velas desplegadas u.
Es cuestión de mas 6 menos tiempo: los pue-
blos del nuevo mundo han de confraternizar
por la unidad de sentimiento y de pensamiento.
Sin duda los principios democrátioos, origi-
nados de la independencia de los Estados-Unidos
j de la grande revolución francesa, producirán
las mas saludables consecuencias en el suelo
americano. Entonces será la América el faro de
civilización, de donde irradiará la luz sobre todos
los pueblos.
Amébico Bbasilienbs.
San PáUo, 1877.
Abogado.
En los paises regidos por el sistema represen-
tativo no es menester recurrir á la resistencia
annada cuando el gobierno traspasa sus atribu-
ciones.
En el seno de la misma nación se opera lenta-
mente la revolución pacífica ( si es lícito la espre-
sion) contra los desmanes del poder; y una vez
madurada esa revolución, eUa se impone sin agi-
taciones basta en las mas altas regiones políticas
por todos los medios legítimos que abundan en
el sistema representativo.
Antonio Pebbiba. Pinto.
Oonaejero y PabttoUto.
Bio de Janeiro, 1876.
Consolídense sus instituciones por el consorcio
de la libertad con el orden, tan frecuentemente
perturbado aUi, y el Perú será una de las primeras
naciones de la América meridional.
Alfonso Celso de Assis Fioueibedo.
OoDMjero. Abogado 7 Feriodlst».
Bio de Janeiro, 1876.
En las lentas evoluciones del espíritu humano
que se desenvuelve en los grandes periodos de la
vida de las naciones, contemplan los espíritus
profétícos de la democracia los triunfos de la
libertad, que son los eternos designios de la Pro-
videncia.
Fortificada por el espectáculo de las ruinas de
los Imperios la inteligencia del filósofo político
recorre el horizonte del mundo, guiada por la luz
de la historia, y estudia la marcha de la civiliza-
ción hacia el Chanaan de los pueblos, sobre el
cual brilla al través de las tinieblas del futuro
la estrella eterna del espíritu de Dios.
Y en el semblante majestuoso de Colon, ergui-
do cual coloso inmenso sobre la tierra americana,
ella vé reflejarse el espíritu divino, como indi-
cando á las generaciones humanas el último
espectáculo de su Éxodo.
José LlBEBATO BABBOSO.
CoQMjero, Abogado j PnbUoiite.
Rio de Janeiro, 1876.
En el dia en que por todas las selvas vírgenes
de América penetren la cruz, el libro, la electri-
cidad y el vapor, en ese dia grande, el genio
de la civilización, abandonando los agostados cam-
pos del viejo mundo, traspondrá el Atlántico y
vendrá á sentarse en el vasto y opulentísimo
continente que dio Colon al orbe, y que la Provi-
dencia ha reservado para el destino mas glorioso.
Para apresurar la venida de ese dia magnífico,
que nuestras fuerzas no conozcan fatiga, y que sea
divisa común de las naciones americanas — paz,
amor y trabajo.
Benjamín Fbanklin Bamiz Galyao.
Literato j Diraetor da la BibUotaoa PúbUoa.
Rio de Janeiro, 1876.
El primer cuidado de los educadores de la
juventud debe ser grabarle en el espíritu y en el
corazón la idea y el amor de la justicia.
Desde los paternos lares hasta las casas desti-
nadas á la enseñanza superior, cumple que á la
par de la instrucción, el alumno reciba lecciones
de justicia práctica y teórica, las que servirán
para guiarle con seguridad en los escabrosos
caminos de la vida real.
34
AMÉRICA LITERARIA
Mientras la idea de lo justo perfectamente
clara y definida no predominare en todas las rela-
ciones sociales, el sueño de la paz universal será
una quimera generosa, porque faltará la base
imprescindible á su realización.
La historia en todas sus fases no es sino la
descripción de las eyoluciones efectuadas por la
humanidad para la conquista de ese objeto, hacia
el cual la impele un instinto providencial.
En el profundo seno de la naturaleza humana
se agita brillante é imperioso el ideal de justicia,
que á través de los siglos afirma incesantemente
su dominio, superando poco á poco los obstáculos
que estorban su desenvolvimiento.
Así, el hombre reputa bien compensados los
mayores sacrificios, cuando á ese precio consigue
cimentar un principio en el terreno del derecho,
agregando una nueva columna al edificio del
porvenir.
La justicia en la familia estinguió la tiranía
del jefe, representante de la fuerza, título de
autoridad en las sociedades antiguas; proclamó
en los gobiernos la soberanía de los pueblos ; en
el fuero interno la libertad del pensamiento; en
las relaciones individuales el respeto recíproco
y la responsabilidad personal, y entre las nacio-
nes la fraternidad universal.
Estamos muy lejos, ciertamente, de ver realiza-
dos en toda su pureza esos principios fundamen-
tales.
Pero es inmensa la distancia recorrida; y
existe ya en todas partes la noble emulación de
educar con esa tendencia las nuevas generaciones,
que al calor benéfico de la luz de tales principios,
verán deshacerse sucesivamente, como los férreos
muros de una vieja fortaleza, las leyes compre-
sivas, los privilegios de nacimiento, la rivalidad
entre el capital y el trabajo, la lucha entre la
codicia y la propiedad, las preocupaciones retró-
gradas, y, finalmente, las susceptibilidades inter-
nacionales que han conmovido el mundo haciendo
derramar torrentes de sangre.
De en medio de las ruinas del oscurantismo de
que la injusticia es forzosa compañera, surgirá
con magfestad el templo de la justicia universal.
Se dirá tal vez que esta es una ilusión, que la
justicia plena nunca reinará en la tierra, porque
Dios solo es soberanamente justo.
No importa: soñaremos imitando á Jesu- Cristo,
el sublime soñador, el cual, para dirigirlos en el
camino de la felicidad indicó á los hombres el
faro de la justicia, diciéndoles: "sed perfectos
como mi Padre lo es en el Cielo, u
G. A. DO Prado Pimehtbl.
AboftMloy Fttriodiita.
Rio de Janeiro, 1876.
EL FUTURO
^enso que la confratemizacion de la humani-
dad, que traerá la estincion de las guerras y la
de esos parásitos necesarios, pero devoradores del
trabajo humano, — los ejércitos permanentes y las
armadas, ha de ser realizada por la civilización
del nuevo mundo. Dos únicas lenguas, — el inglés
y el portugués ó el español — serán el vehículo casi
exclusivo de la civilización en menos de doscientos
años, y gracias á nuestra América.
José Y. Coxtto de Maoaxhasb.
Litoimto.
Rio de Janeiro, 1876.
La aproximación simpática de los pueblos de
América hacia un fin de equidad y de paz, podrá
parecer una quimera á los ateos del progreso
que niegan el perfeccionamiento humano.
Ellos dicen que el hombre es naturalmente
propenso á la lucha, y que, de consiguiente, se
agita; pero olvidan que Dios es quien lo guia.
¿ Y para dónde nos encaminará Él, sino para
el bien?
La humanidad nada seria sin la esperanza, y
esta es consoladora en grado sumo.
Además, prestamos oído al rumor que se
hace en tomo de nosotros; ¿qué vemos en lo
pasado?
A despecho de las resistencias parciales, de
los desfallecimientos momentáneos, la conciencia
escucha la mejora de la sociedad.
Los impacientes olvidan que no ha mucho
tiempo era la Europa entera una victima de la
servidumbre y del fanatismo: á eso ha sucedido
la igualdad civil.
El arbitrario ha cedido el lugar á la sobera-
nía de la ley; la esclavitud está abolida en prin-
SECCIÓN POLÍTICA — imperio del brasil
85
cipio 7 oasi extinguida de hecho: la justicia se
engrandece y marcha.
£21 progreso no es un sueño, j si cada siglo
trae su tributo á la mejora universal, está reser-
vado á la América el glorioso destino de dar
oima á las conquistas de la civilización.
£1 siglo XVIII nos di6 la tolerancia y la ra-
zón filosófica: el siglo XIX nos ha dado la ga-
rantía representativa y el dominio casi general
de la soberanía popular. Dénos el siglo venidero
aquello que los positivistas de la Europa en
guerra llaman una utopía: — la paz universal.
Joaquín Serra.
Poeta y Feríodlsta.
Rio de Janeiro, 1876.
Cntre las hermosas aspiraciones de la humani-
dad, ningfuna hay mas digna de simpatía que la de
la inviolabilidad de la vida del hombre. A un ilus-
tre defensor de la noble doctrina sometí yo, ha
poco, estas palabras:
Pena de muerie
— Delito social, que nada justifica.
— Usurpación del derecho divino.
— Venganza cobarde.
— Impedimento de rehabilitación.
— Castigo ineficaz.
— Supuesto derecho de hacer colectivamente lo
que individualmente se califica como crimen.
— Supremo egoísmo del Estado, elevado á la
categoría de principio.
— ^Amputación de un miembro susceptible de
cura.
— Bestablecimiento de la infame pena del
talion.
— Castigo instantáneo, é inferior, por lo tanto,
al del encarcelamiento y del remordimiento perpe-
tuo, y al aislamiento del mundo.
— ^Arma, empleada ya contra el crimen, ya con-
tra la virtud, 6 contra la opinión inocente.
— Interés ó voluntad de los muchos, que no solo
por eso ha de ser considerada como justicia.
— ^Yoz de una llamada necesidad pública, sofo-
cando la voz de la conciencia humana.
— ^Inversión del instinto que nos advierte que
nadie tiene derecho sobre la vida de nadie.
— ^Delegación imposible á la sociedad de una
¿acuitad que á nadie pertenece.
— Imitación del bárbaro vencedor, que en otro
tiempo mataba á los prisioneros cautivos.
— Exceso de severidad, sustituyendo la eficacia
del castigo.
— Medio de convertir á un criminal en objeto
de conmiseración y simpatía.
— Institución de una pena de crimen mutuo, en
que se pague, — el asesinato con el asesinato, — la
violencia con la violencia, — el suplicio con el
suplicio, — con virtiendo la sociedad en una arena
de gladiadores.
— Irrevocabilidad de la muerte, en frente de la
falibilidad de los jueces.
— Pena indivisible que ofrece sanción igual
para delitos desiguales.
— Nivel brutal que anula la ley de las grada-
ciones.
— Patíbulo que inmola al descarriado, en ves
de bálsamo que lo mejore y moralice.
— Insulto á la razón, denominando necesario á
lo que es atroz.
— Desmentido á las estadísticas, que dan como
disminuido el número de los crímenes en los Esta-
dos donde ha sido suprimida la pena de muerte.
— Espectáculo escandaloso, esencialmente des-
moralizador y provocador del crimen.
— Trasgresion del principio de respeto á la
vida humana, por cuyas gradas se ha descendido
á las hecatombes causadas por las pasiones reli-
giosas y políticas.
— Mancha en los códigos, que arrastra muchas
veces á los jueces á mentir á su propia conciencia
para evadir la aplicación de ella.
— Espantajo que cambia el horror al crimen
en parcialidad á favor del delincuente.
— Injuria al progreso y á la mayor apaoi-
bilidad de las costumbres.
— Retroceso á las eras en que clavaban al
Justo en la cruz.
Formemos votos porque este baldón desapa-
rezca de los códigos y de los usos de todas las
naciones.
José Feliciano de Castilho.
C(ma«Jeco y Ut«mto.
Rio de Janeiro, 1876.
Los elementos de grandeza que el Brasil en-
cierra le aseguran en el porvenir los mas prós-
peros y brillantes destinos.
36
AMÉRICA LITERARIA
Estos se realizarán á despecho de cnalesqnier
reveses y embarazos que por ventura enonentre
en su camino, porqne son inmutables é infalibles
los designios de la Providencia.
Cuando, en lo futuro, el lector del Autógrafo ,
Americano contemplare la realidad del cuadro
que ahora vemos bosquejado apenas en los hori- I
sontes de este vasto Imperio, comprenderá sin
duda que instados á inscribir nuestro nombre ,
humilde entre los de los brasileros ilustres que
enriquecen estas páginas, no podíamos escoger
asunto mas adecuado que esa previsión, la cual
es al mismo tiempo el voto mas sincero j mas
ardiente de nuestro corasen.
José P. ds Azbtbdo Pecanha.
Bio de Janeiro, 1876.
Bwrltor.
Los cuidados de un buen gobierno, en relación
á la población del pafs, deben consistir no tanto
en procurar aumentarla por medio de colonos
extraños, sino en mejorar la suerte de los natu-
rales. Así lo dice el economista Rossi, y yo
adopto sin restricciones su pensamiento.
Tenemos en el Brasil diversas cuestiones á
resolver en este sentido. El catequismo de los
salvajes que viven en constante guerra entre
sí y con la población civilizada; la transforma-
ción de los esclavos en colonos libres, ligados
al suelo por medio de la propiedad; la creación
de núcleos agrícolas donde se concentre el escó-
dente de la población de las grandes ciudades y
la que vive dispersa en los campos; y, finalmente,
el establecimiento de escuelas industriales, donde
desde la infancia se acostumbre el hombre al
trabajo moralizador; tales son los votos que
siempre hice en pro del Brasil.
Deseo que ciudadanos de todas las nacionali-
dades vengan á habitar nuestro país, y que á la
sombra de nuestras instituciones políticas gocen
de la libertad de que todos nosotros disfrutamos,
pero quiero que lo hagan espontáneamente, y no
por medio de esa especie de tráfico, que después
de enormes sacrificios pecuniarios ha contribuido
no poco á nuestro descrédito en el exterior.
Henbiqub de Beaübbpaibe Rohan.
Oenaral é Ingeniero Oedgnfo.
Bio de Janeiro, 1876.
He procurado siempre incitar á miz conciu-
dadanos á volver la vista hacia el magno asunto
de la instrucción popular. Lo hago en la supo-
sición de que la instrucción será bálsamo, y no
veneno para el alma. No basta para la prospe-
ridad de los Estados que el pueblo sea instruido:
cumple que la instrucción en él fortalezca los
preceptos de la virtud y del deber.
Manuel Fbancibco Cobbbia.
Consejero y Senador.
Rio de Janeiro, 1876.
MI OPINIÓN política
Una de las mayores obligaciones de un buen
gobierno es promover la instrucción y la educa-
ción del pueblo, ilustrándolo sinceramente, no solo
sobre sus derechos y deberes, sino también sobre
los embustes y embelecos con que los clérigos y
los demagogos, que son dos especies análogas,
acostumbran abusar de la pública credulidad en
su interés, una abusando del nombre de Dios, y
otra del nombre de la libertad. Estos abusos
toman mucha fuerza entre un pueblo ignorante
y desprevenido, haciéndole creer en poderes miste*
riosos, que ya mostraron de cuántos males son
capaces, de los cuales solo nos podemos librar con
la instrucción profunda de la historia de las na-
ciones.
Hoy se procura arraigar entre nosotros la
opinión de que el gobierno puramente democrá-
tico es el mejor de todos, pero el hombre ilustrado
fácilmente se convence de que es uno de los
peores, y mas pelig^roso en la mayor parte de las
condiciones sociales, porque es donde pueden mas
fácilmente predominar las malas pasiones del
hombre, es donde el sentimiento de una libertad
desenfrenada puede traer las mas funestas conse-
cuencias, siendo la mas cierta y frecuente el
consentimiento tácito 6 manifiesto de los hombres
buenos para el establecimiento del despotismo,
porque reconocen que es mejor sufrir los capri-
chos de un solo hombre, que el de muchos, que
nunca dejan de aparecer á la sombra de la liber-
tad. En todo caso, es necesario muchas veces que
el pueblo se resigrne á sufrir menos, para no sufrir
después mas, y que se conserve en los límites de
lo posible, de lo justo y de lo razonable, lo que
SECCIÓN POLÍTICA— iMPEEio del brasil
37
ciertamente no hará sin la prudencia que es hija
de la instmooion, para qne no se aferré á las
costumbres de los Franceses, que los Ingleses
censuran fuertemente, esto es, correr siempre en
busca de un gobierno perfecto, que no es compa-
tible con la imi>erfeccion humana, además, profe-
sar nn odio implacable á su gobierno, como si
fuese una entidad maléfica, y no un poder nece-
sario é indispensable para proteger á los débiles
contra los fuertes, y á los buenos contra los
malos, que siempre abundan, y son los mas osa-
dos en todas las sociedades humanas. Son estos
mis sentimientos, que me hicieron siempre pro-
pender mas hacia el partido conservador, que
hacia el liberal exaltado, y recelar mucho de las
mudanzas radicales, tan peligrosas, á fin de poder
perfeccionar lo que ya existe, teniendo presente
el bien de todos para que prevalezca sobre el
egoísmo que es la muerte de las naciones.
Joai Mabtins da Cbuz Jobim.
Ccmaejero, Saiuulor.
Rio de Janeiro, 1876.
Jesu-Cristo, proclamando la reforma del Viejo
Testamento, transforma las bases orgánicas de
las naciones y afirma para siempre el principio
de la soberanía del pueblo.
Diez y nueve siglos han pasado casi y aun no
es completa la victoria de la doctrina, porque á
las masas populares falta educación.
El Congreso de Yiena en 1815 decretó la abo-
lición de la esclavitud; el de París en 1856 pro-
clamó la igfualdad de las naciones ante el derecho
internacional; ¿cuándo se reunirá aquel que ha
de completar la obra de la civilización cristiana,
aboliendo el harem?
Tomás Altes Junios.
Abogado y Profeior de 1» Baenel» Militar.
Bio de Janeiro, 1876.
¿Qué será el Brasil en el próximo futuro siglo
en relación al principio religioso?
¿Instituciones atrasadas habrán venido á sus-
tituirse á las liberales que ya posee? ¿En lo
alto de sus montañas, en sus risueñas costas, en
sus frescos y amenos valles se mostrarán, por
desventura, no las escuelas, los liceos de Artes y
Oficios, las academias, las bibliotecas, sino los
colegios de Jesuítas, los monasterios, los recogri-
mientos de monjas?
No ha de ser así. El nivel de la moral social
sube y no baja. Ahí 9stán los diarios, que es
imposible suprimir; los libros que es imposible
sofocar; las asociaciones que se generalizan; la
tribuna política ó literaria que se reproduce por
todas partes para alentar el fuego del amor de la
patria, consolidar la libertad y abrir horizontes
nuevos á la civilización.
JüAK Fbanklin Tayoba.
Literato.
JBto de Janeiro, 1876.
¡Oh Brasil! mis ojos se cerrarán antes que
hayas asumido el g^randioso rango que te cabrá
en la historia ; i>ero tus dias de gloria se aproxi-
man.
Te nutrieron con leche de la mujer esclava;
I>ero ya has libertado á los hijos de la bárbara
africana que te amamantó, sollozando las tris-
tes endechas del cautiverio. La vieja esclava en
breve desaparecerá, y sus hijos, para quienes
abriste las puertas de las escuelas; sus hijos, que
convidaste á los festines de la inteligencia y al
uso del derecho, instruidos, ennoblecidos, no en-
torpecerán tu marcha triunfal.
Libre, fuerte, rico, sin las tradiciones, esas
pesadas corrientes que ligfan al Europeo á un
pasado siniestro, amaestrado por la experiencia
de los pueblos que te precedieron, podrás dar
expansión á los nobles sentimientos que dilatan
tu corazón.
¡ Oh, patria mia! no te arredres ante los obstá-
culos del presente; trabaja, combate y alcanzarás
los mas altos destinos.
Fbakcisco P. Guimabass.
Genana. poeta, perlodieta. Profesor de la Faeoltad de líedioioa.
Rio de Janeiro, 1876.
38
AMÉRICA LITERARIA
Puedan los prínoipios de una filosofía digrna
de la humanidad j del Creador, j las inspira-
ciones de nna educación moral verdaderamente
piadosa j sencilla, reparar de ahora en adelante
esos inmensos estragos de la superstición j del
fanatismo, é introducir la luz en el caos en que
la imbecilidad de unos j la hipocresía de otros
ha sumido al mundo por dilatados siglos j que
aun en el presente, procura tenazmente explo-
tar en su provecho.
Juan Silyeiba db Souza.
OoQMjaro, Oatedrátioo da te UnlTenidAd da BSCXVB.
Ree^é (BrasU), 1876.
De todas las cuestiones políticas j adminis-
trativas que se agitan actualmente en el Brasil,
que son muchas j graves, la de mas alcance es la
cuestión religiosa, aunque entre nosotros gene-
ralmente no se la haya apercibido todavía esa
importancia singular.
El ultramontanismo que, há pocos años, como
partido, no conocíamos sino de nombre, intenta
ahora asumir esa organización funesta.
El peligro es serio, no porque haya en el país
muchos gérmenes de ese azote, sino porque nos
faltan contra él los centros de resistencia, en la
legislación, en la iniciativa individual, que es
lánguida, en el espíritu d8 asociación, que no
existe, y porque la propaganda clerical encuentra
en una población indocta un medio de aceptar
toda especie de simiente, buena ó mala.
El pueblo brasilero está exento de la pasión
del fanatismo, ni propende á ella; i>ero la estag-
nación de la vida política y la indiferencia reli-
giosa en las capitales en las clases sui>eriores y
en los distritos rurales; en las clases inferiores
una población profundamente ig^norante, casi
analfabeta, ofrecen al proselitismo de la supersti-
ción óptimo terreno.
El conflicto clerical aquí está, por tanto, apenas
en su primer periodo; y su gfravedad irá crecien-
do de dia en dia fatalmente mientras no recibiere,
en la separación absoluta entre la Iglesia y el
Estado, su solución liberal y definitiva.
Ruy Babbosa.
Abogado 7 periodiato.
Bio de Janeiro, 1876.
Están en error los que prefieren el acaso de la
sucesión al criterio popular de la elección del
Jefe de Estado.
La electividad, base característica de la forma
republicana, tomando accesible á todas las capa-
cidades superiores el mas alto puesto del gobier-
no de la nación, es un nuevo incentivo para
obligar á los hombres públicos á aproximarse al
pueblo, á estudiar de cerca las necesidades de sus
c(mciudadanos, é identificarse con los destinos de
la patria.
Solo en las luchas diarias, en el contacto inme-
diato y continuo con el pueblo, y no en las regio-
nes olímpicas en que habitan los miembros de
las familias reinantes, es donde el Estadista
prueba su capacidad para el gobierno del Estado.
El elegido del pueblo es una esperanza: el
heredero de la corona es el acaso.
En la monarquía, la prosperidad de la nación
depende del carácter del imperante. La herencia
transfiere el trono, pero no trasmite las virtudes.
En la república, la libertad, fuente de toda
felicidad pública, tiene su salvaguardia en la pro-
pLik índole de las instituciones.
Manubl F. Campos Sallbs.
Abogado 7 periodltta.
Campinae, 1877.
La República es la mejor forma de gobierno,
porque inspirándose en el interés general y
común, reposa en la plena libertad del ciuda-
dano, que solo tiene por límite los principios
absolutos de justicia.
Mas, para que ese régimen político pueda pro-
ducir todos sus benéficos resultados, se haoe
necesario que el pueblo sea debidamente educado
en los verdaderos principios democráticos.
Convencido de estas ideas, juzgo que en el
Brasil Ho se podrá jamás establecer con ventaja
el gobierno republicano mientras no hubiere
educación cívica, y principalmente existiendo la
institución de la esclavitud.
Dése primeramente libertad á los esclavos
para ampliarse después la de que gozan los que
no lo son.
Joaquín Robbbto.
Periodista.
San Pablo, 1877.
1
I
SECCIÓN POLÍTICA — imfebio del bbasil
39
A LOS QUE GOBIERNAN
¿QnereÍB de buena fé la felicidad del pueblo
qn» gt>bemaÍ8?
Bespetad esorapulosamente su libertad.
¿ Queréis que esa libertad sea un hecho, j no
una simple y vana aspiración?
Haced efectiyos todos los derechos j beiíeficios
que de ella dimanaren.
¿ Queréis, en fin, para el pueblo la efeotiyidad
de tales derechos y el goce de tales beneficios?
No le faltéis con la justicia, porque siendo
esta la fuente del derecho y el mas seguro lazo
que une ¿ los gobernados con los gobernantes, su
denegación seria la tumba del orden público, y al
mismo tiempo, cuna inevitable de anarquía.
Juan J. Fbbbbiba db Aguiab.
Oonaejaro, Oatodrátioo de 1» Facolted de Derecho de
ReoUé.
Bio de Jcuuiro, 1877.
Por el amor de la patria llega un pueblo á la
práctica de las mas sólidas virtudes, perfecciona
sus costumbres, se fortalece, evita la irrupción
del despotismo y conquista el respeto y admira-
ción de sus hermanos.
Roma — república, fué grande y admirable por
el civismo; Boma, feudo de los Césares, se hiio
despreciable por el aniquilamiento de las virtu-
des cívicas y por su desvío de las tradiciones y
de las leyes. ¿Y qué viene á ser el amor de la
patria? ¿Será. Codro muriendo voluntariamente
á manos del enemigo para que la patria no fuese
vencida? jMucio Scévola quemando su mano en
un brasero para obligar á Pórsena á levantar el
sitio de Boma? ({Será Catón condenándose al
suicidio, para no ver alzarse la tiranía sobre los
destrozos del altar de las libertades patrias? ¿Será
Juana de Are conduciendo los ejércitos de Fran-
cia á los campos de batalla, para rechazar á los
invasores del patrio suelo? Sí, todo eso es, y mas
todavía : es Cristo, el ciudadadano universal, doc-
trinando á la humanidad, y por eUa exhalando
el postrer aliento en ese leño sacrosanto, de don-
de irradiaron los primeros destellos de la aurora
de la libertad y redención del universo.
Casimibo B. Godikho db Assis.
Literato.
Rio de Janeiro, 1876.
f
I
*
i
t
J
I
t
REPÚBLICA DE CHILE
LAS REVOLUCIONES AMERICANAS
Las naciones europeas miran con ojo frío y
hasta desdeñoso á las repúblicas amerícanas, á
causa de las continuas revoluciones que las agitan
7 que producen tan repentinos é inesperados
cambios en el personal j en las tendencias j
marcha de sus gobiernos.
Lo que sucede en Améríca es natural y lógico.
Desprendida de la España mediante una violenta
y porfiada lucha, no pudo sacudirse en ese primer
momento de todos los malos gérmenes que ella le
había inoculado; y para desterrarlos y hacerlos
desaparecer se ha hecho necesarío sostener una
recia y constante contienda entre los intereses,
las preocupaciones y los hábitos engendrados por
la colonia y las aspiraciones legrítimas de los pue-
blos encendidos por el amor á la libertad.
La Améríca fué educada y despotizada por la
España. Se la mantuvo mañosa y calculadamente
en la ignorancia, y se la enseñó que solo habia
dos ideas que debia acaríciar, representadas por
dos palabras también, á saber, Dios y el Bey,
Se le comunicó la idea de Dios bajo conceptos
absurdos y formas idolátrícas; y la idea del Bey
bajo la forma de un poder sin límites emanado
de Dios, que hacia de la persona de aquel algo
igual ó parecido á este.
La organización social, política y moral de la
Améríca reposaba sobre este único fundamento:
el fanatismo religioso y el despotismo político.
La Améríca libre ha luchado y luchará todavia
durante largos años por desprenderse de esta
repugnante mortaja. Esta lucha es la que se ha
manifestado por constantes revoluciones que los
caudillos y los partidos han hecho degenerar á
veces, acompañándolas de sucesos odiosos.
Las pasiones humanas, aun inspiradas por
nobles arranques y elevados propósitos, suelen
convertirse en una fragua que todo lo devora.
Otras causas han contríbuido también á man-
tener este continuo estado convulsivo en Amé-
ríca.
La revolución de la independencia dio vida al
militarísmo; y los caudillos tríunfiantes en el
campo de batalla creyeron que el mando supremo
era herencia que les correspondía de derecho. Se
lo han disputado tenazmente y aun se lo disputan
en muchas partes sus tenientes. La gloria aturde
de continuo á los que la alcanzan, como &8cina
también á los pueblos en que se reflejan los rayos
de aquella.
Si los vibres de la gloria no hubieran em-
bríagado á Bolívar y extraviado su corazón y su
genio, tendría un pedestal tan sólido y tan alto
como el del virtuoso Washington.
Hemos pagado también tríbuto á fantásticas
ilusiones. Sin acordarse de ordinarío del estado
social de la Améríca y seducidos por deslumbra-
doras teorías políticas, algunos hombres de Es-
tado han pretendido dar á los pueblos amerícanos
una prematura ó viciosa orgpanizacion, resultando
de aquí que el desconcierto haya traído el desen-
canto, á veces el arrepentimiento y casi siempre
una tenaz pelea.
Las revoluciones amerícanas son la espresion
de ese choque violento entre una organización
SECCIÓN POLÍTICA— REPÚBLICA db chile
41
social depresivm de todo dereolio, basada sobre el
despotismo religioso j el despotismo político y otra
organización social qne tiene por único cimiento
la libertad individual j la libertad política.
Aun continuarán las revoluciones con sus vér-
tigos j sus estravíos; todavía habremos de espan-
tamos de sus sangrientas violencias j de muchas
de sus atroces injusticias; pero dia llegará en que,
depurada la América de la carcoma que la roe,
presente las formas de un cuerpo robusto, sano j
vigoroso.
La Europa no tiene derecho para acusamos
6 desdeñamos.
La Francia se revoluciona calda diez 6 veinte
años para sacudirse del despotismo que la agobia
y proclamar una república que todavía no com-
prende. Si después de sus sangrientas agitacio-
nes descansa tranquila, no es para reposar á la
sombra de la libertad, sino para dormirse mecida
por el ambiente mortífero de un nuevo despo-
tismo.
La Italia despedazada durante siglos ha vivido
en la brecha sin lograr todavía consolidar su
suspirada unidad. Aun mantiene en su seno ele-
mentos deletéreos que darán en tierra con sus
esfuerzos si no tiene valor bastante para arrojar-
los de su seno.
En Inglaterra no es oro todo lo que brilla.
Ayer no mas los católicos y los judíos ingleses
no podían sentarse en el Parlamento, pues solo
los protestantes tenían inteligencia y probidad
para discutir la cosa pública. Hoy todavía la
aristocracia inglesa, que ha perdido mucho de
sus antiguos quilates, olvida que el pueblo inglés
no tiene pan seguro, ni tierra que comprar y de
qué disponer. Dia llegará en que el suelo inglés
comience á hundirse.
La España, nuestra nodriza y nuestra institu-
triz, tiene el cuerpo cubierto de lepra, sin encon-
trar médico que corrija sus malos humores. Está
también recogriondo los frutos de la fatal ense-
ñanza que nos dio. Puesta en el tormento por el
fanatismo religioso, ha sido justamente vapuleada
por el despotismo político.
Domingo Santa Mabia.
Hombre de Estado y Pablioist*.
Santiago de ChíU, 1874.
EDUCACIÓN POPULAR
Los peregrinos que vinieron de Escocia á po-
blar la América del Norte traían en una mano
la Biblia y en la otra la Cartilla. — ^Por eso, en
tomo de sus primeras viviendas se levantaron
simultáneamente el templo y la escuela. Laa
poblaciones crecieron y se transformaron, mer-
ced al genio emprendedor y perseverante de
aquellos colonos, en grandes ciudades, en empo-
rios comerciales que pronto rivalizaron con los
principales centros del Viejo Mundo, y en ellas
crecieron también y se desarrollaron, sustentán-
dose una á otra, la Iglesia y la Escuela.
Tal es el secreto de la admirable prosperidad
de la Union Norte Americana.
Los Sud americanos miramos con justa envi*
dia la grandeza de aquel pueblo, y convencidos
de que ella se debe al adelanto de la educación
popular, aspiramos á alcanzar ese ideal. — ^Des-
graciadamente, sin tomar en cuenta las especia-
lísimas condiciones de aquella comunidad, nos
hacemos la ilusión de creer que imitando fiel-
mente los progresos que allí ha alcanzado la
educación pública, lograremos iguales resulta-
dos.
En efecto, son tan diversas las condiciones en
que se han formado las secciones de este Conti-
nente y los elementos que han contribuido á su
desarrollo, que se necesita de parte del estadista
un concienzudo estudio de la organización social
de cada una de ellas para aplicar con acierto los
principios de ese complicado problema que se
llama '^ educación popular ".
Chile, como la Kepública Argentina, — entre
otros de los Estados Sud-americanos — ha con-
sagrado generosos esfuerzos á la causa de la
educación, pero en ambos países nos hemos de-
jado llevar demasiado del espíritu de imitación.
— Hemos querido implantar y ver realizados en
un momento los mas avanzados progresos de la
ciencia, y nuestra impaciencia por nivelar el es-
tado intelectual de nuestros conciudadanos nos ha
llevado á consagrar gruesas sumas y no pocos
sacrificios á la enseñanza científica y literaria.
Mientras tanto, la educación popular, la edu^
cardón comtm, — como es llamada en Estados
Unidos, — la que debe transformar los hábitos,
las tendencias, y levantar el carácter de nuestro
pueblo, la educación que debe hacer del huaao
42
AMÉRICA LITERARIA
chileno, como del gaucho argentino, un ciudadano
laborioso, honrado j respetuoso de la ley, la qne
está llamada á preparar al obrero moral é inteli-
gente, esa educación no desciende á cumplir su
grande obra de regeneración en la clase inferior
de nuestro pueblo. — Y no desciende porque en
nuestras escuelas, en nuestros maestros, en nues-
tros textos de estudio j en general en toda nues-
tra organización escolar predomina una marcada
tendencia á la instrucción teórica y, casi podría
decirse, literaria. — Prestamos escasa atención á
la enseñanza práctica de los conocimientos mas
útiles 6 mas apropiados á cada localidad j olvida-
mos á menudo que ante todo la educación tiene
por fin: formar el carácter de un pueblo.
Si antes de examinar los conocimientos profe-
sionales de nuestros maestros de escuela, traba-
jamos por levantar su condición, por formar
hombres de espíritu ilustrado j recto, capaces de
comprender los fines de su elevada misión, y les
procuramos, además, el mas completo conocimien-
to de su país, debemos confiar que tales maestros
sabrán educar á nuestro pueblo y que harán de
la Escuela, en la Améríca del Sud, lo que ha
llegado á ser en los Estados Unidos del Norte:
la base de la libertad, del progreso y de la
fuerza.
J. Abelardo Nuííez.
Educacionista.
Santiago de Chüe, 1877.
INMIGRACIÓN
Un notable estadista argentino ha dicho: 'da
civilización es como la vid: prende de gajo/'.
Los pueblos y los gobiernos de la Améríca
latina no deberían olvidar jamás ese símil tan
exacto como verdadero.
Los problemas sociales y políticos en que la
mayor parte de ellos aun se encuentran envuel-
tos, no pueden obtener una solución favorable
sino por la práctica del principio que ese mismo
símil encierra.
Sin la civilización europea no hay progreso
verdadero y estable, y esa civilización nunca
llegará completa si no viene encamada en el
inmigrante que es el gajo de la vid destinado á
producir frutos de adelanto y de bienestar.
¿De qué vale tener cátedras, bibliotecas, es-
cuelas, máquinas, si no contamos con el elemento
vivo, inteligent-e y esperimentado que dé impulso,
animación, voz y movimiento regular ¿ lo que
sin tales condiciones apenas si sirve como modelo
ó como estímulo?
Un solo inmigrante en Chile, el sabio actual
rector de su Universidad — ^ha desarrollado en po-
cos años maselementos de ríqueza que los que hu-
bieran podido producir ingentes capitales. — Así
lo atestiguan los minerales del Norte que pros-
peraron bajo su científica dirección.
Unos cuantos centenares de colonos han dado
vida y porvenir á tres de nuestras provincias
mas australes, que sin ellos permanecerían hoy
envueltas en la oscurídad y el abandono.
La inmigración, y solo la inmigración hará
que las revoluciones cesen, porque estas nacen j
se fomentan al amparo del desierto, por una
parte, y al de nuestros vicios heredados de la
colonia, por la otra.
Solo la inmigración introducirá en nuestro
bajo pueblo, hábitos de economía, de higiene j
de moralidad de que tanto há menester para que
la muerte no lo diezme año á año, como ahora
sucede.
Fomentar, pues, la inmigración europea, sos-
tenerla, desarrollarla, es la tarea mas benéfica y
patriótica d que pueden consagrarse los pueblos
y los gobiernos de la Améríca latina. Los que
la realicen habrán conseguido echar los funda-
mentos mas sólidos de su grandeza.
Adolfo Ibaítez.
Diplomático y Hugiatrado.
Santiago de Chile, 1877.
política sud- americana
Una política de particularísmo que, merced al
aislamiento y á las alianzas, según los casos,
aspire y llegue á mayor poder y prestigio, tra-
yendo á la postre, para todas las secciones Sud-
amerícanas, la discordia y la guerra en pro de
la supremacía que se ha de convertir forzosa-
mente en la absorción violenta de todas ellas,
por la que sea mas astuta y mas poderosa; — es
decir, la que tenga menos escrúpulos y mas
SECCIÓN POLÍTICA— REPÚBLICA de chile
43
reonrsos; — ó una política de oonfratemidad que,
merced á la xmion, preparada ó efectuada en to-
das las manifestaciones posibles de la industria,
el comercio, el arte, la literatura, la ciencia, la
legislación, agrupe y confedere en una sola Na-
ción á todas nuestras secciones, sin desdorosa
sumisión de ninguna de ellas, dando asf realidad
á la aspiración á una Patria Continental de to-
dos los grandes hombres de la emancipación y
asegurando, á lo menos, para sus liijos y sus ha-
bitantes, la paz en Sud- América: bé ahí los
únicos dos caminos entre los cuales han debido, y
no han querido elegir , hombres, partidos, gobier-
nos y pueblos, después de la conclusión de la
lucha por la Independencia.
Los que hemos hecho nuestra elección, y prin-
cipalmente, los que hemos tomado y seguimos el
camino de la confraternidad, ejercemos un dere-
cho y cumplimos un deber cuando repetimos á
gobernantes y gobernados de Sud - América, que
si sus actos y sus palabras, ya tendentes á hos-
tilidades tan inicuas como absurdas, 6 á fusiones
tan estrafalarias como imposibles, entre paises
hermanos, resultan siempre ineficaces, es porque
88 contradicen y no pueden dejar de contradecir-
se entre sí.
De ahí viene también que, después de las mas
solemnes situaciones Sud - Americanas, — como
son la de la guerra franco -inglesa contra la Be-
pública Argentina, la de la expedición borbónico-
floreana contra el Ecuador, la de la guerra de
España contra el Perú y sus aliados, — floten
ecos de palabras y sobrenaden consecuencias de
actos que están probando, á un tiempo, la casi
omnipotencia de los sentimientos fraternales y
la casi- impotencia de los conatos particularistas
en Sud -América.
Manuel Antonio Matta.
Polttioo y Literato.
Copiapó ( ChiU h 1877.
Tengo la desgracia de atribuir muy pequeña
importancia práctica al pensamiento de la unien
Americana, sueño intermitente de muchos esta-
distas, tema simpático para el lirismo patriótico,
▼istosa decoración, que, ya se arrolla en el polvo
de los bastidores, 6 ya domina el primer término
del escenario.
La estrecha relación política entre naciones
diversas, depende ante todo de circunstancias
accidentales. Los vínculos originarios de la co-
munidad de lengua, de instituciones, de historia,
tienen que relajarse á medida que se diseña en
las nubes de la propia oprganizacion, la fisonomía
individual de cada país. Cada cual deriva de
antecedentes especiales los elementos del carác-
ter que forma y representa su autonomía; y en
la proporción en que esta crece y se materializa,
por el territorio, por la industria, por el gobier-
no, aquellos antiguos lazos, convertidos en sim-
patías de recuerdos y benevolencias, van perdiendo
su eficacia.
El progreso, diferentes intereses resultados
de aspiraciones 6 necesidades peculiares, alejan
mas y mas la posibilidad de emerjencias que
comprometan algún principio exclusivamente
Americano. Hoy vivimos con todas las naciones
bajo el imperio de la misma ley internacional;
y la cómica cruzada de Flores, la trajedia de
Querétaro y la manchega calaverada de Mazar-
redo, no han hecho mas que confirmar nuestra
filiación de pueblos independientes.
Joaquín Blest Gana.
Abogado. Polltloo.
Santiago de Chile, 1877.
Los pueblos latino -americanos son bastante
inteligentes y tienen la suficiente ilustración
para aspirar á los mas altos destinos. Lo que
necesitan es mas espíritu de orden y de trabajo,
que el que han adquirido hasta el presente. — La
política, que es la preocupación dominante de
estos pueblos, viene degenerando en un juego de
intereses personales, que son los que engendran
las revoluciones y los que alejan de los negocios
públicos á los hombres de posición social, de ca-
rácter independiente y de aspiraciones sabiamen-
te conservadoras. Esto debe entenderse con
escepciones honrosas, tanto respecto á algpuna 6
algunas de nuestras Repúblicas, cuanto respecto
á muchos buenos ciudadanos que militan en la
política activa.
Hago votos fervientes porque la educación
popular y los gobiernos ilustrados produzcan, en
estos privilegiados 'paises, el consorcio de las
44
AMÉRICA LITERARIA
ideas de libertad y orden en la República j de
sensatez y desprendimiento en los Repúblioos.
Mabcial Mabtinez.
Abogado y Diplomático.
Santiago de Chile, 1874.
Si los Estados bispano-amerioanos bnbieran
empezado á bacer el camino de la libertad por
la descentralización administrativa, en lugar de
principiar por la descentralización política, ten-
drían mas libertades positivas, aunque menos
libertades en el papel.
La descentralización administrativa forma bá-
bitos democráticos y educa á los ciudadanos para
el régimen de la libertad. Los pueblos mas ad-
ministrados son los mas gobernados. La restric-
ción de la esfera administrativa de la autoridad,
traerá forzosamente la de su acción política.
Melchor Concha y Tobo.
EeonomUta.
Santiago de ChUe, 1877.
Pámfos de una carta á mis electores, fechada en Valparaiao
el 19 de Febrero de 1876.
u He profesado y sostenido siempre, como ba-
se fundamental de mi credo político, la noción
de que sobre el Estado pesa ante todo el deber
de asegfurar á todos sus habitantes, cualquiera
que sea su condición, cualquiera que sea su creen-
cia, la mas amplia libertad en el ejercicio de todos
los derechos individuales, resguardando estos con
sólidas y eficaces garantías, tanto en las leyes
fundamentales, como en las secundarias, u
u Cuanto tienda á la realización de este fin
primordial, y á igualar bajo todos respectos, la
condición legal de cuantos individuos habitan en
la República, contará, como ha contado siempre
en mí, con un decidido y entusiasta partidario, n
JOBGE HüNBEUS.
Abogado 7 profesor de Derecho Público on la Uiilrertld«d.
En Chile, como en las demás Repúblicas
Hispano - Americanas, hay de sobra elementos
de vitalidad para prosperar é instituciones gene-
ralmente adecuadas para labrar su felicidad. Hay
también en sus hijos generosos sentimientos y
un patriotismo elevado para propender al bien
común.
Hay algo, sin embargo, que nos hace profun-
do daño y que esteriliza en g^^an parte los bue-
nos esfuerzos que se hacen en obsequio del
adelanto y bienestar general.
Tenemos una marcada tendencia y una acti-
vidad incesante para fabricar y aglomerar nuevas
instituciones y leyes, como tenemos al mismo
tiempo una inconstancia lamentable para su ob-
servancia.
Perseguimos el bien con empeño, y lo dejamos
en abandono tan luego como hemos reunido los
elementos para alcanzarlo.
Hay tal vez en nuestro espíritu público mas
inclinación y una complacencia mas sensible en
formar gruesos boletines, que en observar las
diversas necesidades de nuestra vida práctica
para que haya garantías para todos y un bienes-
tar y seguridad efectivos en las distintas cir-
cunstancias y faces de la existencia del aso-
ciado.
Siempre estamos queriéndonos sacudir de la
gruesa herencia de preocupaciones legada por
la madre patria á todos nuestros países, y no ad-
vertimos que cada dia á semejanza de ella entre-
tenemos nuestro tiempo en combinaciones abs-
tractas sobre política y en teorías legrislativas
que por cierto ni impulsan la industria, ni ade-
lantan la ciencia, ni mejoran nuestro vivir, ni
atienden á premiosas necesidades, ni garantizan
mejor los derechos del que tiene, como no prote-
gen mejor tampoco ni las libertades ni las pe-
queneces del que nada tiene y que mucho amparo
necesita.
Los países mas libres y felices de la tierra, no
son los que hacen mas política ni mas encuader-
nación de leyes, sino aquellos en que ciudadanos,
gobiernos y legisladores hacen de la vida social
un reflejo práctico de la vida individual, aten-
diendo con buena providencia, primero á lo
necesario y después á lo superfino.
Yo haría votos por que estas tendencias mas
observantes de la práctica que de bellas teorías
se arraigasen mas en nuestros hábitos políticos
y en nuestras costumbres nacionales.
SECCIÓN POLÍTICA— EEPÍBLicÁ de chile
45
Haríamos as{, sin duda, mas beneficios á la
libertad no comprometiéndola á menudo en dis-
cusiones y agfitaciones para las qne no siempre
bay calma y tranquilidad suficientes ; y baría-
mos ¿ los pueblos mas servicios efectivos aten-
diendo de una manera mas positiva á sus intere-
ses, á sus garantías y á su bienestar consultado
con solicitud y con oportunidad.
Fbancibco Echáübben.
FnDeUnuurio Administnitílro.
BúMtiaio de Ch\U, 1877.
EL ARBITRAGE
La civilización babrá tocado á su apogeo^
cuando el arbitrage baya asumido el carácter de
una institución permanente, destinada á dirimir
las desastrosas controversias que tan frecuente-
mente ocurren entre las naciones. El pondría
término al empleo de la fuerza bruta, y estable-
cería el imperio de la razón y de la justicia, ver-
dadera y cumplida síntesis del progreso bumano.
Gabbiel Ocampo.
Abogado.
aaudiago de ChUe, 1877.
EL ARBITRAGE
Sería un timbre de bonor y gloria para todo
el continente Sud - Americano si todos los Esta-
dos que lo componen pudieran arribar al arreglo
de un Código internacional en que se adoptase
el arbitraje, como sistema general y único, para
dirimir todas las cuestiones y contiendas que se
suscitasen entre las partes contratantes. El re-
conocimiento y práctica de este principio ejerce-
ría una influencia civilizadora en nuestras rela-
ciones y alentaría el celo de los amigos de la paz
y la cordura de los Gobiernos.
La teoría del arbitraje ba becbo un inmenso
camino para que pueda ser desdeñada como uto-
pía. Controversias enojosas y difíciles ban sido
Bolucionadas satisfactoriamente por medio del
arbitraje. Seria xm paso importante para la con-
federación de los Estados Sud-Amerícanos la
estipulación del arbitraje como solución para
todas las cuestiones que en la actualidad son un
embarazo para la buena inteligencia y relaciones
fraternales que deben existir entre todos los
pueblos que babitan el bermoso continente de
Colon.
Pedbo Nolasco Videla.
Ministro de Chite en BoIItIa.
La Paz, (BoUvia) 1878.
ORIGEN DE LA JUSTICIA
Al traducir el precioso libro de Edgar Quinet,
intitulado El Espíritu Nuevo, llamó con fuerza
mi atención el párrafo que dedica á probar su
tesis, esto es: " que la Justicia nació del amor
y que solo él bizo ese milagro : n suscitándome
las reflexiones que siguen, y que expuse en una
nota.
Atríbuir el origen de la justicia al amor, es,
sin duda, á juicio mió, una bellísima idea, aun
cuando no sea exacta. Los becbos observados y
aducidos en prueba, ni son barto numerosos, ni
resisten al análisis; y quizás en lo que el autor
cree ver actos de justicia sólo los bay de amor.
En efecto, cuando un animal, ave ó flera, distrí-
buye el alimento á su prole, no ejecuta un acto
de razón, decidiéndose á ello en virtud de consi-
deraciones fundadas en el derecbo que tienen los
pequeñuelos á ser alimentados, y en el deber que
tienen los progenitores de sustentarlos ; obede-
cen solo á la ley natural de la conservación de
la especie, y á los instintos del amor. Para que
así no fuera, menester seria demostrar con inne-
gables experíencias que en el reino animal esa
operación era resultante de un juicio anteríor.
Lo mismo que de la ave ó flera, debe decirse de
la mujer en estado salvaje cuando esta amaman-
ta á sus bijos y se impone por ellos prívaciones.
A ser posible interrogar á esas madres estoy se-
guro que contestarían corroborando lo que dejo
expuesto.
La justicia, que es la consagración del invio-
lable derecbo de todos y de cada uno, tanto en el
orden moral y político como en el material, pre-
supone en quien la ejerce la noción del deber y
46
AMÉRICA LITERARIA
la noción del bien y del mal; nociones que son
patrimonio exclusivo del hombre ; j de aquí la
responsabilidad de sus acciones, la que no al-
canza á las demás especies del reino animal.
La justicia, como el amor, sin sacar de este
su origen, bien que la purifique y la fortalezca
en la vida, nace con el Hombre, desarrollándose
en él, lo mismo que sus demás facultades, á me-
dida que crece y que adquiere conocimiento de
los mundos interno y externo que le rodean.
Para pensar así me asisten razones deducidas
de las distintas funciones inherentes, ora al
amor, ora á la justicia ; esta se dirige al buen
orden, al progreso y á la libertad é igualdad de
los Hombres, no siendo dado sin ella ningún per-
feccionamiento en la humanidad ; aquel vá á la
propagación de la especie. No es, pues, el amor
origen de la justicia.
Pedbo León Gallo.
PoUUoo 7 Literato.
Bantiago de ChiU, 1877.
La historia de las Repúblicas hispano -ameri-
canas, es un tejido de vaivenes y trastornos.
Desde la guerra de su independencia hasta el
momento presente, ninguno de estos paises, si
se esceptúa Chile, ha tenido una época de paz
estable y duradera. En ellas se han sucedido las
revoluciones^ unas á otras, como las olas del mar.
Diríase que la guerra civil es su estado natural
y permanente.
Y por desgracia no siempre han campeado las
nobles pasiones y los grandes principios en esta
cadena interminable de luchas fratricidas. Mi-
serables ambiciones de oscuros caudillejos, ri-
validades do aldea, viejos é implacables rencores
de familia, hé aquí los mas conspicuos caracté-
res de esta triste historia ; hé aquí el fondo de
este vasto cuadro de anarquía, de sangre, de
luto.
Educados en la esclavitud mas abyecta, los
pueblos hispano-americanos se vieron de repente
viviendo en una atmósfera totalmente estraña,
la atmósfera de la libertad. Este súbito cam-
bio de condición política y social ha sido para
ellos lo que es para la planta el cambio de
suelo y de clima. Han tenido que sufrir una
transformación radical y profunda; prueba do-
lorosa, por la que están todavía pasando, sin
qne sea posible divisar su fin.
I Consecuencias forzosas de los principios ab-
solutistas ! I Resultado necesario de una organi-
zación social en qu» han sido de todo ponto
olvidados los derechos primordiales é inomisi-
bles de que la naturaleza ha revestido al indivi-
duo y al género humano !
¿ Qué lección nos ofrece á este respecto la hia-
toria de la Union Americana?
En un siglo de vida independiente, este país
no ha visto sino una sola vez perturbada su paz
interior. Desde el gobierno de Washington hasta
el de Lincoln; es decir, desde la aurora de su li-
bertad hasta nuestros dias, la vida doméstica del
pueblo Americano ha corrido sosegada, como
corre la nave al impulso de suaves brisas en un
mar sin bajíos ni escollos. Nada de miras pe-
queñas; nada de intereses ruines, nada de rivali-
dades mezquinas. Las ambiciones vulgrares y
rastreras se han avergonzado de presentarse en
un teatro que no es el suyo. Las pasiones bas-
tardas no han podido vivir bajo ese cielo puro y
hermoso, bajo ese cielo limpio de los miafgnas
infectos que las engendran, y solo en los cuales
hallan los elementos y las condiciones de su
odiosa existencia.
Una sola vez ha sido perturbada la paz, y el
mundo entero sabe por qué sobrevino la pertur-
bación.
El pueblo americano quiso extirpar un vicio
de su organización original, que entorpecia su
progreso, que afeaba sus libres instituciones, y
que importaba un insulto á la razón y una atroz
ofensa á la humanidad. El vicio fué extirpado
mediante un esfuerzo digfno de un grran pueblo.
La generación contemporánea ha contemplado
atónita una lucha de titanes, en que se ha pelea-
do, no por el triunfo de tal ó cual caudillo, no
por este ó aquel miserable interés de círculo, si-
no por el interés de un principio, de una noble
idea, de un sublime sentimiento, por el interés
de una desgraciada porción del género humano.
Después de cuatro años de tremendos comba-
tes, en que la.sangre corrió á torrentes, muchos
millones de esclavos vieron romperse sus cade-
nas y lucir el sol benéfico de su redención; y la
nación americana, lavada su mancha, se presento
con la frente limpia y enhiesta ante las demás
naciones.
Así se curan las llagas sociales por los pue-
SECCIÓN POLÍTICA—REPÚBLICA de chile
47
blos que quieren curarlas, por los pueblos dota-
dos de una gran Toluntad.
Es la libertad la que obra tales maravillas de
fortaleza j abnegación.
¡Bendición para esos combates! ¡bendición pa-
ra la sangre encelles derramada! ¡bendición para
el pueblo que generosamente la derramó! ¡Eter-
no loor á su triunfo!
Fbancisco Vabgas Fontecillá.
Hombre de Estado.
Sa'ñtíago de ChiUt 1875.
Las democracias, por las agitaciones que pro-
ducen, j por los intereses y pasiones que ponen
en juego, suelen llevar recelos á algunos espíri-
tus demasiado amantes del reposo y de la quietud,
y que solo divisan el lado desfavorable y peligroso
de las luclias que se pueden considerar como una
condición esencial á la vida de los pueblos libres.
Mas, desde que sea forzoso aceptar como una
verdad incontrovertible que no deben existir cas-
tas, familias ni individuos predestinados al gobier-
no de las naciones, sino en cuanto merezcan su
confianza, verdad que tiende á ser cada dia mas
universal; desde que el gobierno del pueblo por
si mismo, y de la forma que las leyes determinen,
cualesquiera que sean sus inconvenientes, es el
que mejor que cualquier otro consulta el goce de
los derechos del inmenso número, y el que mas
bien se conforma á la voluntad del verdadero y
único interesado, que es el mismo pueblo, debe
establecerse que la democracia es el ideal de go-
bierno de las sociedades humanas, y que, tarde ó
temprano, mejorándose y difundiéndose la ins-
trucción, y afianzándose la moralidad, será el que
adopten todas ellas, con aquellas modificaciones
que su índole y antecedentes especiales hagan
necesarias.
José Alfonso.
FoUtioo y Hinlatro de Estado.
SmUiago de Chüe, 1877.
La incompatibilidad de funciones entre los
^presentantes de las diversas ramas del poder
político es de una importada trascendental en
los países gobernados por el reglen democrático.
Este principio, que tiene su fundamento en la
necesidad de evitar la aglomeración de cargos de
distinto orden gerárquico en manos de un solo
individuo, debe figurar en las constituciones de
América, como una de las bases del sistema re-
publicano.
La incompatibilidad de funciones es la primera
de las garantías que conviene consultar en la
legislación de un pueblo, si se quiere mantener
el equilibrio, la fiscalización y la independencia
de los grandes poderes del Estado.
El gobierno representativo se aparta de los
fines sociales que está llamado á servir, siempre
que se permite la confusión de atribuciones que
corresponden á poderes diferentes. La acumula-
cion de facultades legislativas con otras del orden
judicial, ó bien del administrativo, mina y destru-
ye el contrapeso que deben conservar entre sí
las divisiones del poder social, comprometiéndose
por el mismo hecho la armonía y la libertad que
les pertenecen dentro de su esfera particular de
acción.
La experiencia histórica nos enseña que la
libertad política es una quimera, si no se mantiene
rigurosamente la independencia de cada poder en
el desempeño de sus deberes y facultades al abrigo
de toda invasión de parte de los otros. La repú-
blica degenera entonces y se convierte en oligar-
quía de familias 6 en un sistema de intereses
personales, y se forma una clase privilegiada de
ciudadanos, que son al propio tiempo miembros
del Congreso, altos dignatarios de la adminis-
tración y ministros de los tribunales de justicia.
Se concibe fácilmente que este estado de cosas
trae como consecuencia ineludible la existencia
de mandatarios irresponsables que, desvirtuando
su cometido, sirven á su ambición personal antes
que á la felicidad y progreso de la nación.
El principio de incompatibilidad aplicado con
lógica produciría las siguientes ventajas:
1^ Impediría la acumulación de facultades de
orden diverso en un mismo f uncionarío, haciendo
desaparecer las dualidades de carácter que son
tan embarazosas y perjudiciales al buen servicio
público.
2^ Garantizaría el equilibrio é independencia
de los altos poderes del Estado, impidiendo que
se invadan en su acción ó que prepondere el uno
sobre los otros.
48
AMÉRICA LITERARIA
3^ Qnitaria, ó á lo menos debilitaría el interés
qne tienen los gobiernos en las elecciones popu-
lares, porque sin el estímalo de hacer elegir
miembros del Congreso á los empleados de su
dependencia inmediata, no ejercerían presión, ni
tomarían partido en estos actos, reduciendo su
papel al de simples ejecutores de las leyes.
4^ El poder judicial alcanzaría la imparciali-
dad, el prestigio y el respeto que solo puede
atraerle el alejamiento de sus miembros de las
luchas políticas; y conseguiría colocarse en apti-
tud de aplicar la ley con espírítu desapasionado,
dirimiendo los conflictos de las otras autorídades
y las contiendas entre estas y los ciudadanos.
Aniceto Vebgaba Albano.
Abogado. FoUtioo 7 Diplomático.
Santiago de Chile, 1872.
Los contituyentes de 1833 quisieron robuste-
cer la autorídad, aniquilar la anarquía. Este fué
su punto de mira, y á f é que supieron llegar á
él con habilidad y con fortuna.
La Constitución toda entera, de principio á
fin, converge á ese propósito. La autorídad del
Presidente de la República lo domina todo: tiene
en su mano la provisión de los cargos públicos,
civiles y militares; le pertenece por completo la
administración del Estado; la acción municipal
está subordinada á su voluntad; los ascensos y
promociones de la judicatura le dan una vasta
influencia en ese ramo; se halla investido del
derecho de gracia para suspender la aplicación
de las leyes; ¿qné se escapa, pues, á su enorme
poder P
Esta máquina formidable de omnipotencia no
podría ser debilitada con solo cambiarse un ro-
daje aquí, una pieza mas allá. Para que se
restablezca el conveniente equiHbrío entre los
poderes públicos; para que no sea posible en
momento alguno que una voluntad soberana
grravite sin contrapeso en los destinos de la Re-
pública; para que se refleje, en fin, en la ley
orgánica del Estado la situación política y social
que hemos alcanzado después de cuarenta años
de lenta, pero segura marcha en la senda del
progpreso y en las prácticas de la vida libre, es
indispensable que la Constitución de 1833, mo-
numento erijido en homenage al principio de
autorídad, sea revisada en todos sus detalles, y
corregida en una forma armónica.
El vicio capital de nuestra vida poHtioa, la
intervención electoral que falsea períódicamente
la voluntad de los pueblos, minando por sa base
el sistema representativo, no será estirpado mnó
el dia en que el poder ejecutivo no tenga los
medios de llevar á todas partes el peso irresisti-
ble de su influencia. Mientras eso no suoeda, de
nada servirán nuestros vanos lamentos: la ame-
naza, la seducción, todas las malas artes que
aseguran y robustecen la dominación» seguirán
haciendo su juego.
No hay que dudarlo: con una reforma muti-
lada, incompleta, medrosa, de la Carta Funda-
mental, no se satisfarían los legítimos intereses
de ningruno de los partidos que militan en la
política: se satisfaría mucho menos el vivo anhe-
lo manifestado por el pais de que sus institu-
ciones fundamentales dejen de ser la base de
granito de la omnipotencia del Ejecutivo para
no ser otra cosa que el escudo del derecho, la
palanca del progreso.
YlCBKTB RbTBS.
Abosado.
Santiago de Chüe, 1877.
(Fragmento de un diioano pronunciado en el Congrefo de
Cbile, sobre libertad de la tamba)
Me despido, pues, de la discusión en el terreno
propio de la iglesia, porque en materias espiri-
tuales y de su privativa apreciación, le recono-
cemos su mas completa libertad é independencia.
Yamos entonces al Estado, á reflexionar un
instante sobre nuestra organización política, sobre
las consecuencias que se derivan del fondo liberal
de la República, sobre nuestros deberes como
hombres de convicciones, como representantes del
pueblo, como lejisladores que anhelamos el desar-
rollo armónico de las fuerzas productoras del
progreso moral é intelectual del país.
Señores: nuestro disentimiento consiste en los
flnes complejos que nuestros adversarios atribu-
yen al Estado, y el fin restringido á que nosotros
lo aplicamos, como organización del poder público
encargado de regular la acción del hombre social.
Este disentimiento ajita al mundo civilizado y lo
conmueve en sus fundamentos políticos, produ*
SECCIÓN POLÍTICA — bbpública de chilb
49
oiendo dos tendencias bien oaracteriEadas, de
clara 7 distinta fisonomia.
La una tendencia, de {ndole reUgriosa, sojuzga
al Estado, imponiéndole su fé, manteniendo pri-
vilegios, cargas y escepoiones, qne emanan de la
ñatnraleía propia de la idea religiosa. La otra,
de índole puramente humana, civil, tiende á limi-
tar la aooion del Estado, en sus formas mas sim-
ples, encargándole de garantir la propiedad y la
libertad.
Asf, señores, mientras una tendencia anhela
los favores del Estado para invadir ó restringir
la libertad, la otra busca en el Estadd el amparo
de una libertad sin restricciones, igual para todos,
de una libertad que en la ley y en los actos cor-
responda á la noción del derecho.
Estas tendencias políticas son de carácter
general, afectan al movimiento universal del
progreso humano, engpendrando corrientes de opi-
nión que se contradicen, antagonismo de intere-
ses, partidos políticos que luchan activamente
por influir en los destinos del mundo.
Lo8 señores conservadores, que representan
una de estas tendencias en Chile, quieren, como
todos los políticos de su escuela, dominar al país
dentro de su f é religriosa y de las prácticas de la
tradición; nosotros, los liberales, queremos, como
lo he dicho ya, el dominio del derecho fundado
en la raaon pública, y desarrollado sobre la mas
amplia libertad individual y sobre la mas com-
pleta igualdad civil.
Son estas intenciones y estas tendencias las
qne provocan esta viva discusión, la lucha en que
estamos emi>eñado8. Noble y legrítima lucha, sin
duda, porque arranca su origen de nuestro amor
á la verdad y de nuestra mutua consagración á
la prosperidad y al engrandecimiento público.
Los liberales sostenemos, como acabo de decir-
lo, que el Estado es la organización del poder
publico encargado de garantir la propiedad y la
libertad.
Apliquemos el principio al proyecto de ley que
nos ocupa.
La propiedad es sagrada, pues ella sirve de
base al bienestar y á la actividad del hombre. Y
la libertad es igualmente sagrada, porque ella
interesa necesariamente al desarrollo moral é
intelectual del individuo.
Prevalecen así, dos ideas capitales : la propiedad
y la libertad.
Sabemos muy bien que la propiedad es mate-
rial é intelectual. La ley de cementerios no tiene
relación con la propiedad intelectual. Y en cuan-
to á la propiedad material, al dominio que se
atribuye á la iglesia, ya probaré muy luego cémo
la ley no vulnera derecho algruno legítimo, y
asegura, por el contrario, la acción legal de aque*
líos que en nombre de la autoridad eclesiástica
pretenden la absoluta propiedad de los oemMite*
ríos del Estado.
Conformándonos con nuestra teoría, y llenan-
do nuestros deberes de legisladores, no solo debe-
mos asegurar la propiedad, pues tenemos el deber
estríete de garantir la libertad. Ella se refiere
sustancialmente al pensamiento y abraza sus
naturales manifestaciones. Luego debemos con-
firmar en nuestras leyes la libertad del pensa-
miento en la palabra, verbo de la idea, y espresion
la mas alta de las concepciones de la inteligencia.
El pensamiento, señores, sea individual ó colec-
tivo, no puede producirse ni vivir en el Estado,
sino á condición de que exista la mas completa
libertad:
1° En la palabra hablada;
2^ En la palabra escríta;
3*> En la palabra profesada.
La palabra hablada principia en la familia y
crea la necesidad de la libertad individual ; con-
tinua en varías familias ó en sus relaciones
particulares y crea la necesidad de la libertad
civil; y termina en la colectividad de los ciuda-
danos creando la necesidad de la libertad polí-
tica.
La palabra escríta, sea en el folleto, en el
libro ó en el diarío, crea la necesidad de la li-
bertad de la prensa, este agente poderoso de la
actividad general, esta fuerza eléctríca, sin duda
la mas útil y provechosa del progreso moderno.
Y por último, la palabra profesada, que naoe
de los sentimientos de la fé, de las relaciones
del hombre con Dios, de la esperanza en la vida
futura, crea la necesidad de la libertad de con-
ciencia.
La presente ley no tiene relación con la liber-
tad de la palabra hablada y escríta, pues la tie-
ne íntima y considerable con la libertad de la
palabra profesada, 6 sea la libertad de conciencia.
Evitemos todo equívoco. jQué debemos en-
tender por libertad de conciencia? No otra
cosa, á mi juicio, que la facultad de dirígirse á
Dios, de servirle segpun la fé, y de tríbutarle
culto.
50
AMÉRICA LITERARIA
Esta facultad es interna y extema. Como la
interna se refiere á relaciones de carácter pura-
mente moral ó intelectual, no cae bajo la acción
de la ley positiva humana.
La facultad extema puede ser privada 6 pú-
blica. Ocupándonos de cementerios públicos,
debemos discurrir con prescindencia de todo
aquello que se refiere al cuitó privado.
Es indudable que en los cementerios se prac-
tican públicamente ceremonias religiosas, que
la ley debe amparar permitiendo su libre mani-
festación.
Es a^dmismo evidente que en los cementerios
públicos no es posible autorizar la inhumación
de los cadáveres con las ceremonias religiosas
de un solo culto, pues ello ofendería á todos
aquellos que no lo profesen. Luego, para que
haya perfecta libertad de conciencia en los ce-
méntenos del Estado, es menester que cada uno
pueda descender á la tumba con las preces y
con las prácticas religiosas de su fé, de su con-
ciencia.
T bien, señores, ¿la libertad de conciencia que
sostienen nuestros advérsanos es acaso la misma
libertad de conciencia que nosotros defendemos?
Parece que la libertad de conciencia de sus
señorías es parcial, esclusiva, para los católicos;
al paso que la nuestra es absoluta, para todos,
y esto por razón de verdad política y de sana
lógica.
Porque al fin, ¿qué es la L'bertad y en qué
consiste P Nuestros adversaríos lo saben muy
bien: es el conjunto de cualidades en virtud de
las cuales el derecho de cada uno puede coexis-
tir en el derecho de todos.
Ahora bien : la f é religiosa, las relaciones
del hombre con Dios, ¿suponen el derecho de
tríbutarle culto P Esto es indudable.
No ha existido pueblo, sociedad ó individuo,
que no sienta en su alma esta necesidad que
procede de la inmortalidad del espíritu, de la
idea de la vida futura, de la afirmación de Dios.
Luego el derecho de adorar á Dios y de tríbu-
tarle culto es un derecho imprescríptible, eterno,
que se funda en nuestra naturaleza y en senti-
mientos de carácter universal.
Mas no todos los pueblos, ni todos los hom-
bres, ni todos los chilenos, tríbutan culto á
Dios del mismo modo. No ha habido antes ver-
dadera unidad de creencias, ni la habrá jamás.
Luego no practicando todos los chilenos un
mismo culto, una misma f é, y teniendo todos un
mismo derecho para dirígrirse á Dios y tríbu-
tarle culto, es claro que este derecho no puede
existir de un modo parcial, esclusivo para los
unos y de esclusion para los otros; luego, es
necesarío que el derecho de cada uno pueda
coexistir en el derecho de todos, porque sólo así
el derecho será perfecto, y porque sólo así habr¿
la libertad de conciencia que sirve de funda-
mento al proyecto que debatimos.
No olviden nuestros adversaríos que el dere-
cho único y esclusivo de la verdad católica»
puede ser una doctrina de la Iglesia; pero no
olviden también que las necesidades de los
tiempos, la diversidad de opiniones, de creencias,
de sentimientos y aun de intereses, hacen nece-
saría la tolerancia que el legislador, aun siendo
católico, y aun sosteniendo la verdad católica»
debe aplicar políticamente para consag^rar el
derecho de todos, sobre bases de verdadera liber-
tad. Y esto porque si la libertad de conciencia
no permite que se oprima a la f é católica en
nombre de otra religión ó del libre pensamiento,
tampoco permite que en nombre de la Iglesia se
opríma á los que no piensan como ella, á los
que, creyendo en la vida futura, no creen sin
embargo que por solo el camino del catolicismo
se sube hasta Dios.
Hé aquí, señores, nuestra libertad de con-
ciencia.
La invocamos para todos, para los católicos
en primer lugar, y para aquellos que, no siendo
católicos, tienen no obstante los favores con que
á todos protege la ley común.
Esta es nuestra fé política, y este el críterío
que aplicamos á la ley de cementeríos, que tan
viva discusión produce en la opinión y en el
seno del Congreso.
José Manuel Balmacsda.
Polltleo, OnMlor 7 Dlplomátíoo.
Santiago de Chüe, 1877.
(Del discorso de apertura de la Exposidon Intemaeional
de Chile— Setiembre 16 de 1876.)
El progreso debe marchar paralelo con todas
las manifestaciones de la actividad, y solamen-
te así puede corresponder á una civilización
completa. Si el libre movimiento de los intere-
ses industriales en Chile ha aumentado la ríque-
SECCIÓN POLÍTICA — república db ouilb
51
la nacional y el bienestar del pueblo, también
ha ensanobado los borízontes intelectuales y
morales; y es lógico que, al tratar de conocer el
ponto á qne bemos llegado, nos presentemos on
cnadro general de todo el desarrollo. No podría-
mos apreciar de otro modo la importancia de las
necesidades ni el valor de las fuerzas que nos
harán marchar «delante. Y es necesario que
marchemos, porque necesitamos rehacer nuestra
Tida, adecuando nuestro pasado social á la civi-
liíacion moderna, mediante la paz y el progreso
que en ella se multipUca, y que presta á las
instituciones democráticas una base sólida. En
la paz prospera el trabajo y se aprende el cum-
plimiento del deber, premisas que llevan ú los
pueblos al pleno goce de sus derechos.
Federico Errázuriz.
Hombrt «U Bafeado. «(«PrealdmiU (U la Eepúblim.
(Del Mennije diri^do al Congreso Naoioxial en lo de
Junio de 1877.)
En el año que ha transcurrido ha dado nuestro
pueblo la prueba mas elocuente de los progresos
que ha hecho en la práctica de las instituciones
republicanas. Pasada la excitación que ocasionó
la renovación de todos los poderes constituciona-
les, los ciudadanos volvieron á sus ocupaciones
ordinarias, sin llevar en el corazón ningún resen-
timiento por las divisiones pasadas, y persuadidos
de que cada uno, en la conducta observada, habia
obedecido á sus convicciones.
Esta disposición general de los ánimos ha faci-
litado la marcha del gobierno y este ha podido
dedicarse á la misión de ejecutar las leyes y diri-
gir la administración pública sin ver turbada su
acción por el espíritu de partido.
Los progresos con tanta facilidad realizados
deben servimos de estímulo para continuar la
obra de regeneración que desde el establecimiento
de la república viene persiguiendo nuestro país.
Si las reformas inconsultas ó violentas son causa
ordinaria de conflictos, las que aconta ja la ezps-
riencia y se realizan deipuas de una libre y razo-
nada discusión, estrechan los lazos qua unen á los
ciudadanos y afianzan los intereses legítimos de
la nación.
I
Somitiago d$ CMU, 1877.
Aníbal Pinto.
PreaidenU de le Bepúblloe.
FRAGMENTO
No habia paises peor preparados para la repú-
blica que las colonias españolas. Por las venas de
sus moradores corría la sangre del pueblo maa
monárquico de la Europa, de un pueblo que profe-
sa idolatría á sus reyes, de un pueblo que tal vez
ha hecho mas sacrificios para defender el absolu-
tismo de sus soberanos, que otros para conquis-
tar la libertad. La educación del coloniaje habia
robustecido, en lugar de combatirlas, esas ten-
dencias de raza. El gobierno mas despótico y
arbitrarío habia creado en el Nuevo Mundo
costumbres é ideas favorables á la forma monár-
quica. Así, los americanos, por su origen, por «I
atraso de su civilización, por sus hábitos, parecían
predestinados á darse un nuevo amo en el momen-
to de renegar á la España como á dura y desapia-
dada madrastra.
Sin embargo, la revolución de 1810, en vea
de dos 6 tres monarquías, como algunos lo
aguardaban, crea en América diez ú once repú-
blicas.
¿ Por qué, señores ?
Durante aquella época memorable, no faltan
los partidarios de esa forma de gobierno. Ese
sistema cuenta con hombres de ciencia y con
hombres de espada, con hombres que ponen á su
servicio todo el prestijio del saber, todas las
intrigas de la diplomacia, con hombres que poseen
la fuerza, que mandan ejércitos! La mayoría de
los crioUos está educada para la tiranía, está
habituada al servilismo. ¿Cómo es entonces que
no triunfa ese sistema?
La razón es muy sencilla.
Eso depende de que, por mas que los buscan,
no encuentran en ning^una parte ni monarca que
sentar sobre el trono, ni nobles que compongran
su corte. Todos los americanos se consideran
iguales entre sí, se consideran iguales á los
europeos, iguales á todos los hombres. Nadie cree
en las castas; nadie admite la predestinación de
ciertas familias y de ciertos individuos para el
mando. Cuando en una sociedad hay tAles convic-
ciones, no puede colocarse á una sola persona
bajo el solio; es preciso que todos los ciudadanos
se coloquen á su sombra. El pueblo es el único
soberano posible.
Hé ahí el motivo que impidió, que impedirá
siempre en América, el establecimiento de monar-
quías ó de oosas que se les parezcan.
52
AMÉBICA LITEBABIÁ
Estimándose todos iguales, liay machos que se
oreen oon derecho de aspirar al honor de dirigir
BU nación. Con semejante conyencimiento, la
reyeoía y ooalqmer otro gobierno de por vida,
■on una quimera, nn absurdo.
Para qae no quedara la menor duda sobre esta
▼erdad, qniso Dios qne desde el principio de
nuestra revelación se intentara sin fruto y sin
eonsecuencias saludabled el ensayo de las dos
combinaciones conocidas de esa forma de gobier-
no, y que tuvieran por padrinos á los dos hombres
mas eminentes de la independencia, á los dos
héroes mas ilustres de la América moderna.
Bolívar y San Martin no eran republicanos.
El primero trabajó por constituir en las colonias
emancipadas presidencias vitalicias, creadas en
favor de los jefes militares que mas hablan sobre-
salido en la guerra contra la metrópoli; es decir,
en provecho suyo. El segundo deseó fundar
monarquías constitucionales con príncipes traí-
dos de las dinastías europeas. El uno se lisonjeó
de improvisar reyes por la gracia de la victoria,
y buscó sus títulos en los grandes servicios pres-
tados á la patria: el otro procuró continuar en el
nuevo mundo y en el siglo diez y nueve, los reyes
por la gracia de Dios, y buscó un apoyo á sus
tronos en el principio gastado de la l^itimidad,
lios dos quedaron burlados en sus planes, y los
dos llevaron á la tumba, como justo castigo de su
error, el pesar de un triste desengaño.
El sistema de San Martin, menos ambicioso,
pero mas quimérico que el de su émulo, no fué
•inó el pensamiento, el sueño de ciertos políticos
que, como sucede á veces, por ser demasiado previ-
sores, demasiado sabios, no supieron apreciar
oonvenientemente la marcha de la revolución y el
tetado de las ideas. Notaron las dificultades que
ee ofrecían para que la América fuera republica-
na, y no vieron que las habia mayores para que
fuese monárquica. Ese falso juicio los precipitó
en una orasa equivocación. La esperiencia no
tardó en dar á sus ilusiones un completo desmen-
tido. Así es que la historia de esos proyectos
monárquicos está reducida á unas cuantas nego-
eiaoiones estériles. Todo el ]K)der de los soberanos
europeos que los fomentaban, todo el genio de
Chateaubriand que los patrocinaba, no alcanzaron
á hacerlos triunfar.
El gobierno de Buenos Aires ofreció la corona
primero al infante D. Francisco de Paula, hijo
de Carlos lY, y en seguida á un príncipe de Luoa:
después de varias notas cambiadas y de algunas
estipulaciones, uno y otro rehusaron el regalo.
Entre tantos vastagos de sangre real, sin
patrimonio, no se presentó uno solo que quisiera
admitir el obsequio de un reino !
Es que la donación no era gratuita; es que eee
reino tenian que conquistarlo á la oábesa de un
ejército; es que para empuñar el cetro que ee lee
prometía, necesitaban sostener una guerra larga,
sangrienta, de resultados mas que dudosos para
el príncipe aventurero que lo pretendiese.
¿De dónde sacaba ese ejército? ¿de dónde
desenterraba los millones que habia menester
para la empresa? ¿dónde encontraba los hombres
que hablan de formar su cortejo?
Ese monarca que, á despecho de las cosas, se
trataba de improvisar, ó era un Borbon, ó se
escogía entre las demás familias reales del Yiejo
Mundo. En el primer caso, ¿ cómo hablan jamás
los criollos de doblar la rodilla ante uno de los
miembros de esa dinastía que detestaban, contra
la cual hablan combatido á costa de tantos sacrifi-
cios, que hablan vencido en los campos de batalla?
En el segundo caso, ¿ cómo hablan de obedecer á
unp ríncipe extranjero, cuyo idioma no entende-
rían, que profesaría tal vez una religfion distinta,
que no tendría con ellos ning^una de las relacio-
nes que ligan á los hombres?
Se presta á Bolívar una frase espirítual que
envuelve la crítica, mas completa de semejante
sistema. uJJn rey europeo en Améríca, deoia el
fundador de Colombia, será el rey de las ranas «.
Efectivamente, un monarca como lo concebía San
Martin, no habría podido gobernar, porque no
habría hallado subditos que le respetasen. La
duración de su reinado se habría contado por
meses y no por años.
Pero si este plan era irrealizable, el de Bolívar
lo era poco menos. ¿ Quién seria el presidente
vitalicio entre tantos jefes de un méríto poco
más ó menos igual, ambiciosos, llenos de un noble
orgullo por sus servicios, que no estaban dispues-
tos por ningim pienso á reconocer superíoresP
Si alguien lo hubiera merecido, habría sido
Bolívar, el primer guerrero amerícano, el liber-
tador de cinco repúblicas. Bolívar lo intentó;
pero su pronta calda suministró una prueba irre-
cusable de la vanidad de sus proyectos. Ese grande
hombre, cuyas sienes rodeaba una tan brillante
aureola de gloría, fué á morír oscura y misera-
blemente en un destierro, olvidado de sus anií-
SECCIÓN POLÍTICA— REPÚBLICA de chile
53
gaos compañeros de armas, maldecido quizás por
los pueblos mismos que habia emancipado, ;él,
qne había soñado para s{ la dominación de toda
la América del Sud! T^todavía en sus últimos
momentos pudo mny bien dar gracias al cielo de
que no se hubiera cambiado en un cadalso el trono
que habia ambicionado.
Lo que BolÍTar no consignó, ¿quién lo conse-
gruiríaP
Frescos están los ejemplos de las espantosas
oaidas que han dado cuantos después han tenido
la pretensión de imitarle. La triste suerte que
han corrido todos esos ambiciosos imprevisores j
▼iflionarios, debe ser un escarmiento para los que
participen de sus ideas. La desgracia que los ha
seguido en sus empresas, como el remordimiento
al culpable, debe infundirles el convencimiento
de que en América las dictaduras, las presiden-
cias vitalicias, son imposibles.
Los semi-dioses no son de este tiempo.
Desde que el mérito personal, j no la casuali-
dad del nacimiento, es el título legítimo para
obtener los honores j las dignidades, hay muchos
que se creen con derecho de alcanzarlos, y esos
no tolerarán nunca que otro, quien quiera que
sea, se los arrebate para siempre.
En esta época el monopolio del poder no pue-
de ser duradero. La creencia en la igualdad de
todos los hombres trae consigo la participación
de todos, según sus capacidades y virtudes, en el
gobierno de las sociedades. Ni la monarquía
hereditaria, ni la monarquía electiva 6 presiden-
cia vitalicia cumplen con esa condición. Esas dos
f<»mas de gobierno tienen por base el privilegio,
la esclusion. Es eso lo que las condena, lo que
hace de ellas un anacronismo en el siglo xix, lo
que las convierte, para la América sobre todo,
en un plagio' impracticable.
He dicho mas arriba que Bolívar habia resu-
mido'en una corta frase la crítica del sistema
propuesto por San Martin. Este último le pagó
la deuda, y le criticó el suyo con otra frase mas
pintoresca y no menos profunda : u'No podremos
nunca, decia San Martin, hablando de las dicta,
doras soñadas por Bolívar, obedecer como á sobe-
rano á un individuo con quien habremos fumado
nuestro cigarro en el campamento /^ Este pensa-
miento, trivial en su espresion, comprensivo en su
significado, envuelve una verdad incontestable.
Laesperiencia ha probado con hechos toda la exac-
titud y todo el alcance de esa sagaz observación*
Bolívar y San Martin, el uno con su proyecto
de monarquías exóticas, el otro con su plan de
presidencias vitalicias, se equivocaban grande-
mente. La América no podia, no puede ser sino
republicana.
El gran Washington, mas hábil, mas moral
que San Martin y que Bolívar, lo comprendió
así, iluminado por.su admirable buen sentido, y
guiado por la austeridad de su conciencia. Si
alguien en un pueblo moderno hubiera contado
con probabilidades de ser rey, habría sido ese
santo de la demacrocia, ese guerrero esforzado,
ese varón respetable que habia conducido sus
compatriotas á la gloria y á la libertad. Si
alguien hubiera podido alegur títulos para man-
dar perpetuamente, habria sido por cierto ese
hombre sobre cuya tumba se pronunciaron por
oración fúnebre estas palabras, que seguramente
merecía: ^Ha sido el primero en la guerra, el
primero en la paz, el primero en el amor de sus
conciudadanos '^ Sin embargo, Washing^ton, que
disponía de tantos recursos para sostenerse, reci-
bió con horror y desechó con indignación la
propuesta que le hizo su ejército de proclamarle
rey. Habria mirado, su admisión no solo como un
crimen de lesa-pátria, sino también como una
torpeza política. La verdad es que Washigton
mismo no se habria sostenido sobre un trono.
Miguel Luis Amunátsgui.
Hombre de Eetado é Hletorlador.
LECCIONES DE POLÍTICA POSITIVA
(Sección quinta, párrafo ix)
La libertad individual es en la práctica la
primera víctima de los resabios del antiguo
régimen. Esta libertad es compleja, porque
consiste en el uso de varios derechos, cada uno
de los cuales dá nombre á una libertad. Todas
estas libertades constituyen la personalidad hu-
mana. Sin ellas, ó sin una parte de ellas, el
hombre deja de ser lo que la naturaleza quiere
que sea, pierde su integridad y su dignidad, y
de consiguiente su vida se limita y reduce en su
intensidad y desarrollo.
54
AMÉRICA LITERARIA
El primer derecho que se comprende en la
libertad individual es el de disponer de nuestra
persona para estar, ir y venir en donde quiera
y entregamos á cualquiera ocupación, sin ser
estorbados, impedidos ó insultados por nadie.
Esta es la libertad personal, que no puede existir
completa, si la ley no la garantiza, fijando con
claridad y precisión los caso§ ie delito positivo y
no imaginario, y la forma en que uno puede ser
arrestado mientras sea necesario para asegurar
su responsabilidad, por orden de magistrados
autorizados y responsables ante la ley.
El segundo derecho es el que tenemos para
usar de nuestra inteligencia, segfun nuestro libre
albedrío, y con toda la amplitud con que usamos
de la luz, del aire, del calor, porque el goce de
la inteligencia, como el de todos estos dones co-
munes, admite hasta lo infinito la concurrencia
de todos, sin peligro de estorbos ni conflictos.
Este derecho comprende el de pensar y de opi-
nar, el de creer y practicar un culto, el de ense-
ñar, y, por consiguiente, el de completar nuestro
pensamiento por medio de la palabra escrita 6
hablada. Esto es lo que se llama el dogma del
libre examen que hasta ahora solo es garantizado
y practicado en los pueblos de origen británico.
El derecho de pensar 6 de juzgar, el de tener
una creencia religiosa y practicar libremente su
culto, el de enseñar y comunicar por medio de
la palabra lo que tenemos por verdadero, cons-
tituyen de tal modo nuestra individualidad, que
si los enagenáramos, ó si la ley, el poder público,
ó la mayoría de la sociedad, á título de mayoría,
nos pusieran límites en su uso, 6 se arrogasen
la facultad de dirigimos imponiéndonos un juicio,
una creencia, un culto, una enseñanza, una ver-
dad, no podríamos desarrollar libremente nuestra
personalidad, y estaríamos sometidos á la mas
injustificable esclavitud. Ni la ley, ni la socie-
dad pueden imponemos la abdicación de nuestra
inteligencia, que cada uno de nosotros puede apH-
oar con toda independencia, sin peligro de aten-
tar contra la libertad de los demás.
El tercer derecho que comprende la libertad
individual es el de aplicar nuestras fuerzas al
trabajo que creamos conveniente, y de hacemos
dueños absolutos de los bienes que adquiramos
por esta aplicación, por contratos 6 por sucesión
hereditaria, sin que la sociedad ni la ley, el poder
público ni los demás individuos, puedan ponemos
obstáculos, mientras respetemos en nuestros se-
mejantes un derecho igual á la aplicación de su
trabajo y á la disposición de sus propiedades.
El cuarto derecho es el de reunión y asociación,
consecuencia indispen%able de los derechos enu-
merados ya, pues el hombre no puede usar com-
pletamente de ellos si no tiene el derecho de
asociarse para hacer, en unión de otros, lo que
cada cual puede hacer personalmente. Sobre todo,
la libertad de pensamiento, la de trabajo y de
comercio serian nulas, ó por lo menos limitadas,
si los hombres no tuvieran el derecho de reunirse
para practicar una creencia, para comunicarse
sus sentimientos, sus ideas, sus opiniones y dis-
cutirlos, 6 enseñarlos, 6 tomar resoluciones de
interés colectivo, y si no pudieran asociarse para
hacer un trabajo en común 6 practicar cualquier
arreglo de interés.
Finalmente, y como complemento de todos los
derechos de la libertad individual, el hombre tie-
ne el de exigir la igualdad de todos ante la ley*
Esta es la igualdad de derechos, condición indis-
pensable de la libertad individual, pues ella no
puede existir en el orden social ni en el polítioo,
si todos no tienen un mismo derecho al goce de
su vida, al desarrollo de sus facultades, al uso da
sus derechos civiles y políticos, y, en fin, á que no
haya exenciones ni privilegios que escluyan a los
unos de lo que se concede á los demás en las
mismas circunstancias.
Estas son las leyes universales de la natura-
leza humana que reglan el modo de proceder de
las fuerzas del hombre y de la sociedad pan
alcanzar su fin, que es el desarrollo de la vida en
toda su intensidad. Mas para no deducir de ellss
una teoría abstracta que fracasaría en la prHotica,
pasemos en revista los sentimientos y los hábitos
que en la sociedad moderna se oponen ni cumpli-
miento de aquellas leyes ; y así tendremos la ver-
dadera teoría política, que en estos casos consiste
en reconocer cuáles son los hechos cuya evolución
deben favorecer los pueblos y sus directores, y
cuáles son aquellos que deben contrariar, ó, si ••
posible, sofocar en su nacimiento.
Josa YlCTOBINO LA.8TABBIA.
Hombrt d« Bftado f PabUeUta.
Santiago de ChiUt 1875.
SECCIÓN POLÍTICA— BBPÍBLicA de chile
55
VIVIR EN LA PATRIA LIBRE
8e ha olyidado la solidaridad sublime que existe
entre la libertad de la patria y la libertad del
hombre.
La verdadera noción de la patria envuelve la
idea de sn dignidad, y no hay dignidad posible sin
la seguridad del derecho, sin la práctica de la
soberanía, sin la propiedad absoluta de su terri-
torio, sin la inviolabilidad de sus fronteras físicas
que forman el honor nacional, y sin la inviola-
bilidad de las fronteras morales que es la inde-
pendencia del hombre y la libertad del ciudadano.
El hombre que se separa, que se aisla en su
egoísmo, vive fuera de la patria; es una planta de
su territorio que respira su aire, absorbe la vita-
lidad de la tierra y de su cielo, pero no es el
miembro de la sociedad, no es la personalidad
humana.
£1 honor del ciudadano es solidario del honor de
la patria. La responsabilidad del hombre es tam-
bién solidaria de su gobierno. El deshonor social
recae sobre todos. Hé ahí por qué la invasión debe
ser combatida hasta estinguirla ó hasta la muerte
del último hombre. Hé . ahí también por qué el
despotismo, que es la invasión del fratricida, debe
ser combatido hasta la muerte, porque infama á
todo el que se somete. Hé ahí, por fin, por qué la
humanidad ha honrado á los proscritos por la
tí rutila^,
De otro modo los pueblos que doblan la cerviz
4 BUS gobiernos son cómplices de todos sus crí-
menes, de las guerras, de las invasiones, de todas
las violaciones del derecho. Es por eso que los
que se llaman inocentes sufren las calamidades
de la venganza y de la indiferencia, porque esos
inocentes son cómplices con su cobardía é indife-
rencia.
La vida completa del derecho no puede existir
sino con la libertad de la patria. El honor del
ciudadano no puede existir sino con el honor de
la patria, y hay deshonra donde quiera que haya
tiranía. Así lo creyó Catón. La vida para él era
la libertad de Boma.
César vencedor, la vida habia cesado para
Catón. Hé ahí una concepción sublime de la
solidaridad de la patria y del hombre, de la liber-
tad, del honor de la República y de la libertad
y del honor del ciudadano.
Es así como después de muerto, se merece estas
palabras en boca del enemigo vencedor, de Marco
Antonio delante del cadáver de M. Bruto:
His life waa gentU, and the elementa
So min'd in him, th t natura m ght stand np.
And saj to all the world, *ThÍ8 waa á man'.
¿Qué importa el éxito? ¿No es la verdadera
ciudad vivir, servir y morir por el ideal de la
'vida de los héroes?
Y tú mundo, tú humanidad que pasas despre-
ciando, olvidando y no comprendiendo á los que
han honrado el título de hombre, cuanto no
debes á tus mártires, á los que has vilipendiado
ó crucificado?
¿ Quién te ha abierto el cráneo á la luz, quién
te arrebata los temores del diluvio, quién levan-
ta tu frente humillada por los sacerdocios, por
los reyes ó por los ricos injustos; quién te dá la
posesión del mundo, las riquezas de la creación,
los elementos del arte, la elevación del alma, la
verdadera noción de Dios, de la ley y del destino,
la regla de las sociedades, la tranquilidad en el
goce de tus derechos y las esperanzas de la fé y
del corazón sublimado, quién, sino esa serie de
mártires, de héroes, de genios cuyos nombres
ignoras ó cuyos recuerdos te atosigan, porque
la gratitud es un peso para las almas peque-
ñas?
Triste es que la mayoría se doblegue, pero
eso mismo prueba la necesidad del héroe, la ini-
ciación del sacrificio.
Francisco Bilbao.
PoblIcUta.
FAZ ACTUAL DE LA DEMOCRACIA
A medida que los pueblos se alejan de las
leyes morales, pierden el dominio de sus intere-
ses y el goce de sus derechos.
La democracia no ha existido ni ha progre-
sado sino al amparo del sentimiento de la inmor-
talidad.
La lucha que agita á la humanidad pone en
gran peligro la libertad de los hombres; porque
las fuerzas que impulsan á los amigos de ella
están combatidas por otras fuerzas mas resis-
tentes y que se desenvuelven con mayor rapi-
dez.
56
AMÉRICA LITERARIA
El progreso material é inteleotnal qae oarao-
teriza al dglo en que nos enoontramos, no tiene
una dirección moral. Las ideas que han plan-
teado el problema de la democracia, tienen qne
decidir de antemano onál de las escnelas reinan-
tes ha de qnedar dominando la conciencia hu-
mana.
Los que sostienen la limitación de la vida del
hombre á la duración del organismo, aranzan á
grandes pasos abatiendo la causa de la inmor-
talidad del ser que piensa.
De allí el que la moral se encuentre en desni-
vel con la inteligencia.
El materialismo es hoy dia una irrupción que
mata las aspiraciones de la humanidad; se des-
borda sobre las creencias religiosas, Ticia las
nociones políticas j gangrena hasta el senti-
miento cívico. Ha penetrado en la educación,
ha envenenado la desgracia de los desgraciados,
ha roto los vínculos de la familia j ha llegado
á connaturalizamos con la corrupción.
Cuando se alcanza el convencimiento, por
esfuerzos de la inteligencia, que el hombre pier-
da la conciencia de lo eterno, se consigue limitar
las aspiraciones á las satisfacciones de las nece-
sidades sensuales.
La última espresion de esa civilización tiene
que ser la anonadación del alma individual, que
viene á ser á la vez la muerte del alma de un
pueblo.
Si desatamos los vínculos que nos unen á las
leyes reguladoras de la conciencia, habremos
encontrado la esplicacion del desborde de las
sociedades que buscan en el refinamiento del
sensualismo el ideal de la existencia.
¿ Para qué sirve la libertad cuando no se le
acuerda en el drama de la vida otro papel que
el de agente utilitario P
El desnivel en que se encuentran los pue-
blos, entre su moralidad y su progreso intelec-
tual, es el mas grande de los peligros que corre
la democracia americana. Hay que grabar con
letras de fuego en el corazón de las razas viriles
que no hay democracia donde no hay virtudes.
El primer albor de la libertad no fué por
cierto en los horizontes dorados de los pueblos
prostituidos del Oriente. Surgfió en un pedazo
de tierra que se Uamó Grecia, cuna de la filoso-
fía que aun nos irradia, de la política democrá-
tica, sirviendo de enseñanza al heroísmo y de
escuela de amor á la patria, á lo bello, al arte,
á la poesía. El dia en que la Grecia se oorrompié
y fué el escenario del escándalo, como antes
habia sido el espectáculo edificante de la reha-
bilitación del hombre, ese dia perdió hasta sa
independencia.
La democracia de Norte-América no fué sino
el fruto de las virtudes de los colonos que huiaa
de la vieja corrupción europea, en busca de una
tierra en donde poder comunicar libremente 'con
la eternidad.
¿Ha habido algo de comparable á la vida
iibre de esa nación, durante reinó el espíritu
moral y religioso de sus fundadores? Desde
que aUí se ha perdido ese espíritu, ha venido el
desnivel entre el progreso intelectual con el
sentimiento moral, y la caida de las creencias
puritanas que levantaron á esa colosal sociedad
como el fuego de las entrañas de la tierra levan-
tó las montañas, ha puesto en peligro la demo-
cracia, llenando de serios temores á sus estadis-
tas.
La democracia de las repúblicas que antes
fueron ^colonias de España, tuvo su punto de
partida en el alma moral, pero á la vei enferma
por las creencias que dominaban á nuestros
antepasados.
Si á aquella generación se le hubiese dicho
que no habia otra existencia que la determinada
por la circulación de la sangre; que nada habia
fuera de los goces de la edad; que la gloria aca-
baba donde concluye de latir el corazón, es posi-
ble su]K)ner que no habríamos tenido héroes y
que, entregados á la conservación del cuerpo, en
vez de haber combatido durante veinte años por
la libertad, habríanse contentado con trabajar
por sus conveniencias personales.
El sentimiento democrático no estaba en ar-
monía con la ilustración del pueblo. La pugna
de ese sentimiento con la ignorancia en que
encontró á las sociedades emancipadas, fué la
causa de los ensayos y de la desorg^anizacion
en que se ha pasado una gran parte de la exis-
tencia independiente.
A pesar de esa lucha constante, la ilustración
hacia camino; pero á la vez se desarrollaba el
germen del sentimiento utilitario, que inoculaba
en el organismo joven el virus de la desmorali-
zación, creciendo á medida que las necesidades
materiales se sobreponían á las morales.
La democracia ha participado de las manifes-
taciones que revelaban el tránsito de las ideas,
SECCIÓN POLÍTICA— REPÚBLICA de chile
67
llegando unas veces á revestir en sus adelantos
la espresion mas acabada del progreso de la
ciencia política, como en otras el desconocimien-
to de la misma soberanía popular.
Alternando entre las dictaduras y los gobier-
nos libres, ensayando sistemas y teorías, al fin
se han llegado á establecer las organizaciones de
estos pueblos, al amparo de los mas avanzados
principios.
Cuando estas sociedades llegaron al período
de la conciencia de la ley, se encontraron con el
desnivel en que quedaba la moral, en relación al
adelanto intelectual.
Habiase perdido la base moral que diera naci-
miento á la democracia en Sud América. Si en
su primera manifestación la moral estaba en
desarmonia con la ilustración, ahora resultaba
. que ésta habia avanzado, dejando en olvido á
aquella.
Si se hubiera podido hacer marchar unidas la
civilisaoion y la moral, la democracia habria
realiíado el gobierno de la leg^dad y de la
moralidad.
Desgraciadamente no ha sido asi.
£1 sentimiento utilitario, apoyado en la creen-
da de la materialidad 'de la existencia, haciendo
un camino veloi como el contagio de las epide-
mias, se sobrepuso al culto de la verdad republi-
cana. La conciencia pública perdió su punto
olqetivo, 7 la esplotacion de las grandes conquis-
tas de la libertad en las instituciones, vino á
ser el criterio de los partidos que subian al poder
6 luchaban por alcanaarlo.
Ko ha debido sorprendemos el estado deplo-
rable en que se encuentra la democracia en Amé-
rica, después que se estudian los elementos que
han agitado y agitan i estas sociedades.
Sin temor de lastimar la verdad, puede decir-
se que la democracia ha desaparecido de cada
• pueblo del continente; hecho digno de constatar-
se en castigo del régimen de la mentira que se
exhibe victorioso.
En ninguna de nuestras repúblicas se conoce
la prictioa del sufragio libre. Monopolisado por
la corrupción, en ves de la espresion de las
mayorías, se encuentra en su lugar la violencia,
el soborno, el fraude y la falsificación.
Viciado el punto de partida del gobierno
democráüoo, la democracia se mantiene como un
telón de boca., para cubrir la podredumbre que
lleva en los labios las palabras mas santas del
decálogo humano y en el corasen el sentimiento
utilitarío.
¿Qué principio, qué libertad no ha sido lleva-
do al repertorío de las leyes, y cuál de ellas no
ha sido proscrípta, borrada por los mismosjque
las tomaban como pasábante para conspirar en
contra de la democracia, buscando la protección
de sus conveniencias particulares?
En muchos pueblos ha sido el gobierno una
especulación como cualquiera otra. Es que la
conciencia encuentra un precio cuando la moral
es vencida por la materialisacion de las creen-
cias.
Despotizar á nombre de la libertad, robar á
nombre de ln honradez, monopolizar el sufragio
á nombre del derecho electoral, convertir las
administraciones en factorías á esplotar por los
correligionaríos, ha sido en unas partes la fai
real de lo que llaman democracia.
En otras se ha visto la idolatría por los cau-
dillos, que eran para las multitudes la expresión
de la ley, la encamación de la soberanía.
Pervertido el sentimiento moral, la verdad ha
llegado á ser el enemigo capital de estas demo-
cracias, que en sos ratos de espansion no ha tre-
pidado en calificar de traición el acto que levan-
taba la justicia, á despecho de la falsía y del
engaño.
Los pueblos se apegan tanto á los vicios que
contraen y por el fomento de los cuales se les
domina, que confunden el patríotismo con el cri-
men, el charlatanismo declamatorio con la auste.
ridad del republicano, y temen mas á la razón
que á la ignorancia en que vejetan.
El falso principio del sufragio universal, que
han aclamado como fundamento del gobierno
€|0mocrático, es, á no dudarlo, una de las causas
que mas dificultan la rehabilitación del principio
republicano.
Se ha creido que el sufragio es inherente al
hombre, sin exigírsele condición alguna. Las
masas, mayorías ignorantes, inconcientes y Tido-
sas, son las llamadas i ser representadas en el
poder político, venciendo á las minorías ilustra-
das y concientes.
Los que entienden por democracia el gobierno
de las mayorías bárbaras ó incapaces, debian ser
lógicos en reconocer que sus aspiraciones les
llevaban á ser gobernados por la universal igno-
rancia de las multitudes.
Pero son ellos mismos los que les niegan su
58
AMÉRICA LITERARIA
representación, defendiendo el sufragio absoluto
como recurso que les permite esplotar esa fuerza
ciegra de instrumentos, en daño de estos y en
beneficio de los falseadores de la soberanía.
En el campo de la acción electoral, el teatro
elegido para librar la batalla ha sido j es la
igfuorancia de las masas.
Quien consigne engañarlas más, dominarlas,
corromperlas y ponerlas á su servicio, ese es el
que entona cantos de victoria.
El resultado tiene que ser lógico. La demo-
cracia desaparece y deja en su lugur un sistema
de gobierno que consiste en recompensar con los
dineros del pueblo á los que trabajaran por el
triunfo de la compañía política formada con un
propósito utilitario.
Un reglen tal, que desmoraliza cada vez mas,
produce el indiferentismo, adormece, fatiga las
conciencias y acaba por entronizar la corrupción
política, fomentando la social.
Pero la corrupción social y política impone
necesidades que no pueden eludirse y para cuya
•atisfaocion no basta el engrano ni la charla.
Es entonces que se ven producirse las enfer-
medades que buscan una salida, demandando á
los gobernantes la felicidad y la abundancia que
les ofrecieron y que no han podido encontrar.
Entonces ocurren las defecciones, las transaccio-
nes que obran en las multitudes el descreimiento,
y mas de una vez la anarquía.
La habilidad de los gobiernos y partidos se
contrae en semejantes conflictos á buscar cau-
sas que impresionen á las multitudes, inventando
cuestiones que despierten el sentimiento de la
nacionalidad.
¡ Cuántas guerras nacionales no han sido orea-
das como un recurso contra la efervescencia de
los partidos internos!
La democracia en las repúblicas americanas
ha ofrecido estos dos estremos: en su nacimiento
combatía por la libertad; en su decadencia com-
bate por intereses materiales.
El espectáculo que ofrece la América del Sud
es bastante tétrico para poderlo justificar.
Con razón se ha dicho por pensadores de nues-
tros dias, que cada sociabilidad es la espresion
latente de sus dogmas.
El dogma reinante al nacer la democracia en
el suelo americano era el católico. De allí el que
viese la luz enferma y maniatada.
El dogma reinante en estos tiempos, es la incre-
dulidad alimentada por el utilitarismo. De allí el
que la conciencia política haya desaparecido y
. reemplazádosela por las conveniencias que impe-
ran á merced de las necesidadas materiales.
Si hubiera de continuarse el desarrollo de los
elementos constitutivos de las actuales democra-
cias, valdría mas pensar, como han pensado ya en
los Estados Unidos de la Améríca del Norte, en
salvar la pureza de la república adoptando como
punición la idea monárquica.
Es preferible que la verdad se estampe, á oon^
tinuar viviendo en el eng^o.
Todo el trabajo del presente tiene que din jirse
á dar fuerza á la propagranda de los pocos que bata-
llan por la revindicacion de la verdad democrática.
Manubl Bilbao.
Abogado jr PabUoUla.
Buenos Airei, 1880.
LOS EJÉRCITOS PERMANENTES
EK LAS BEPÍÍBLICAS 8ÜD-AKBBIOAKA8
Los ejércitos permanentes han causado mJales
muy serios en aquellos Estados americanos donde
han desarrollado el militarismo hasta hacerlo la
clase grobemante. Ya hemos visto reproducirse
en ellos las escenas de los pretorianos de Boma,
y ya hemos visto á los grobiemos dispensarse de
todo respeto á las voluntades de los pueblos,
segruros de la adhesión de sus soldados y fiados en
el número de estos.
Mas no por ello debemos condenar esos ejérci-
tos, menos aun el espíritu militar que educa en
la energía y dignidad, en la rectitud del carácter,
el valor y respeto profundo al deber. Es su exage-
ración la que merece ser condenada como amenaza
para una paz sólida y fecunda en el interior y en
el exterior. Pero los ejércitos permanentes que
sirvan de base para alistar y disciplinar las fuer-
zas de la nación encarg^adas de defender su honra
é integrridad territorial, son una de las necesidades
primordiales de todo país bienorg^anizado. Enton-
ces se tiene una nación de soldados y se conjuran
todos los peligros del militarismo.
Justo Abteaoa.
Santiago de ChiU, 1877.
SECCIÓN POLÍTICA— EEPÚBLicA db chile
59
El ejército de Cliile, aunque reducido en su
númerOflia contribuido poderosamente al progre-
so del país en todas sus manifestaciones.
Ha ahogado la demagogia en su cuna; y en
consecuencia el trabajo j la industria que solo se
desarrollan á la sombra del orden, encontrándose
sin trabas que la enerven, inician ya su carrera
j tomarán en el porvenir un ruelo desconocido.
Estricto observante de la disciplina, ha estado
siempre del lado de la ley y cooperado así al afian-
samiento de las libertades públicas.
A la vez que, con pesar, se vé enervado el desar-
rollo de las Bepúblicas americanas por repetidas
luchas intestinas, admira ver á Chile seguir la
senda del progreso sin que la contagie aquel mal
endémico. Ello tiene una sola explicación: la
moralidad de sus tropas.
Ese ejército que ha dado tantas glorias á su
país; que mantiene tan alto su nombre en punto
á virtudes militares, y que si la ocasión se presenta
cosechará aún nuevos laureles, es la base sobre la
cual Chile puede contar para organizar fuerzas
respetables en breve tiempo; y si es verdad que á
las buenas tropas se debe la estabilidad de los
gobiernos, el respeto de las naciones, y, por consi-
guiente, el incremento de su comercio y riqueza,
el ejército de Chile tiene conquistado el derecho
á la gratitud de su patria.
Ebásmo Escala.
GenenU, Bz-Dirootor de L» ▲eademia Militar.
Santiago de Chüe, 1877.
CHILE Y SU MARINA
Creo no equivocarme al pensar que la mayoria
de nuestros hombres públicos abriga el conven-
oimiento de que Chile, por infinidad de causas,
debe contar con sus elementos maritimos como
indispensables á su prosperidad y engprandeci-
miento.
Muy pocos son los que desconocen la poderosa
influencia que nuestra marina mercante está lla-
mada á ejercer en el desarrollo del comercio y
riqueza nacional.
¿Quién puede poner en duda que nuestra mari-
na de guerra es el baluarte de la BepúblicaP
Establecida esta verdad, se me ocourre una
idM.
Atendida nuestra situación geográfica, ¿cuál
seria el porvenir de Chile si se llegara á realizar
el pensamiento de abrir una via de comunicación
interoceánica en el Istmo de Panamá ó en sus
inmediaciones?
Es indudable que llevado á cabo esta proyecto
— que es muy posible que algún dia se realice —
Chile sufriria una depresión considerable en su
prosperidad é importancia política.
Creada aquella situación, ¿cómo conjurar •!
mal?
En mi concepto, nuestras marinas de guerra
y mercante son las llamadas á salvar al país.
Un acontecimiento tan trascendental para la
Kepública, aunque remoto todavía, debe desde
luego preocupamos; pues es necesario no olvidar
que la Europa y la América del Norte tienen
intereses muy considerables y un comercio bas-
tante activo en todo este continente, para renun-
ciar á un proyecto que es considerado practicable.
Juan Williams Rebolledo.
Oapltan de Navio (U la Marin» Nadonal.
Valparaíso, 1877.
En el centro de un hermoso paseo y entre los
de sus preclaros hijos, ostenta la Capital de Chile
el grandioso é imperecedero monumento, por la
gfratitud del pueblo chileno elevado á la memoria
del ilustre General Don José de San Martin.
El General San Martin no era chileno!
El vino, sin embargo, del otro lado de los
Andes á dar, en esta tierra agradecida, el golpe
de muerte á la amenazante dominación española,
para ir después, á la cabeza de un ejército de
chilenos y argentinos, á combatirla en el centro
mismo de su poder.
Así pensaban y obraban los héroes de la revo-
lución americana.
Para éUos no habia aquí diversas nacionalida-
des, para ellos la América entera no era mas que
una sola nación, una patria común, siempre que
se trataba de su independencia y libertad.
Si mantuviéramos vivo y activo el espíritu de
nuestros padres, \ cuánto podríamos acelerar la
prosperidad y engrandecimiento de esta vasta y
rica porción del universo!
Domina en este precioso libro el pensamiento
de la unidad de la gran familia americana, y por
60
AMÉRICA LITERARIA
eso tribntamoB á sa antor nuestros sinceros y j positivos. Y qne la' palabra de orden de todo
entusiastas aplausos. hombre de progreso sea:
— ; Fuera de las aulas la mitología profana j
religiosa!
¡Paso ¿ la ciencia que di alas á la industria!
Jo8Í Bkbnabdo Liba.
▲bogado. Profator de Práetim Fofrenwc eo la UBireraidMl
de Santlaco de Chile.
SonKoyo dé ChiU, 1877.
DuriBL Fbliú.
▲bocudo jr PerlodMa.*
Vdlparaiio, 1877.
HEMOS ERRADO EL RUMBO
La industria j la ciencia son las dos mas pode-
rosas palancas de que la civilisacion moderna se
Tale para operar verdaderas maravillas.
La ciencia y la industria están removiendo y
concluirán por arrojar muy lejos las moles in-
mensas del vicio, de la ignorancia, de las preo-
cupaciones
Por medio de la industria, el hombre hace
suyas todas las fuersas de la naturaleza y dá
útil empleo á los productos mas insig^nificantes
de la tierra.
Por medio de la ciencia, la industria perfec-
ciona cada dia sus procedimientos, y ambas f uer-
las reunidas han elevado al hombre á la sublime
categoría de creador.
Sin ciencia, sin industria, ¿ qué vale hoy un
pueblo P
Con ellas todo lo tendremos.
Sin ellas no existirían ni telégrafos, ni ferro-
carriles, ni vapores, ni imprentas...
Pero no eran leguleyos, ni teólogos, ni siquie-
ra bachilleres los que idearon esos y otros gran-
des inventos, que hoy nos son familiares y que
habrían asombrado en épocas recien pasadas.
T, sin embargo, son bachilleres, teólogos 6
leguleyos los que la Améríca latina forma en
sus oolejios, con el vicioso sistema de enseñanza
que hoy impera.
Estadistas amerícanos :
Si queréis que Améríca sea próspera y flore-
ciente, rectificad el rumbo dado á la instrucción.
Qne cese la era de las palabras contradiotorías
que solo reposan en la autoridad de uno 6 de
muchos hombres, y que empiece de una vez el
imperio de los hechos fundados en la observa-
ción y la experiencia. Que las sofisterías de una
estéril metafísica cedan su lugar á conocimientos
Si la noción de patria se redujera á vejetar
tranquilamente en un rincón de tierra mas 6
menos feraz, en compañía de una comunidad mas
ó menos reducida y ordenada, diría: ¡tengo una
patrial Pero, desgraciadamente — para mf, yo
habia asociado, desde niño, en mi espíritu, á esa
idea, á ese sentimiento, algo de gnu^oao, que
parecía dilatarse indefinidamente en vastos y
radiantes horízontes... Saliendo de los límites
materiales, yo habia soñado en una patria moral,
en que cupieran todas las aspiraciones destinadas
á realizar los altos fines de la vida humana; —
que fuera á la vez, recuerdo y esperanza, — ^tradi-
ción gloríosa, presente cargado de promesas,
futuro ilimitado. . . Que fuera libertad, descentra-
lización, gobierno propio, expansión y cultivo de
nuestras vírgenes regiones, extinción del estonco,
del inquilinaje, y de todos los rastros denunciado-
res de nuestra pasada esclavitud colonial . . . Qne
fuera, en suma, vida activa y fecunda, anhelo juve-
nil, impulso vigoroso, ilustración, industria, ríque-
za, engrandecimiento y progreso incesante! . . .
¿Te has aproximado á ese ideal, ¡oh! cara
patríaP...
AlBJANDBO CÁBBA.8CO AXBAHO.
Beerltor.
Santiago dé ChiU, 1877.
La Religión libre, el Estado libre, la Ley. igual,
equitativa y justa, hé aquí lo que siempre he esti-
mado como el bello ideal de toda sociedad que
aspira á organizarse sobre bases sólidas y eternas.
£1 predominio de uno ú otro de esos elementos
sobre el otro, ó su degeneración, constituye, á mi
juicio, una tiranía; su violenta separaoion, la
anarquía; su choque, la revuelta.
SECCIÓN POLÍTICA— EEPÍ^LicA de chile
61
Y en cnanto ¿ partidos, no comprendo otro qne
el de la patria; el de sn gloria y sn prosperidad,
ñn sujeción ¿ intereses mesqninos, sin odios ni
rencores sino al mal.
Este jMiriuIo— el de las gentes de bnen sentido,
de patriotismo y bnena fé — ^pidiendo á cada parti-
do, 6 mas bien al país, sin distinción de partidos
— todas sns capacidades, todas sns probidades,
todas sos ideas, todas sns luces y todas sns abne-
gaciones, es, segnn creo, á la vei el único qne no
ha existido basta el presente, el único qne debiera
existir en el porvenir.
Por qné, entonces, ese partido tarda tanto en
organiíarseP
Dante vio á la entrada del Infierno, á los iner-
tm,ytn limbo: «nocbe sombría, en qne no brilla
luí alguna ** ; pero conducido por Beatriz, derrotó
las bestias feroces y penetró en las moradas sin
límite, ni espacio.
La humanidad tiene un guía mas seguro que
Dante: la Libertad — Y cuando, hastiada del
espectáculo de Tulgrares ambiciones, de necios
adornados de vanos títulos, de abusos, de errores,
de autoridades con librea, y libreas con autorida-
dad, de dioses de yeso á quienes una gota de
agua reduce á polvo, lo quiera sinceramente, ese
partido se habrá organisado, y sobre esa base, un
edificio del que pueda decirse, como Cristo de la
Iglesia:
Loi puerUu del infierno no prevalecerán con-
tra él
Josa J. LA.BBAIN ZáSjlutv (a) Athos.
OompUador.
SaiUiago de CMU, 1877.
Coneiliar la libertad con el orden, es el gran
problema de los hombres de Estado.
Su resolución no depende exclusivamente de
kyes mas 6 menos liberales. La ilustración, los
hábitos sociales y la industria, son los elementos
decisivos; y aunque las ciencias tienen parte en
esa grande obra, su generalización, á la par de
imposible, seria infructuosa.
La educación en los diversos ramos de indus-
tria y su libre ejercicio, son los medios de adqui-
rir los bienes necesarios al hombre; y el trabajo
empleado con inteligencia, engendra la prospe-
ridad pública y particular, forma costumbres
■ooiales, produce el orden, y con él la libertad.
I
No son, pues, las mejores leyes, ni la imposible
generalización de las ciencias, las que dan la liber-
tad y el orden, son la instrucción industrial y el
trabajo; y esto es lo que debe llamar la atención
de los gobiernos y de los hombres públicos.
La Inglaterra y los Estados-Unidos de la
América del Norte, testifican estas verdades.
Sigamos su ejemplo, y las nuevas Repúblicas de
la América Española llegarán á ser verdadera-
mente libres y felices.
Maküel Camilo Vial.
FiaoU de la Suprenuí Odrte de JaetteúL
Santiago d$ Chüe, 1877.
Las naciones americanas de origen latino ven
aproximarse el momento de solucionar gravísi-
mas cuestiones sociales y políticas, que pueden
producir notables y dolorosas perturbaciones, si
al resolverlas no se procede con patriotismo y
circunspección.
Al establecer en la legislación la libertad de
cultos, el matrimonio civil, la comunidad de las
tumbas y la conveniencia de que el Estado dirija
la enseñanza pública, es deber de los hombres
públicos llamados á intervenir en las decisiones
de la autoridad sobre estas materias, ya sean
defensores de los derechos del Estado, ya sostene-
dores de los fueros de la Iglesia Católica, procu-
rar que la solución sea prudente y práctica, sin
que por una parte pueda importar opresión, ni
por la otra terca 6 tenaz resistencia.
José Antonio Gandasillas.
Miniatro de Is Corte de ApelMotosee.
Santiago de Chile, 1877.
Uno de los fines primordiales de los gobiernos
es promover y fomentar el verdadero progreso
de las naciones, es decir, el armónico desarrollo
é incremento de la riqueza y prosperidad gene-
ral, de la instrucción, ciencias, artes y de la mo-
ralidad de los ciudadanos, respetando el derecho
y la libertad y dentro de los límites de la justicia.
Los bienes materiales proporcionan á los pue-
blos los medios necesarios á su crecimiento y
bienestar: la instrucción, las ciencias dilatan la
razón, ensanchan la esfera de la inteligencia en
62
ÁMÉBICA LITERARIA
todos los órdenes de las relaciones del ser humano,
le dan el mas perfecto conocimiento de su propia
naturaleza, de su dignidad; y la moral, cuya
base mas poderosa es la religión, patentisándole
sus deberes, le engrandece j purifica con el bri-
llo de la virtud j con la conciencia de la plenitud
de sus destinos,
El equilibrio j armonía en estos tres ramos
del progreso, así concebido, es una ley natural é
invariable y cuyo quebrantamiento conduce á
los Estados á la corrupción, pobreza y atraso, y
los precipita en la decadencia.
En aquellas Repúblicas latino-americanas, en
que ya el orden tiene sólidas raices, y sus ante-
cedentes y costumbres se han amoldado á las
instituciones que adoptaron al separase de Espa-
ña, es menos difícil para sus gobernantes desem-
peñar esta alta é importantísima misión.
Sin el pauperismo que existe en naciones de
otros continentes, con una población muy infe-
rior á la extensión y riqueza de sus territorios,
sin necesidad de grandes ejércitos permanentes,
sin divisiones de sectas religiosas y sin bandos
políticos que pretendan cambios fundamentales
en la forma de sus gobiernos, esto es, que inten-
ten sustituir el sistema republicano democrático
por el monárquico, no tienen los gobernantes los
fuertes obstáculos que pueden embarazar á los de
los imperios europeos, y están en condiciones
propicias para impulsar á sus gobernados por
este verdadero progreso que debe hacer desple-
giur á la raza latina en América, con todo su
esplendor, las nobles cualidades y las virtudes
que le son propias.
Jos¿ Nicolás Httbtado.
Diputado ftl OoncTMO, «x-IMploinátioo.
Basnüag^ d$ Chile, 1877.
El Ministro de Instrucción Pública, Miguel
L. Amunátegui, se ha puesto en Chile al frente
de ese movimiento tardío, pero incesante de las
sociedades mas adelantadas que la nuestra, para
emancipar á la mujer, dándola condiciones de
vida independiente, adquiridas por su propia
actividad.
Ha abierto liceos de niñas, para poner la ins-
trucción de las ciencias á su alcance.
Ha buscado oficios é industrias en que ganen
su sustento.
Y el trabajo de sus manos y el cultivo de n
espíritu conquistará para la mujer el respeto
del hombre y su independencia en la familia.
Amunátegui ha sacrificado sin escrúpulos la
estendida tendencia de ciertos literatos que sob
rodean de poesía á la mujer, contemplándola en
el mudo retiro del hogiur como deidad misterion
velada entre las sombras del santuario.
Esto nos lleva á un noble progreso sooiaL
Concluye un odioso despotismo de sexo.
El rayo de luz que arroje la ciencia sobre el
espíritu y la inteligencia de la mujer, fecundar*
su pensamiento, elevándola al nivel social que la
corresponde.
Y si, para abrirse camino en la lucha de la vids»
comparte el trabajo del obrero, del escritor 6 del
artista, no hace sino enaltecerse, obedeciendo á im
progreso, á una ley moral promulgada desde lar-
go tiempo en la conciencia humana.
Moisés Yaroás.
BMrttor.
SanHago dé Chü$, 1877.
Uno de los mayores beneficios que* puede lia-
cerse á las sociedades americanas, es el de procu-
rar su unión y su conocimiento mutuo.
Separados por vastos desiertos, por caudalo-
sos ríos ó por elevadísimas montañas, necesitan
poblar los primeros, cruzar por activa navega-
ción los segundos y trasmontar los últimos por
medio de los ferro-carriles, esos soberbios caba-
llos de fuego y de humo que tan dócilmente obe-
decen á la mano del hombre.
Mientras que la inmigración llene los darof
de nuestras tierras y que el comercio estreche
nuestras fronteras, los hombres de buena volim*
tad deben trabajar y deben unirse para hacer la
propaganda de nuestra unión por medio del dia-
río, del libro, de la cátedra y de la tribuna.
Santisígo d$ ChiU, 1874.
Adolfo Mübillo.
Hédtoo.
SECCIÓN POLÍTICA— EBPÚBLicA de chile
63
Si Ift América de cuyos actuales prohombres
86 ocupa el Autógrafo, es hoy el refugio de algu-
nos aflijidos» mañana será la regeneradora átü
mundo, por sus instituciones demoor&tíoas y repu-
blicanas. Será también la que marche á la cabeza
de la humanidad, por sus descubrimientos y por
su progreso, y la que está llamada á satisfacer
las necesidades del hombre con su producción y
con su abundancia: producción emanada del tra-
bajo libre de inteligentes y viriles pueblos; y
abundancia desparramada sobre todo este prívi-
legfiado suelo por la voluntad omnipotente y
miaerioordiosa del Supremo Hacedor.
La América será, pues, el futuro Edén en
que venga á gozar y regocijarse la humanidad
entera, así como es ya hoy el variado é inagota-
ble almacén del que se surte y del que aprovecha
la gran mayoría de los habitantes del globo.
Mastín Palma.
Baorifeor.
Folporaifo, 1877.
REPÚBLICA DEL PERÚ
EL AMERICANISMO
Si no hñ de oonyertirse en miserable egoismo,
8Í ha de corresponder á la grandeza del NneTO
Mnndo, necesario es que el americanismo junte
la heroica abnegación del amor á la patria con
las sublimes inspiraciones de la sabiduría: ha de
ser una gran virtud mas bien que un sentimiento
irreflexivo. El nombre de América, sag^^ado para
el verdadero patriota, puede ser invocado ya por
las pasiones mas ruines, ya con miras insensatas:
con el mas hermoso y benéfico sentimiento quer-
rán ennoblecerse y adquirir popularidad la ambi-
ción sin escrúpulos, la codicia sin entrañas, el
charlatanismo sin pudor, la ruin envidia, la ciega
repulsión de toda mejora procedente del exterior,
cuantas resistencias torpes y cuantas aspiraciones
bastardas retraen á los pueblos del progreso gene-
ral ó los sacrifican á intereses mezquinos. Mas
el sincero americanismo, hijo del Evangelio,
heredero de la civilización europea, desarrollán-
dose sin los ingentes obstáculos, que en las viejas
sociedades ha amontonado el tiempo, y pudiendo
desplegar su actividad en regiones inmensas
vírgenes, ricamente dotadas por la Divina Pro-
videncia, debe ofrecer el mas bello modelo del
espíritu público, espíritu de fé y amor, espíritu
de libertad y orden, espíritu de paz y progreso,
espíritu que á las aspiraciones humanitarias de
la fraternidad cristiana reúna el intenso patrio-
tismo de las repúblicas antiguas. En el mundo
de Colon, donde la miseria social no tiene que
luchar con la fatal escasez de recursos, sino que
siempre es facticia y reconoce por causas acciden-
tales faltas reparables de los gobiernos 6 de los
pueblos, el trabajo recibiendo los honores y estí-
mulos, que en otras partes fomentan la ooioddad
estéril ó las profesiones desmoralizadoras, puede
realizar prodigrios de bienestar y cultura; domi-
nando una democracia ilustrada, sin privilegios
de nacimiento y sin predominio de ninguna dsse,
establecida la solidaridad en el destino de los
ciudadanos por la igualdad de derechos y por el
sentimiento de los deberes, comunes, cesará de
estar expuesta la vida de cada república á lu
perturbaciones violentas de la fuerza bruta, y á
las convulsiones duraderas que nacen de la opre-
sión, de la ignorancia y de la discordia. Hacién-
dose también solidaria la suerte de los Estados
americanos por la comunidad de miras y de
esfuerzos, la paz internacional favorecerá sos
adelantos recíprocos, y cualquier desacuerdo que
pudiera dar ocasión á los horrores de la guem,
será cortado por el imparcial arbitraje; el ascen-
diente de todo un mundo, rebosando vida y aq^i*
raudo sinceramente á ensanchar sus relaciones
pacíficas con todas las naciones cultas, acabará
con las agresiones de potencias extrañas, cuya
osadía solo puede tomar bríos del aislamiento y
rivalidades, que debilitan á la América. Al núsmo
tiempo las simpatías de origen, la necesidad de
inmigración, las costumbres hospitalarias, las
instituciones liberales, la fundada confianza de
mejorar su situación, todo atraerá á estos afor*
tunados países, si en ellos prevalece el americz-
nismo de buena ley, á los hombres de inteligenois
y de trabajo; su eficaz cooperación, cuando no sn
fusión en la gran ñunilia americana, que cuenta
con tan poderosos elementos, facilitará los mss
sorprendentes adelantos en la industria» la cien-
cia, las bellas artes y demás ramos de la actividad
humana; la América, llegada de las últimas á la
civiUzaoion cristiana, podrá marchar la primera
SECCIÓN POLÍTICA— REPÚBLICA del pekü
65
en el camino de la libertad, de la paz, de la ilus-
tración, de la regeneración social, de la gloria y
del engrandecimiento.
Sbbastl/ln Lobbnte.
HittorlAdor, Dmauo de la FMulted de letras
de la Unirenidad.
lÁma,íS77.
Dos nneyas razas de hombres se están fundan-
do en América por la f nsion de varias : una en los
£stados-ünidos del Norte j otra en la América
española; j como los problemas de la población
son los mas importantes para el progreso social,
político j económico, las naciones americanas que
mas feliz j rápida solución les den serán las pri-
meras que lleguen al apogeo de su poder.
Manuel Pabdo.
£«010,1875.
Fre*ldente de la República, hombre de
Betado j Literato.
INSTRUCCIÓN POPULAR
Pienso como Juvenal; no considero el progreso
de los pueblos por sus hombres de Estado, sus
universidades, sus oradores, sus publicistas y sus
poetas, ni por sus grandes industrias j monumen-
tos nacionales; los pueblos pueden tener todo esto
y ser, no obtante, pequeños, porque todavía se
encuentran lejos de la civilización real y fecunda.
He recorrido toda la Europa del Norte j Occi-
dente j cuasi toda la América, y he visto, obser-
vado y comparado unos pueblos con otros; y be
deducido que los mas cultos y mas grandes son
aquellos que cuentan mayor número de escuelas
de instrucción popular, porque tienen mayor
número de ciudadanos, mayor número de hombres
ilustrados en la conciencia de sus derechos y sus
deberes, mayor número de fuerzas militantes y
activas al presente y para el porvenir; por esto,
la Alemania y la gran Kepública americana han
demostrado ser y son verdaderamente grandes y
dominarán el mundo moderno.
Porque la instrucción primaria ha estado des-
cuidada en la América española, porque los de la
indo-americana no hemos tenido suficiente
instrucción popular; por esto somos todavía muy
pequeños, después de cincuenta años de emanci-
pación política; después que hemos heredado
gratuitamente todas las conquistas filosóficas,
jurídicas y económicas de los enciclopedistas del
siglo XYIH, como doctrina ; el calvario de Luis
XVI, Danton y Yergniaud en la revolución fran-
cesa, como terrible lección; y medio siglo de la
República democrática de Franklin y de Was-
hington, como ejemplo y enseñanza.
Y porque Domingo Faustino Sarmiento, en la
Kepública Argentina, y Manuel Fardo, en la
nuestra, son los que mas se han contraido, como
jefes del Estado, á la instrucción popular, contri-
buyendo á la verdadera cultura, desenvolvimiento
y progreso moral c intelectual de sus compatrio-
tas, por eso los considero tan acreedores y tan
dignos, como San Martin y Bolívar, al reconoci-
miento de la posteridad.
El día que se levante un hombre, de grande y
elevado espíritu, que trabaje tanto ó mas que
aquellos por la instrucción popular de los pueblos
indo-americanos, ese hombre merecerá, como
corona cívica, una inmortal corona de estrellas.
Febnando Casos.
Jurieoonsiüto, Orador y Publioiita.
Lima, 1877.
Las sociedades modernas reposan sobre funda-
mentos diametralmente opuestos á los que sirvie-
ran de base al modo de ser de los pueblos antiguos.
La diferencia cardinal que existe entre el espíri-
tu del cristianismo que inspira á las primeras y
la índole de las teogonias pagpanas que domina-
ban en los últimos, explica esa distinta condición
de las comunidades humanas en tan apartadas
épocas; y si todavía hay algunas que esquivando,
con más ó menos franqueza, la bienhechora
influencia de una civilización realzada por diea
y nueve siglos de tan fecundos como gloriosos
triunfos, se esfuerzan en retemplar los gastados
resortes del régimen feudal y del sistema de los
privilegios, palpable es, sobre todo en América,
que nos acercamos rápidamente al dia venturoso
en que los pueblos se habrán emancipado para
siempre de aquellas inveteradas usurpaciones y
de los errores que las engendraran.
El perfeccionamiento progresivo del ser racio-
9
ee
AMÉRICA LITERARIA
nal lissta volver al seno del Creador, qne es la
perfección misma, constituye la afortunada ley
de su destino; y esta se cumplirá en el orden
moral, á despecho de los que quieran retardar 6
impedir su realización guiando al hombre por las
tenebrosas sendas de la ignorancia, así como en
el mundo físico las aguas que de la eminencia
descienden á la bonda sima, arrollando los valla-
dares que se alzan en su camino buscan presuro-
sas y llegan de un modo necesario á su nivel.
Pero la perfectibilidad de que somos susceptibles
y que estriba en el concierto de la razón, en la
armonía del sentimiento y en la conformidad de
las acciones del ser inteligente con los eternos
principios de la verdad, del bien y de la virtud,
solo puede este alcanzarla de un modo cierto y
fructuoso por medio de la instrucción, que es la
luz del entendimiento. Difundirla es, pues, la
primera necesidad y el primer deber del Estado,
mas imperiosa aquella y mas serio é imprescindi-
ble este en los pueblos del Nuevo Mundo, porque
aparte de ser estos las personalidades ma^ inci-
pientes en la sociedad de las naciones, están
llamados por el carácter de sus instituciones, por
el espíritu cada dia mas levantado y mas greneroso
de sus habitantes y hasta por la especialidad mis-
ma de sus costumbres y de sus hábitos, á afianzar
la verdadera libertad, la justa igpialdad y la san-
ta confraternidad humanas, en que se resume el
credo de la democracia.
Cumple esta misión salvadora á gobernantes y
gobernados. La asociación así de las voluntades,
como de los esfuerzos y de los recursos de todos,
sin imponer á nadie especial sacrificio, es el agen-
te mas poderoso del progreso en las tareas de la
instrucción popular. El preceptor y el libro, la
escuela y la prensa en sus múltiples manifesta-
ciones, son las fuentes inmediatas de tan precioso
bien.
Que la prensa, la escuela y la asociación de
todos los nobles corazones llenen su deber, y la
América llegará á ser aquello para que el cielo
parece haberla formado: la patria anhelada del
hombre justo en la familia moral, del hombre
ilustrado en la sociedad ordenada y culta, que es
el verdadero hombre libre — el hombre creado por
Dios.
José Antonio Gabcía y Gabcía.
Jarlaoonsolto j PublicitU.
£ima« 1877.
LA EDUCACIÓN DE LA MUJER
Es innegable que la educación de la mujer vá
tomando en las repúblicas Sud-americanas la
importancia que reclama asunto tan trascenden-
tal, puesto que tiene que influir de una manera
eficaz y decisiva en la felicidad de las familias y
en el porvenir de las naciones. Pero no basta
ilustrar la inteligencia de la mujer, dotándola
de ciertos conocimientos que casi siempre olvida
poco después de haberlos adquirido, sin que
llegruen á producir un resultado práctico; es
necesario que esa educación comprenda alguno ó
algunos ramos que puedan aseg^urar á las educan-
das en el curso de su vida una subsistencia inde-
pendiente y decorosa, según sus facultades y
especiales condiciones, á fin de que puedan
cuando la necesidad lo requiera, vivir cómoda-
mente con los recursos de su profesión, arte 6
industria, sin tener que recurrir á extrañas pro-
tecciones, ni implorar la caridad pública 6 priva-
da, ni sacrificar su existendlt en el ímprobo y
casi improductivo trabajo á que hoy se vé redu-
cida la mujer que, careciendo de bienes de fortu-
na, no cuenta, al menos, con el apoyo de un
padre, un esposo 6 un hermano.
Cuando esa educación no sea de simple adorno
y de meras teorías, sino de práctica aplicación
en las diversas emergencias de la vida, y cuando
se abra paso á la mujer á diversas y lucrativas
ocupaciones, que se armonicen con la debilidad
y delicadeza de su sexo, su posición social estará
debidamente garantida; entonces buscará en el
matrimonióla felicidad doméstica, y no abrazará
tan delicado estado por cálculos egoistas y como
refugio contra la indigencia; entonces contará
su moralidad con un poderoso auxiliar, que la
pontra al abrigo de los riesgos que trae consigo
la miseria; entóneos, en fin, se habrá completado
la obra de la emancipación de esa preciosa mitad
del género humano, y no veremos tristísimos
cuadros de virtuosas familias, á quienes la pér-
dida de su jefe y único amparo dejan abando-
nadas á la mendicidad y expuestas á grandes
é irreparable desgracias.
José JO&OB LOAYZA.
Joriaoonaollo y Pobttoiat*.
Lima, 1877.
SECCIÓN POLÍTICA — rbpítblica dbl pbeú
67
Dos gnuáes destinos, dos misiones importan-
tes reserva la Providencia á la raza hispano-
americana;— ^la completa realización del sistema
representativo en sus amplias y genninas condi-
ciones de libertad civil, j la abolición del cadalso,
empleado basta abora como medio de represión j
de castig'o. Ambas conquistas las ba iniciado el
espíritu humano, desde fines del siglo anterior j
principios del presente; pero la una, tanto como
la otra pasan por esas intermitencias que experi-
mentan todas las verdades, que nacen boy para
morir mañana, sin perjuicio de volver á la vida
de la sociedad, con doble vigor y mas medios de
aplicación.
Nuestras repúblicas vacilan, pero no caen;
sufren, pero progresan: sus adelantos se mani-
fiestan, no obstante todas las alternativas de su
historia. El Perú signe á sus hermanas en este
desarrollo lento, si bien seguro de todas las ins-
tituciones políticas, y de todas las artes de la
civilización moderna.
JxTAN Antonio Bibeybo.
Jorlaooiiialto, PubUeist» 7 Hagiatndo.
Contemporáneo de los grandes hechos que han
dado por resultado la emancipación del continen-
te americano, nacido en esa época de gloria, tan
fecunda en los mas admirables rasgos de valor,
de abnegación, de heroísmo, de desinterés, he
visto con placer los progresos de nuestras repú-
blicas. Data de medio siglo tan solo su vida
independiente, y, sin embargo, en tan pocos años,
¡cuántos adelantos cuentan, cuan gigantescos
pasos han dado en la senda del progreso!
La odiosa y degradante esclavitud no existe
ya sino como un recuerdo, y millares de hombres
libres bendicen hoy en todas las secciones del
mundo de Colon la aurora de nuestra indepen-
dencia. La soberanía popular es reconocida y
acatada por doquiera; la instrucción fomentada
y protejida por los gobiernos, por la administra-
ción local y por los particulares, porque todos
han comprendido que el porvenir de estos países
dstá cifrado en la ilustración de las masas; la
riqueza pública decuplada en algunas de nuestras
repúblicas, y en todas triplicada, cuando menos.
Nuestros códigos, basados casi siempre en la
justioia y la equidad, están á la altura de muchas
de las mejores leyes europeas. La agricultura
en el Perú, en Chile y otros países, ha progresado
inmensamente; y hasta las comodidades de la
vida, que han llegado al nivel de las del Viejo
Mundo, han cambiado el modo de ser de estos
pueblos.
No por esto diré que hemos obtenido todo el
fruto que debíamos esperar de nuestra gloriosa
independencia. Las convulsiones políticas que,
como los estremecimientos del suelo, trastornan
á menudo la América del Sud, desvian de su
noble objeto la actividad que impulsa á estas
naciones. Nuestros ensayos sobre el modo de
gobernarnos, son todavía muy imperfectos, y
necesitamos adquirir los hábitos de respeto á la
ley mas que al mandatario, para que el orden
público sea inconmovible. Cuando llegruemos á
ese estado y nuestras elecciones no traspasen los
límites de la ley, entonces habremos logrado todo
el fruto de nuestra independencia.
Josa Vicente Oyagüe.
Banquero.
Lima, 1877.
La buena administración de justicia es no solo
la primera y mas imperiosa necesidad de los pue-
blos civilizados, que aspiran á ocupar un puesto
distinguido en el rol de las naciones, sino que es
un fiel reflejo de su estado de cultura y moralidad:
ella garantiza el sagrado derecho de propiedad,
base de la riqueza social; conserva incólume el
precioso derecho de libertad, reprimiendo los
extravíos de los ciudadanos y los excesos del poder^
á quien contiene dentro de sus límites, estable-
ciendo así la armonía entre el orden, que este debe
mantener, y la libertad de acción, de que deben
gozar la sociedad y el individuo; ella fomenta
poderosamente la inmigración de brazos y capita-
les, trayendo al seno de la nación la ciencia y la
riqueza, la industria y el trabajo.
No puede consegpiirse una buena administra-
ción de justicia, sino á la sombra de la paz: la
guerra civil la corrompe y llega hasta hacerla
degenerar en arma peligrosa de la facción domi-
nante.
No puede formarse sino á fuerza de severidad
en la elección de sus miembros y de constancia
J
68
AMÉBICA LITEBABIA
en el onmplimiento de ens deberes de parte de los
encargados de tan augustas fnnoiones.
Los pueblos libres 7 morales, que bnsoan en
las inspiraciones de la justicia la regla modera-
dora de sus acciones, 7 en el trabajo 7 la indus-
tria, la fuente de su riqueza, son los únicos que
pueden alcanzar 7 poseer tan gran bien.
José Abanibab.
Jurisconsulto y Magittnulo.
Lima, 1877.
En algfunas de las repúblicas de América, al
calor de las instituciones democráticas está ger-
minando 7 alimentándose la tiranía mas odiosa
que puede afligir á un pueblo, la tiranía de las
facciones.
Al advenimiento al poder de una facción 6
llámese impropiamente partido, la República
dejó de ser el gobierno de todos para todos, con-
virtiéndose simplemente en el gobierno de la
facción para la facción.
Fuera del grupo no lia7 mas que parias des-
heredados 6 proscriptos.
Y es de todos bien sabido que no lia7 tiranía
que mas cruelmente persiga á la Libertad, que
la de un bando que se eleva proclamándola, 7
que la toma por lema de su bandera.
En posesión del poder, la facción marcha hacia
sus fines sin detenerse ante los obstáculos, 7 todos
los medios son lícitos para satisfacer su misión
— el provecho de los afiliados.
Entre las prevaricaciones de la facción, nin-
guna mas irritante ni que revista mas el carác-
ter de la tiranía, que la usurpación del sufragio
público que vicia 7 falsea con el mas audaz des-
caro en la época de la renovación periódica.
La prerrogativa parlamentaria de calificar á
sus miembros, importa para el partido el derecho
de repudiar la mas legítima votación, si eUa ha
recaído en persona indiferente ó profana. Una
fingida elección, una supuesta dualidad, son el
medio de sustituir al legítimo representante con
un cofrade de su comunión.
A fuer de republicano 7 amante de la libertad
á CU70 servicio he consagrado una larga vida,
quisiera para mi patria la reforma de sus insti-
tuciones en sentido diverso al de los estadistas
que las dictaron. Quisiera un poder fuerte, mu7
fuerte, que matase con la autoridad la hidz» que
nos devora, que estableciese en los pueblos la
moral política 7 les impusiese los hábitos 7 las
prácticas de la Bepúbliea, como los conquistado-
res imponían á los pueblos que dominaban, su
religión, su civilización 7 sus costumbres.
El Mabiscax Antonio G. db La-Fihbntb.
Antlgao J«lé BaprMDO de te BtpúMIe».
Lima, 1877.
FRAGMENTO
Yo recuerdo que el célebre libertador de la
Lrlanda supo mantener el orden en su pueblo,
repitiéndole siempre esta máxima digna de la
grandeza de su alma*. «El que viola las le7es
vende á su patria u, ¡ Oh, señores! Mu7 pocos son
los que entienden por completo la profunda ver-
dad que encierra este pensamiento del inmortsl
O'ConneU. El crimen de alta traición patriótioa
no se comete únicamente, vendiendo la Patria á
un soberano extranjero; también se comete degra-
dando la libertad nacional; 7 esa libertad se
degrada cuando las pasiones imperan sobre la 107.
Entonces tiene lugar el mas humillante colonia-
je : un coloniaje en el que los vicios desempeñan
el papel de amo despótico, 7 el orden se trastor-
na, 7 la vida de la Patria se vá extinguiendo
lentamente, hasta que termina por un marasmo
espantoso.
Juan Ambbosio Hubbta.
Antlgno Obifpo de Pono, PnbUdeU y Orador Sagrado
Lima, 1877.
Absorto en el interés con que siempre se eeeu*
cha al sabio 7 en la admiración que despierta una
sólida 7 probada virtud, conversaba en P^dn,
allá por Febrero de 1874, con monseñor de La
Place, arzobispo de tan remota arquidiooesis. Bo-
daba nuestra amistosa plática sobre los recientes
progresos del catolicismo en el dilatado 7 populo-
so Celeste impeifio, 7 oomo le manifestase lo
sorprendentes que para mí eran las oonversionei,
por ellos alcanzadas, me dijo: atribÚTalo usted
SECCÍON política— KBPéBLICA dbl pbbó
6d
iodo el 1111670 sistema que hemos adoptado — la
edmeaeum de lo9 niñoB, Merced á ella se ha hecho
en los últimos Teinte años lo que nuestros ante-
pasados no pudieron lofirrar en dos centurias.
Persuadir á ignorantes idólatras, enyejeoidos en
el error, equivale á querer enderesar el árbol tor-
cido que ha llegado ¿ su pleno desarrollo.
Hoy con los buenos ejemplos 7 la enseñanza
formamos el corazón 7 la inteligencia de las gene-
raciones que Tan levantándose, las cuales anima-
das por el entusiasmo 7 fuerza que dan el propio
convencimiento, realizan en lo íntimo de la
familia, donde nosotros no podíamos llegar, los
prodigios de propaganda que usted admira.
Estos hábiles oonceptos, fruto de la mas dila-
tada experiencia 7 perseverante observación,
fuenm semilla caida en buen campo, puesto que
no haoian mas que fortificar mis propias convic-
ciones; con las palabras de aquel apóstol, creo
como pensaba antes: que lo hecho ahora con tan
buen éxito para el orden religioso en el extremo
Oriental, es igualmente en el orden político la
única salvación para apartar del abismo á que en
los últimos tiempos camina la democracia en el
Perú.
Fundando la escuela que generalizará la ins-
tmooion hasta en los mas apartados de nuestros
pueblos, 7 no de otra manera, de ninguna otra,
tendremos hombres que, cumpliendo sus deberes
para con la sociedad, hagan á su vez respetar á
los gobernantes los derechos individuales; quiero
decir, verdaderos ciudadanos.
Solo así, se pondrá dique á la revolución, ale-
jando de la escena política á la ignorancia, la
intriga 7 la osadía; triple amenaza para nuestro
sistema republicano: único posible en el nuevo
aundo.
AvBBLio Gabcía t Gabcí a.
O»piteo do Nftrio y Diplomáttoo.
Imm, 18T7.
Ninguna forma de gobierno exige mas virtud,
en los ciudadanos, que la republicana; pero no
hs7 virtud sin instrucción, porque esta es la luz
que hace conocer á los hombres sus obligaciones
7 sus derechos.
La república no existe allí donde los ciudada-
nos se mueven al menor impulso de ágenos inte-
rnes, mas 6 menos egoístas.
El legislador que quiera hacer á un pueblo
libre, hágalo ilustrado; entonces será también
laborioso, 7 el hombre ligado á su patria por el
noble vínculo del amor 7 de la justicia será el
sostenedor de la paz interna 7 el soldado de la
independencia.
Lima, 1877.
Bafael Yblabdb.
A1x>gwlo.
A MI PATRIA
Los pueblos que miran indiferentes 7 toleran
impasibles, que las le7es solo sirvan para hacer
á sus gobiernos déspotas 7 á sus conciudadanos
víctimas, son pueblos desgraciados 7 dignos de
su mala suerte.
Los que se esfuerzan 7 luchan por recuperar
su libertad perdida, por revindicar su nombre
mancillado 7 sus instituciones escarnecidas, están
en camino de ser grandes, 7 tienen justo título
á la estimación de los demás.
Los que á costa de su sangre 7 del martirio,
consiguen hacer prácticos los preceptos de la
moral, real el imperio de la 107, respetada la jus-
ticia, 7 amada la honra nacional, son pueblos
heroicos 7 deben ser libres.
Estos pueblos, 7 solo estos, son los únicos que
tienen derecho de llamarse republicanos: aque-
llos, se llamarán como les plazca; pero no por
eso serán mas que los humildes vasallos de un
tirano.
Pbdbo a. dbl Solab.
Abogado y Boeiltor.
lAma, 1877.
Así como el crimen es contemporáneo del lina-
ge humano, así también lo es la justicia.
El anatema de Caín, la sentencia Salomónica,
el laudo de Ginebra son expresiones de la justicia.
Sentimiento, noción, clara conciencia de los
elementos que la constitu7en, la justicia es el
garito de la naturaleza que clama castigo, repa-
ración! equidad!...
El individuo, la familia, las personas morales
70
AMÉRICA LITERARIA
Tiven sometidos á un juez cuyos verediotos se
invocan, se temen y acatan !
Por eso la justicia es en los pneblos cultos
prenda de pas y la mas sólida garantía de
libertad.
Únicamente las naciones no Han constituido
su Juez, el supremo tribunal de la Razón, que-
dando todavía en pleno siglo diez y nueve, las
débiles á merced de las poderosas, y desempeñan-
do la fuerza el papel de arbitro en sus diferen-
cias.
Los Parlamentos de las naciones, así en Amé-
rica como en Europa, deberían imponer á sus
gobiernos la misión de discutir, de acordar, de
establecer la fundación de ese tribunal de la Paz.
jPor qué América, en su continente no reali-
zaría con mejores auspicios el pensamiento?
¿ Acaso no fué la primera, antes que la Euro-
pa, en proclamar el Evangelio de los derecbos
del hombre?...
Lima, 1877*
J. C. Julio Rospioliosi.
Jorlaooniatto y PoblldaU.
Cuando se trata de intereses generales y par-
ticulares, es muy sabido que aquellos deben ser
preferidos á estos, y no habrá quién no haga
suya la sentencia del virtuoso y amable Fenelon,
que así decia: — -prefiero mi familia á mi, mi
patria á mi familia, y el género humano á mi
patria. Mas esta espresion puede y debe emplear-
se únicamente en los casos posibles de conflicto :
fuera de eUos, el individuo de familia se complace
en servirla sin hacer comparación, y el ciudadano
en el servicio de su patria, sin olvidar uno y otro
que son hombres, y precisamente por ser hom-
bres. jNo es verdad que el padre de familia
sirve á la patria al educar & sus hijos? ¿Y que
el buen ciudadano en la nación á que pertenece,
sería bueno igrualmente en otra nación, y en la
nación inmensa de la humanidad?
Una reflexión mas respecto de nuestra Amé-
rica. Las relaciones que actualmente existen entre
sus repúblicas, no bastan á satisfacer los deseos
de un sincero y puro americanismo. Hace algu-
nos años que publiqué un opúsculo intitulado —
Faz perpetua en América ó Federación am^-
cana, del que copiaré los periodos siguientes: —
u Conviene á las repúblicas hispano-americanas
no permanecer por mas tiempo como se hallan
todavía, separadas unas de otras, sin otros vín-
culos que los universales de fraternidad, y espnes-
tas al peligro de la g^uerra con sus funestos
resultados, porque no se han prevenido para
evitarla. Conserven su independencia en los asun-
tos domésticos» pero júntense en los comunes y
generales, y sean todas representadas por auto-
ridades que cuiden de ellas y de las relaciimes
exteriores, y aparezcan á la ^ de Europa y del
universo como una gran nación i/.
Me contraje después á examinar cuál seria la
forma mas conveniente en la asociación denuestns
repúblicas; sostuve que no era suficiente la alian-
*a, y ocurrí á hk federación, proponiendo el ejem-
plo de los estados anglo-amerícanos, que unidos
al principio en estrecha álianta, sintieron su
inconvenientes, establecieron un gobierno gene-
ral, y dieron la Constitución de 1787 que rige
hasta ahora con algunas pequeñas modificaciones
bajo la forma estríctamente federal.
En el mismo escríto decia también: — «No
proponemos un cambio súbito, porque enemigos
de toda precipitación, hemos dicho antes de ahori»
que el bien mismo hace mal, cuando se procede
con violencia ó sin preparación... « «Levánten-
se en nuestras repúblicas sociedades federales,
que tomen á su cargo la discusión de este asunto
imporíantísimo, y consignen sus ideas en perió-
dicos al caso, comunicándose unas con otras,
llevando cuenta de sus tareas, y publicando nn
resumen en tiempos determinados «.
Lo que dije entonces lo repito ahora, deseando
que nuestras repúblicas se acerquen mas de lo
que actualmente se hallan, y aviven el dnloa
sentimiento de fraternidad, no contentándoso
con la palabra, hasta que algún dia puedan decir
los amerícanos — Améríca es la patria.
Fbakcisco db Paula G. Víqil.
PoblloItU, Sx-BibUotaoaHo.
Lima, 1874.
Al recordar los nobles esfuerzos hechos por loi
pueblos Sud-amerícanos para conseguir su eman-
cipación de la antigrua metrópoli, se presenta
magestuoso Buenos Aires, iniciando en 1810 tan
grande causa, y fomentándola con los elementos
que en su patríótico afán pudo reunir y confiar
SECCIÓN POLÍTICA—EBPÚBLiCA del pbbú
71
i los ilustres caudillos Belgrano y San Martin,
que en tenas lucha, supieron leyantar triunfante
sobre el poder de tres siglos el hermoso pabellón
que el primero designara como el emblema de la
nueva nacionalidad argentina. Si á Buenos Aires
le pertenece la gloria de semejante iniciativa, al
Perú le toca la de haber respondido á ella con el
himno de la completa victoria, que después de un
largo periodo de abnegación y de sacrificios, y de
un designad y denodado combate, resonó al pié
del memorable Condorcanqui. Por eso es que
Buenos Aires y Ayacucho son las dos páginas
mas gloriosas de esa heroica epopeya.
¡ Ojalá, pues, que esta feliz circunstancia cons-
tituya siempre un vínculo de la mas estrecha
nidon entre ambos pueblos, á fin de que asi logre-
moa alcansar los grandes destinos, que sin duda
les están reservados en el brillante porvenir de
1* América.
Pedbo Dibz-Canseco.
General, ex-VÍoe-FreaÍdeiite de la República.
Arequipa (Perú) 1876.
Ia oivilisacion debe á la marina gran parte de
sa notable desarrollo; donde quiera que arribe un
buque Ueva un germen de progreso: las ciencias,
las artes, el comercio, la industria han sido espar-
cidas en el mundo, por medio de la navegación y
por ella las naciones mas separada^ han estrecha-
do sus relaciones y tienden al engrandecimiento
oomun.
Los primeros navegrantes, Fenicios y Cartagi-
neses, adquirieron su mayor preponderancia á
impulsos de la navegación, que entonces se con-
cretaba á recorrer las costas vecinas; mas tarde,
el siglo catorce nos dio la brújula, invento pro-
digioso y guia seguro, por cuyo medio los nave-
gnjites pudieron dirig^irse con acierto á todos los
pontos del horísonte; y así, un siglo después, las
naves de Colon trajeron al nuevo mundo las luces
del Oriente.
Hasta principios del presente siglo, el viento
agitado por las leyes de la naturaleza era el único
agente que impelía los buques á su destino; pero
desde esa época el vapor aplicado á4a navegación,
nuevo propulsor sugeto á la voluntad del hombre,
dio á la marina un poderoso é importante auxilio.
A medida que las ciencias y las artes han ido
perfeccionando la rapidez y seguridad de la nave-
gación, esta, á su ves, ha contribuido en mucho»
á esparcir sobre la faz de la tierra la civilización
y sus efectos materiales é intelectuales.
El adelanto progresivo de las repúblicas Sud-
americanas desde el año 1840, en que por primera
vez surcaron sus aguas los buques á vapor, es el
mejor testimonio de su influencia marítima.
Una misión importante y transcendental está
reservada á la marina de nuestras repúblicas, el
sostenimiento de su autonomía y de sus institu-
ciones; cuando por principios y oonveniencias
aparezcan en un caso dado formando una sola
nación, cuando una marina respetable enarbolan-
do el pabellón de la alianza haga prevalecer sus
derechos, nada tendremos entonces que temer;
nuestros actos serán juzgados con la justicia que
debe reinar en el mundo de la civilización y habre-
mos afianzado nuestro porvenir.
A la presente generación toca, pues, preparar
el camino de la preponderancia americana.
MiGUBL Gbau.
Contra* Almirante.
Callao, 1877.
Cuando se considera que á pesar de las garan-
des conquistas de la civilización, el mar, ese
inmenso y magnífico patrimonio de la humanidad
es todavía un elemento á cuyo dominio pretenden
tener solo derecho las naciones poderosas, un
sentimiento de honda tristeza se apodera de los
que siempre han luchado por la Libertad.
Mirando la cuestión bajo el punto de vista
americano, hay que convenir en que es deber
para todos nuestros hombres de Estado trabajar
por el aumento de poderío de nuestras nacientes
repúblicas, casi desheredadas hoy por su impo-
tencia marítima, de aquel derecho universal.
Las leyes internacionales tienen aun una
página en blanco que es preciso llenar, y las
naciones débiles, las de nuestra América en espe-
cial, á fin de llegar á ese estado de preponderan-
cia que tanto necesitan en sus mares, para hacer
respetar no solo su independencia, sino todos sus
derechos soberanos, deben propender al afianza-
miento de las instituciones liberales, y al fomento
de la navegación y de su poder marítimo, que son
los verdaderos elementos impulsivos del desarro-
llo moral y material de los pueblos modernos.
72
AMÉRICA LITEBABIA
Estrechando cada dia mas sus relaciones, 7 for-
mando cansa oomnn en todas las cnestiones inter-
nacionales, la América latina pnede hacer qne
BU bandera sea en los mares, 7 ante las demás
naciones del globo, símbolo de unión, de libertad
7 de fuerza.
Lima, 1877.
LiZABDO MOKTBBO.
Oonfcra* Almirante.
Los hombres de corazón que trabajan por el
triunfo de un principio político 7 marchan en
línea recta al fin que se proponen — ora aplau-
diendo el bien que hacen sus contrarios 6 sus
correligionarios — ora censurando razonablemen-
te los males que unos otros causan, son incapaces
de dejarse arrastrar por el huracán de las pasio-
nes exaltadas del partidarismo 7 los únicos que»
lleg^ada la vez, conservan el ánimo sereno 7 pue-
den salvar á la sociedad de los peligros que la
amenacen.
La tranquilidad del espíritu 7 la meditación
son poderosos elementos con que debe contarse
para resolver los grandes problemas sociales.
II
En medio de la tempestad que las pasiones
políticas han hecho desencadenar sobre nuestra
joven América, cubriendo su hermoso cielo con
negras 7 espesas nubes; divísase en lontananza
un pequeño espacio del firmamento, brillante por
sus magníficos colores, 7 que hace presagiar, para
mas tarde, un tiempo bellísimo. Ese foco de luz
es la vigorosa juventud americana que mañana se
levantará fuerte 7 amaestrada por una dolorosa
esperiencia para trabajar por el completo desar-
rollo de las instituciones liberales 7 por la estre-
cha 7 sincera unión de todas las repúblicas del
oontinente, único medio de arribar mas pronto á
la altura á que están llamadas.
Adelante, pues, obreros del porvenir. Vuestra
tarea es grande 7 bella. Estudiad el pasado.
Aprovechad de la esperiencia de las generaciones
que 7a no existen; 7 dando un vigoroso impulso
á vuestro gigantesco trabajo, haced que desapa-
rezcan las nubes que cubren el hermoso délo de
nuestra patria, la América^ á fin de merecer las
bendiciones de las generaciones futuras.
Aníbal Y. de la Tobbb.
Mfdatnáo j Dlplomátlflo Xlnlatro FlenlpotaiieUrl9 dd
Peni en 1» Bepübttoft Axieattm^
BumoB Aires, 1878.
El patriotismo que se alimenta perennemente
con las reminiscencias de la inibncia 7 de la ju-
ventud, recordando el tierno hog«r de nuestros
padres; que nos liga al país en que nacimos, soñan-
do siempre con su bienestar 7 mejora, que asimila
nuestro ser á las instituciones que nos rigen, 7
al carácter nacional que determinan, es el senti-
miento que mas heroicos hechos realiza, que mas
heroicos sacrificios exige.
Por esto es que el patriotismo ejerce una eficaz
infiuencia en la moralidad de las naciones 7 abre
el camino que las conduce á la prosperidad 7 á
la gloria.
Nada contríbu7e mas al mantenimiento 7 pro-
greso de las sociedades, que el amor á la patria
en los hombres del poder. La autoridad ensan-
chando las facultades individuales, añade la acdon
al sentimiento, que unidos, engendran el movi-
miento, la actividad 7 la vida en la obra de la
prosperidad general.
£1 dia en que los Estados Sud-Americanos,
obedeciendo á Jas inspiraciones del patriotismo»
7 aprovechando de sus luces 7 esperiencia, rin-
dan un homenaje sincero á los derechos del
individuo, 7 á los intereses sociales, prestándose
sin egoísmo recíprocos auxilios; entonces serán
fáciles para todos ellos las vías del progreso, 7
sus glorias serán eternas, porque habrán reali-
zado los sublimes destinos de la América del Sud*
GeKBBAL MABLA.KO I. PaBDO.
Preeldeote de 1» BepúMleft.
Lima, Octubre 14 de 1877.
Ha7 hombres virtuosos que se aislan del mo-
vimiento de los asuntos públicos de su patria por
creerse impotentes para variar la corriente im-
petuosa del mal, ó por las decepciones que han
sufrido.
SECCIÓN POLÍTICA — república del perú
73
Es sfrave daño para nn país el retraimiento
de sos mejores hijos: él produce la perversión 7
aniquilamiento de las f uersas yiriles de un pue-
blo 7 es el precursor de la anarquía.
Ni la decepción ni la impotencia justifican el
escepticismo qne es la destmccion del espíritu.
El hombre honrado con solo serlo 7 cumplir
sus deberes, oontribu7e eficazmente al bien de
loe demás; por que las fecundas fuentes de ilus-
tración 7 de enseñanza para las sociedades son
el ejemplo de la práctica del bien; esa grande
escuela propagando las luces del individuo á la
familia, 7 de ésta á la patria, dá á los ciudada-
nos la conciencia de sus deberes.
Entonces la influencia de los pueblos en la di-
rección de sus propios negocios será una verdad
evidente, como lo es el dogma de la soberana
libertad del hombre.
lÁma, 1877.
General Luis La- Puerta.
Vioe*Pref{dente de la RepúbUo».
En esta segunda mitad del siglo XIX, se ha
inventado para los ejércitos 7 la marina, armas
de fuego 7 elementos de destrucción de tan devas-
tador poder, que la gpierra podria hacerse cada
dia mas desastrosa para las naciones, si los inte-
reses recíprocos derivados de la humanidad, de
la política 7 del comercio, no tendiesen á evitarla
mediante las sabias combinaciones de la diplo-
macia.
En las nacientes repúblicas de la América,
mas que en ninguna otra parte del mundo, con-
viene evitar, siempre que el honor 7 esos altos
intereses no estén seriamente comprometidos, no
solo las gpierras internacionales, sino las luchas
fratricidas que desgarran el seno de la patria 7
arrancan brazos al trabajo, base de toda pros-
peridad 7 único fundamento de la paz 7 del pro-
greso de las instituciones que han proclamado.
General Juan Buendia.
Presidente del Coneejo de Mlnietros.
Lima, 1877.
halla en vísperas de alcanzarse por la grnerra
misma.
Los elementos bélicos se perfeccionan 7 sim*
plifioan de tal manera, que pronto no servirán 7a
para destruir á los hombres, sino meramente a<2
effectwm videndi ó mas bien ad terrorem.
La guerra habrá desaparecido del orbe en fuer*
za de la guerra misma, 7 se habrá cumplido en
todo su rigor material, 7 pasará á ser una pro*
fesía este antiguo axioma de la ciencia interna-
cional : 8% vis paceUf para hellum.
Antonio A. de la Haza.
Contra • Almirante.
Lima, 1877.
Hallándose la juventud llamada necesaria-
mente á dirijir mas tarde todos los negocios 7 la
administración misma del Estado, debe cuidarse,
con el ma7or esmero de su educación; impidiendo
que en los establecimientos destinados á la ins-
trucción pública se enseñen ó propaguen doctñ-
trinas que puedan estraviar la inteligencia ó
corromper el corazón 7 la moral.
Escabroso es, en verdad, el camino de la vida,
7 conviene allanarlo, en cuanto sea posible, á los
que por él transitan, para evitarles su propia
caida 7 el daño que pudieran ocasionar á la
sociedad.
Manuel Morales.
MinUtro de Jaatlci».
Lima, 1877.
Lo que la filosofía 7 la religión no han podido
^^^'¡Uñgmr en tantos siglos, la paz perpetua, se
Las avanzadas instituciones políticas de los
Estados de la América Española, en tan visible
contraste con su educación social, han sido el
origen de esas constantes perturbaciones é ins*
tabilidad de todo régimen; 7 han hecho oreer á
los que son estraños á nuestra raza, que estos
pueblos son los menos aptos para la vida propia
é independiente, 7 en particular para compren-
der 7 practicar el gobierno democrático.
Pero ese fenómeno cu7a espHoacion aa tan
desconsoladora para los estadistas europeos, es
el efecto natural de la diferencia de condicio-
nes sociales entre los pueblos del antiguo 7 del
nuevo continente. En los pueblos de Europa, la
74
AMÉBICA LITEBABIA
profunda diferencia de clases establecida por la
tradición de la servidombre 7 por el gran dese-
quilibrio económico entre ellas, requiere todo el
poder de sus gobiernos j la sagacidad de sus
Hombres de Estado y de sus economistas, para
establecer instituciones libres que no se con-
viertan en desborde por una brusca transición*
En América, por el contrario, la libertad
civil nacida junto con la libertad política y
los inagotables tesoros de una naturaleza exbu-
berante, no han permitido el antagonismo de
xdases ni que aparezca el pavoroso problema del
pauperismo; y el espíritu móvil y ardiente de
sus razas ba concentrado en la vida política toda
su actividad y su enerjía. En los pueblos euro-
peos se necesita la mas consumada obra de arte
para adaptar á sus condiciones sociales las ins-
tituciones políticas; en América, la libertad no
necesita espansion ni correctivo, dando los pue-
blos paulatinamente á sus gobiernos lo que en el
antigpio continente reciben de ellos. Por eso en
este último, todo cambio político es la amenaza y
casi el principio de un cataclismo social; y en
América, todo el esfuerzo de los mas ardientes
demagogos para producir una revolución social,
terminará siempre por un simple cambio po-
lítico.
Bamok Bibeybo.
Abogado 7 Eacritor.
Lima, 1877.
La gran extensión del territorio que ocupan
los paises bispano-americanos fué la causa de que
se emanciparan sucesivamente, y de que forma-
sen diversos Estados, regoldos por gobiernos y
leyes diferentes. Esta división de pueblos que
tienen el mismo origen, que durante alg^unos
siglos estuvieron reg^idos por las mismas leyes y
que, desgraciadamente, no hablan alcanzado el
grado de cultura y prosperidad que habrían adqui-
do bajo el gobierno de una metrópoli menos preo-
cupada que la España y que conociera mejor sus
propios intereses, ha debilitado sus fuerzas, ha
fomentado ambiciones personales, de fácil realiza-
ción en pequeños Estados que principian su vida
independiente, y ha debilitado también los víncu-
los que entre ellos existían.
Robustecer esos vínculos entre los Estados
hispano-amerícanos, uniformar la leg^islacion civü
y comercial que en estos rige, abolir para sis
productos los derechos de importación, mult^H-
car las vias de comunicación y promover el desar-
rollo de sus relaciones mercantiles, es uno de los
mas imperiosos deberes de los que gobiernan á
estos pueblos; así se consegfuirá que sea ben^ca
la división en pequeños Estados que la naturale-
za y los acontecimientos impusieron á la América
española.
Alejandbo Abskás.
▲boftado 7 Btorltor.
Lima, 1877.
Las naciones, cuyos gobiernos tienen la verda-
dera obediencia de sus pueblos, siguen la via del
positivo progreso, porque se hallan á cubierto
de las funestas consecuencias de la traición, sedi-
ción ó rebelión; porque cuentan siempre con la
muy importante cooperación de todos los subditos
del Estado; porque emplean y pueden emplear
los medios apropiados, con la precisa oportunidad;
y porque solo así es posible el orden, á cuja
sombra se establecen y desarrollan las indus-
trias, fuente inagotable de la creciente é impere-
cedera riqueza de las naciones.
Y las secciones Sud- Americanas que, durante
mas de tres siglos, permanecieron bajo la mas
abyecta sumisión, sin otros derechos, que los que
plugo á su amo y señor acordar á las colonias que
le pertenecían, al reconquistar su libertad perdi-
da, establecer su independencia, y recuperar sa
autonomía, á la manera que un resorte oprimido
por una fuerza muy superior á su resistencia
natural, que queda brusca y repentinamente libre
da la causa de su opresión, al prestar obediencia
á la ley fatal que le obliga á restablecerse, se
despedaza, se destruye y aun se aniquila, las se-
ciones Sud-Amerfcanas que, elevando su impo-
nente voz, levantando su poderoso brazo, y
descargándolo centra el usurpador de sus mas
sagrados derechos, rompieron para siempre la
ignominiosa cadena que atara sus libertades, al
cumplir la ley moral que les obligaba á restable-
cer el orden naturalmente alterado, sin el tiempo,
sin la previsión necesaria para preparar á sus
pueblos á rendir una obediencia racional, justa y
legal, sin los hábitos indispensables para regir
los destinos de los Estados; sin la abnegación
SECCIÓN POLÍTICA— REPÚBLICA del perú
75
debida para deponer, en bien general, aun las
mas nobles aspiraciones personales; y en nna
palabra, sin los elementos de todo pnnto precisos
para implantar el sistema republicano, eatre
individúes que de cosas pasaban á ser, no como
quiera personas, no como pudieran ciudadanos,
sino ciudadanos libres de Repúblicas esencial-
mente democráticas, la anarquía con sus mas
funestas consecuencias, kan detenido mas ó menos
el curso natural del desarrollo á que están llama-
das, por la inteligpencia de sus bijos, por la vasta
ostensión de sus terrenos, por la fertilidad de ellos,
y por las diversas j escepcionales riquezas con
que la Providencia ba sido pródiga para ellas.
La felicidad de los Estados, constituida por el
desarrollo prog^resivo de todas las industrias que
es posible establecer en ellos, exige indispensable-
mente la mas perfecta paz y permanente tran-
quilidad de todas sus dependencias. Será, pues,
mas felis la nación, cuyos gobiernos sean cons-
tituidos y sostenidos, en todo tiempo, por la
positiva 7 espontánea voluntad de la verdadera
mayoría de sus pueblos.
Fernando Palacios.
Abogado.
Linuí, 1877.
La empleomanía, que es una plagia en las ag^ru-
paciones políticas en la América del Sud, es
especialmente en mi patria un verdadero cáncer
fiscal.
Todo empleado escódente para el movimiento
de la máquina administrativa es una fuerza de
producción que se paraliza y un elemento de
consumo que se aumenta: el doble efecto de estas
fuerzas encontradas y en constante actividad se
traduce en el orden social y económico bajo la
siguiente fórmula: — '^descapitalizacion pública y
desnivel del presupuesto ó sea decadencia del
Estado, u
Combatir la empleomanía en la generación
naciente es un deber impuesto á los políticos
contemporáneos.
Adán Melgar.
Médico 7 FttriodlMa.
Lima, 1878.
La prosperidad económica de un Estado, trae
necesariamente como consecuencia su prosperi-
dad moral, política y social. La dignidad del
bombre se bace tanto mas exquisita y ostensible,
cuanto mayor es su seguridad de satisfacer por
la independencia de su renta, las necesidades de
su vida.
Los bombres pensadores de todas las naciones
deben, pues, emplear su inteligencia y baoer
converger sus esfuerzos todos á aumentar la
producción de riqueza, á facilitar su circulación,
á bacer su distribución equitativa y su oonsumo
provecboso; es decir, á cimentar el principio de
propiedad y á bonrar el trabajo por todos los
medios posibles.
Solo de esta manera podrá oonseguirse la
independencia individual, y con ella el Hfiania-
miento de todas las libertades y la elevación
moral de la persona bumana.
Joaquín Capelo.
Lima, 1877. '^'^'
REPÚBLICA DE BOLIVIA
Para el hombre pensador hay en las repúbli-
cas nacientes de la América del Sud nn problema
cuya solución está librada al porvenir. Las almas
superficiales, las que juzgan de los grandes
acontecimientos con lijereza ó atolondramiento,
oreen que la ley del progreso jamás se cumplirá
en esta hermosa porción del globo llamada Boli-
▼ia. Yo, que fortalecido con el estudio de la histo-
ria tengo té en los destinos de la humanidad; 70,
que creo que el porrenir de todas las naciones es
la democracia, aguardo tranquilo el cumplimien-
to de los designios de la ProTÍdencia.
Cierto es que los espíritus elevados y justos se
llenan de una santa indignación al ver los males
que añijen á Bolivia, 7 las mas veces para curar
esos males ocurren á la revolución. Hé aquí el
motivo por qué en cincuenta 7 dos años de exis-
tencia independiente, Bolivia no ha podido llegar
al estado de progreso material, moral é intelec-
tual que han alcanzado los otros Estados de Sud-
América.
La anarquía nacida de las impaciencias de la
libertad produce el despotismo, 7 el despotismo
engendra la anarquía. Cual de estos males sea
mayor, solo puede decir el que ha7a presenciado
los horrores causados por la soldadesca desenfre-
nada, 6 por el populacho ebrio y delirante invo-
cando la libertad.
El despotismo es odioso bajo todos sus as-
pectos.
El examen atento de nuestra situación econó-
mica y política; una mirada á la época del
ooloniage español; los hábitos de abyección y
servidumbre de entonces; la ignorancia general
de las clases sociales á escepcion de los pocos
conocimientos del derecho romano y de te(4og{s
metafísica, nos manifiestan que á pesar de nues-
tra deplorable situación topográfica y de nuestros
constantes disturbios, hemos adelantado algo en
el camino de la civilización moderna. La cues-
tión compleja de progrreso político, material é
intelectual, marchan á su solución.
Fé en los destinos del género humano; amor
al trabajo y á la industria, y, sobre todo, amor
decidido, pero calmado y reflexivo por la libertad
en todas sus manifestaciones, he aquí lo que
necesita Bolivia para borrar las huellas profnn-
das que aun quedan del coloniage.
Todo esto solo puede consegirse gastando en
la instrucción del pueblo los caudales que hoy
consumimos en las estériles luchas del partída-
rismo personal.
Cuando el pueblo sea ilustrado y fuerte, los
mandatarios aprenderán á respetar las instita-
ciones, y no oiremos ya á algunos hombres de
Estado repetir la blasfemia política de qne
Bolivia, pais escepcional debe grorbemarse sin
asamblea, sin municipio, sin libertad de impre-
ta y sin instituciones constitucionales.
José Manuel dbl Caspio,
MuffUtrado 7 OooM^OTO de Estado.
La Pos, 1877
¿QUE ES LO QUE BOLIVIA NECESITA?
u Bolivia neeesiia un bautismo de sangre', dijo
en su cólera el General Belsu. Y hay quiáiei
SECCIÓN POLÍTICA— EEPüBLicÁ Di fióLiVíÁ
77
repiten todavía esas fatídicas palabras. ¡Qué
delirio!
Al Teñir al mundo, recibió ya Bolivia un pro-
longado banti«o de sangre; y mas tarde confir-
mó también oon sangre sn autonomía nacional,
bajo el sol de este glorioso dia. En su trabajosa
Tida, sangfre igualmente es lo qne ba transpirado
por todos sns poros, hasta convertirse en nn
espectro qne espanta y ahuyenta 4 las nacio-
nes...
Pues qne su destino es vivir lidiando, lo que
BoUüia necesita e$: — cambiar de armas sin tar-
dansa, y trasladar el teatro de la lid á sus quie-
bras profundas y á sus escabrosas sierras; ya que
por Sud y Norte la provocan el conductor eléc-
trico y el silbato del vapor.
El pueblo boliviano, tan acostumbrado á la
fatiga, recogerá abundantes é inmarcesibles lau-
ros en este nuevo género de combate.
Y la patria, hoy tan mal vista por las gentee
wtk en el mundo internacional lo que la natura-
leía quiso que fuera en el mundo material: — fe-
cunda, como sus valles; lujosa, como sus bosques;
rica y poderosa, como sus inagotables minerales;
magestuosa y espléndida, como sus cordilleras de
nieve.
Entonces, y solo entonces, podrá gloriarse de
haber sido — "la hija predilecta del Gran Bo-
LTVABií!!!
Gbne&al Narciso Campbbo,
Hombre dfl Letraa.
Toto9(, 1S75.
Dos cosas son de desear que se acrecienten en
Bolivia, un gran odio y una gran fuersa: el gran
odio es el de las vias de hecho, de las asonadas
populares y de los motines de cuartel, que llama-
mos nuestras revoluciones; la grande fuerza es la
conciencia páblica...
Mientras la soberanía no se ejerza realmente;
mientras no se traslade de la vociferación tumul-
tuosa de las calles á la lej^ escrita, buena 6 mala,
pero reformable y progresiva con su propia fuer-
sa, no habrá criterio para las acciones políticas . . .
Hi conclusión es sencilla. No busquemos el
imperio de la justicia en las evoluciones inoon-
eientes de las masas. Persigamos sin descanso
la noción legid. Salvemos sus fragmentos por
entre los escombros del hecho, pasado ó venidero.
Mariano Baptista,
Hombre de BtUdo 7 QnAon PAriamMiUrio
La Pos, 1875.
El militarismo que hoy ha dispuesto de Espa-
ña, que avasalla la Francia, tiene en compresión
las partes componentes del Imperio Alemán, y
que amenaza destruir la libertad de la gran nación
americana; no abandonará sin combates repetidos
el suelo hispano-americano.
A la Confederación Argentina aun le esperan
luchas. El Perú y Bolivia deben contar verlo otra
vez en el poder. Mientras los militares sean regi-
dos por leyes escepcionales, y tengan hábito
especial formando castas no habrá paz en Sud-
América.
A Bolivia la amenaza, además, la oclocracia de
la clase proletaria y de los aborígenes, quienes
ven todavía á aquellos con desconfianza.
La influencia de los gobiernos que la rodean
disminuirá su autonomia; y al formar en el cen-
tro de esta parte del continente un Estado nece-
sario para su equilibrio político, á causa de las
rivalidades de sus limítrofes, tiene de recoger
mas daño que beneficio de ellos.
Pedro José de Guerra.
Hombre de Estado 7 INpIomátieo.
La Pos, 1875.
La neutralización perpetua y el gobierno fede-
ral son condiciones lógicas en teoría política, y
constantes en la historia.
Sin paz internacional la descentralización po-
lítica del poder es un peligro extemo. La forma
unitaria es el carácter de los pueblos guerreros;
y la federal la de los neutralizados.
La primera federación embrionaria fué la
griBgtk, que ejerció la neutralización virtual de
las guerras defensivas. La Confederación helvé-
tica es neutral y federal; y los Estados Unidos
de la América del Norte han sido y serán, por
su distancia geográfiioa, neutrales ante la bélica
Europa.
78
AMÉRICA LITERARIA
No en lejano porvenir el Nnevo Continente,
deliberará la neutralización perpetua de Bolivia,
como medio de garantizar el equilibrio de las
naciones que lo pueblan; 7 esa deliberación será
la invencible causa de que se constituya en ella
el gobierno federal, si antes no lo realiza la pre-
sente generación directamente.
Llegado este caso, ¿dónde funcionará la capital
federal? Sobre el Pacifico, en el litoral. Recor-
dar las tres zonas hidrográficas de que está
compuesta Solivia, es lo mismo que reconocer lo
vario 7 alternativo de su destino. Mientras se
halle sujeta á la única influencia del Pacífico,
quedando en reserva las del Plata 7 Amazonas,
la capital debe buscarse sobre la región corres-
pondiente. La Paz Bustitu7e actualmente á Chu-
quisaca bajo el imperio de esta le7 natural,
aunque de un modo imperfecto.
La capital de Chuquisaca fué generadora de
la civilización colonial alto-peruana durante el
período históríco del Yireinato de Buenos Aires;
roto el vínculo sintió debilitada su infiuencia:
volverá mas poderosa el dia que el Plata nos
vuelva á su comunidad.
La capitalía de Cochabamba espera el mas
lejano imperio de la influencia amazónica.
La capitalía es una función de las mas com-
plejas; la ciudad convertida en funcionaría: la
constitución debiera inscríbir el derecho de
elegfirla en todas las gerarquías de la cirouns-
orípcion administrativa. En ella se concretan
tantísimas le7es sociales.
Reconocida la geografía á que corresponde
la capital en el actual período, indicamos á Chiw
ehiu colocada en el encuentro de las mesetas de
la sierra 7 de la costa atacameña. El agua que
falta en el Litoral es allí potable 7 apropiada
para regfar, debiendo mejorar cuando se ejecu-
ten trabajos de canalización que separen la
corríente mineral de la buena.
Colocado el gobierno boliviano en el litoral,
recibiría la influencia benéfica 7 amigable de
Chile 7 el Perú; desenvolvería los intereses
marítimos 7 aduaneros; 7 lanzaría sobre los
departamentos federales del interíor, el ferro-
oarríl central boliviano 7 continental hispano-
ameríoano, que hemos diseñado en otra parte.
Este pensamiento no es provincialista; Chiu
éhiu está en el Sud.
Julio Méndez
PabUeiite.
La PoM, 1877.
Todo el mundo sabe que el suelo de BoIítís
es uno de los mas favorecidos por la naturaleza,
con una varíedad asombrosa de producciones que
supera á todo encarecimiento. Lo que el paíi
debe tener en mira para explotar 7 hacer valer
sus ríquezas, es vencer los obstáculos que pro-
vienen de su posición mediterránea. El espirita
de empresa tendrá una parte considerable en
esta obra trascendental; pero es innegable qos
una política elevada, proseguida con volimtad
constante, como una tradición sagrada jamás
puesta en olvido, 7 CU70 numen de inspiraciones
sea el objetivo invariable de exhibir á Boliría
ante el mundo civilizado 7 en el rango que la
corresponde por los designios de la Providencia,
una política semejante, digo, será la causa efi-
ciente 7 primordial que la arranque de su estado de
postración 7 la coloque resueltamente en el cami-
no de BUS futuros destinos. Esto quiere decir que
Bolivia necesita fomentar 7 mantener su diplo-
macia, sin interrupción, oon esmerad» solicitud,
f como objeto de predilección, á fin de oultÍTir
sólidas 7 cordiales relaciones, 7 para concluir
tratados 7 convenciones que, eliminando de una
vez para siempre la enojosa cuestión de limites,
funden las bases de amistad, paz 7 comercio que
han de estrechar mas 7 mas sus vínculos oon los
Estados vecinos. El punto cardinal que esa
política debe consagrar como doctrina predomi-
nante del derecho internacional Sud-Amerícano,
es el principio del libre tránsito, que la justida
proclama, las conveniencias mutuas aconsejan
7 el sentimiento de fraternidad amerícana invoca.
Bolivia sostiene 7 deberá sostener en el porvenir
mas acentuadamente todavía la doctrina del libre
tránsito, como su bandera favoríta 7 el emblema
de los principios preponderantes en su política
tradicional. Pero no se contentará oon invocar
un derecho perfecto; anhela granjearse la bene-
volencia 7 la cordial amistad de sus vecinos;
quiere que el noble 7 fecundo principio de lasoli-
darídad Sud- Amerícana sea una realidad.
La PoM, 1878.
Antonio Qüijabbo,
PtiiAiioiaU 7 mplomáüoo.
Pensemos un poco en Améríca — 7 lo sabéis —
pensar en Améríca es pensar en Europa, en el
mundo todo. La solidarídad humana no es un
SECCIÓN POLÍTICA — república de bolivia
79
mito poétíoo: como dog^ma, es la revelación del
arcano mas ang^oato: como lógica, es la fórmula
mas científica: como Mstoria, empiesa con Adán
en el Paraíso, continúa en el Ctólgota con la
sangre qne vertiera el Dios mártir para la reden-
ción del mondo; 7 la última palabra se pierde
allá, en el dintel qne guarda el arcángel del
Apocalipsis.
En ese concierto misterioso y armónico, cada
pueblo, cada región tiene marcada su hora 7 su
labor. — La civilización, obedeciendo la ley tan
inescrutable como omnipotente, que impele los
mundos del Oriente al Ocaso, desoribe su órbita
en el mismo sentido; y Colon al dirigir al Po-
niente la proa de sus naves tenia la mas sublime
intuición.
La América es el mundo del porvenir, es la
válvula de seguridad de la civilización moderna.
La Europa está al borde del abismo; tiene
sobre su cabeza, pendiente de un hilo, la espada
ezterminadora de la guerra continental. Un
duelo á muerte rigurosamente titánico, es inelu-
dible, entre ejércitos casi fabulosos, henchidos
de odio, sedientos de venganza, armados con esas
máquinas de destrucción que el genio del mal
improvisa cada dia para consumar la devasta-
ción del mundo.
Y como si se acercara la hora suprema de los
tiempos, oleadas de muchedumbre hambrienta y
desesperada zapan por la base el edificio social; el
altar, el trono, la libertad, la propiedad: la civi-
lización toda está minada, y esas furias inferna-
les, mas terribles que las hordas del Norte*
amenazan talar la Europa como el casco del ca-
ballo de Atila.
Pero ved aquí la América para salvar á la
Europa.
Allí la plétora de población, aquí el desierto;
allá la ciencia, la máquina, el capital, aquí la tier-
ra prometida, el jardín de las Hespéridos, la
montaña que atesora en su seno el oro y la pla-
ta, bosques vírgenes que ostentan la magostad
de la creación, y la riqueza y variedad de los
frutos mas opimos; pero todo eso al estado de
vellocino, secuestrado por el dragón de la dis-
cordia, por el genio del error.
¡Siempre, en todas partes, las sublimes armo-
nías de la Providencia que lo vé todo, que cuida
de todo, que provee á todo!
Los hijos desheredados del viejo mundo están
invitados en el nuevo á un banquete espléndido
de porvenir y de ventura.
La América salvará á la Europa, y la Europa
levantará la América á la altura de sus glorio-
sos destinos.
¿ Y por qué no contemplamos ya ese hermoso
espectáculo? ¿por qué no se realiza esa noble y
santa predestinación P lo diremos francamente.
Porque los pueblos de América escandalizan
al mundo con sus locuras y sus crímenes, porque
esta tierra volcánica, sacudida siempre por el
huracán de las pasiones mas candentes no inspira
seguridad ni al capital, ni al trabajo; y en vez de
atraer al hombre de Europa, lo ahuyenta y aterra
con el estampido del canon fratricida y la brutal
algazara del motin.
La revolución no solo es el oprobio de Améri-
ca, sino el obstáculo para todo progreso.
¿ Pero de dónde salen las revoluciones P de los
cuarteles, dice el grito uniforme de los salones,
de la prensa, de la tribuna. El ejército, noble y
generosa institución destinada á sostener el impe-
rio de la ley y las libertades públicas, está acusa-
do por el mundo entero de ser casi siempre el
elemento del desorden.
iQué! ¿La ley y la libertad son incompatibles
con el cuartel? Los pretorianos trasladaron la
soberanía del foro al vivac; vendían el Imperio
al mejor postor, y destrozaban el ídolo de la vís-
pera con el mismo brutal capricho que le colo-
cara sobre el altar. Los motines y las tiranías
corrompen y envilecen de tal modo á los pue-
blos, que bastaron unas hordas salvajes para
derribar el trono de los Césares.
No puede concebirse un pueblo mas infortu-
nado que aquel que sufre el yugo del cuartel.
Todo el sudor de su frente, toda la sangre de sus
venas no bastan para saciar la voracidad, siem-
pre creciente, de este monstruo.
¿Y sabéis cómo paga el cuartel esa sangre,
esos sacrificios P Levanta hoy sobre el pavés un
sangriento tirano, y para sostenerlo, degüella
las poblaciones, las saquea y las incendia y rom~
pe mañana las instituciones mas venerandas,
secuestra toda libertad, paraliza todo progreso,
y veis un pueblo mustio, aterrado; un silencio
sepulcral, apenas interrumpido por las orgías
del cuartel, y el compás duro y monótono del
batallón que marcha para ejecutar la pantomi-
ma de todos los dias, para amaestrarse en el arte
80
AMÉBICA LITEBABIA
bárbaro de matar hombres con la velocidad del
rayo y la preoisioii del cálculo.
Pero el cetro del cuartel solo puede erguirse
en pueblos tímidos, inermes, ignorantes. Civili-
zad las masas, inspiradles amor á las leyes y la
libertad, retemplad su espíritu en la fragua del
trabajo y de la independencia; y ningún grupo
de soldados será bastante fuerte para imponerse
á un pueblo libre y viril.
Mientras en America se conserve salvaje la
mitad de la población, para dominarla y esplotar-
la,8erá imposible el orden, imposible la libertad.
Una ley inexorable del mundo moral, vengadora
de la libertad y del derecho, condena á todos los
tiranos, gobiernos ó pueblos, al tormento de Pro-
meteo. En vano el déspota pediría un instante de
tregpia á la implacable Nemesis que tortura sus
entrañas, ni á la sombra de Hamlet que conturba
y aterra su sueño. Sí, en vano. Dios maldice la
tiranía como el delito mas atroz. Todo tirano
tiene que expiar el crímen de la tiranía, y la
espada del ángel vengador amenaza dia y noche
su cabeza. ¡Oh! nadie puede ser tirano impune-
mente. Solo la libertad hace dichosos á todos;
á los que mandan y á los que obedecen. Solo ella
teje guirnaldas y levanta aliares para los héroes
que, como Sucre, rinden culto á la ley, al honor
y á la gloría.
¡ Sublime concierto de sabiduría y de justicia
que protege las naciones y sanciona y garantiza
los destinos del mundo. ¡Plegué al cielo que lo
comprendan bien todos los autócratas de la tierra!
Mabiako Bbyes Cardona.
lUgtstrado y niplomátioo.
La Paz, 1878,
En Solivia, como en otros Estados america-
nos, existe un funesto principio de derecho
político consuetudinario, que parece ha fijado
poco la atención de sus hombres públicos, y al
que atribuyo sus infortunios y las anomalias de
su vida. Me refiero á " La legitimación de los
Foderes de usurpación" : simulacro de libertad
pública y sarcasmo á la soberanía popular.
En mas de medio siglo de constante lucha
constitucional, esa nación no ha podido todavía
cimentar sus instituciones democráticas. ({Por
qué? Porque ha aceptado como inconcusa la
doctrina que llevamos insinuada, y no solo no
trata de condenarla, sino que la acata como ans
ley de la fatalidad: dolorosa y terrible, al miimo
tiempo que ineludible y forzosa.
Becorred su historia, y ved lo que ella ofrece
en todas sus páginas.
Incesante anhelo de poseer las mejores instita-
ciones; personajes de ideas avanzadas que concur-
ren á sus legislaturas; cartas fundamentales que
se promulgan hoy, asaltadores del poder que lat
abrogan mañana, apoteosis del usurpador en los
altares de la primera magistratura; formación de
nueva carta que consulta el carácter de este,
antes que las condiciones de la sociedad; repetí-
cienes subsiguientes de las mismas escenas y de
los mismos escándalos; edificación en un diz,
demolición en otro; tal es el círculo de hierro eo
que gfira esa sociedad, verdadera Penélope que no
levanta las manos de su labor, sin llegar á termi-
nar la obra que está en espectacion del mundo
entero.
¡Cómo! Un pueblo que se precia de soberano
¿ consiente en ser impunemente despojado de su
soberanía? Tin atentado criminoso que merece
severo castigo, ¿ha de no solo ser consentido,
sino premiado y glorificado f ¿Dónde está enton-
ces la justicia, dónde la moral pública y dónde
la autonomía nacional ?
No viola el hombre impunemente las eternzs
leyes de la lógica y de la moral, ni pueden las
naciones olvidarlas, sin correr en rápido descen-
so á los abismos del error y del envilecimiento.
¿ Cómo se quiere deducir lo permanente de li
contingencia, ni fundar instituciones estables en
la movible base de una persona mortal ? ¿ No vale
esto tanto como "edificar en la arena? «
¿ Cómo asegurar aquellas contra los siniestros
revolucionarios ni tenerlas á cubierto de frecnen-
tes mudanzas, cuando se permite á la osadía el
suprimirlas, si su ambición lo exije; cuando se
ensalza y se aplaude el acto criminoso y cuando
complacientes hasta la delincuencia los represen*
tantos de la soberanía, no solo no atematisan el
atentado, sino que aprueban y sancionan todo lo
obrado bajo sus auspicios y se apresuran á forma-
lar las nuevas leyes que él les demanda?
¿ Cómo, en fin, sequiere fundar costumbres re-
publicanas, si aceptando los golpes de Estado de
ayer, se preparan los golpes de Estado de maña-
na, y si laureando á bastardos ambiciosos, se les
deifica ante los ojos de la muchedumbre y se dejas
SECCIÓN POLÍTICA— BBPüBUCA dk solivia
81
sin g'loria la Tirtud del patriotismo y la mora-
lidad política?
El día en qne Bolivia escriba en la bandera de
sus conquistas el lema : Todo poder de hecho es
üegiUnuible; el dia en qne comprenda que sn
soberanía no es nna palabra vana, sino la indis-
pensable condición de su existencia; es decir, qne
es sn voluntad libremente manifestada, sin impo-
sición del qne manda ni de la fuerza material qne
la amenaza, j siempre dirigida en sentido del bien
procomunal; el dia en qne así piense y en qne
para sostener sn idea, oponga á la organización
gubernamental la organización social, ese dia
comenzará para ella el reinado del derecho en
sus gobiernos y el reinado de la libertad en el
pueblo.
Elbodobo Camacho.
Coronel, Bsoritor.
Tacna, 1878.
NO MAS GUERRA
La moral que condena el robo y el asesinato
anatematiza la guerra, que es el robo y el asesi-
nato en grande escala.
La humanidad, ofuscada por el brillo de una
falsa gloría, La prestado hasta ahora un culto
estúpido á esos grandes devastadores que se lla-
man héroes.
Es tiempo ya de que los horrores de la guer-
ra figuren al lado de la ordalia y de las torturas
de la edad media.
Que las soluciones que dicta el cañón sean
reemplazadas por los cánones de la justicia en
un códigt) internacional destinado á toda la
humanidad.
Luis Mabiano Guzman,
Jurlaoonanlto é Hiatorlador.
Cochabamha, 1874.
EL PROGRESO
Todos confiesan que el mundo marcha con una
Tertigiuosa precipitación á su progreso moral,
material é intelectaal, desde cien años atrás.
Y en verdad que un atento estudio de todo lo
que sucede, no puede menos que producir una
grande admiración al ver el estupendo movi-
miento que en este siglo se ha apoderado del
género humano, con motivo de los transcenden-
tales descubrimientos científicos; con la aplica-
ción del vapor, de la electricidad y de otros nue-
vos agentes á la mecánica, á la industria y al
comercio; con la aceptación y adopción de cier-
tas instituciones sociales en el sentido de la liber-
tad; con el triunfo de los verdaderos principios
derivados del estudio de la religión, la filosofía
y la historia, que han emancipado la conciencia
la razón y el derecho; y con otros tantos adelan-
tos, perfeccionamientos y reconquistas que se
están efectuando todos los dias.
Hoy se han suprimido las distancias: se puede
comunicar una noticia en pocos instantes, de
cualquiera parte del mundo: no se pregunta ya
cuántas leguas hay para llegar á un punto deter-
minado, sino cuántas horas. El tiempo ha susti-
tuido al espacio. Y en virtud de este grande
adelanto, las naciones se han aproximado; y los
pueblos de remotas regiones se han puesto en
contacto estableciendo un comercio recíproco de
ideas, costumbres, intereses, industrias y pro-
ducciones.
Es un hecho que el género humano se enca-
mina apresuradamente á realizar el giun dogma
democrático de la Fraternidad Universal,
Hace 19 siglos que el Mártir del GhSlgota
proclamó la fórmula del progreso en pocas pala-
bras:— //Amaos los unos á los otros, dijo; porque
//todos somos hijos de ese Padre común, que es
//Espíritu y Verdad, y á quien debemos orar,
//pidiéndole: venga anos tu reino, para que se
//haga tu voluntad, así en la tierra como en el
//cielo, fr
Desde entonces han comenzado á modificarse
completamente los errores y preocupaciones, las
supersticiones y el fanatismo que en todo orden
de ideas y sentimientos servían de barrera al
progreso, perfección y libertad del hombre y de
la sociedad: y desde entonces ha comenzado la
lucha entre el oscurantismo y la civilización,
entre los opresores y los oprimidos, entre los
hombres del retroceso y los hombres de pro-
greso.
Dios es nuestro Padre: á todos nos quiere
igualmente; y para todos ha dictado indudable-
mente las mismas leyes, dándoles los mismos
82
AMÉRICA LITERARIA
dereolios j oblig^ttoiones. Esas leyes no pueden
menos que ser de bondad, de jnstioia, de verdad y
de libertad, como son los atributos de Dios : y es
indudable también que la humanidad debe mar-
char á la realisacion y cumplimiento de esas leyes
sobre la tierra, para obedecer la voluntad del
Soberano Legislador.
A ello tiende fatalmente el género humano, tal
Tei sin apercibirse claramente; y para ello se
encaminan todos los pueblos y naciones á aproxi-
marse, unirse y asimilarse, combatiendo los obs-
táculos morales y materiales que se oponían al
supremo fin de formar una sola familia de todos
los hombres y de conyertir el mundo en la patria
común para el bienestar de todos.
Y esto es tan cierto, que no tiene otra esplica-
cion esa admirable y rápida transformación que
se está yerificando en el mundo, en la religión,
en el derecho de gentes, en la legislación, en el
comercio, en la adopción de los mismos pesos,
medidas y monedas, y hasta en el idioma, cos-
tumbres, intereses y oonyeniencias sociales, que
tienden á uniformarse, identiñcarse y uniyersa-
lizarse.
Dia yendrá en que esta transformación sea un
hecho en el mundo.
Verdad es que aun hay muchas resistencias
que yencer para Ueg^ á ese fin. La obra es
garande y difícil; pero también es cierto que en
este siglo se ha avanzado mucho, merced á la
sostenida batalla que dia por dia libran los hom-
bres del progreso contra los tiranos de la inteli-
gencia, contra los opresores de la conciencia,
contra los enemigos de todo derecho y de toda
ley y contra los adyersarios de toda libertad y
de todo adelantamiento.
Felices los que contribuyen, aunque sea con
un grano de arena, al triunfo de las buenas ideas,
combatiendo en su esfera á los que se oponen á
la instrucción, libertad y dignificación del pue-
blo por medio del trabajo, de la yirtud, de la
honradei y del amor sincero á sus semejantes.
Felices los que utilizan en tan santo objeto el
pulpito, la tribuna, la prensa, las asambleas del
pueblo, el gabinete del sabio y hasta el modesto
taller del artesano. Felices, porque cumplen
con un deber como individuos de la gran fami-
lia humana, consagrando su vida en beneficio de
la vida de la humanidad. Trabajar, y sacrificarse
por los verdaderos intereses y conveniencias del
pueblo, es cumplir la voluntad de Dios.
Trabajemos, pues, hasta conseguir que dest-
parezcan las preocupaciones de raza, de religión,
de nacionalidad y hasta de familia: trabajemos
en la extirpación de los errores que hacen vene-
rar á los tiranos y opresores de sus semejantes:
trabajemos, en fin, hasta obtener que el himibre
en cualquiera parte donde esté, viva como en su
patria, con las mismas g^arantfas y deberes, sin
que nadie fiscalice sus creencias políticas ó reli-
giosas, sin que le averigüen á qué raza 6 naci<a
6 familia pertenece; y sin que nadie ponga en
discusión la mayor 6 menor amplitud de dere-
chos y obligraciones que le corresponden. £1 db
que reinen las mismas leyes en toda la tierra, qne
serán, á no dudarlo, las leyes de Dios, ese dia el
hombre tendrá al mundo por patria, á la huma-
nidad por familia, y al individuo por hermano,
sin mas autoridad que la ley.
Esto, que alguno calificará de utopía, es mi
creencia: y es el modo como veo marchar al géne-
ro humano á su creciente adelantamiento y civili-
zación.
Casimibo Cobbal,
▲bosMlo r PobUoista.
Tacna, 1878.
FRAGMENTO
!>■ UNA COmTNICACION DIBIGIDA AL MIKISTBO
PLENIPOTSNCIABIO DV BOLIVIA. VM BUSHOS AIBM
DOCTOS DON ANTONIO QÜIJA&BO
El angustioso cúmulo de calamidades que en
los dos años precedentes oprimieron á Bolivia de
improviso, ha comprometido mas seriamente qne
nunca antes de su autonomía geográfica, y no
puede ya contraponérseles la fuerza improvisads
de alianzas bélicas, que es siempre equívoca. Si
los cincuenta años en que ella por sí sola persi-
guió esa autonomía con tantos sacrificios, no
hubieran sido esterilizados, por falta de constan-
cia en la devoción de sus gobiernos á ese fin
primordial, desde que recibió su emancipación,
consag^rándola con su nombre nacional, ntdie
tendría por aventurado el afirmar, como yo afir-
mo, que ahora quince años tasadamente habris
entrado en real posesión de su terrítorío maríti-
mo, en vez de haberlo comprometido á la suerte
que tiene de ser teatro y estímulo de guerrts
seculares. La actual puede ya suspenderse por el
agotamiento mas ó menos próximo de cada nns
SECCIÓN POLÍTICA — eepública de solivia
83
de Ias tres Bepúblioas beligerantes. Usted lo lia
espresado con previsioii. Pero ese agotamiento,
¿será acaso compensado con la enseñanza que
deja para no mas perder de vista su fin primor-
dial de geográfica nacionalidad? En este pnnto,
tampoco es aventurado decir, qne no cabe otra
seguridad qne la organización militar á la mo-
derna que está basada sobre el servicio obligato-
rio para todos, así como las constituciones libe-
rales se basan sobre la instrucción primaria
obligatoria de igual modo, según dije en otra
ooamon. Bastaría para eso, que no se subordine,
como hasta aquí, en sus Congresos, el fin primor-
dial á los secundarios, la existencia á los realoes
de ella; bastarla, que dejando á un lado teorías
mas bien filosóficas que políticas, se preocupen
de hechos del orden natural que por ser del inte-
rés de todo el mundo, toman el nombre genérico
de intereses. Por tanto felicito á usted cordial-
mente, á mi ves, por los resultados que en ese
orden ha comenzado usted á obtener, así en esa
capital como en el Paraguay, de posición tan
fatalmente análoga á la de Boliyia
Con las armas de precisión y con la maquina-
ria poderosísima con que se hace ahora la gpuerra,
el servicio militar tiene que ser como el taller
inmenso de una industria única, cuya dirección
absorberá forzosamente la atención de su Direc-
torio por mas altas que sean sus facultades inte-
lectuales y morales, como sucede con los de tantas
empresas industriales de primer orden en Ban-
cos, Ferro-carriles, empresas mineras, en fin, en
la producción 6 ya en la distribución y consumo
económicos modernos.
En lo que importa fijarse es, en el gran beneficio
de la evolución ec<mómica de la antigua indus-
tria á la grande de hoy. Este se reduce á dismi-
nuir y aún á suprimir el trabajo humano material,
reemplazándolo con las fuerzas naturales, mil
Teces mas poderosas y menos costosas — Así en
la g^nerra se han suprimido las dos décimas partes
del trabajo y fatigas del soldado^Es cierto que
n ha agravado en la misma proporción el riesgo
de la vida; lo que importa decir que ahora nece-
nta en fuerza moral é intelectual todo lo que
^tes gastaba en fuerza física y muscular. Lo
que importa á la vez decir, que la parte mecá-
lúca de la gpuerra es menos gravosa en la propor-
<úcn que la parte directiva es mas difícil y
«aerada. De ahí viene, que el servicio militar se
hace umversalmente obligatorio, así como la ins-
trucción primaria en los Estados modernos.
TomXs Fbias.
Bz-Presidente de 1» Sapúblto*, hombre de Bstedo j Dlplomákle*
Parit, 1880.
CORRIENTE BENÉFICA
A medida que las sociedades humanas pro-
gresan, y según las condiciones peculiares en que
llegan á encontrarse al cruzar por las distintas
épocas de su existencia política, sienten, acaso
sin pensarlo, la necesidad de dar aliento á cierto
género de ideas, y hacer preponderar ciertos
principios, que no son sino el producto de las
exigencias de la época y del giro que sucesivamen-
te van tomando los destinos de la humanidad.
A mi juicio, la marcha que esa desconocida é
irresistible corriente imprime en nuestros dias á
las leyes de la moral internacional, ha sido reve-
lada en 1856 — por la memorable, aunque incom-
pleta declaración de 16 de Abril de aquel año; y
es hoy, sin duda, una de sus mas espléndidas
manifestaciones, el progreso de la doctrina que
consagra el respeto general de la propiedad pH'
vada durante la guerra.
Tengo fé en que bien pronto su triunfo defi-
nitivo dejará á los pacíficos é industriosos habi-
tantes de todos los países, libres de la gran parte
de calamidades y sufrimientos de que hoy se les
hace participar, sin razón algnina, en todas esas
guerras provocadas por la ligereza, el capricho
ó la ambición de los malos gobernantes.
Fbdbbico Diez db Mbdina.
JarlMODBulto 7 PobUeiita.
iki Pos, 1877.
El Nuevo mundo, obedeciendo á la ley de sus
condiciones geogrráficas, al origen de las razas
que lo pueblan y á su sistema político orgánico,
está llamado á consumar definitivamente la civi-
lización humana, resolviendo el problema de la
perfectibilidad ind^nida, por la perfectibilidad
posible, bajo el doble carácter que constituye y
de que es susceptible el hombre.
El germen civilizador pertenece á la raza aria-
J
84
AMÉRICA LITERARIA
na; surgió del Oriente, se ha trasformado y
desenvuelto en el Mediodía j debe perfeccionar
7 terminar su elaboración en Occidente.
Tres acontecimientos presagian esta consu-
mación: la colonización de America por las razas
indo-europeas (ananas); la aplicación del princi-
pio de libertad en su forma genuina mas amplia
7 mas exacta; 7 la unidad del sistema del gobier-
no americano — la democracia.
Tres cuestiones, á su vez, debe resolver el pre-
sente, para prevenir la solución futura: la cons-
titución federativa de los Estados americanos,
determinando por el equilibrio económico-polí-
tico, la demarcación de sus fronteras limítrofes;
la uniformidad del derecho público americano,
resultante de la identidad de instituciones civiles
7 políticas; 7 la declaración de comunidad de
ciudadanía entre los pueblos americanos, base
moral de la ciudadanía universal, última expre-
sión de la civilización mas perfecta.
Santiago V. Guzman.
▲bog*do y Escritor.
Buenoi Aires, 1874.
Los funestos resultados del aislamiento acon-
sejarán un poco mas tarde, á las Repúblicas Sud
americanas á fortalecer su vitalidad, agrupán-
dose en confederaciones que las hagan mas
consistentes 7 respetables.
Manuel Buitbaoo.
Hftslvtnulo.
Me preocupa la situación de mi patria, tanto
mas dolorosa, cuanto es mas próspero el estado
de otras secciones americanas, 7 es por eso que
repito mi modo de pensar, toda vez que para ello
encuentro ocasión.
Ningún pueblo se ha levantado, ni es dable
que se levante sino á influjo de estas dos causas:
la cultura intelectual de su población 7 el des-
arrollo de su industria. Y tan poderosa es la
primera, que por sí sola promueve 7 facilita el
advenimiento de la segunda. El régimen mas
beneficioso, el gobierno mas digfno de su alta mi-
sión es, pues, el que consagra en ma7or escala los
recursos nacionales á la difusión de los conocí*
miento3. Ejemplo palpitante de esta verdad son
los Estados-Unidos del Norte.
Bolivia, fatalmente alejada, por su posición
mediterránea, de las corrientes civilizadoras del
exterior; pobre é inactiva, porque no sabe ni
puede explotar sus inmensas riquezas naturales,
esparcidas en el seno de un vasto territorio; presa
del predominio militar, 7 por esto mismo, sujeta
á incesantes perturbaciones engendradas por las
luchas de la libertad contra los poderes de origen
7 carácter violento; desprovista de costumbres,
republicanas 7 sintiendo amenguarse, en raion
de sus propias desgracias, la energfía del espíritu
público que solo se mantiene 7 robustece allá
donde la opinión es la gran fuena moral de la
sociedad, — no saldrá de tan aflictivo estado, sino
cuando la instrucción se estienda de las clases
acomodadas que ho7 forman una débil minoría»
á la generalidad de los habitantes, en cu7a acción
conciente 7 armónica está cifrada toda transfor-
mación seria, capas de producir, en pos del des-
envolvimiento intelectual el adelanto moral, polí-
tico 7 económico de la nación.
Obrar en este sentido importa tanto como em-
pujar la suerte del país hacia las saludables
conquistas del porvenir. T para que se apresure
ese resultado, solo ha7 un medio : —abandonar las
controversias sobre formas constitucionales que
nos entretienen 7 dividen, sirviendo de remora
á las ideas útiles 7 á las sólidas convicciones; 7
llamar el esfuerzo decidido 7 perseverante de
nuestros legisladores, de nuestros hombres de Es-
tado 7 de nuestras ilustraciones sobre el problema
de la regeneración positiva de la República, con*
sistente, á mi juicio, en la multipUoaoion de los
focos de enseñanza, 7 por ahora á lo menos, en
la mejora de las vias de comunicación que habrán
de influir por su lado en los progresos de la in«
dustria.
Dar luz á la inteligencia, aplicación al traba-
jo 7 arrimo á las instituciones, oolocándolas baje
el amparo de la opinión ilustrada, — ^hé ahí el se-
creto de los futuros destinos de Bolivia.
Mblchob Tbbbazas.
(Hombre d« Estado).
Coehahcmba, 1877.
L i actual rdunion de una Asamblea Constitn-
7ento en la ciudad de La Paz, dá lugar ¿ graves,
SECCIÓN POLÍTICA — ebpública db solivia
85
pero tristes oonsidenicioiies, que sino al presente,
mas tarde qnizá podrán tener algún valor é in-
fluencia en la política de la República.
Nadie ignora qne Bolivia es el país clásico de
las Constituciones; qne estas desde Sucre, su pri-
mer Presidente, liasta nuestros días, lian venido
atropellándose unas á otras, con tan vertiginosa
rapidez, que no nos han dado tiempo ni lugar
para esplicar esa asombrosa y desconsolante ins-
tabilidad de instituciones, que dio orígpen al cé-
lebre dicho del General Belzu, uno de sus muchos
mandatarios: éiBolivia es ingobernable, u
Mas no; lo que estas terribles, y hasta cierto
punto justificadas palabras significan es: que un
pueblo donde ha penetrado escasamente la luz de
la eivilisacion, donde la revolución ha fallado por
completo en la principal de sus bases, la de las
ideas, dejando en pié la ignorancia, las preocu-
paciones, el fanatismo, la ociosidad, con el cortejo
de todos los vicios bajo un régpimen absolutista y
teocrático, como el que le habia dominado, por
tan dilatados años; que semejante pueblo, mien-
tras no se regenere, no podrá jamás constituirse
democráticamente; esto y no mas significan esas
tres palabras.
Por ello fué, sin duda, que el experto político
Sucre, desde la aurora de nuestra independencia,
al sentar las bases de la futura Bepública, no
vaciló en acometer con mano firme reformas ra-
dicales, para prepararla convenientemente á la
nueva vida política en que iba á entrar de lleno,
en unión y armonía con las demás Repúblicas
sns vecinas y hermanas y realizar de esta manera
las esperanzas, no solo de la América, sino de la
humanidad entera.
¡Qué poco duró aquella venturosa época de
nuestra regeneración! pasó ella, y todo volvió á
sepultarse en las tinieblas del caos.
Vuélvase, pues, al punto de partida; retroce-
damos cronológficamente, para avanzar lógica-
mente por el sendero del progreso; y si se quiere
de buena fé que la nueva carta de 1877, no corra
la triste suerte de sus antepasadas, que enarbole
resueltamente la banderado las reformas; el país
estará siempre al lado de una Constitución que,
consultando sus verdaderos intereses, los ponga
á cubierto de las góticas pretensiones de la igno-
rancia y el fanatismo.
REFLEXIONES
Domingo Dblgadillo.
Hombre de Estado.
8n€!n,Vm,
Con el propósito de curar la instabilidad polí-
tica de casi la totalidad de las repúblicas hispano-
americanas, se han tenido generalmente en consi-
deración solo sus causas de segfundo término : el
pretorianismo, la falta de industria, la igfnorancia
del pueblo, la situación geográfica; mas los
esfuerzos que se han hecho para combatirlas han
sido golpes de hacha, mas ó menos ineficaces, que
han herido únicamente las ramas sin llegar al
tronco. Este, de donde brotan aquellas, que las
' alimenta y dá vida perniciosa, cual planta de
maldición, es la inmoralidad política, que tenien-
do su raiz en muchos puntos de las altas regio-
nes de los pueblos, ha llegado á cubrir con su
follaje hasta las mas bajas, secando y exting^uien-
do con su sombra venenosa todas las virtudes y
abnegaciones cívicas de que vive la república.
Aun en las monarquías de Europa y de Amé-
rica se observa que el imperio de la ley es todo, y
el hombre nada; pero, en la mayoría de los pue-
blos Sud americanos es lo contrario : el hombre
es todo, y la ley es nada. De aquí la falta de
poder legal de los gobiernos, el desprestigio de
las instituciones, el escarnio de las verdades y
principios políticos, la carencia de fé y de con-
vicciones, el menosprecio del derecho, la omnipo-
tencia de la fuerza y la deplorable debilitación
de la dignidad del ciudadano ■.
En Bolivia está actualmente reunida la décima
Asamblea constituyente para dar la décima
constitución á los bolivianos. ¡ Triste fecundidad !
¡Lamentable engaao! ¡Se busca el remedio en
las variantes de la ley que no se comprende; que
no se ama ni respeta; que se la ha hecho siempre
pavesas al fuego de los rifles y entre la algazara
de las muchedumbres y de las que no son mu-
chedumbres!— ¿Y será difícil prever el destino
que le aguarda al niño que se trata de dar á luz ?
Montesquieu ha dicho : *> la república vive de la
virtud », Enséñese esta é inspírese asiduamente
al pueblo y á la juventud en las escuelas y en
las universidades, en los talleres y en las plazas,
en los meetings y en los templos; den los garan-
das á Io3 peíiuaños, los ilustrados á los ignoran-
tes ejemplos pr«vcfcico3 de respeto y sometimiento
á la ley; dense treguas las ambiciones en un
régimen legal y esperen su hora; en resumen.
86
AMÉRICA LITEBABIA
llágase la moralidad polftioa, 7 estará hecha la
rerdadera república.
José Manübl di la Bbza.
Abogado.
Coehahamha, 1878.
u La marcha de toda institución nneya es lar-
go tiempo una lucha u, ha dicho el prisionero de
Sedan.
Esta verdad, confirmada por una larga expe-
riencia 7 explicada por la inperfeccion natural
de toda obra humana, sirve de justificativo á los
desaciertos del viejo mundo, á la vez que de tema
para las acusaciones mas injustificables 7 para la
censura mas cruel contra la América española.
Para aquel, esta es inquieta, turbulenta 7 hasta
salvaje. Su emancipación fué un hecho prema-
turo :-^stá en estado de conquista.
¿Por qué? — Por la instabilidad de sus gobier-
nos;— por la continua perturbación del orden
público; — por el estado de agitación normal que
constitu7e su modo de ser político.
Los que así juzgan de la América olvidan la
naturaleza de las cosas; — carecen en lo absoluto
del talento práctico de la observación; — descono-
cen que todo en la naturaleza está sujeto á la
le7 de la evolución como condición de desarrollo.
En la naturaleza física, — ^los misterios de la
creación del mundo, el diluvio, los terremotos, las
tempestades, etc., etc., no son sino otras tantas
evoluciones que el globo terrestre ha sufrido 7
sufre todavía en el sentido de su perfecciona-
miento.
En el reino vegetal, — la fior, el fruto, la simien-
te, su germinación en la tierra; la aparición de
la planta, su crecimiento, etc., no son sino evolu-
ciones 6 modificaciones indispensables para su
desarrollo 7 perfección.
En el reino animal, del que forma parte el
hombre por su organización, 7 del que difiere por
la chispa celeste que lo anima; los secretos de la
generación; el nacimiento; los tropiezos 7 las
caídas, á pesar de los cuidados en la primera
edad; la alucinación, los peligros 7 fracasos de la
juventud, 7 las lecciones de la vida práctica, son
otras tantas condiciones de vida 6 evoluciones
indispensables para su desarrollo físico 7 moral.
Y lo que digo del hombre individual es exac-
tamente aplicable al hombre colectivo llamado
sociedad, nación 6 Estado.
Según esto; ¿por qué estrañar, pues, la conti-
nua agitación política, el estado normal de
revolución en que vivimos? Son otras tantu
condiciones de vida 7 desarrollo.
La república en América es una aimiaiite
implantada aiyer en un tenfeno amasado oon Ui
lágrimas del despecho que arrancaba el odio
hacia una dominación orgnllosa. Tierna planta
ho7 todavía, lucha por aclimatarse contra la
aridez del terreno 7 la inclemencia del tiempo.
Cuando ha7a triunfado de los obstáculos que se
oponen á su leg^ítima aspiración 7 llegado á ser
planta robusta, desafiará tranquila el furor delta
tempestades 7 las ahogará en su cuna. Doblegue
entonces todo á su pujanza, reposará tranquila,
como reposa el obrero después de concluir su
obra, como descansó Dios al séptimo día de la
creación.
La agitación política en América es, pues,
síntoma de vida, oondidon de desarrollo, elemento
de perfección.
Lo que debe alarmar, por consigrniente, no son
esas evoluciones tempestuosas de la polítict,
propias de nuestra edad 7 expresión de nuestrts
legrítimas aspiraciones, sino la enervación de k
vejes en el periodo de la juventud.
Zoilo Flobes.
Dlplomátleo, Miembro del OoDfrMO
de Joiieeoaealtoe
Lima, 1877.
Fanático por el principio del ¿rden, como
simple ciudadano ó en el poder, vencedor 6 ven-
cido, constante predicador de ese principio en la
prensa, en la cátedra, en la tribuna, en los clubs,
no me apartaré de ese programa de mi vida públi*
ca, porque sé bien que solo en el terreno del
orden se cultiva frondoso el árbol de las instila*
clones liberales: solo de sus fuentes puras pueden
desprenderse los torrentes que fecundizan Is
prosperidad nacional.
Sebapio Bbybs Obtiz.
Jarieeonialto f üecletrmdo.
Sucre, 1876.
SECCIÓN POLÍTICA — república de boliyia
87
Haj una yerdad que amarga el patñotismo:
que Bolivia no ha podido constitiiirse de una
manera definiÜTa en mas de medio siglo que
UeTa de existencia política independiente.
La instabilidad de sos gobiernos j de sus
instituciones, que caen al embate de sus revolu-
ciones, le han creado un estado anormal que, si
no la llera al retroceso, la tiene por lo menos
estacionaria; lo que importa lo mismo al frente
del progreso de los Estados vecinos.
La cansa de tan lamentable situación la ban
oreido encontrar mucbos en su posición mediter-
ránea; en su falta de industria y de cómoda
viabilidad.
A mi juicio, se toman los efectos por las
causas. La verdadera paréceme encontrarla en
su forma de gobierno — la unitaria, que absoluta-
mente es conveniente á Bolivia.
La mas bella forma de gobierno, es sin duda
la federativa.
La federación es la perfección de la Bepública:
■olo en ella son una verdad los principios demo-
crátioos. El unitarismo los desvirtúa, sino los
baoe ilusorios.
El gobierno unitario es la absorción, la con-
centración de toda acción j todo poder.
Por su misma naturaleía tiende al despotismo.
Si no ahogra la libertad y las garantías, las
dispensa al pueblo como un favor y con odiosas
restricciones.
La desoentralizacion es la tendencia natural
y universal: ella es imposible bajo el régimen
unitario.
Bolivift, territorio vasto, comprende pueblos
heterogéneos por muchos aspectos y separados
por largas distancias, poco menos que desiertos.
Están fuera del alcance de la acción adminis-
trativa, ó les llega tardía y extemporáneamente.
Y cuando sus necesidades no son llenadas en la
medida de sus justas exigencias, nace el descon-
tento que no tarda en traducirse por resistencia
armada contra ese poder de quien no recibe bene-
ficios. «
Este es el origen de la guerra civil.
En el régimen federativo el poder local atien-
de con ventaja las necesidades de sus últimos
cantones. Ueva la luz y el trabajo á sus últimas
aldeas.
Escuelas y caminos, y con estos elementos no
será posible el despotismo.
La federación permite á cada localidad inver-
tir sus recursos en provecho suyo.
De Bolivia hay que hacer un pueblo mas indus-
trioso y menos político y militar. Que sus hijos
sepan explotar las inmensas riquesas oon que la
mano de Dios ha favorecido su suelo.
La experiencia ha demostrado hasta la convic-
ción que Bolivia no adelanta en el camino del
progreso. Su remedio es la federación. T el dia
en que llegue á implantarse este principio rege-
nerador, conforme á la aspiración general, se
habrá colocado en la via de su felicidad para
tocar á su fin anhelado, — á su venturoso porvenir.
Bblisabio Salinas.
PoUtiooyBMritor.
La FoM, 1877.
Bolivia, que formaba parte del Yireinato de
Buenos Aires en la época del coloniaje, con el
nombre de Alto Perú, fué la primera que lanzó
el grito de Independencia y Libertad contra la
dominación española el 25 de Mayo de 1809 en la
ciudad de Chuquisaca, asiento de la sede metro-
politana; grito secundado por los moradores de las
riberas del Plata, en ig^ual dia del año siguiente
y seguido casi simultáneamente por la Paz en 16
de Julio y por Coohabamba en 14 de Setiembre del
mismo año diez, con la notable circunstancia de
que los inermes é indisciplinados hijos de la
última ciudad, obtuvieron el primero y el mas
espléndido triunfo contra las aguerridas y disci-
plinadas huestes españolas, el memorable 14 de
Noviembre de 1810, en los campos de Aroma,
triunfo que demostró á toda la América que era
posible sacudir el ominioso jugo que por tres
centurias la habia oprimido, y cuya verdad ha
comprobado la terminación de la guerra de los
quince años, guerra que la iniciaron los Arze, los
Quiten, los Rivera y los Guzman, vencedores en
Aroma, y la continuaron los Belgfrano, los Cas-
telli, los Diaz-Yelez y tantos otros esclarecidos
patriotas.
Obtenida la independencia por el esfuerzo co-
mún, era de esperar que las dos nacionalidades
que surgieron del antiguo Yireinato de Buenos
Aires, corrieran paralelas en la via del progreso;
pero la diversa forma de gobierno que adoptaron,
federal la República Argentina y unitaria la da
88
AMÉRICA LITERARIA
Bolivia, ha sido una de las principales causas del
adelanto de la primera y el atraso de la segunda.
Para salvar á Solivia de esta desventajosa si-
tuación, se intentó en la Asamblea constituyente
de 1871 mudar la forma unitaria sustituyéndola
con la federal; pero la desmesurada ambición
del mandatario de entonces y sus tendencias orgá-
nicas á la arbitrariedad y á la dictadura, f ustraron
las nobles y patrióticas miras de los Diputados
que, aunque en minoría, sostuvieron en el Par-
lamento, la oportunidad y las ventajas de adop-
tar el sistema federal.
Desde entonces, el pensamiento se ha propa-
gado de una manera asombrosa, en todos los
círculos políticos y especialmente en la juventud
ilustrada del país; y es de esperar que un dia,
acaso no lejano, se implantará pacíficamente la
federación en Solivia y entonces se llenarán los
deseos y aspiraciones del suscrito.
José Mabia Gütiebbbz MutiscAL.
(Jariaoontnlto 7 Mai^istrado)
Cochabamba, 1878.
EL SISTEMA FEDERAL
El sistema federal es seductivo y alucinante
para todo pueblo, porque á primera vista ofrece
libertad en la ley. Satisface también donde pue-
de aclimatarse tan preciosa planta las justas
aspiraciones que alimenta toda sociedad, de mane-
jar por sí y en su propio provecho sus intereses
locales, con el noble fin de dirigirlos al importan-
te objeto de labrar el procomunal; pero ese siste-
ma de tan hermosa estructura supone para ser
sólidamente establecido, que el pueblo no solo
comprenda todo su mecanismo y sus esenciales
fines, sino que además esté dispuesto á sostenerlo
y defenderlo contra los embates de una ambición,
y las demasías de cualquiera facción que conspire
por destruirlo.
¿Qué sucedería en Filadelfia, por ejemplo, si
algún genio audaz y sediento del mando, se
levantara á la cabeza de algunos facciosos á asal-
tar el poder público y destruir el orden legal
establecido ? Segruro es que en el momento toma-
rían las armas millares de ciudadanos, con el
objeto de aniquilar al ambicioso y sus cómplices
y restablecer inmediatamente el orden perturba-
do, ¿ y por qué ? — porque ese pueblo conoce y
comprende sus instituciones, y sabe que de sa
estabilidad proviene la garantía del trabajo y de
la industria que lo alimenta. Sabe muy bien que
destruido el poder legal, el ciudadano, su f amilii
y su grande ó pequeña domesticidad, quedan i
merced de la rapacidad y de la violencia de loe
conspiradores.
¿Se halla Solivia en semejantes condiciones?
— Melgarejo atacó á la cabeza de 200 rifleros
el palacio presidencial, depuso al mandatario
constitucional, y al dia siguiente se proclamó
por sí y ante sí Presidente provisorio de li
República.
El pueblo inteligente, pero muy reducido en
número relativamente á la población, lamentó en
secreto el atentado, y guardó silencio. La gene-
ralidad de ese mismo pueblo, admirando el valor
del ambicioso, se mostró indiferente porque no
comprendia lo que pasaba en el escenario político
que tenia á su vista. Esa indiferencia es una
prueba concluyente de que ninguna combinación
política puede ser estable si el pueblo no la oom-
prende y tiene la resolución de sostenerla.
Melgarejo tiranizó á Bolivia por espacio de
seis años, ofreciendo á la vista de todos los boU-
víanos un conjunto de atentados y de vicios, y
de prodigalidades de que solo hay ejemplo en Is
historia del bajo imperio. Es verdad que hubo
tentativas en todas partes de la República pan
destruir ese monstruoso poder, pero esos esfuer-
zos por débiles é impotentes que fueron, no llega-
ron á tener un éxito feliz.
Decidnos vosotros, jóvenes animosos que com-
batisteis esa inmoral y corruptora tiranía, ¿por
qué no os fué dado coronar con la victoria vues-
tros heroicos sacrificios en defensa de las insti-
tuciones y de la libertad del país? ¿No es cierto
que vuestros esfuerzos se hicieron impotentes
ante el frió egoísmo de la alta clase de la socie-
dad y ante el indiferentismo de la generalidad
del pueblo?
T lo que sucedió con Melgarejo en 1864, tuvo
ya su precedente en 1848, en que Belzu con igual
audacia que Melgarejo, detentó la autoridad Su-
prema, la retuvo en sus manos por siete años, y la
dejó cuando hastiado del poder quiso bajar de ¿1
espontáneamente, porque nuestros lectores no
ignoran que muchos personajes del país y algunas
representaciones de artesanos, le rogaban que
permaneciese á la cabeza de la administración. £1
SECCIÓN POLÍTICA — bepüblica db solivia
89
pueblo en general, j salvas muy honrosas escep-
ciones en la alta clase social, se mostraba impa-
sible, por no decir contento, delante de esa dicta-
dura que tuvo por tan largo tiempo encadenado
el progfreso moral del país.
De estos hechos históricos y de otros que nos
escusamoB de citar, se deduce, que existe una
muy esencial diferencia entre el pueblo Norte
Americano que en todos sus actos se muestra
conaeonente á esas virtudes de amor al trabajo,
de dignidad personal'y de respeto á la autoridad
que tradicionalmente heredó de los Padres pere-
grinos de Moravia y del austero cuákero Gui-
llermo Peen; y el de Bolivia que, dividido en
razas antipáticas, hablando diferentes idiomas
que oponen á la entrada de la civilización una
barrera de granito, y que por fin no se ha des-
prendido de los usos y costumbres del vasallaje,
no comprende todavía el organismo del régimen
representativo bajo la forma de unidad, y en tal
estado de atraso, ¿ será posible que pase de un
sistema, aun no conocido, á otro mas desconocido
y cuya base es la industria y un grado mayor de
ci?ilizacion ?
Algunas monarquías del continente Europeo,
pobladas, industriosas y civilizadas, se afanan
por implantar en su suelo el régimen constitu-
cional inglés, pero hasta ahora no se puede
asegurar que lo hayan conseguido en toda su
regularidad; y la Francia, particularmente, que
anhela por esa constitucionalidad desde hace 90
años, después de haber atravesado nueve grandes
y sangrientas revoluciones, no sabe hoy '.si la
conseguirá, volviendo á la dinastía de Luis Felipe
ó forcejeando en dar estabilidad á la reaparecida
Bspública. T Bolivia, escasa de población, pobre
de industria y mas pobre todavía en luces, ¿po-
drá sin g^vísimos inconvenientes hacer una
transición política, para la cual no tiene prepara-
ción alguna?
Se nos dice que la América de 1810 empren-
dió la difícil obra de independizarse sin estar
preparada debidamente para el tránsito de un
gobierno colonial á otro doméstico, y que sin
embargo consiguió su fin, de cuyo beneficio esta-
mos disfrutando. Nosotros decimos que ño fué
así. Los paises litorales de América tuvieron en
1810 conciencia de lo que hacían, y los centrales
dieron instintivamente el grito de independen-
cia, porque en ellos dominaba la idea de libertarse
de los españoles, sus señores de mas de 300 años.
Bolivia, por no estar suficientemente predis-
puesta y bastante civilizada, para variar en fede-
ral su forma unitaria actual, no puede pensar en
ese cambio. Muy á la ligera hemos insinuado las
dificultades que tocan las viejas naciones del
antiguo mundo, para implantar en su suelo la
nueva organización política á que aspiran; y
aparte de esos ejemplos que pueden ó no ser
aplicables á nuestro caso, está bajo nuestros ojos
la vecina República Argentina, que en 30 años
de guerra civil permanente, no ha podido aclima-
tar la planta Norte Americana, puesto que mar-
cha á tropiezos en esa difícil empresa.
Miguel María db AauíBBS.
PubUolstft.
CochcLbamba, 1871.
El Autógrafo Americano es un documento para
la posteridad.
IJn pensamiento del pasado, una hoja cualquie-
ra suelta abre ancho horizonte al hombre pensa-
dor. Se llega á conocer el grado de civilización
de un país, sus costumbres y sus ideas.
El estilo es el hombre; y el estilo es también
el pueblo: revela todo su carácter y el de la
misma época.
Característico fué del pueblo oriental el estilo
alegórico, como lo fué el picante y conciso del
pueblo de Atenas, como ardiente lo es el del
francés.
Por los escritores americanos se vé que, á pesar
de ser hijos de una misma raza, las maneras de
la espresion de ideas varían de nación á nación.
Si todo esto se manifiesta en lo literario, mani-
fiéstase también en los intereses, tendencias y
preocupaciones dominantes en cada localidad, y
revela todo el modo de ser de un pueblo.
En el Autógrafo vemos, por ejemplo, que los
mas de los manuscritos bolivianos son de política.
Hé ahí Bolivia.
La política es la gran preocupación de este
país; y porque su código fundamental es esen-
cialmente político, es por esto que se prefiere
emplear el tiempo en discutirlo, á fin de formular
uno nuevo y mejor, que en escogitar medios de
prosperidad material, industrial é intelectual.
Es que todo esto no es político.
El pensamiento argentino, chileno ó peruano,
estampado en aquel repertorio de ideas, en aquel
90
AMÉRICA LITERARIA
reflejo de la presente civilización — el Autógrafo
—dirá inmigración, libertad de enseñanza, tra-
bajo, comercio, ferro-carril, gas, vapor, etc., y
ofrecerá nn contraste digrno de estudiarse y me-
ditarse.
Por eso decimos, qne el trabajo del inteligente
señor Lagomaggiore, es un documento histórico,
una bruñida página de los anales americanos.
La posteridad — nuestros descendientes, verán
y contemplarán las firmas de los que boy estam-
pamos en aquel proceso, y quizá compadecerán,
y quizá maldecirán, y quizá también admirarán
la época circunscrita en la septengentésima cen-
tena del siglo diez y nueve.
Hé aquí un pensamiento destinado al Autó-
grafo:— i/ el estado normal de Solivia ba sido el
desorden u,
Hé aquí otro: '/las escuelas y los caminos son
de preferente necesidad, porque ni caminos ni
escuelas tiene Solivia </, etc., etc.
MHola! — esclamará la posteridad: — ¿pues
qué hicieron nuestros padres? u
Cuántas otras consideraciones podríamos espre-
sar como naturalmente fluidas de unos pocos
renglones consig^nados en ese gran álbum de la
América!
CésAR Sevilla.
FertodUta.
La Paz, 1878.
Solivia, para ocupar un lugar preferente en
la América del Sud, necesita ilustrar las razas
indias de Quichuas y Aimaraes, que forman una
gran mayoría de su población. Esta obra dífloil
y necesaria, hasta hoy, ha sido descuidada por
sus hombres de Estado, quienes han pretendido
levantar el ediflcio de una democracia, teniendo
por base la ignorancia y la miseria de las razas
indias.
Otra de sus necesidades consiste en la carencia
de caminos en sus bosques, en sus valles, serra-
nías y su estensa altiplanicie.
Escuelas y caminos deben formar el objetivo
de BUS miras actuales, para alcanzar un porvenir
de ilustración y riqueza.
Si la inmigración tiene que ser real y efectiva
en el suelo boliviano, prepárese este con buenas
vías de comunicación; y, sus naturales dispon-
ganse, por medio de la educación, á recibir el
ósculo fraternal de los inmigrantes del viejo
mundo.
Abdok S. Okdabza.
Sacritor.
La PoM, 1878.
Si en Solivia, mi patria, no se hace de li
carrera militar una verdadera profesión; si no se
educa debidamente á sus distintas clases, no sdo
en los diversos conocimientos de la institución,
sino también, respectivamente, en los generales
que lo ilustren y le hagan comprender su elevada
misión, forzoso es declararlo : — la paz y el orden,
de que tanto necesita esta naciente y preciosa
porción Sud- Americana no llegarán á implan-
tarse; y el militar por su modo de ser, obrando
bajo la influencia de los que se llaman ilustrados,
seguirá sirviendo siempre no mas, que intereses
de explotadores políticos.
General Claudio Agosta.
Inspector Q«neral del Ejército.
La Pa», 1878.
La sola idea del desorden me ha inspirado
desde mi niñez la aversión mas profunda;— sea
que él nazca del seno íntimo de la familia, en la
que todo debe ser fraternidad y armonía; — sea
que surja del fondo de la organización política,
en la que no debe admitirse mas choque que el
de los principios y de las ideas, diferentes en su
camino, pero tendentes á un mismo fin; — sea, por
último, producido por la pug^na de Estados oítí-
lizados, en los que el respeto mutuo y la gran
ley de la solidaridad humana solamente deben
imperar.
Esa instintiva repugnancia al desorden ha ido
progresivamente creciendo en mi ánimo, á me-
dida que lo he ido encontrando casi santificado
en mi patria, donde parece el único conato, el solo
medio que conocen las aspiraciones de todo género
para surgir.
¡ Insensatez ! Nadie busca la meta por los es-
calones del trabajo, de la virtud, del valor y del
talento ! Son sendas inexploradas que no oondn-
cen sino al desierto. Así que se confunden hon-
91
SECCIÓN POLÍTICA— BBpéBLicA db solivia
ludes y vicio, virtud y crimen, en ese caos de la
anarquía, y se pierde la noción de lo jnsto y de
lo injnsto en donde se tiene por único dogma la
inmoral máxima de qne ''el fin justifica los
medios. "
Tal espectáculo es desconsolador, pero no al-
cansa á producir decepción completa. Tengo f é
profunda en los destinos de mi patria. Hay en
ella mucha virilidad, muchos elementos vírgenes
que tarde ó temprano se han de sobreponer á
nuestros vicios tradicionales y han de hacer de
Bolivia la Suiza americana por el trabajo y la
libertad,
Nicolás Agosta.
Eteritor biblióttlo.
La PoM, 1877.
No se desespere del porvenir de la raza abori-
gfene en nuestra América. La figura histórica
de Benito Juárez es la muestra de lo que puede
ser esa raza, regenerada por la aura vivificante
de la verdadera civilización. Procurémosla, pues,
y quizá podremos decir como nuestros hermanos
del Norte, ''la América para los americanos".
Una República en que domine el militarismo
solo por sarcasmo puede llamarse república,
cuando no es sino un cuerpo sin alma ni voluntad
propia, un gran cuerpo... de guardia.
Algpunos llaman "pobre hombre" al que no
capituló jamás con su conciencia; pero si en las
escenas del gran mundo solo es visible su pobreza,
allí, en las regiones de la moral se le llama "un
hombre de bien".
Sum, 1878.
Jos£ Mabía Yalda.
JurÍw(mtalto.
El mas grande beneficio que puede hacerse á
un individuo, es darle educación; porque con este
bien se le habilita para el goce de los derechos
políticos, se le hace creyente ilustrado, y miem-
bro honorable de la familia y de la sociedad. La
limosna que se dá á un pordiosero, no produce
tan inmenso beneficio: satisface una necesidad
de momento. La educación que se dá á un niño,
pordiosero de conocimientos, dura mientras vida
tiene éste. Mas importante es el pan que nutre
el espíritu que el que sustenta el cuerpo.
La educación es la mas grande fuerza de que
se puede disponer para levantar desde sus bases
la sociedad, cambiarla y transformarla; con ella
puede hac;irse mucho bien, y también mucho
mal: es un instrumento como la libertad. No
debe, por lo tanto, encomendarse la suprema di-
rección de este motor á quiénes no conocen ni la
potencia que tiene, ni el fin para el cual sirve.
Desgraciadamente la generación, cuyo destino
ha sido mal comprendido, y la dirección hacia él
pésimamente determinada y ejecutada.
La educación es un medio de creación. Se pue-
de formar de los individuos de una generación
naciente un pueblo á nuestro modo á imagen y
semejanza de un tipo ideal, como ha hecho Dios
al hombre á su imagen y semejanza. Mediante
este poder se levantará la república ó la monar-
quía, la teocracia ó la burocracia, la autocria ó
bien la oclocracia; ó cualquier otra cosa que
se quiera. Poroso ha dicho Leibnitz:— dadme
la educación y yo cambiaré el mundo.
Cbispin Andbade y Pobtugal.
▲bogado y Edooaoloniat».
La PoM, 1878.
NEUTRALIDAD DEL PODER JUDICIAL
Jusgo que los magistrados del Poder Judicial
deben ser neutrales y prescindentes en la con-
tienda de la política de partidos. Así como el
sacerdote prodiga los socorros de la religión al
vencedor y al vencido, tienen aquellos que sus-
tentar con el pan de la justicia á vencedores y
vencidos, sin distinción ; y como la pasión política
es intolerante, perderían los magistrados que se
alistasen en los bandos políticos aquella tranquila
imparcialidad, tan necesaría en el jusgador. Sus
fallos serían muchas veces el refiejo de ocultas
prevenciones.
Jamás deben los jueces suscribir esos docu-
mentos que en las guerras civiles abundan con
el nombre de protesUu, y que casi siempre son,
ó la expresión de un exagerado servilismo, ó
pasquines en que se tortura la honra del adver-
sario.
Otro es el medio levado y digno qne la Ma-
92
AMÉRICA LITERARIA
gistratara tiene á su alcance para protestar
contra las tiranías y los poderes abusivos, que,
saliéndose de la esfera de sus funciones, se entro-
meten á dictar leyes que se oponen á la Consti-
tución del Estado, 6 hacen cometer violencias
que deprimen al ciudadano.
Protesta juzgando con valor y severa rectitud
los desmanes de los agentes del Poder, retando
en caso necesario al poder mismo. T desde que
el dereclio público moderno ba escrito en las
constituciones la facultad del mas alto tribunal
de justicia para declarar la inconstitucionalidad
de las leyes, protesta también, cuando se presenta
un caso concreto, rehusando la aplicación de
actos legislativos contrarios 4 la Constitución,
vengan ellos del gobierno ó de las asambleas.
De este modo la autoridad judicial, reprimien-
do las arbitrariedades ó declarando la inconsti-
tucionalidad de las leyes, prepara en el orden
político el reinado de las garantías y del respeto
á la carta fundamental.
La magistratura en Bolivia ba dado en oca-
siones ejemplos de tan digfuas y significativas
protestas; y es consolador decir, que en el nau-
fragio de las instituciones patrias y en medio de
escollos, ha guardado el arca santa de la justicia.
Melquíades Loayza.
Juritooninlto y Compilador de leyei.
La Paz, 1878.
IDEAS SOBRE DtlRECHO CONSTITUCIONAL
Hf^''' ;."■■» 15
La Constitución es la cúpula que corona el
gran edificio social, y la Suprema ley del Estado
que sirve para ejercitar de una manera fácil é
independiente los eternos principios de libertad
é igualdad.
Una Constitución nunca crea derechos, no es
otra cosa que un Código político que declara los
derechos del hombre dándole garantía, y que
señala los deberes de los altos poderes de una
Nación.
La Constitución debe ser siempre la carta fun-
damental que se dá un pueblo en virtud de su
soberanía. Esta soberanía se puede delegar, pero
jamás adjudicar á uno ó muchos individuos y
haoerlo así, es proclamar el absolutismo. Negar
á un pueblo el poder supremo de la soberanía, es
destituirlo, deja de ser nación en el sentido cien-
tífico de la palabra, porque este como cualquier
otro derecho está fundado en su naturaleza mismi
de pueblo. Es negar á ese pueblo el derecho de
pensar, de tener voluntad; es privarle del sagrado
derecho de decidir de su suerte. Por estas consi-
«
deraciones, en una nación verdaderamente demo-
cnítica, se debe tender muy especialmente á que
no exista individuo de ella que no pueda ser
electo ó elegido, esto es, representante 6 rq^
sentado.
JuAK Fedebico Zuazo.
Abogado,
La Paz, 1878.
La precipitación, el despotismo ó la anarqníi
serán siempre la fisonomía del Poder Legisla-
tivo, organizado en una sola Cámara, ya sea en
las repúblicas democráticas constituidas bajo el
régimen federal ó del unitario, ya sea en las
monarquías constitucionales.
La sabiduría y el acierto, la prudencia y la
circunspección en las deliberaciones legislativas,
estaran aseguradas solo en el sistema bicama-
rista.
La Cámara única, siempre veleido«i por su
continua renovación, carece de precedentes tra-
dicionales, y no puede contar en su seno con el
I elemento conservador, que es la columna mas
firme que apoya la estabilidad de las leyes.
Mariano Nayabko.
Juriaocmaolto j Hiifftttndo.
La Paz, 1877.
BOLIVIA MI PATRIA
Tan feliz por los dones de Dios, como desgra-
ciada por la incuria de sus hijos, marcha moy
lenta en la senda del progreso; porque le cierran
el paso cuatro obstáculos : pauperismo, anarquía,
militarismo y aislamiento.
Para removerlos, necesitan sus gobiernos em-
plear con férrea constancia los medios siguientes:
Sistema prusiano de educación popular.—
Sistema norte americano de guardias nacionales.
SECCIÓN POLÍTICA— REPÚBLICA de bolivia
93
— Sistema inglés de finanzas y crédito. — Sistema
federal de administración ; j — todos los esf aerzos
de su diplomacia en el exterior, para atraerle
brazos, industria y capitales extranjeros, abriendo
con el rapor su clausura geográfica.
Dos lustros juzgo bastantes para la aplicación
de esos medios; y en los tres restantes del siglo
XIX, el desarrollo de sus dormidos elementos de
futura grandeza, seria tan rápido como la elec-
tricidad y tan pujante como el vapor.
Benedicto Medinaceli.
EMritor.
Sucre, 1875.
gencias de la larga y heroica lucha sostenida
contra la España. Estas concesiones debilitaron
el poder civil, y terminada aquella lucha, era
preciso ahogar en su origen ese formidable poder
de los cuarteles que con los atentados del 14 de
Noviembre de 1826 y 25 de Diciembre de 1827,
se presentaba ya como una amenaza constante
contra las garantías sociales.
El General Pedro Blanco se afrontó contra
ese poder, que, con la viciosa organización social
legada por el coloniaje, y las influencias con que
el gran Protector lo ensanchó, ha causado tantos
males á Bolivia, inaugurando esa era de conspi-
raciones y despotismo que ha hecho de la fuerza
armada el titulo de todo poder.
El militarismo es una consecuencia necesaria |
de las concesiones hechas á las necesidades 6 exi- ' Cochaba.nba, 1377.
Federico Blanco
Escritor.
ESTADOS UNIDOS DE COLOMBIA
En lo que lia de hacer consistir nn gobierno
honrado bu digfnidad, es en mantener el sufragio
popular, única fuente del poder legítimo, en la
mayor pureza j libertad. Sin tales condiciones
en el sufragio, la República es la mas costosa de
las ficciones, la menos aceptable de las tiranías;
porque sin ellas, el gobierno queda reducido al
caudillaje anónimo de los intrigantes, á la co-
barde oligarquía de los falsarios y suplantado-
res de la voluntad de los pueblos. Por el con-
trario, asegurada en la práctica la libertad
electoral, toda opinión en mayoría se abre in-
defectiblemente camino al poder; y con esto, la
alternación providencial de los partidos tiene
lugar, como la rotación de la tierra, sin sacudi-
mientos ni desorden. Con el respeto al sufragio,
el predominio de la mayoría se establece y man-
tiene cual debe ser; esto es, moralizado por la
acción subordinada, pero legítima y benéfica de
las minorías, á las cuales no hay obligación de
obedecer, pero tampoco derecho de exasperar, ni
prudencia en proscribir.
Santiago Pebez,
Ex-Presidente de U BepúbUea, literato
y hombre de Estado.
LA NUEVA ADMINISTRACIÓN NACIONAL
{Fragmento de un artículo escrito en 1868).
ünpaís libre no puede ^gober>
nado Binó por hombree honrados j
republicanos.
Acaba de cumplirse en la República un suce-
so importante.
Ha tomado posesión de la Presidencia Nacio-
nal un hombre honrado y republicano.
Para llenar la difícil misión que se le con-
fia, se asocia á hombres honrados y republicanos
también.
El nueyo Presidente, se sienta en la silla de
los Boliyar y de los Santander aclamado y apo-
yado por sus compatriotas.
El país lo ha elegido, con admirable uno, do
por las dotes militares que todos reconocen, sin6
por sus títulos de hombre de bien.
El país lo espera todo de la probidad, pues
'/está cansado de palabras y busca resultados, ft
Tenemos confianza en que esos resultados serán
muy satisfactorios para el patriotismo.
Hay labios que no mienten y palabras qne
salen de la conciencia en las grandes horas de la
vida.
SECCIÓN POLÍTICA—E. fnidos de Colombia
95
El General Gutiérrez ha pronunciado algunas
de esas palabras qne se repetirán con entusiasmo.
Ha dicho :
« Convencido de qne el extravío de las pasiones
políticas es la cansa principal de las desgracias
de nuestra patria, yo os prometo consagrar todos
mis esfuerzos á la obra de la reconciliación entre
mis compatriotas, i/
T llamando en su auxilio á todos los colom-
bianos, para sostener limpia y honrada la bandera
nacional, ha dicho también :
*»Ciudcídano9: Elejido popularmente para ejer-
cer el Poder Ejecutivo, después de encargarme de
él ante el Congreso Nacional, creo llenar un
deber renovando ante todos vosotros la promesa
que he prestado de cumplir y hacer cumplir la
Constitución y las leyes de la Union. Esta es la
la tarea señalada al primer Magistrado y por
consiguiente la quo forma su programa; por
que si á los ciudadanos la República exige que
le sirvan en cuanto lo puedan hacer, á los funcio-
narios públicos ella no acepta otros servicios que
los que la Constitución les impone, ni de otro
modo que el que las leyes prescriben.
La práctica honrada de las instituciones es el
medio único de demostrar su bondad ó su inconve-
niencia, luego en esa práctica deben estar intere-
sados los que las quieran conservar como los que
las quieran variar, sin olvidar unos ni otros que
la decisión de los gobernantes es insuficiente al
faltar la buena voluntad de los ciudadanos. La
elección con que me habéis honrado comprueba
que hacéis la justicia de reconocer en mí patrio-
tismo y buena fé; solo, pues, por procedimientos
mios que sean contrarios á esas cualidades y que
no provengan del error á que todos estamos suje-
tos, podréis negaros á rodearme sin distinciones
banderizas ningunas, para que me sea posible
seg^uir una política nacional y moralizadora,
que cambie nuestra agitación belicosa en bené-
fica actividad, una vez que la paz es nuestra
primera necesidad y la libertad nuestra común
aspiración, u
Los que gustan de frases pomposas, que en lo
general solo contienen promesas frágiles y pérfi-
das, no darán tal vez á las que hemos trascrito
todo el mérito que tienen por su sencillez y su
verdad. Así hablan los hombres modestos que
desean gobernar de acuerdo con la ley y apoya-
dos por la opinión pública. Palabras de igual
sencillez pronunciaban los Washington y Lincoln
' cuando se encargaban de gobernar con honradez
y firmeza á la gran nación americana.
T ellos conquistaron la inmortalidad oon accio-
nes de honradez y de justicia.
Ellos probaron, no con palabras sino oon he-
chos, que amaban á su pueblo.
Cuando juraban sobre los Evangelios cumplir
sus deberes, los mártires de Bunker HUÍ y de
cien campos mas dictaban esa feliz inspiración.
Y hoy ved sus tumbas! El pueblo americano
vá á ellas siempre en respetuosa peregrinación.
*íPor qué? Porque esos hombres tuvieron la
grandeza de la honradez, de la virtud.
Y ved la historia. ¿Q,né dice de olios? "Fue-
ron leales á sus promesas, amaron á su pueblo,
trabajaron por la libertad, ti
Hé aquí la gloria verdadera: un pueblo que
llora aún al recordar esos nombres, y la vida de
los dos insignes ciudadanos que servirá de ejem-
plo á sus descendientes hasta la mas remota
posteridad.
Adriano Páez,
Litemtu y periodista.
Me pide usted un autógrafo, con el fin de agre-
garlo á un!> colección que se ocupa en formar,
para hacer conocer algunos escritores am arícanos.
Yo no me he atrevido jamás á pretender tal
título: <í Por qué? — se muy bien porque; pero
no considero oportuno dar la esplicacion en este
momento.
Obligación será, sin embargo, complacer á
usted, que tan gtilantemente sabe pedir las cosas.
Sabrá usted, señor mió, que los colombianos
acabamos de pasar una sangríenta guerra de
batallas. Yá esa guerra concluyó; mas sigpue la
lidia en otra forma; cañoneo de ideas y de prin-
cipios; revolución grave, en que todo se debate
con calor, y en que la itepública parece haber
entrado en un periodo de fiebre inflamatoria.
Ayer, al doblar la esquina, me encontré con
un joven amigo mió, porque, entienda usted, que
aunque viejo, tengo dos cualidades que no pare-
cen de mi edad :
If ; Mucho interés por la educación de las masas,
para formar pueblo republicano: y,
2» ; un intenso cariño por la juventud.
— Buenos dias, abuelo, me dijo Arturo.
— Buenos dias, hijo, ¿y qué hay de bueno?
96
AMÉRICA LITERARIA
Eáo me dijo el amigo, y eso le dije y le pre-
gante.
— <J De bueno ? \ Cáspita! Macho, machísimo,
agregó alegremente. La idea marcha, los princi^
pios trianfan, la libertad se entroniza. Sí, persaá.
dase usted de eso; andamos con rapidez de telé-
grafo, con velocidad de pensamiento.
— Seria mejor, me atreví á decirle, qae anda-
vicsemos menos á la ligera, si tenemos la pre-
tensión de llegar á las tierras prometidas, por la
libertad.
— Ideas fósiles, ideas añejas, ideas inacepta-
bles. Nos ha llegado la época de romper lanzas
con el pasado; la demolición total, es el único
programa posible, y la prontitud el mas seguro
medio de obtener la reforma. En la rapidez de
acción consiste el triunfo.
— Vea usted, hijo, le observé: Quien anda muy
de prisa, tropieza con frecuencia. La locomoto-
ra para no descarrilar necesita dos cosas ; válvula
de seguridad y medida racional del movimiento.
De otra manera, es fácil ó que estalle ó que haga
falsa ruta. Por el camino del progreso social ó
por la senda de la perfectibilidad política, sino
se vá con tiento, se suele tomar por el atajo y
llegar á la anarquía. Las conquistas hechas por
la civilización, para que sean fructuosas, sólidas
y estables, deben ser lentas, bien calculadas y
metódicamente fundadas.
— Ideas de anciano. Sin embargo, está usted
en su derecho; ya hizo usted su camino; nosotros
vamos en busca de la luz y de la vida — la luz es
la verdad — la vida es la civilización.
— Sea en buenahora, repliqué. Nosotros va-
mos por el camino de la tumba y de la muerte;
la tumba es la oscuridad y el olvido; la muerte
es el aniquilamiento en un tiempo relativo. En
el porvenir nos encontraremos, v allá aplaudi-
remos á la juv( ntud si hubiese llenado digna-
mente su misión. Ella, por lo menos, nos hura
justicia.
— ¿De qué porvenir me habla usted?
— Pues, claro esta, del porvenir en el sentido
profano de la frase: de la Historia,
Manuel TJbibe Akoel.
Geólof^ y Mtnermloglstft.
Medellin {Colonilia), 1877.
UNION UTINO-AMERICANA
Discurio pronunciado el 29 de Enero de 1879 en Parit.
Señores t queridos compatriotas:
Habiéndoos reunido en este banquete ¿ todos
vosotros que gentilmente habéis correspondido
á nuestro llamado no es intención nuestra de
entrar en cuestiones teóricas, ni filosóficas; no
queremos tratar de un humanitarismo estéril,
sino el proponeros establecer una asociación prác-
tica con tendencias claramente definidas, y medios
de acción enérgicos y leales; queremos que los
países divididos por su historia reciente, pero
pert'Cnecientes á un mismo tranco se asocien y se
unan; que los hombres nacidos bajo diferentes
grados de latitud, pero de una misma familia
social, lleguen á convencerse que en la anión de
la3 nacionalidades, como de los individuos, está
la influencia y la fuerza; queremos, en una pala-
bra, que desde las orillas del Orinoco hasta lis
riberas del Plata, la América Latina tenga lo
mas pronto posible una sola bandera que Heve
escrita esta divisa: ¡UNION LATINO- AME-
CANA!
En verdad, la humanidad es una y nosotros
sabemos que el hombre doquiera tiene, á mas de
la misma naturaleza, los mismos derechos, los
mismos deberes y las mismas responaabilidades;
nosotros oreemos del mismo modo que no habrii
de haber mas cuestiones que respecto á la diver-
sidad de aptitudes, y que es una ofensa a la Din-
nidad deducir de esta diversidad de aptitudes ana
diferencia respecto á la participación del adelanto
personal y social. Por cuanto que las cuestiones,
así normales como ficticias, de que nos habla U
etnografía, creemos que no deben salir del círculo
de la teoría científica, y que vendrá un tiempo
en que no existirá otra diferencia entre estas
nacionalidades que la psioológfica, fisiológica o
lengüística, entonces siendo así la paz general lua
consecuencia de los principios de justicia y déla
solidaridad de intereses, no habrá mas lucha qoe
la que se librará en el campo pacífico del comer-
cio y de la industria.
Mas mientras esperamos este tiempo feUi* mi>
consideración imperiosa invade nuestro espirito.
En vista de los progresos del panslavismo, del
pangermanÍ6ino y sobre todo del onglO'Sajonisntíi^
bajo todo punto respetables, creemos que por
SECCIÓN POLÍTICA — e. unidos db Colombia
97
nosotros los latinos y latino- americanos es nece-
sario afirmar altamente este noble 7 grande
sentimiento, este deber sagrado qne se llama
patriolUmOf y de desplegar resueltamente nues-
tro pabellón, convidando á estrecharse á su alre-
dedor todas las razas latinas, donde el espíritu de
iniciatíya y el trabajo fecundo ban traido los mas
grandes inventos, y en todas partes han hecho
predominar los principios del derecho, de la
igualdad, de la independencia y de la confrater-
nidad.
Todos nosotros conocemos la historia de la
America anglo-sajona; todos nosotros admiramos
su gran producción industrial, agrícola y mine-
ral; nosotros amamos á sus ciudadanos libres y
trabajadores; nosotros envidiamos casi su pre-
sente y no dudamos de su porvenir. Si al con-
trarío, nosotros volvemos la mirada hacia la
Améríca latina, donde la inteligencia es tan clara,
la imaginación tan viva, las cualidades naturales
tan brillantes, nosotros vemos muy á menudo al
lado de grandes ríquezas naturales faltar los
medios de esplotacion, y las mas serías empresas
paralizadas por falta de una ñrme dirección ó de
nna unidad de vista y de acción de parte de los
gobernantes.
La Améfiea del Norte es fuerte porque está
Unida; La América Latina es débil jporque está
dividida.
¿Qué se hará para remediar este estado de
cosas?
Bealizar resueltamente el dorado sueño de Bo'
LIVAB: La unión Latino- Americana. ¿ La unión
política? No: la cuestión política pertenece al
porvenir: vendrá á su tiempo.
Lo que importa ahora, por la falta de pobla-
ción, los inmensos terrenos aún incultos, las
grandes distancias á recorrer, y los caminos de
oomunicacion defectuosos, es hacer desaparecer
la inferioridad que el aislamiento produce á cada
uno de los Estados latino- americanos en ma-
teria de diplomacia, de tratados de comercio y
de relaciones internacionales, por la creación de
una confederación, liga 6 unión que reúna en un
solo y robusto haz todas las fuerzas esparcidas
de la Améríca central y merídional para formar
una gran Nación, mientras que cada Estado con-
servaría su autonomía particular, adhiriéndose
á ciertos garandes principios generales discutidos
en común y que se podrían formular de este
modo:
PRINCIPIOS GENERALES
1^ Admisión del principio de la nacionalidad
común respecto de los hijos de todos los Estados
latino- amerícanos, que se considerarán como ciu-
dadanos de una misma patria, y deberán, cual-
quiera que sea el lugar de su nacimiento, gozar
de los mismos derechos civiles y políticos en toda
la confederación.
2° Adopción de un principio fijo en materia de
límites terrítoriales, cuyo punto de partida será
q\ uti possidetis de 1810; base adicional; admi-
sión de límites naturales, no escluyendo siempre
las compensaciones territoríales cuando fuere
necesarío fijar de una manera definitiva y justa
las fronteras del territorio disputado y que con-
vendría conceder á un Estado mas que á otro.
3^ Creación de un ZoUverein americano mas
liberal que el ZoUverein alemán.
4° Adopción de los mismos códigos, pesos, me-
didas y monedas.
5^ Establecimiento de un Tríbunal Supremo,
al cual se deducirán las cuestiones que pudieren
surgir entre dos ó mas Repúblicas Confederadas,
y que, en caso de necesidad, haría ejecutar sus
sentencias con la fuerza.
6^ Adopción de un sistema liberal de conven-
ciones postales, estableciendo la libertad y fran-
quicia absoluta para los diarios, revistas, boleti-
nes, libros, etc.
7° Admisión en todo el terrítorío de la Confe-
deración con carácter obligatorío en la parte
sustantiva, de la validez de todo acto público y
prívado de una ú otra de las Repúblicas Confe-
deradas.
8^ Establecimiento de un sistema federal en
matería de comercio, sin esceptuar el comercio de
cabotaje.
9^ Adopción de un sistema uniforme de ense-
ñanza, declarando obligatoría y g^tuita la ins-
trucción primaría.
10. Consagración del gran principio de la liber-
tad de conciencia y de la tolerancia de los cultos.
11. Adopción de los principios modernos en
materia de extradición, admitida por delitos de
derecho común, jamás por delitos políticos.
12. Abolición de los pasaportes, de todo sistema
de bloqueo y de los privilegios de marca, esoepto
en la guerra que podría haber entre una ó mas
Repúblicas Confederadas, y una ó mas potencias
estranjeras.
13
98
AMÉRICA LITERARIA
13. Fijación de un contingente de tropa para
la defensa común.
14. Fijación del modo y de lo3 términos en los
cuales se deberá, llegado el caso, declarar el casiis
15. Adopción de principios en materia de tra-
tados de comercio y de convenciones consulares;
adopción de los mismos principios en lo tocante á
los hijos nacidos de estranjeros en el país.
16. Admisión de este principio: que no sola-
mente el pabellón defiende la propiedad; mas aun,
que las mercadenas enemigas son libros bajo el
mismo pabellón enemigo, limitando siempre la
naturaleza de los artículos que deben considerarse
como contrabando de guerra.
17. Obligación para todos los Estados latino-
americanos de uo ceder jamás parte alguna del
territorio confederado, á poder estranjero, ni de
aceptar el protectorado de ningún gobierno es-
tranjero.
18. Creación de una Dieta latino- americana,
que cada año se reunirá en un punto designado
del territorio confederado, á ñn de estudiar las
grandes cuestiones de interés general, de quien
las decisiones tendrán fuerza de ley.
19. Proclamación de este principio salvador
de todo Estado débil, que un gobierno legítimo
no es responsable respecto de los estranjeros de
todas las pérdidas causadas por facciones ó guer-
ras civiles, que es la misma medida que aplica á
sus nacionales.
20. Propaganda activa contra la esplotacion
del hombre por el hombre ; y poco importa que
el esclavo sea negro, amarillo ó blanco.
21. Fundación de un diario redactado en idio-
ma francés, cuya misión será defender los in-
tereses laimo-americanos, y de hacer conocer las
leyes, las riquezas, los progresos, las instituciones,
de hacer ver la geografía y la topografía misma
de cada Estado, que constituye la gran patria
I itino-a/mericana,
CONCLUSIÓN
Bajo estas bases, creemos posible la Union;
creemos que se puede hacer en América lo que se
pudo hacer en todos los países europeos.
Recordemos á la Francia bajo la Ligue, la
Grecia bajo los Jarls, la Rusia bajo los Grays, y
mas cerca de nosotros la Italia bajo sus prínci.
pes. Todos estos paises han conseguido su uni-
dad. ¿ Por qué no la conseguirá la América,
puesto que ella no aspira tan alto, ni tan lejos.
y que no tiene necesidad mas que de su unidad
económica?
No, yo no me alucino. Esta idea grande y
noble de la Union latino -amei^icana traerá sus
f rutoá, porque todos vosotros, señores, qu3 tan
gentilmente habéis querido corresponder á nues-
tro llamado, vosotros conocéis aquel país por
la vegetación exhuberante y magestuosa, y voso-
tros sabéis como yo, que si aquel está llamado á
ser fuerte y próspero, no es solamente porque aUí
se crian árboles magníficos y plantas útiles, mas
porque allí hay aun el germen de las ideas gene-
rosas. Tengamos fé y con la fé la perseverancia;
en los pliegues de nuestba bandera es-
tán abeigados los destinos de un mundo.
José M. Tobbbs Caicsdo.
Áhox^o, l'octs 7 Diplom&tioo.
DISCURSO
Inaufirnml de la Exposición Nacional Colombiana de 1872,
diripi 'o al ciudadano Presidente de la Repúbli.» porel
de la Junta Directiva de dicha Exposición.
CIUDADANO PREEIDENTE :
Habiendo merecido do mis colegas de la Junta
Directiva de la Exposición Nacional, la alta dis-
tinción de presidirlos, me corresponde también el
honor, constituyéndome en int^érprete de los sen-
timientos del pueblo 'colombiano, de presentaros
las felicitaciones mas cordiales por la perseve-
rancia con que habéis llevado á cabo, coadyuvado
por nuestros ilustrados Legisladores y vuestros
dignos Secretarios, la feliz idea de aclimatar entre
nosotros esas fiestas civilizadoras de moderna
creación, conocidas con el nombre de Exposiciones^
y que tan poderosamente han contribuido al ade-
lantamiento de las artes, al desarrollo de la in-
dustria y del comercio, y á estrechar los vínculos
de fi*atemidad entre las naciones.
Si el primer ensayo que de esas fiestas hicimos
entre nosotrr.s en el último aniversario de nuestra
gloriosa Independencia, superó por sus resulta-
dos á lo que todos nos habíamos prometido, la
que hoy se inaugura no cede á aquella ni por el
número, ni por la variedad, ni por la importancia
de los objetos que van á exhibirse, como podréis
juzgarlo vos mismo cuando honréis sus salones
con vuestra visita. No esperéis, sin embargo,
encontrar agrupadas allí esas obras portentosas
del genio que inmortalizan los nombres de sos
SECCIÓN POLÍTICA — e. unidos de Colombia
99
aatorea, ni esos artísticos productos que la in-
dustria se vé obligada á perfeccionar y aiín á
inventar constantemente para satisfacer hasta
los capnclios del goisto, tanto mas refinado y
exigente cuanto mas avania la civilización: no,
que la mayor parte de los objetos que constituyen
nuestra modesta Exposición, son estraidos del
seno de nuestras majestuosas montañas, cosecba-
dos en nuestros campos todavía imperfectamente
cultivados, ó recogidos al acaso en nuestras esten-
sas y feraces selvas, que los brotan como brotan
las estrellas en nuestro espléndido firmamento al
ocultarse en el Occidente el astro de la luz.
Mas, si poco bay allí que pueda servir de ha-
lago á los sentidos, en cambio la imaginación se
asombra al contemplar la prodigalidad con que
la mano benefactora del Creador derramó tan
preciosos dones en nuestro vasto territorio; y si
al asombro sigue la reflexión, el espíritu patrió-
tico se contrista al recordar cudn pobres somos
en medio de tantas riquezas. Y ¿por qué? Por-
que, insensatos, hemos sacrificado una gran parte
de nuestra robusta juventud en sangrientas lu-
chas fratricidas, privando á las industrias de tan
útiles brazos, y dilapidado en la adquisición de
elementos destructores nuestros exiguos recursos,
que de preferencia debiéramos haber destinado á
procuramos elementos de labor. Felizmente la
paz vá afianzando su dominio entre nosotros; el
goce de sus beneficios nos la hace apreciar cada
vez mas; á su abrigo los pueblos aprenden a
conocer sus legítimos derechos y sus verdaderas
obligaciones, formándose así los buenos ciudada-
nos, con lo cual se dificultan las revueltas, por-
que ellos no se prestan fácilmente á ser los viles
instrumentos de muerte y devastación.
Mas, para que las riquezas naturales que en tan-
ta abundancia y variedad poseemos, produzcan to-
do el fruto que de su explotación debemos derivar,
no basta solamente que las cobije la sombra bené-
fica de la paz, sino que es indispensable facilitarles
la salida, abriendo vias de comunicación por las
cuales podamos trasportarlas á poco costo y con
rapidez. Felizmente también, este fué el pensa-
miento dominante en el Congreso de 1871, que
dejó echados los fundamentos del progreso en la
memorable ley sobre " fomento de varias mejoras
materiales ^; y aunque os ha faltado tiempo para
dejar cumplidas las disposiciones de esa ley, habéis
iniciado su desarrollo, que vuestro digno sucesor
impulsará, no lo dudemos, con entusiasmo, porque
su clara inteligencia le hará comprender que sin
el uso del vapor en nuestros caminos, nos quedare-
mos rezagados en la marcha veloz de la cirilizacíon.
La ejecución de las obras ordenadas en la ley
de que he hablado es muy superior á nuestros pro-
pios recursos pecuniarios, y para realizarlas ten-
dremos que solicitar el concurso de los capitalistas
extranjeros. Tino de los medios más adecuados
para inducirlos á que nos presten ese concurso,
es hacer llegf^r hasta ellos la fama de los inago-
tables tesoros que en su seno guarda nuestro
extenso territorio, y á este resultado tiende sin
duda la Exposición que hoy inauguramos: ella
es, pues, oportuna y sus consecuencias serán bené-
ficas para el país. T aunque el número de los
productos que no figuran en sus salones escode al
de los que vamos á presentar, allí se verán reuni-
dos, sin embargo, todos los materiales necesarios
para la construcción de las vias férreas y todos los
elementos que requiere la rápida locomoción. Allí
están representados también los productos de
nuestras actuales industrias, tan variados oomo
variados son los climas de donde proceden, y que
si hoy limitamos á nuestras necesidades interiores,
podremos multiplicarlos indefinidamente para su-
plir las escaseces de otros países, cuando aquella^
vías nos faciliten su trasporte. Veremos también
las muestras de innumerables productos natura-
les, que hoy no tienen valor alguno para noso-
tros, y que, sin embargo, podrán ser objeto de
especulaciones gigantescas, cuando repercutién-
dose por todos los ámbitos de la República el
agudo silbido de la locomotiva de vapor, nos anun-
cie que ha llegado para nosotros la era de la
prosperidad y del engrandecimiento.
Como la Exposición del año anterior tuvo lugar
durante el receso de las Cámaras legislativas»
creísteis justo y conveniente decretar su reaper-
tura en el presente mes, para presentar á los
honorables miembros del Congreso, actualmente
reunidos en esta capital, la ocasión de visitarla, no
con la mira de procurarles un recreo, sino para
que pudiesen juzgar por sí mismos de la conve-
niencia de provocar de vez en cuando ese pacífico
concurso de los hombres del trabajo y de la indus-
tria. Esperemos que si el juicio que ellos for-
men fuere favorable á esa idea, otra Exposición
llenará cumplidamente su objeto, pues al regreso
á sus hogares los delegados del pueblo harán
comprender á este las tendencias de esos actos.
Largo seria nombrar, para recomendarlos á la
100
AMÉRICA LITERARIA
gratitud nacional, á los qne han coadyuvado
patrióticamente ji vuestras miras y correspondido
á las oscitaciones de la Junta Directiva, envian-
do objetos á la Exposición. Sus nombres serán
conocidos mas tarde, cuando se dó publicidad al
Catálogo en el cual se consignarán. Disimúlese-
me, sin embargo, que haga ahora mención espe-
cial de determinado grupo de expositores, porque
este lo forman compatriotas nuestros, que entu-
siastas como son por todo lo bello, se han censa-
grado con particular esmero y por vía de recreo,
al cultivo de las flores ; del)i«'ii(lo.se, sin duda
alguna, á la circunstancia que de estas cuiden
manos tan delicadas, el que nuestros jardines las
ostenten tan hermosas y lozanas. Creyóse que
las flores podrían exhibirse con ventaja al lado
de los demils productos de nuesíro suelo, y con
tal fin se creó para ellas una sección especial,
encomendando principalmente su abastecimiento
al bello sexo de esta ciudad, cuya natural bene-
volencia nos dá derecho á esperar qne habrán
enviado las mas delicadas producciones de sus
pensiles. Permitidme, pues, ciudadano Presidente,
que asocie vuestro nombre á los de los miembros
de la Junta Directiva y comisarios especiales de
aquella sección, para presentarles un público
testimonio de nuestra gratitud, tributándoles las
mas rendidas gracias.
Ag^rupados están aquí á mi red odor la mayor
parte de los estimables caballeros que han inter-
venido en los trabajos de la Exposición: si los
resultados de esta satisficieren á sus visitantes, se
deberá únicamente á sus esfuerzos, pues yo no he
hecho otra cosa que ser el fiel ejecutor de sus ins-
piraciones. Los recomiendo ala gratitud nacional.
Llevasteis al solio presidencial altas miras
patríóticas, rectitud de intenciones y buena volun-
tad: durante vuestra administración habéis satis-
fecho las aspiraciones de los colombianos, que se
resumen en estas dos palabras : paz y progreso; —
dentro de pocos dias descenderéis do aquel puesto
para confundiros con vuestros conciudadanos,
feliz el magistrado que como vos puede hacerlo
volviendo al hogar doméstico acompañado de la
gratitud de los pueblos, porque esta es la mas
digna de las recompensas á que debe aspirar el
sincero republicano.
Termino, ciudadano Presidente, pidiéndoos que
declaréis abierta la Exposición Nacional de 1872.
Gbegobio Obbeoon.
Economista.
CRITERIO EN LEGISLACIÓN
Las leyes son buenas siempre qne acierten i
espresar verdaderamente una necesidad sociid,
y asegurar los medios de satisfacerla. Fnera de
este oficio, son, ó superfinas ó perjudiciales, ors
supongan necesidades que no existen en la natn-
raleza humana, ora estorben la satisfacción de las
que realmente existen, restríngiendo la libre
acción omnímoda de las facultades del hombre
con prohibiciones arbitrarias, que en los malos
sistemas de leyes forman el largo catálogo de los
delitos artificiales creados por ellas.
Luego el punto de partida de la Ciencia de la
Legislación debe ser el examen y la clasificación
de las necesidades del hombre como individuo y
como asociado á sus semejantes, de los medios
adecuados para satisfacerlas, y de la consiguiente
libertad de acción para hacerlos efectivos. Todo
lo que asegure esta libertad será justo y bueno:
lo que la restrinja 6 anule, sea por disposición de
la ley, ó por oposición del hombre, será injusto y
malo.
¡ Cuan sencilla y clara se presentaría la Cien-
cia de las leyes tratada de esta manera, y reda-
cida á una exacta observación de los hechos
humanos, resultantes de las necesidades físicas,
intelectuales y morales inherentes al hombre!
Manuel Ancízab.
Hombre de Estado y PubUotat».
Si es necesarío que una constitución polítíea
determine cuilles son los derechos que los ciuda-
danos de un pueblo libre poseen de una manera
absoluta, sin que los poderes constituidos puedan
variarlos, restringirlos ó anularlos, no lo es me-
nos el que establezca medios adecuados para que
tales derechos se hagan efectivos, cuando sean
contestados ó atropellados por los que ejercen
autoridad pública. Toda ley fundamental qne
declara derechos y no comprende al mismo tiempo
una combinación idónea de medios para asegurar
su posesión á los ciudadanos contra todo ataque
ó invasión do ellos por los encargados del poder
empleado en regir la sociedad política, es una
constitución incompleta é inefioas para realixar
SECCIÓN POLÍTICA — e. unidos de Colombia
101
el propósito social bajo los auspicios de la libertad
j del derecbo.
Florentino González.
Profesor de Derecho Conatitnctonitl de 1»
UniTenddiid de Baeuos Airea.
Buenos Airet, 1874.
La estabilidad en los goces no solo les qnita
la fealdad anexa á todo desorden, sino qne les
comnnica la belleza y la respetabilidad que Dios
ha fincado en el orden.
Toda adquisición súbita y casual viola el orden,
es inmoral. La esposa es respetable, la prostituta
es vil. La riqueza adquirida regrularmente por
el trabajo, dá bonor; la que se adquiere repenti-
namente por combinaciones de suerte y azar, se
reputa deshonrosa.
Pues, ({cómo no habia de ser aplicable esta
misma sanción al poder público? Nada mas res-
petable que las funciones públicas cuando son
permanentes y se han obtenido por promoción
gradual 6 á virtud de licitación ó examen, lo
que supone siempre una preparación progresiva.
Nada mas despreciable que las mismas funciones
cuando son transitorias, inseguras, y obtenidas
por medio de esas loterías públicas que se llaman
elecciones.
Miguel Antonio Caro.
Hamanista, Poeta y Eeoritor.
ciudadanía política de la mujer
No negamos que la mujer tenga, 6 pueda lle-
gar á tener, — lo propio que el hombre, — capaci-
dad para comprender la importancia de la función
política del snfrajio, así como también la de todas
las otras funciones de igual clase; y ni aun que
tenga en circunstancias dadas, 6 pueda llegar á
tener de ordinario la independencia que el ejer-
cido de cualquiera de esas mismas funciones
exija, lo negamos tampoco. Pero sí negamos en
absoluto, la conveniencia de llamarla al ejercicio
de cualquiera de ellas, por ser incompatible ese
ejercicio con el destino que la naturaleza parece
haber dado á la mujer en la sociedad. La mujer,
menos fuerte que el hombre, tanto en lo físico
como en lo intelectual, se muestra donde quiera,
y en cualesquiera circustancias, mas ó menos
dependiente de él, como si no pudiese existir sino
bajo su amparo y protección. En una palabra,
aparece formada por Dios, primero que para la
sociedad en general, para la familia; y, para ocu-
par dignamente su puesto en e^ta, há menester
virtudes, — ^virtudes inactivas, si se quiere, pero
inestimables, — que perdería infaliblemente en las
luchas donde pugnan los hombres por la posesión
del poder público. Modestia, recato, pudor, honra,
— todo lo que constituye el encanto y la verdadera
valía de su sexo, lo perdería allí la mujer; y tal
perdida sería no menos dolorosa para el hombre
que para ella misma. Dejémosla, pues, donde
principalmente, sin duda, ha querido Dios colo-
carla; que ahí, en el goce de sus naturales exen-
ciones y prívilejios, es ella mas feliz, y oontríbuye
mejor á la felicidad común. Ella puede prestar
directamente á la sociedad en general servicios
de otra especie, y coronar así su misión en el
mundo. De institutora pública, por ejemplo, su
parte en la labor social del hombre es tan fecun-
da como beneméríta.
JiL COLTJNJE.
Poeta, Escritor y Magistrado.
La civilización actual y la benevolencia de las
instituciones democráticas que rigen en las repú-
blicas de Améríca esplican satisfactoriamente la
existencia tranquila de una monarquía constitu-
cional en ese continente.
No medra la libertad donde se la mutila en
beneficio de clases prívilegiadas.
Antonio González Cabazo.
PabUcista.
Cartagena de Colombia, 1877.
Habiendo ido Franklin con un nieto suyo á
visitar 4 Voltaire, dijo el Kuácaro al niño;
// Arrodíllate delante de este grande hombre, u
El filósofo dio al niño su bendición con estas
palabras: Dios y Libertad,
La profundidad de estas frases, dada la ocasión
y las circunstancias, es una de las muchas prue-
bas del gran talento de Yoltaire. La palabra
DioSf es el vínculo de las generaciones en la eter-
nidad, y la palabra Libertad, el vínculo de estas
mismas en el tiempo. Nunca hubo, pues, una
fórmula mas completa de cosmopolitismo religio-
so y político, ni un mejor saludo del Yiejo al
Nuevo Mundo.
Felipe Pebez.
Bogotá, 1878.
Publicista.
ESTADOS UNIDOS DE VENEZUELA
La inteligencia, el valor y el patriotismo de
sus hijos, •hacen de Venezuela y la República
Argentina, los pueblos mas semejantes de la
América del Sud, y Bolívar y San Martin son sn
gloria inmarcesible.
GuzMAN Blanco.
Gonrral, Presidente de 1a Eepúbllca y hombre de Estado.
Caracas, 1830.
Hay dos políticas: la política de las circuns-
tancias, y la política trascendental de los grandes
hombres de estado que trabajan sobre los inte-
reses permanentes de los pueblos con la vista fija
en el porvenir: la política del dia y la política
de siempre.
Para llenar las necesidades de la primera,
basta tener el conocimiento actual de los porme-
nores transitorios, y llamar por consiguiente á
Tulio á un Ministerio, a Craso al Consejo, á Se-
yano á la Magistratura: y cubrir tal posición
con el valor de uno, y aquella con la lealtad de
otro, y dictar esta medida que concilie y aquella
que reprima, para ir sosteniendo el equilibrio coti-
diano que responda del reposo que se necesita
para continuar la marcha administrativa durante
el periodo que nos toca gobernar. Esta política,
aunque no es fácil, según nos lo dá á entender el
hecho de no haberla sabido practicar siquiera la
mayoría de los gobernantes que ha tenido Vene-
zuela, está, sin embargo, al alcance de mayor nú-
mero de capacidades; y si bien es útil, sus bene-
ficios no traspasan los límites de su tiempo:
tienen la vida del periódico y la condición del
cohete, que sirven en su momento, y al dia si-
guiente no tienen utilidad alguna. Esa es Fran-
cia gobernada por el paraguas de Luis Felipe.
Para la otra se necesitan dotes especiales,
concedidas á pocos hombres, que por eso se des-
tacan tanto en el Gobierno de los pueblos y fun-
dan época y dan su nombre á aquella en que han
figurado. Esta política consiste en no tomar el
presente sino como elemento y semilla del porve-
nir, en hacerse superior á las preocupaciones
existentes en vez de lisonjearlas, en subir á la
mas alta cumbre para distinguir los mas dilata-
dos horizontes, y echar puentes sobre las honda-
nadas, y aplanar las colinas, y trazar en la mente
y ejecutar después en la obra la anchurísima via
por donde ha de empujarse á la Nación hada
grandes, seguros y gloriosos destinos. Bismark
en Prusia; Cavour en Italia; Napoleón en Fran-
cia.
Consagrarse al porvenir pacientemente, ha-
ciendo de lo presente un elemento y del tiempo
un colaborador; con planta firme sobre su cúspi-
de para que la ola irritada de la contradicción
inconsciente se rompa á sus pies sin conmo?erlo,
y con el intenso fuego del patriotismo en el alma
sirviéndole de inspiración, de faro y de estrella
conductora en el agrio camino de su gfigantesca
empresa, — tal es la misión de esos hombres, —
jamás comprendidos por la mediania, siempre
combatidos por la emulación, eternamente inju-
riados por los últimos dispersos del pasado en
derrota. Pero al mismo tiempo, siempre com-
prendidos, justificados y apoyados por las masas
populares, cuyo buen sentido no tuerce vanidad
alguna, cuyo criterio no trastorna ninguna am-
bición, cuya conciencia no tiene mas luz que la
razón, inocente de los corruptores consejos de
las pasiones desordenadas.
Esa ha sido la política, y la talla y la suerte
de Guzman Blanco en Venezuela.
Pero él ha seguido imperturbable en su gran-
SECCIÓN POLÍTICA — b. unidos de Venezuela
103
de obr», ya santificada por los espléndidos resal-
tados que ha ofrecido á la Nación.
Basgo de esa política eminente y trascenden-
tal del verdadero hombre de Estado, es el pode-
roso esfuerzo que acaba de hacer en Europa para
traer á la Bepública los capitales y los brazos
que operarán la definitiva redención del pais, ele-
Tándolo á la categoría de un gran pueblo, des-
pués de haber barrído todos los obstáculos que
embarazan su marcha y le crean la vida difícil,
tormentosa y oscura que lleva en presencia de
otras naciones que, en idénticas condiciones an-
teriores, se le han adelantado por los mismos
medios que hoy se propone realizar el Regene-
rador de la patria.
Ouráau, 1879.
Eduardo Calcaí^o.
Poeta, PoUtioo y Utareto.
EL CIRCULO DE VICO, EN LA DEMOCRACIA
La historia se repite, dice Vico; y esto no
contradice la ley del progreso, que no es un círcu-
lo eterno el que describe la vida humana sino
una espiral infinita. Es un drama en que repre-
•entan siempre los mismos actores — los hombres —
en un mismo lugar — el universo — al mismo tiem-
po— los siglos — la misma acción — el progreso 6
sea el ennoblecimiento de la conciencia huma-
na, la espirítnalizacion indefinida del ser moral
liasta su endiosamiento; todo esto bajo el mismo
apunte, EL pensamiento de dios. Lo que cam-
bia son los trajes, el lenguaje, el estilo, las deco-
raciones del teatro. La acción en sí misma es una
combinación de cuatro letras, que puede, desde
luego sufrir infinitas metamorfosis, con solo ha-
cerlas cambiar de lugar, pues en realidad los
sistemas filosóficos que los hombres se han figu-
rado creaciones suyas para explicar el mundo
moral, no son mas que diversas traducciones de
un solo oríginal formado por la síntesis ecléctica,
pero críterizada por la verdad del materialismo,
el esplritualismo, el misticismo y el escepticis-
mo...
Una colección de hombres quiere vivir en el
mismo territorio: los fundadores se habitúan á vi-
vir á su modo y estrañan el espíritu innovador de
Im generaciones vinientes, mas cerca por supuesto
que ellos, del más allá faro del progreso; dasde
luego se ven sin puesto y piden lugar; los otros
para cederlo ponen condiciones; aquellos insis-
ten, no comprendiendo la razón que tengan los
primeros para alegar mejor derecho, pues el
derecho no tiene edad, ni la justicia prescripción;
la conciliación se hace difícil, imposible, porque
la conciliación de intereses supone mutuas renun-
cias que apenas duran el tiempo de convalecen-
cia que emplean en reponer sus fuerzas; llega
aquí la época de los legistas, que conservan las
fórmulas del tiempo pasado creyendo poder hacer-
las pasar por eternas; ^" sigue la época de los
Flavio y Elío; esclavos que se roban las doctri-
nas secretas de los amos y las revelan á sus
co-ex-herederos; todavía quedan recursos á los del
monopolio, llaman en su auxilio á sus cómplices
sagrados, adivinos, agoreros, falsos profetas,
periodistas, según la época, que conjuran los mi-
lagros de Moisés, falsificando ellos los suyos, nie-
gan la verdad y los principios, las leyes de Dios
ó las proclaman unísonos con el eco desinteresa-
do, pero á reserva de bastardearlas ó explotar-
las en su aplicación ... ley atea! ...ya esta es
señal de ruina y sometimiento que prolongan
cuanto paeden, aunque sea á costa de destrozos
materiales y morales... ya no luchan con espe-
ranzas, se vengan con desesperación: llega la
época de Sila á quien nunca falta un Mario, la
de Cicerón á quien no le falta un Catilina, la de
Antonio, y Pompeyo, y César. . que al fin se pone
á la cabeza del pueblo, atraviesa el mar rojo y se
interna en el Desierto por tiempo indefinido. . .
que aunque espuesto á vacilaciones, dificultades
y caldas, promete la entrada á Canaan á todo
aquel que no haya vacilado en su fé.
Hé aquí la historia eterna de la vida humana,
siempre girando sobre sí misma, pero siempre
adelantando; siempre tendiendo á separarse en
línea recta para alejarse del centro, pero siempre
volviendo á él atraída por esa fuerza misteriosa
que armoniza las perturbaciones celestes, físicas
y morales, llamada fuerza de las cosas por los
impíos, Providencia por los cristianos.
Ramón Eamibez.
Abogado 7 pnbliciit*.
(1) Llciiifo j Solón M destermron de tn patii» creyendo asi haoer
eternas sua leyes. Moda se ha hecho en las constituciones moderaaa
Soner trabas al "soberano" para su refonna. I<os pueblos al parecer
an hecho promesas, como los oatt^licos fanáticos, de no llegar al
"Sanota-Santorum" sino andando de rodillas, con U lus de la refle-
xión en sus manos. Fórmulas de los lexistas.que solo han conseguido
que la Democr&cia obtenga "per saltium" lo que sin ellas podría obte*
Q9r llenando pacificamente )o« interstloloa de la Ignorancia.
104
AMÉRICA LITERARIA
La Inclia es la primera condición de la huma-
nidad.
Los pueblos, de suyo esencialmente progresis-
tas, Tiven en agitaciones continuas. Triunfan
hoy para ser vencidos mañana. Caen y alterna-
tivamente se levantan; pero la semilla dnl pro-
greso, regada con el sudor y la sangre de esos
combates fecunda y dá opimos frutos de civiliza-
ción para las naciones.
Caracas, 1873.
Jacinto 11. Pachano.
Genoriil y Ewiltor.
La revolución que se efectuó en Snd- América
en 1810 — fué obra de sus hombres mas ilustra-
dos, adinerados y muchos condecorados con títu-
los nobiliarios, quienes con abnegación acome-
tieron la ardua empresa de la emancipación
americana, proclamando en alta voz los derechos
del hombre, sustentando en los plebiscitos popu-
lares y en las asambleas legislativas la República,
la Independencia y la Democracia; lo que es
mas, empuñaron las armas y arrastrando á los
suyos todos á los campos de batalla, en defensa
de tan santa causa, allí derramaron con profu-
sión su generosa sangre — muchos, muchísimos
hasta perder su existencia en holocausto de la
patria. Mas tarde empezaron á comprender sus
derechos los hijos del pueblo, lo que los indujo á
enrolarse en las filas libertadoras; prestaron
servicios inapreciables; gran número de ellos
conquistaron merecido puesto y ocuparon rango
conspicuo en el ejército y en la magistratura,
inmortalizando sus nombres. Quince años de
combates cruentos y millares de victorias esplén-
didas dieron por resultado la independencia Sad-
Americana, y el establecimiento del gobierno re-
publicano desde " las bocas del Orinoco " hasta
el "Cabo de Hornos".
Me asalta en este momento un triste recuerdo
¡ la recompensa que dieron á sus egregios liber-
tadores los mismos libertados! ¡ Bolívar, elmag-
Ufánimo, el libertador de cinco repúblicas! en
1828 en la noche del 25 de Setiembre, de funes-
ta recordación, en Bogotá y en su propio palacio,
fué acometido puñal en mano. ¡Salvó! por-
que la Providencia no quiso que se consnmaae
tan horrendo parricidio. ¡ Sucre, el soldado án
nube ni mancha, el gran mariscal de Ayacucho,
es asesinado en las lóbregas montañas de Ber-
ruecos, el 4 de Junio de 1830! ¿y cuántos otros
varones ilustres fueron víctimas del puñal homi-
cida ? . . .
Los que escaparon de la muerte fueron víctimas
de las persecuciones mas injustas y tenaces, en-
tre otros, San Martin y Belgrano, argentinos;
0*Higgins y Mackena, chilenos; Pando, perua-
no: Arce, centro-americano; Bravo, mejicano,
y otros, y otros! Desventurados de los anti-
guos soldados y servidores de los tiempos heroi-
cos que hemos tenido la desdicha de sobrevivirlos!
¡Oh, Repúblicas!!!
Estado de Carabobo {Venezuela) 1875.
Clemente Zábbaga,
Ooner»l, Guerrero de la Indepeii<l«ndft.
DIVERSAS REPÚBLICAS
Si el militarismo^ puesto al servicio de una
oaosa bastarda, ha sido funesto para las naciones;
mantenien4o la tiranía, conculcando los derechos
de los pueblos j conquistándolos con detrimento
de sus fueros; también en el mayor número de
casos ha servido con gran provecho á la gran
causa de la humanidad.
Jamás pueden constituir una regla general
para formular un juicio histórico los casos par-
ciales que deben observarse, como manchas en el
despejado cielo de todas las naciones.
En América, como en el mundo todo, la espada
ha sido la redentora de la humanidad. Solo
Jesucristo conquistó prosélitos con la palabra j
el ejemplo; pero las revoluciones políticas no han
podido fian su contingente de sangre, para des-
gracia de los pueblos, llegar al término de su an-
siado bienestar — La revolución francesa, cruenta
por los medios que empleó, dio el toque de alarma
á todos los oprimidos. Las colonias del Norte
entraron en lucha con sus dominadores, y aquel
pueblo viril, reconociendo por Jefe á Washing-
ton, consumó su independencia. Se constituyeron
como república-modelo los puritanos del Norte, y
á la fecha constituyen esa nación poderosa por
su forma de gobierno, por su industria, por su
ciencia, y mas que todo por el dogma republicano
que sabe practicar. La esclavitud habia de termi-
nar casi totalmente con la guerra del Sur, que
es tan memorable en los fastos de la historia, y
que tanto nombre dio á Abrahan Lincoln, liber-
tador de centenares de esclavos.
También en la América-española observamos
el militarismo en persecución de la realización
de la Lidependencia de la metrópoli española, y
entre sus mas notables caudillos, tenemos á Bo-
lívar, Pies, Sucre y San Martin.
Si después de consumada aquella, tenemos
ejemplos tan tristemente célebres como Kosas,
Santa Ana, Carrera (Centro- América), Melga-
rejo y tantos otros que ahogaron los últimos sus-
piros de su patria; también hay Jefes como
Ghizman Blanco, Mitre, Morozan, Gronzalez,
Cabanas y tantos otros que son honra de la Amé-
rica.
En Centro- América, constituyendo estos esta-
dos una sola familia, casi no hemos soportado la
funesta influencia del militarismo. Las revolu-
ciones se han fraguado en el pueblo vecino, y
una política mal entendida ha venido desgarrán-
donos por mucho tiempo. La fuerza armada en
la mayor parte de los casos ha estado al servicio
del orden y de la autoridad. La revolución de
1871 que acaudilló el Mariscal González no
entronizó el militarismo corruptor; antes bien
ha contribuido con notable éxito á moralizar
al soldado mas y mas, y á estimular esa carrera
que puede acarrear grandes males á la sociedad,
cuando no se la sabe dirijir debidamente.
El establecimiento de la Escuela en el cuartel
es una prueba innegable de lo que afirmamos. La
tropa al presente dista mucho en su educación y
disciplina de lo que era anteriormente. ¡Feliz
consecuencia de tan acertada medida !
En el Colegfio Militar se instruye al soldado
desde ^ niñez, •siendo ventajosos los resultados
hasta ahora obtenidos.
Aun los países mejor constituidos ó colocados
en privilegiadas zonas, tienen también siempre
que hacer uso de la fuerza armada para mantener
el orden y para dar garantías á la sociedad. Bien
estipulada aquella, no es una amenaza inminente
para la sociedad, sino una arma poderosa contra
todos los desafueros.
106
AMÉRICA LITERARIA
Juzgar á nna oomniiioii cualquiera por una
de BUS faces, juzgando mal de ella por desvíos
que se hayan notado en algunos casos, es un
error fatal. El hombre tiende siempre á perfeccio-
narse : en la vía de esa perfección debe procurar
ser consecuente con lo que enseña la razón. La
educación republicana es la que mejora la condi-
ción de todas las clases sociales: esa educación es
la que en el Salvador se imprime á sus hijos: la
fuerza armada como elemento de autoridad, para
velar por la conservación del orden, y garantizar
los derechos de los ciudadanos, no como enseña
del desenfreno, de la tiranía y el despotismo.
Baltasab Estupikian.
PabUeitta Centro Americuio.
8an Salvador— 1875.
{Estraño contraste el que presentan los pueblos
todos de la tierra con el prodigioso pueblo Norte
Americano! Aquellos parten de la mas oprobiosa
esclavitud: marchan por una' vía de dolores y de
sangrel: luchan sin tregua'ni descanso para alean*
Bar cada derecho: la fuerza, unida a la injusticia
se alza siempre ante ellos, como una barrera in-
franqueable, '¿y solo en un núcleo de errores y
desgracias os que llegan á columbrar el suspira-
do dia de la justicia. Este, por el contrario, nace
en medio de las selvas sin sujeción, sin trabas,
amparado por la tolerancia y desde el primer
dia navega viento en popa y á velas desplegadas
por el libérrimo mar de las instituciones popu-
lares.
Y es porque en las primeras, la comuna em-
brionaria durante un periodo interminable, ha
tenido que vencer la inmensa resistencia de las
castas, de los privilegios, de la intolerancia, de
los abusos, apoyados todos en la fuerza bruta,
mientras que en el segundo, la comuna ha nacido
en completo desarrollo : allá el municipio ha sido
el medio de transición, aquí ha sido el punto de
partida; en los demás pueblos el municipio se
encuentra ahogado, maniatado por el centralismo
administrativo; en el Norte- Americano es libre
como el aire, y nadie puede ni aun pretender
cortar sus alas; en aquellos el autoritarismo es
una remora que retarda el completo desarrollo
de las instituciones libres; en este solo es una
palabra sin sentido. Por eso es que el pueblo de
Washington se presenta grande y sublime ante
los ojos del mundo y en tan breve plazo ha alcan-
zado mayores conquistas que ningún otro pueblo
sobre la tierra ; por eso es que con mano poderosa
empuña el glorioso estandarte con que dentr*) de
muy poco guiará á la humanidad.
Aquel pueblo que como jug^ando realiza loi
mas portentosos progresos en todos los ramos que
imaginarse pueden, ha comprendido que bu gran-
deza descansa solo en el derecho de la libertad*
el derecho del ciudadano que solo se halla limi-
tado por el derecho de los otros; la libertad
individual que solo termina, donde comienza la
libertad de los demás; se ha penetrado que tan
sagrado depósito no puede confiarse á un hom-
bre solo, y lo ha colocado en las manos de la
libertad de sus ciudadanos: ha visto que tan po-
derosa carga no puede descansar en los hom-
bros de un individuo, y la ha asentado en los de
toda la nación : se ha convencido de que el auto-
ritarismo, centralizador y absorbente, es una
institución de muerte para la libertad, porque es
la negación del municipio, esclusivo sostén de
aqueUa, y ha borrado esa palabra de su idioma:
sabe que el municipio no puede tener existencia
propia, firmeza incontrastable, sino con ciudada-
nos que conozcan sus deberes para cumplirlos,
sus derechos para hacerlos respetar, y ha plan-
teado la instrucción gratuita y obligatoria; y
semejante descentralización como la que impera
en ese pueblo de prodigios es el primer baluarte
de su poderosa unidad. ¡ Tal es el fruto del Muni-
cipio en la América del Nort« !
La ola de la democracia avanza por todas par-
tes en alas de la instrucción ; no de esa instmc-
cion abortada que solo dá conocimientos estériles,
sino de la que lleva consigo la educación social
del individuo; que le muestra sus derechos/
deberes, que le enseña el rol que debe desempeñar:
resistir á semejante empuje, no es mas que pro-
vocar sangrientos conflictos y conducir á lospue-
blos á la destrucción y al abismo.
No basta escribir en un código la hipótesis
de que todos deben conocer la ley; es necesario
poner al ciudadano en aptitud de cumplir aquel
precepto. Do nada sirve que se pronuncien las
mágicas palabras de libertad, igualdad, fraterni-
dad, cuando la libertad solo es mito, la igualdad,
una hermosa mentira; y cuando en lugar déla
fraternidad, solo existe el mezquino y sangriento
espíritu de partido.
Y este, aunque mi corazón mane sangre al
SECCIÓN POLÍTICA— DIVERSAS rbpóblioas
107
afinaarlo, es el estado de easi toda la América
española; por eso se agita sin término y sin fin,
en nna serie de insens'^tas revolnciones; por eso
se exhibe ante el mando convnlsa y desangrada,
porque dirige su vitalidad y energía, á aniquilar-
se en estúpidas guerras, de bandos mas estúpidos
aún.
Beeorramos con una ojeada la historia de nues-
tras Bepúblioas desde el dia de su independencia
y veremos á sus pueblos, siempre sedientos de
derecho, hambrientos de libertad!
Matemos su hambre; ahoguomos su sed: halla-
remos que el municipio se asfixia; que sea nuestra
mano la que lleve el aire á su pecho, y con el
aire la vida de que carece: el autoritarismo este-
rilisador y absorbente solo ha producido cruentas
revoluciones: hagamos la última contra tan absur-
do sistema, disipando las tinieblas que cercan á
los pueblos, borrando la fea mancha de la igno.
rancia que oscurece su conciencia.
Las revoluciones no son mas que la reacción
contra todo sistema opresor : aniquilemos la reac-
ción, inundándola en un torrente de luz, ahogán-
dola en un océano de libertad !
Manuel J. Morales.
Abofado, político j pabliolit» Oontro Americano.
Son Salvador— 1879.
No me puedo esplicar porque hemos descui-
dido el establecer y definir las relaciones entre
todos los Estados que antes formaron una sola
¿milia bajo la corona de España, mientras que
nos hemos afanado en hacerlo respecto de los
Estados Unidos de Norte- América y con Europa.
Triste es que, tratándose de pueblos hermanos,
apenas conservemos esas relaciones de pura cor-
tesía, para anunciamos los cambios de adminis-
tración; y, sin embargo, creo que no habrá quien
niegue la necesidad de fijar los principios de nues-
tro derecho internacional particular fundado en
los intereses puramente americanos.
Vicente Herrera.
Jorifcontolto r hombre de Bftado, Preai-
dente de CoaU-Eioa (Oeatro-Amérioa).
Es de notarse, que el sentimiento en favor de
la paz, de la justicia y del trabajo, es el que hoy
predomina en el ánimo de los pueblos, y me satis-
face en alto grado que ese sentimiento forme la
segura base de nuestra política internacional.
Podemos, pues, felicitarnos porque en nuestros
países se ha dado de mano al antiguo y ruinoso
sistema de promover y fomentar rivalidades sin
fundamento, intervenciones sin justificación y
guerras sin objeto, de todo en todo atentatorias
al derecho, y aun á la dignidad y decoro de los
pueblos Centro- Americanos.
Esta beUa porción del globo atrae en la actua-
lidad las miradas del mundo oivilisado, pues vá á
resolverse sobre la realización del Canal de Nica-
ragua, mejor dicho, del Canal Centro- Americano,
obra de gigantescas proporciones que hará de
nuestros países, pobres y desiertos, el centro del
comercio y de la civilización del continente.
Para el logro de obra tan benéfica, llamada á
asegurar el porvenir de nuestros pueblos, entran
por mucho el buen sentido, la cordura y la amis-
tosa inteligencia de nuestros gobiernos, que por
sus rectos principios y generosas tendencias,
satisfarán cumplidamente los sagrados deberes,
que en la espectativa del mas grande aconteci-
miento de nuestra Historia, hoy mas que nunca
nos impone con fuerza irresistible, la alta conve-
niencia de los pueblos, y las exigencias mas lejf-
timas del patriotismo ilustrado.
MARCO Aurelio Soto.
Prealdente da la BepdbUea da UoDdorM.
Tegueigalpa (Honduras) 1880.
Harto notorio es que las íntimas relaciones que
dichosamente existen entre nuestros Estados, no
pueden ser mas francas ni mas leales; pero eso
no obstante, entra en los propósitos de nuestros
gobiernos, el no prescindir de todo acto, de toda
manifestación, que contribuyan á evidenciar la
sinceridad de esas relaciones, y á robustecerla
mas y mas, si ello fuera posible; máxime, si se
tiene en mira, como hasta hoy, asegpuiu* la paz,
porque asi también se asegura la prosperidad de
nuestras naciones.
To me entusiasmo, ante la perspectiva de una
paz sólida y permanente para estas Bepúblioas;
deseo como el que mas, su positivo progreso y
adelanto, y juzgo, que viviendo la vida de la
108
AMÉRICA LITERARIA
confraternidad en las aspiraciones levantadas y
la identidad de trabajos en pro del mejoramien-
to de los pueblos que se gobiernan, llegará á ser
un hecho el que los países Centro- Americanos
se levanten basta la altura que les corresponde, y
aparezcan ante el mundo, grandes, prósperos y
felices.
Cayetano Díaz.
Aboi^ndo y Diploro&tico Centro Americano.
El dia que impere por completo la unión entre
las naciones latino-americanas seremos grandes,
fuertes y poderosos : la dificultad está en la rea-
lisacion práctica de esta unión, que tanto nos
interesa.
Benito Juabbz.
Libertador de México. Jnriiicontalto. Literato 7
Hombre de Bstado.
Cuando el Continente Americano llegue á
poblarse tan densamente como ahora lo está el
europeo, el emporio del globo terrestre se fijará
en el mundo de Colon. La América del Sud
Berá entonces, no solo por sus inmensos ríos, sus
grandes llanuras y sus elevadas sierras, sino tam-
bién por su posición geográfica, el centro del
universo ; y la República Argentina, con su cau-
daloso Plata y sus inmensas pampas, llegará á
tener el monopolio natural de los productos ani-
males tanto para la subsistencia como para la
industria.
Matías Romebo.
PoIItloo. DiplomAtieo. 7 pubUoiata Hexloano.
MéxicQ, 1879.
El que menospreciando su propia dignidad
hace alarde ^e su vileza, no reconoce sagrado en
la patria, en la amistad, ni en la familia, y siem-
pre ettá dispuesto á sacrificar por un puñado de
oro todos estos bienes celestiales.
Memo, 1879.
Tbinidad Gabcia.
l'oHtloo y Literato Hexicaoo.
La libertad gloriosa que alcanzaron Tiuestros
padres y que concibieron en su mente para 1a *
redención social de nuestros pueblos, ¿en dónde
está ? ¿ cuáles son sus frutos después de sesenta j
siete años que resonara por la vez primera el
siempre memorable 25 de Mayo de 1810?
¿Para qué negarlo? gi, la libertad entre noso-
tros poco ha sido conocida, poco ha dominado en
nuestras sociedades, donde desgraciadamente des-
de los dias de nuestra emancipación política á
nombre de la libertad, se han llevado á cabo todas
las tiranías mas odiosas y execrables: no ha sido
en muchos pueblos de la virgen América, im
derecho ó una institución social alcanzada á costa
de tan terribles sacrificios ; ni una idea grande,
gloriosa y fecunda que fuera la fuente de todo
orden y de todo progreso; no, la libertad ameri-
cana ha sido profanada, contrariada y detenida
en su majestuosa carrera de civilización. En
vano la vemos proclamada á grandes gritos en
todas partes: ella está inscripta cx>n caracteres
indelebles al f ^nte de nuestros códigos, en el
libro de las constituciones que rigen á los pue-
blos americanos y grabada en la conciencia de
todos y cada uno de los buenos ciudadanos. Más
después de todo esto, ¿en dónde la encontraremos?
Ella no existe en medio de nosotros, desde que
nuestras falsas apariencias de libertad, no son
mas que una tiranía encubierta, á la manera qne
bajo las elegantes formas de un precioso monu-
mento se cubren las miserias de la corrupción de
un cadáver que mana podredumbre para después
convertirse en cenizas.
La libertad solo ha sido el dogal con que el
fuerte, el poderoso y el grande, han oprimido al
débil, al humilde y al pequeño.
Los frutos de la libertad solo han sido las am-
biciones y las tiranías, los crímenes y las ingra-
titudes.
Y esas ambiciones nos han dividido y subdiri-
dido; han enervado nuestras fuerzas, han sido el
mayor y mas grande de los obstáculos que se han
interpuesto en nuestro camino, pues cuando los
pueblos americanos debian ser hoy garandes, ricos,
temibles y poderosos á la Europa entera, presen-
tándose como grandes colosos, por su fuerza, sa
poder y sus virtudes, no son sino naciones pobres,
desiertas y abandonadas, cuyos campos, en ves de
presentarse cubiertos de doradas mieses, solo m
ven teñidos con la sangre de sus mismos hijos...
Nuestras llanuras y nuestros bosques y aun las
SECCIÓN POLÍTICA — divebsás repúblicas
109
mismas ciadades, se lian aoostombrado ya a esa
Tida inqnieta y agitada, oyendo con frecuencia el
ronco estallido de las armas de fuego y el choque
de las espadas, para sufrir sin intermisión y sin
descanso, ora aquf, ora allá, las funestas conse-
cuencias de la guerra fratricida que trae en pos
de sí, las lágnrimas y el esterminio...
¡ Hé aquí bosquejada la libertad americana!
José Agustín de Escudero.
Abogado 7 PnbUetat* Mexioaiio.
DEMOCRACIA
No intento tratar ampliamente de la democra-
cia, á que hoy tienden todos los pueblos con
pavura de las decrépitas monarquías ; solo diré
dos palabras sobre su lema: «/Igualdad, libertad
y fraternidad M, precioso fundamento del derecho
poUtioo de las naciones modernas, bella trinidad
que simbolisa los mas caros intereses humanos.
Nada mas importante y trascendental para los
destinos de la humanidad, para su marcha firme
hacia el progreso indefinido que debe perfeccio-
narla, como fijar bien el sentido en este lema,
como esplicarlo debidamente para que no se con-
vierta en triste enseña de desolación y llanto.
Con frecuencia se lo toma como un engañoso
pretesto para encender los corazones y provocar
esas funestas luchas de partido, en que no se
debaten sino intereses particulares de ciertas
indiyidualidades, en que no se defienden los sagra-
dos derechos del pueblo, sino, por el contrario,
se conculcan, simulando el bien de la patria.
La democracia debe, pues, definir su lema para
que la astucia de los que suspiran por galvanizar
la aristocracia del feudalismo no -lo tome en ter-
rible fantasma que llene el alma de pavoroso
espanto; debe definirlo para que aparezca su ver-
dad palingenésica como una dulce esperanza,
como una noble aspiración que dé alas al pensa-
miento, y encauoe la filosofía y la política por la
senda de la regeneración moral é intelectual del
■ér humano.
Proclamar la igualdad de todos los hombres
no debe ser pretender, como Licurgo, abolir el
desarrollo de la razón ni comprimir el libre
yjuüo de la acción individual con el comunismo
7 nefastas teorisa socialistas para lograr un
absurdo é insensato nivel que degradarla la espe- ,
cié humana. El perfeccionamiento popular, el
perfeccionamiento de las masas llevará á la igual-
dad que se propone la verdadera democracia, á
esa igualdad que enaltece, y que acabará por
resolver todas las cuestiones sociales, cuyo plan-
teo tan difícil es hoy por el orden de cosas, que
viene estableciendo el abominable monopolio de
la inteligencia y de los mas queridos derechos
del hombre, los aun subsistentes privilegios que
legara el feudalismo. Ser todos iguales en sus
derechos y deberes; estar todos sometidos á las
mismas leyes, es la igualdad democrática, y no
esa igualdad natural que en nada existe, y no esa
igualdad de escuelas comunistas que lleva consi-
go las bayaderas, bacantes, familismo, rehabilita-
ción de la carne y asquerosa promiscuidad.
También figuran en Jí lema la libertad; ine-
fable sentimiento que enciende el alma; sagrado
principio que los griegos dejaron triunfante con
heroísmo en los campos de Marathón, Platea y
Salamina; sublime culto porque se inmolaron
Bruto, Casio y tantos otros mártires de la reden-
ción humana. Empero, al calor del ardoroso entu-
siasmo que inspira el santo amor á la libertad,
pueden arder revoluciones desastrosas que con-
muevan, que devoren la humanidad, si no se
reflexiona que solo la virtud y el saber hacen
libre al hombre, como decían Platón, Sócrates y
Zenon. Bajo el nombre de libertad, los romanos,
á semejanza de los griegos, concebían un estado
en que nadie era subdito sino de la ley, y en que
esta era mas poderosa que todos. Obrar conforme
á la ley, sujetar á esta el pensamiento, la pala-
bra y las acciones, y no á autócracas individuales
ni dictaduras tiránicas y despóticas, es ser libre.
Así debe serlo el verdadero demócrata.
Y si esto no bastara á contener los tristes
efectos que pudieran surgir del exagperado entu-
siasmo por la igualdad y la libertad,' vienen los
lazos solidarios á estrechamos en dulce frater-
nidad para apaciguar la fiera, sí, pero noble
altivez de la democracia. Dios mismo formó her-
manos á todos los hombres, por cuanto en los
actos apostólicos escrito está //que hizo salir de
uno soloá todos los hombres que habían de llenar
la superficie de la tierra//. Por esto sacó la mu-
jer de una costilla del hombre para que todo
fuese uno en el género humano, y por esto que
en la renovación de la humanidad hizo que todos
procediésemos de Noé y su familia, á fin de que.
lio
AMÉRICA LITERARIA
teniendo un mismo padre, todos fuésemos her-
manos. En tal verdad están unánimes las tradi-
ciones genésicas de todos los pueblos, que vienen
á dar realidad tangible á la fraternidad demo-
crática.
Véase, pues, cómo nada es mas sabio que el
lema democrático, ni nada puede contener mas
sanos elementos para baoer de la humanidad una
sola familia, noble aspiración de la democracia
que echa abajo las castas, los señores feudales y
los reyes de derecho divino. Llevémoslo al pue-
blo para que logre su redención por el perfecto
conocimiento de sus derechos y deberes, y así m
habrá dado un gnu paso hacia la perfeotahilidad
humana.
J08¿ M. YlLLAFAftl T YltALS.
BaOTttor 7 ÜMánaÉtíao (Oubaao).
SECCIÓN LITERARIA
KEPÚBLICA AEGENTINA
CENTENARIO DE RIVADAVIA
OBAOIOV FUVXBBS PBOKÜirClÁDA XN LA PLASÁ D> LA TICTOftXA
D> VUmmOB AIBX8
El Tazón ilustre que ha aabido llenar la
Tida. no títíó para al, no; — ririó para an
patria, para an especie... Aaí briUa el hom-
bre de bien t la dignidad del ciudadano,
como reaplandeoe la magostad del hombre.
BITAOATIA.
C0NCIUDADO8: Estamos aqaf congregfados
hombres de todas las rasas y pueblos del mondo,
ancianos, mnjeres, niños, antiguos guerreros,
jóvenes trabajadores j magistrados del pueblo,
para conmemorar el primer centenario del nata-
licio de D. Bbbkabdino Biyadayia, el mas
grande hombre civil de la tierra de los argentinos,
padre de sus instituciones libres, cuyo espíritu
renace en este dia á la vida de la inmortalidad
en los siglos. Bepúblico abnegado, estadista pro-
fundo, genio inspirado por el anhelo del bien,
de este varón justo, para quien la verdad fue un
numen y la virtud una fuerza, puedo decirse en
presencia de su posteridad secular, que pertenece
i la raza de los hombres selectos, cuyo molde
rompen y renuevan las naciones cada cien años.
Para comprobar la rigurosa exactitud histórica
de este postulado, basta mirar hacia el pasado y
luego interrogar nuestra conciencia.
De las instituciones políticas y sociales de
nuestro país durante el siglo trancurrido, ¿ cuá-
les son las que sobreviven por su propia virtud
á mas de las que Bivadavia fundó hace sesenta
años? Sin ellas, ¿cómo habría encontrado su
fórmula constitucional la revolución argentina?
Sin las semillas que con previsión depositas en el
surco del trabajo y sin los elementos de vida
orgánica que nos legó, ¿cómo habría sido posi*
ble la resurrección inmediata de la república,
apta para funcionar en bu complicado mecanismo
y equilibrada en sus necesidades, después del caos
y la misería que nos dejó la tiranía de veinte
años?
Y si nos estudiamos á nosotros mismos, para
investigar qué ideas y sentimientos tradiciona-
les constituyen una parte de nuestro ser, qué
doctrinas y qué moral pública profesamos como
herencia del pasado, ante qué formas consagradas
nos inclinamos con respeto, qué fuerzas vitales
trasmitidas nos impulsan en el camino de las me-
joras, encontraremos, que el alma, la mente y la
fuerza inicial de Bivadavia está en nosotros; que
su acción benéfica se prolonga en nuestra exis-
tencia, y que junto con nosotros su sombra vá
todavía en marcha hacia mejores destinos, á la
112
AMÉRICA LITERARIA
cabeza de la gran columna de los jornaleros del
progreso.
Esta grandeza, paramente civil, inteleotnal y
moral, ha sido sometida á todas las pruebas que
determinan la acción eficiente de la potencia hu-
mana, que obra intensamente sobre los hechos j
las conciencias; y ha triunfado del tiempo y del
espacio, imponiéndose á los venideros como un
espíritu de vida durable que realiza la comunión
de las almas de todos los tiempos.
Pasó por la prueba del poder supremo, la prue-
ba del fuego, que convierte en cenizas las ambi-
ciones mezquinas, y purifica las generosas aspira-
ciones.
Pasó por la prueba de la iniciativa y del
esperimento en tierra inexplorada, y en la huella
de sus pasos dejó marcado un itinerario que
muestra que tuvo rumbo fijo, y que si alguna vez
se extravió, fue persiguiendo un ideal sublime.
Pasó por la prueba de la incredulidad, de las
resistencias brutales, de la inercia cobarde ó pere-
zosa, y hasta de la amarga burla de amigos y
enemigos; y llegó al término de su jornada, ani-
mado por la fortaleza de sus creencias.
Pasó por la dura prueba de la persecución, de
la calumnia, del ostracismo, de la ingratitud, del
olvido, de la soledad triste, de la patria esclavi-
zada, y si en sus últimos momentos pudo pensar
que sus instituciones hablan sucumbido para
siempre, la reparación postuma y el apoteúids de
BU pueblo le esperaban.
Ha pasado por la última y definitiva prueba,
que cuenta y tasa la labor de cada jornalero en la
existencia colectiva de sus semejantes; y cuando
BUS bendiciones nos alcanzan, cuando sus institu-
ciones retoñan, cuando sus sueños se realizan,
cuando la ilustración que promovió se difunde,
cuando la inmigración que él llamó afluye como
una nueva corriente de vida á nuestras playas*
cuando nuestros campos producen los opimos fru-
tos cuya semilla tardía depositó en sus entrañas
vírgenes y fecundas, cuando el tiempo le ha dado
la razón y nosotros recogemos la cosecha, pode-
mos decir que ya no le queda sino la prueba eter-
na del tiempo que hoy registra en letras de oro
y bronce su primer centenario.
Por eso su figura se agranda mas y mas á me-
dida que se aleja el tiempo, como se alargan las
sombras de la montaña cuando el sol traspone su
meridiano, que diseña sus grandes perfiles aún
después de ocultarse en el horizonte remoto.
Y por eso, hoy tributamos á su memoria este
homenaje secular, examinando á la luz moribim*
da del siglo que se vá y al resplandor de la au-
rora del siglo que viene, cuáles son los títulos
legítimos de don Bebkabdiko Riyadayia ala
admiración de los siglos venideros en presencia
de su posteridad agradecida, que por los labios
de mas de dos millones de hombres libres, lo acla-
ma grande y padre de la patria
No cabe en el cuadro de una oración Gonme-
morativa, ni aún el bosquejo de la reforma liberal
y social que Rivadavia inició y llevó á cabo; pero
procuraremos sintentizarla y condensarla.
La creación y la distribución de la riqueza pú-
blica, es la parte mas difícil de la ciencia del go-
bierno. A Rivadavia cabe haberse adelantado á
su tiempo en su práctica y en su teoría, reflejando
sobre nosotros la gloria de que Chevalier, uno de
los primeros economistas de nuestro tiempo, di-
jese treinta años después de su primer esperi-
mento, estudiando nuestra legislación económica,
que las semillas sembradas á orillas del Sena á
fines del siglo pasado, únicamente hablan flore-
cido en las márgenes del Plata. ¡Bendito sea el
que nos trn jo su semilla !
Con los escritos de Adam Smith, Say y el pa-
dre de Stuart Mili por delante, él, primero que
ningún hombre de Estado en el mundo, antes que
Huckinson, Roberto Peel y Cobden, proclamó la
libertad de industria y de comercio como el pri'
mer derecho y la primera necesidad de la especie
humana, según muy exactamente se ha dicboi
Como Bastiat, después de él, pensó que los inte-
reses de las naciones eran armónicos y solidarios,
y que no existia antagonismo posible entre su
riqueza, su progreso y sus cambios respectivos.
Conforme á estas doctrinas, operó la reforma
aduanera, aboliendo las prohibiciones oomeroiales
y bajando todos los altos derechos al quince p<ff
ciento. Sobre esta base fundó un nuevo sistema
de hacienda, acabando con las contribuciones
tiránicas de la colonia, con los auxilios espoliado-
res y los empréstitos forzosos de la revolución j
creó las contribuciones regulares que hasta boy
alimentan el tesoro público para bien de los go-
bernados.
Atrajo el capital estranjero por el vehículo
del comercio y por medio del crédito esterior
SECCIÓN LITERARIA— HKPi^BLici. aboentina
113
nsado por la primera vez, dejando abierta la puer- '
ta de los meroados y bolsas europeas para el
futuro. La acción fecundante del capital fué
acrecentada por el establecimiento del crédito
público y fondos con renta y amortización, que
hasta hoy vive. Por la primera ve« hiío conocer
en América el mecanismo y la potencia de los
grandes establecimientos de crédito, de cuyas
ruinas hemos formado un poderoso agente de
prosperidad, que redimirá el pasado y nos habi-
lita para ensanchar la esfera de nuestra activi-
dad. La deuda interna fué consolidada, hacién-
dola productiva; planteó las cajas de ahorros
para los pobres; decretó la primera Bolsa mer-
cantil ; y dejó en las tierras públicas, revindican-
do su dominio y entregando el usufruto á los
contemporáneos por el enfiteusis, la mas rica
herencia de los propietarios del suelo. Esta parte
de su reforma fué coronada introduciendo por la
primera vez en América, el estudio profesional
de la economía política. — Poco mas se ha hecho
después.
VI
Pero Rivadaviano cifraba la riqueza única-
mente en el capital y el comercio que lo hace
circular.— Como él mismo lo dijo: "La mas ó
menos abundancia de los elementos naturales de
riqueza, no determina los diferentes grados de
prosperidad de las naciones; porque el .hombre
moral, no el hombre de la naturaleza ni sus ins-
trumentos materiales, es el verdadero agente de
la riqueza pública. " — Por eso se contrajo n sis-
temar la educación pública, aun antes que en los
Edtodos- Unidos se pronunciase el movimiento
que la ha incorporado á su organismo constitu-
cional, proclamando esta máxima, que después
se ha vulgarizado: — La Escuela es el se-
CBETO DB LA PB08PEBIDAD DE LOS PUEBLOS
NACIENTES. "
Emprendiendo por medio de la escuela la re-
forma y la mejora social, generalizó las escuelas
para niños de ambos sexos en la ciudad y campaña
y fundó colegios especiales para niñas. Presin-
tiendo una verdad que la esperiencia ha revelado,
á saber, que el local es el primer agente educador,
erigió los primeros edificios adecuados á la ense-
ñanza primaria, asegrurándose su propiedad per-
petua. Introdujo nuevos métodos y textos de
enseñanza que popularizaron los conocimientos
elementales en Sud- América, y al inaugurar en
un pueblo de campaña la primera escuela Lan-
casteriana que se conoció en esta parte del mun-
do, dijo: u La ilustración pública es la base de
té todo sistema social bien arreglado : cuando la
u ignorancia cubre á los habitantes de un país»
«^ ni las autoridades pueden con suoeso promover
u su prosperidad, ni ellos mismos proporcionarse
u las ventajas reales que esparce el imperio de
u las luces //.
En esta lucha contra el pasado y esta elabora-
ción casi improvisada de los elementos sociales
del porvenir, el tiempo no daba espera: — la masa
de la ignorancia aumentaba, y los combatientes
eran pocos para contener en los límites del dere-
cho su irrupción barbarizadora en la vida públi-
ca: — era necesario dotar á la sociedad con nuevas
y bien templadas armas para defenderse, mientras
las luces se difundían y las instituciones adqui-
rían consistencia. Para proveer á esta exigencia
de conservación vital, multiplicó las fuerzas
educadoras, levantando el nivel de los estudios
superiores, y fundó la Universidad bnjo el plan
adelantado que aun subsiste, dando á la ense-
ñanza secundaría una amplitud hasta entonces
desconocida en Sud- Améríca. Con el mismo obje-
to organizó el Colegio de u Ciencias Morales </,
que nacionalizó los estudios preparatorios llaman-
do á la juventud de las provincias á educarse en
él, lo que le ha dado su temple á una gpeneraoion,
creando una raza de monitores apta para propa*
gar la enseñanza mutua por todas partes y bien
preparada para el combate de la vida en pro de
la civilización.
Pero la educación, lo mismo que la ríqueza sin
bases científicas, no tenia para él ningún valor, y
así decia al romper con el arado perfeccionado
las entrañas vírgenes de la tierra patria, y de-
positar en el surco la semilla: ^Nada importa-
u ría que nuestro fértil suelo encerrase tesoros
u inapreciables en los tres reinos de la natura -
u leza, si prívados del auxilio de las ciencias, ig-
it norásemos lo mismo que poseemos, u Conse-
cuente á esta premisa, que hoy mismo es un
desiderátum, introdujo el estudio de la química»
de la física, de las matemáticas, de la medicina y
la cirugía, de 1& botánica, de la astronomía y del
dibujo. Para dar aplicación práctica á esta masa
de conocimientos indispensables, hoy vulgariza-
dos, promovió la instrucción profesional de la
agrícultura, de la aclimatación de plantas y ani-
114
AMERICA LITERARIA
males exóticos, de la geodesia, de la metereolo-
gía, de la industria y de las artes, de la arqnitec-
tura civil j de la ingeniería, importando para
ganar tiempo, la ciencia ¿ la vez qne el sabio
que la traia almacenada en sn cabeza como rica
simiente qne debia prodncir mil por uno, multi-
plicándose al infinito.
Este programa enciclopédico y racional, — que
fué llenado, — señala la mas luminosa esplosion
de los conocimientos humanos entre nosotros, y es
el punto de partida del sólido sistema de educa-
ción que definitivamente hemos adoptado, dándole
por base la ciencia positiva, sin la cual todo sa>
ber es estéril.
vn
La luz de la educación intelectual y moral,
que se difundía por las ciudades y los campos, y
gubia á las cátedras magistrales, penetró á los
hogares, brilló como una llama celeste en la ca-
beza de la madre de familia, alumbró la cuna del
recien nacido, y derramó sus suaves resplandores
sobre el lecho del enfermo desvalido, confiando á
la mujer el cuidado de mantener encendido este
fuego sagrado.
Rivadavia fué el primero que entre nosotros
se ocupó seriamente de la educación de la mujer,
imitando en esto el ejemplo dado por Beigrano,
su compañero y su amigo en la revoluciotí, que
desde los tiempos coloniales la habia promovido
con amor; pero fué mas original, y en la manera
de realizarlo se anticipó mas que en ningfuna otra
de sus creaciones á la ciencia y la esperiencia de
BU tiempo.
Antes de él, se habia hablado de la mujer como
factor en la labor colectiva de la humanidad, pero
aun no se habia encontrado la fórmula que esta-
blece que ''el hombre y la mujer, constituyen el
individuo social ", Rivadavia planteó el problema
y lo resolvió prácticamente, introduciendo á la
mujer á la vida pública por las puertas de la ca-
ridad y de la educación común, asignándole debe-
res activos apropiados á su naturaleza en la
dirección de los negocios sociales. Recien en
estos últimos años, la Inglaterra ha llamado á la
mujer por medio del voto público á intervenir
en la educación, y en los Estados unidos, la
práctica mas que la ley autoriza su presencia en
los consejos oficiales de este género. Por oso
admira aun hoy mismo, la creación de la Socie-
dad DE Bensficekcii., á la que encomendó
esa misión moralizadora, habilitándola para es-
timular y premiar las virtudes sociales.
Las palabras con que se promulgó el decreto
de esta. nueva institución, muestran que su fun-
dador tenia la conciencia del alcance y del sig-
nificado de su obra, u La existencia de la mujer,
^ decia, es aun vaga é incierta. La naturaleza
'/ dio á la mujer distintos destinos y medios de
» hacer servicios, que con los que rinde al hombre
>/ satisfacen sus necesidades y llenan su vida...,
'z y el hombre se alejaría de la civilización smó
» asociase á sus ideas y sentimientos á la mitad
'' preciosa de su especie. No hay medio ni se-
/' oreto para dar permanencia á todas las reía-
» clones políticas y sociales, sino el de ilustrar
» y perfeccionar asi hombres como mujeres, j á
'/ individuos y á pueblos, u
Esta Sociedad de Beneficencia, la hij¿
predilecta de Rivadavia, que aun vive derraman-
do en tomo suyo las bendiciones de la vida, es la
que treinta y cinco años mas tarde, imitando el
ejemplo de la Antígonegríega, trajo de la tierra
de la proscrípcion los huesos de su ilustre padre,
y la misma que hoy vá á fijar sobre su sepulcro,
que piadosamente custodia como el altar de su
apoteosis, la plancha de bronce que eternice sn
oentenarío.
vin
La reforma política y social, que dio consis-
tencia á las instituciones libres y regeneró los
hombres, penetró al templo lo mismo que al ho-
gar doméstico, y equilibrando las conciencias, se
infiltró en las cosas y presidió todos los actos de
la vidaordinaría, asimilándose las mismas fuenas
que modificaba y aplicaba con mano firme y pru-
dente.
La reforma eclesiástica, que fué su obra mas
controvertida, en que atacó de frente las preocu-
paciones y los abusos inveterados, tuvo por efi-
caces colaboradores á los mas ilustrados y vir-
tuosos sacerdotes del clero argentino. Ellos,
en sus libros, en la prensa y en la^ tríbuna, pro-
clamaron también la tolerancia de cultos, sostu-
vieron los matrimonios mixtos y entre disidentes,
la redención de los censos y capellanías, la abo-
lición del fuero personal de los eclesiásticos, así
como de los diezmos y primicias, la jurisdicción
de los tribunales en la materia que no oorrespon*
SECCIOIí LITERARIA— república abgentika
115
de á los saoramentos, el registro civil, atributo
del Estado, la estincion de las oomnnidades pa-
rásitas, la supresión de las propiedades de mano
muerta, sin retroceder ante la suspensión de los
Totos perpetuos, haciendo estensiva la seculari-
saoion libre hasta fi las mujeres sujetas a perpe-
tua esclavitud bajo la protección tiránica de la
fnena pública, Todo esto constituye hoy nues-
tro corpu8 juris en la materia, y puede decirse
del reformador, que fué el verdadero fundador
de la Iglesia Argentina, que siguiendo las tra-
diciones de la escuela regalista de Campomanes»
selló su hermandad con todas las comuniones
religiosas del mundo civilizado levantando la
autoridad de la razón y de la filosofía, sin violar
las creencias sagradas del alma ni turbar las con-
ciencias piadosas.
Y la reforma alcanzó á los muertos lo mismo
que á los vivos. Las sepulturas, que convertian
las iglesias en focos de infección, fueron sacadas
de su recinto; — la campana que por ellos dobla,
ba, fué medida en sus vibraciones; — el cadáver
dejó de ser un objeto con que se traficaba en los
templos; — los cementerios fueron colocados bajo
la administración civil, y no hubo ya reprobos
en presencia de la muerte. Estos adelantos, que
la iglesia ha sancionado, son todavía materia de
cuestión en muchos países civilizados, y no eran
muy numerosas las naciones que entonces los
hubiesen alcanzado.
T ha sido necesario quo pasase medio siglo, y
que la peste nos azotase por tres veces arreba-
tando treinta mil víctimas, para aprender las
lecciones higiénicas que aquel sabio maestro nos
enseñó, fundando nuevos cementerios fuera de las
grandes aglomeraciones humanas!
IX
Sigamos á Rivadavia en el gran escenario de
la política nacional é internacional, y veremos
ftoentuarse los magistrales contomos de su figura
histórica.
La organización constitucional de la provincia
de Buenos Aires como Estado autonómico, fué
la célula orgánica de la futura vida nacional; la
nebulosa quó apareció en el cielo oscurecido de
la patria hace sesenta años, como núcleo do la
constelación de las'^catoroe estellas argentinas,
que hoy giran en su órbita de atracción obede-
ciendo á la impulsión inicial-
De esta ooncepoion tan original como sencilla,
nacieron las constituciones locales vaciadas en el
molde típico, animándose por el soplo vital del
derecho las partes rudimentales del conjunto,
dotado de movimiento propio y subordinado á
una ley suprema. Esto, que entonces fué como
una revelación, y que en nuestros dias hemos
complementado y perfeccionado dando coheren-
cia al gran todo, respondía al instinto de la con-
servación, á la vez quo al progreso gradual en el
orden político.
Las grandes novedades de la reforma, — que lo
eran en la mayor parte del mundo, con escepcion
de los Estados- Unidos, y parcialmente en Ingla-
terra,— penetraron á las provincias argrentinas,
que postradas por la anarquía y mansas víctimas
de los cacicazgos arbitrarios, vegetaban en el
aislamiento y la miseria. Ellas crearon un nuevo
vínculo moral en la familia dispersa y reanima-
ron su organismo rudimental, incitándolas á
arreglarse n derecho, establecer representaciones
populares y gobiernos amovibles. Estas innova-
ciones, que al menos obtuvieron una sanción
teórica, formaron á imagen y semejanza de las
instituciones de Rivadavia, Estados autonómi-
cos, con su mecanismo propio y su articulación
orgánica y constitucional.
El impulso de la propaganda no se detuvo en
|os límites nacionales: con el vuelo de sus robus-
tas alas, esas instituciones atravesaron las fron-
teras, y como las armas argentinas en sus tiem-
pos heroicos, dieron la vuelta de la América
Meridional, y enseñaron á pueblos y gobiernos
lo que era el sistema representativo en que el
orden y la libertad se ponderan, y le demostró
cómo se cierran las revoluciones bajo los auspi-
cios de los mismos principios que las inauguran.
Este era el complemento pacífico de la revolu-
ción americana, que tuvo por objetivo fundar
gobiernos justos y pueblos libres. Faltábale toda-
vía su corona cívica de luces apacibles, y vais á
ver al hombre civil, sin mas armas que las del
pensamiento, ofrecerla á la América redimida de
las viejas instituciones de la colonia, corrigiendo
sus estravíos y luchando con serenidad y con
éxito contra el coloso que habia fulminado los
últimos rayos de la guerra de la independencia,
y que aún era el arbitro de los destinos de las
nuevas repúblicas triunfantes, merced á su genio
y á su espada.
lie
AMERICA LITERARIA
Cuando las Pbovincias Unidas del Rio
DE LA Plata, renovaron en 1825 el pacto nacio-
nal del Acta de sn emancipación, y colocaron á
BU cabeza como Presidente legal á D. Bernardino
RiTadavia, habíase disparado el último cañonazo
de la guerra de la independencia en Ayacucbo.
Boliyar con su ejército triunfante, acampaba en
la frontera norte de la República Argentina,
Ueno de gloria, de ambición j de soberbia. Fun-
daba allí dándole su nombre, una república oligár-
quica con una presidencia vitaUcia, un sistema
de elección hereditario para la trasmisión del
poder, 7 una constitución cuasi-monarquica, la
cual debia servir de modelo á las tres repúblicas
á la sazón sometidas á su espada. Soñando ser el
gran protector ó regulador supremo de una heje-
monia continental, habia convocado su Congreso
de anfictiones en Panamá para formar una con-
federación americana, que evocando los recuerdos
del Istmo de Corinto llevase sus armas redento-
ras al archipiélago de las Antillas y hasta las
Canarias j Filipinas.
El Libertador de Colombia y redentor de tres
repúblicas, se habia trazado su itinerario político
y militar, desde las bocas del Orinoco y las costas
del Pacífico hasta el estuario del Plata y sus rios
superiores en el Atlántico, meditando subordinar
á su poderío las Provincias Unidas, conquistar el
Paraguay, y derribar el único trono lenvantado
en América, remontando de regreso la corriente
del Amazonas en su marcha triunfal al través
del continente subyugado por su genio. — Estos
gigantescos planes son en parte del dominio de
la historia conocida, y lo demás consta de docu-
mentos diplomáticos que aún no han visto la luz
pública, pero que existen en nuestros archivos.
En víspera de su famosa conferencia con San
Martin en Guayaquil, Bolívar habia brindado
cuatro años antes en presencia de varios jefes
argentinos, por el dia en que desplegase sus
banderas libertadoras en la Plaza de la Victoria
de Buenos Aires. En Arequipa, después de Aya-
cucho, trepó delirante á la mesa de un banquete
ofrecido por el General argentino Alvarado, y
rompiendo con furor copas y platos bajo el taco
de su bota, prorrumpió: » Así pisotearé la Repú-
blica Argentina ! « — Dueño á la sazón de Bolivia,
teniendo por reserva á su espalda el Perú y Co-
lombia que le obedecían ciegamente, meditaba
intervenir en el régimen de las Provincias Uni-
das, único obstáculo al logro de su dominación
absoluta. Con tal propósito las amenazaba con la
guerra, desmembraba su territorio y organizaba
alianzas en su daño, para poner á raya, — segnn
lo hacia decir oficialmente, u — los amaños éá
u gobierno de Buenos Aires y sus máximat
ü divergentes del plan político y organitacum
u social (á la Bolívar) que convenía á la Amé-
u rica u. (Instrucciones del Ministro Pando al
Enviado del Perú cerca de Bolivia en 1826> :
Estasamanazas y estos proyectos, encontraban
eco simpático en el partido de oposición á Bivt-
davia, así en Buenos Aires como en las provin-
cias, cuyos jefes iban á pedir á Bolívar sos
inspiraciones en Chuquisaca, mientras su nom-
bre resonaba en los disturbios de Tarija y Cór-
doba; y la prensa oposicionista propiciaba su
intervención armada, declarando que la Repúbli-
ca Argentina era incapaz de ser libre y triunfar
por sí sola del Emperador del Brasil, ni organi-
zarse sin la asistencia del ^'génio de la América,*
como por antonomasia le llamaba.
Fué entonces cuando Rivadavia, poniéndose
al frente del gobierno supremo de las Provincias
Unidas, aceptó el reto, y dijo con resolución: —
» Ha llegado el momento de oponer los principios
á la espada." — Esta actitud salvó en aqudUa
ocasión el porvenir de las instituciones verdade-
ramente republicanas en la América Meridional.
El gobierno argentino, fuerte en sus princi-
pios, reaccionó contra el plan absorbente del
Congreso de Panamá, compuesto de cinco Repú-
blicas sometidas á la influencia de Bolívar, y el
proyecto quedó desautorizado, La prensa del
litoral del Rio de la Plata, empezó simultánea-
mente á analizar los planes ambiciosos de aquella
democracia confusa, que era la negación del sis-
tema representativo-republicano; y estos escrítoé
que repercutieron en toda la América, encontra-
ron eco hasta en la opinión general de Colombia
y en sus poderes públicos.
El ejemplo de nuestras instituciones demo-
cráticas,, había ido conquistando voluntades 7
gobiernos, hasta convertirse en opinión y con-
ciencia continental. Chile, donde los principios
argentinos habían cundido, bajo una administra-
ción modelada por la de Rivadavia, fué la primera
república que se unió á la resistencia de las Pro-
•
víncias Unidas. El Congreso del Perú, que Bolí-
var habia disuelto y vuelto á convocar para
imponerle su constitución de gobierno vitaUcio—
como se la impuso momentáneamente» — se snble-
SECCIÓN LirERARlA— BEPtJBLlCA a&óSIítiná
117
t6 en masa, y se emancipó de su pesada inflnen»
oía. La República de Bolivia, levantándose contra
sn Presidente yitalicio j rompiendo sn constitu-
ción impuesta, convocó nna convención popular
y nniformó sn sistema con los principios argen-
tinos. Y hasta Colombia, base militar de sn glo-
riosa hejemonia, protestó contra sus planes de
engrandecimiento personal, con su congreso civil-
mente acaudillado por el Yice-Presidente Santan-
der, segundo de Bolívar, que era y fué basta sus
últimos dias un admirador de Rivadavia.
Fué aquella una verdadera insurrección parla-
mentaria, en que toda la América republicana
levantó sus escudos contra la monocracia de un
grande hombre, que tuvo que retroceder vencido
ante los principios que se habia imaginado poder
pisotear como las copas del festín de Arequipa!
Así fué cómo el genio polítíco de RIvadavia
hizo prevalecer los principios de las instítuoiones
libres en las repúblicas independizadas por el
genio militar j polítíco de San Martin y Bolívar.
— Los tres murieron en el ostracismo, pero de
cada uno de ellos se conserva la obra que los glo-
rifica
XIV
El programa de trabajos que Rivadavia formu-
ló dentro de grandes lincamientos, no está llenado
aún. Las instítuoiones que él planteó, unas viven
todavía, 7 las ruinas de otras han servido para
fundar sobre sus antiguos cimientos, fábricas
mas acabadas: — el tiempo ha dado el fruto que
él le confiara ; los presentes continúan la obra,
perfeccionándola; pero aún queda á los venideros
mucho por hacer. Por eso Rivadavia sigue presi-
diendo con su espíritu á la tarea de cada día, y
gobierna hoy mas que en vida, siendo sus manda-
tos mejor comprendidos, porque se imponen, va-
liéndonos de sus propias palabras, ^como leyes
irresistíbles del imperio del bien u
El plan de viabilidad que él concibió para dar
articulaciones ál comercio interior, es el que está
en ejecución. El Bermejo cuya esploracion confió
¿ Soria en un barquichuelo sin vela ni remos
(histórico ) para poner en comunicación á las pro-
vincias del Norte de la República con el litoral,
Be navega hoy; y el Ferro-carril Central respon-
de á la misma idea. El canal de los Andes, cal-
onlado para dar puerto á las provincias del Oeste,
batido ejecutado con rieles de fierro; pero el
canal acuátíco que él proyectó, tiene que hacerse
y se hará, porque es posible y porque es mas bara-
to para el transporte, como lo prueban el canal
del Erie en competencia con los ferro-carriles,
siendo otra idea suya que cambia simplemente de
forma por los progresos de la mecánica. El Ferro-
carril de la Ensenada, está fundado sobre el pri-
mer camino macademizado que él hizo construir.
El puerto de Buenos Aires, cuyos planos mandó
levantar, aún está por realizarse, como está por
realizarse la perfección ideal con que soñó su al-
ma generosa.
Calculando la multiplicación de la oveja fina
por él introducida, previo que habia de necesitar-
se del agua inagotable de que carecen nuestros
campos, y dio el típo de la noria que después se
ha generalizado, y buscó el agua artesiana en las
entrañas de la tierra en medio de las burlas de
sus contemporáneos. Y el agua artesiana, que él
no encontró, pero que adivinaba, existe! Perfo-
rada la capa impermeable del sub- suelo, el pozo
inagotable se forma; quedando únicamente al
porvenir resolver el problema del agua surgente
que él buscaba como un nuevo Moisés en el de-
sierto.
Previendo que una gran ciudad necesita aire,
luz y agua como condición de vida sana, delineó
sus plazas y ensanchó sus calles, proyectó las
aguas corrientes del municipio, y es obedeciendo
á su traza y sus inspiraciones, después de haber
sido dolorosamente aleccionados por la esperien-
cia, que caen diariamente las casas que obstruyen
las anchas avenidas que él reservó para sus des-
cendientes; que se ochavan las esquinas geomé-
tricamente, como él lo mandó, después de haber
olvidado por largo tiempo la saludable prescrip-
ción ; y que las fuentes urbanas manan agua pura
como una bendición del cielo.
El está presente en el gobierno, como el ideal
del mandatario por su iniciativa, su moderación
animada, y su virtud cívica. Preside nuestros
parlamentos, como el genio que les dio vida y los
adiestró en su táctíca; — está en efigie en la es-
cuela, como el maestro que puso la cartilla en
manos del niño. Proteje todas las creencias y la
igualdad de los derechos civiles, por la ley que
declaró unas y otros eternamente inviolables.
Activa las corrientes de la inmigración y del capi-
tal, que él fué el primero en atraer y promover.
Es el inspirador del progreso continuo, cuyo
impulso invisible, pero eficiente, obra constante-
lis
AMÉRICA Literaria
mente en el sentido del bien. Está vivo en nues-
tras almas, y vela hasta el sueño de los muertos,
en ouja morada proyectó grabar esta insoripoion:
u Pasaron^ y deicaman esperando I *»
BABTOLOMé MlTBE,
GeMbnU, Bz*Pre>ident« de la B«pilbUea Argentina,
hombre de Estado, Literato é Historiador.
EL GENERAL BELGRANO
(Discü&so DSL Fresidkktb dx la Rkpdbica, eh la imaüoü-
BACIOM DB LA ESTATUA DEL GXHXKAL BbLORAVO. )
Conciudadanos:
Llenamos uno de los mas nobles deberes de la
vida social, rindiendo homenaje á la memoria de
los altos hechos que inmortalizan el nombre de
uno de nuestros antepasados. Un montículo de
tierra sobre los restos mortales de un héroe, fué
el primer monumento humano. Las pirámides
eternas del Ejipto conservan aun el plan de esta
arquitectura primitiva, y es hoy idea aceptada
que, alrededor de una tumba, se despertó en el
hombre, aun salvaje, el sentimiento religioso que
nos liga al Ser Supremo, y empezaron á bos-
quejarse la familia, el orden social y las leyes.
Cuando el sentimiento artístico, innato como
el religioso en nuestra alma, se hubo espresado
en las formas plásticas de la belleza, la estatua
suplantó al Mausoleo; y nosotros mismos, los
últimos venidos á participar de las bendiciones
de la civilización, repetimos lo que la Grecia y
Roma haoian para perpetuar la memoria de sus
héroes, de sus padres y de sus grandes ciudada-
nos. Ante la imagen de uno de nuestros hom-
bres públicos, repetimos este acto instintivo de
nuestra especie, volviendo á lo pasado, trayendo
hacia nuestra época, y legando á la posteridad
el recuerdo en hombres y hechos de nuestro orí-
gen, como pueblo que tiene hoy su puesto con-
quistado y aceptado entre las naciones del mundo.
Aunque nuestra alma sea inmortal, la vida,
en los estrechos límites que la naturaleza ha
asignado al hombre, es pasajera. Pero la especie
humana se perpetúa hace mil siglos, dejando
tras sí, entre el humo de las generaciones que se
disipan en el espacio, una corriente de chispas
•que brillan un momento, y pueden, segim ra
intensidad y duración, convertirse en lumina-
res, en llama viva, en rayos perpetuos de luz,
que pasen de una á otra generación, y se irradien
de un pueblo á otro, de un siglo 4 otro si^^o,
hasta asociarse á todos los progresos futuros de
la sociedad y ser parte del alma humana.
¿ Quién se profesa republicano, y no siente oi
su espíritu rebullirse el alma de Washington, la
última y mas acabada personificación de las vir-
tudes públicas; la mayor de todas, hacer triunfar
el derecho sin apropiarse los despojos de la vic-
toria, trazando el camino por donde habrán de
avanzar los demás pueblos hacia la conquista de
la libertad?
Hay, pues, una inmortalidad humana que se
adquiere por el genio, la abnegación ó el sacrifi-
cio; pudiendo estenderse, según la perfección é
influencia de aquellas virtudes, á un pueblo, á
toda la tierra, á un siglo, á todos los que le snee-
dan mientras exista la raza humana. Belgrano,
cuya efijie contemplamos, participa para nos-
otros, y en la medida concedida á cada uno, de
esas cualidades que hacen al hombre vivir mía
allá de su época. Hace cincuenta años que desapa-
reció de la escena, y no ha muerto, sin embargo.
Apenas se oorserva el recuerdo de la casa en qae
nació aquí, y todas las ciudades y pueblos argen-
tinos lo reclaman como suyo. Su apellido puede
estinguirse según la sucesión de las generacio-
nes; pero dos millones de habitantes desde ahora
lo aclaman Padre de la Patria.
No es la biografía del General Belg rano la que
intentaría trazar, para dar mas vida al bronce,
que la que le ha comunicado el artista. Belgrano
era muy hombre de la época crespnscular en qne
apareció. General sin las dotes del genio militar,
hombre de estado sin fisonomía acentuada. Sos
virtudes fueron la resignación y la esperanza, la
honradez del propósito y el trabajo desintere-
sado.
Su nombre, empero, sin descollar demasiado,
se liga á las mas grandes faces de nuestra Lide-
pendencia, y por mas de un camino, si queranos
volver hacia el pasado, la candorosa figura de
Belgrano ha de salimos al paso.
Cuando el Gobierno, agradecido, quiso premiar-
lo, por la memorable victoria ganada en Tnon-
man en este dia, disminuyendo su pobreza fundó
con el premio cuatro Escuelas Primarias, las
primeras, que cuatro ciudades, que son hoy capí-
SECCIÓN LITERAEIA— BBPÚBLiCA argentina
119
tales de Provincia, yeian abrirse para la educa-
ción de 8U8 hijos. Acaso algun Senador hoy,
asistdó á alguna de ellas en su niñez.
Estos desYelos por levantar al pueblo de su
postración intelectual, sin lo cual no hay liber-
tad duradera; su empeño de establecer la moral
relajada en escuelas y ejércitos; su profundo
sentimiento religioso que difundía sobre el solda-
do, para santificar la causa de la Independencia,
poniéndola bajo la protección de la Virgen de
Mercedes que conserva aun el bastón del mando,
depositado por él al pié de su imagen en Tucu-
man ; su eclipse de la escena, cuando en los tiem-
pos de discordia y de guerra civil como dice
Tácito, t* el poder pertenece á los mas perversos, u
su muerte oscura; su carrera tan gloriosa, tan
olvidada, todo esto lo caracteriza como á Riva-
davia, como el General Paz y á otros; y es esa
la base firme que se asienta la estatua que hoy
levantamos en su honor.
Los primeros movimientos del patriotismo
americano, se sienten en el alma de Belgrano.
Funda la primera Escuela de Educación Cien-
tífica que existió en Buenos Aires, pues Charcas
y Córdoba eran hasta entonces el centro de la
civilización colonial.
Como el malogrado Montgomery que llevó en
vano al frí jido Canadá la noticia de que sus her-
manos estaban en armas para conquistar la liber-
tad, Belgrano llevó al tórrido Paraguay la ense-
na de la nueva patria. La historia castiga á los
retardatarios de la primera hora. El Canadá es
todavía dominio de la corona, como el Paraguay
menos feliz, por haberse tapado los oídos al llama-
do de sus hermanos, entonces, cayó en las redes
sombrías del tirano Francia, en las garras del
tigre López, y todavía no ha visto el último dia
de sus tribulaciones.
Como Franklin, Belgrano fué á buscar acomo-
do con la dinastía real, para poner término al
conflicto, y como Franklin volvió desesperando
de la prudencia y de la previsión humana á acti-
var el Acta de nuestra Independencia.
En nombre del pueblo argentino abandono á la
contemplación de loa presentes, la Estatua Ecues-
tre del General D. Manuel Belgrano, y lego á las
generaciones futuras en el duro bronce de que está
formado, el recuerdo de su imájen y de sus vir-
tudes.
Que la bandera que sostiene su brozo flamee por
siempre sobre nuestras murallas y fortalezas, á lo
alto de los mÁstiles de nuestras naves, y ala cabe»
za de nuestras legiones ; que el honor sea su alien'
to, la gloria su aureola, la justicia su empresa!
Todos los Capitanes pueden ser presentados
como en esta estatua, tremolando la enseña que
arrastra las huestes á la victoria^
En el caso presente, el artista ha conmemorado
un hecho casi único en la historia, y es la inven-
ción de la Bandera con que una Nueva Nación
surjió de la nada colonial, conduciéndola el mis-
mo inventor, como Porta-Estandarte. Nuestro
signo, como nación reconocida por todos los pue-
blos de la tierra, ahora y por siempre, es esa
Bandera, ya sea que nuestras huestes trepasen
los Andes con San Martin, ya sea que surcaran
ambos Océanos con Brown, ya sea, en fin, que
en los tiempos tranquilos que ella presagió, se
cobije á su sombra la inmigración de nuevos
arribantes, trayendo las Bellas Artes, la Indus-
tria y el Comercio.
Tal dia como hoy, el General Belgrano en los
campos de Tucuman, con esa Bandera en la mano,
opuso un muro de pechos generosos á las tropas
españolas; que desde entonces retrocedieron y no
volvieron á pisar el suelo de nuestra Patria,
siendo nuestra gloriosa tarea, de allí en adelante,
buscarlas donde quiera conservasen un palmo de
tierra en la América del Sur, hasta que por el
glorioso camino de Chacabuco y Maipú fueron
solo escalones, nos dimos la mano en Junin y
Ayacucho con el resto de la América, indepen-
diente ya de todo poder estraño.
Y sea dicho en honor y gloria de esta Bande-
ra. Muchas repúblicas la reconocen como salva-
dora, como auxiliar, como guía en la difícil tarea
de emanciparse. Algrmas, se fecundaron á su
sombra; otras, brotaron de los jirones en que la
lid la desgarró. Ningún territorio fué, sin em-
bargo, añadido á su dominio; ningfun pueblo
absorvido en sus anchos pliegues; ninguna retri-
bución exijida por los grandes sacrificios que nos
impuso.
En la vasta ostensión de un continente entero»
no siempre son claros y lejibles los términos que
Dios y la naturaleza imponen á la actividad de
las grandes familias humanas que pueblan la
tierra. ¿ Cuál es la ostensión de la que cubre hoy
y protejo nuestra bandera?
La Itepública Argentina ha sido trazada por
la regla y el compás del Creador del Universo.
Ese anchuroso Bio que nos dá nombre, es el
120
AMÉRICA LITERAEIA
alma y el cerebro de todas las rejiones qne sus
agftias bañan. Puerta de esta América que abre
bácia el ancho mar que toca al umbral de todas
las naciones, por ahí subirían ríos arriba con la
alta marea del desarrollo, las oleadas de hombres,
de ideas, de ci^lisacion que acabarán por trans-
formar el desierto en Nación, en pueblo. Aquí,
en estas playas, han de cambiarse los productos
de tan vasta oya, de tantos climas, por los que
hayan en todo el globo preparado siglos de cul-
tura, y la lenta acumulación de la ríqueza. Aquí
ha de hacerse la trasmutación de las ideas; aquí
se amalgamarán las de todos los pueblos; aqui
se hará su adaptación definitiva, para aplicarse
á las nuevas condiciones de la existencia de pue-
blos nuevos sobre tierra nueva.
No hablo del porvenir. Es ya, este sueño de
nuestros padres, un hecho presente.
Hé ahí, en esos millares de naves, nuestros
misioneros hasta el seno de la América. Ved ahí
en la masa de este pueblo el ejecutor de la gran-
de obra, acudiendo de todas partes á alistarse en
nuestras filas, y por el trabajo, la industria, el
capital, las virtudes cívicas, hacerse miembro de
la congregación humana que lleva por enseña en
la procesión de los siglos hacia el engrandeci-
miento pacífico, la Bandera bi-celeste y blanca.
Esta Bandera cumplió ya la promesa que el
signo ideográfico de nuestras armas espresa. Las
Naciones, hijas de la guerra, levantaron por
insignias, para anunciarse á los otros pueblos,
lobos y águilas carniceras, leones, grifos, y leo-
pardos. Pero en las de nuestro escudo, ni hipó-
garifos fabulosos, ni unicornios, ni aves de dos
cabezas, ni leones atados, pretenden amedrentar
al estranjero. El Sol de la civilización que albo-
reaba para fecundar la vida nueva; la libertad
con el gorro frijio sostenido por manos fraterna-
les, como objeto y fin de nuestra vida; una oliva
para los hombres de buena voluntad; un laurel
paralas nobles virtudes; he aquí cuanto ofrecieron
nuestros padres, y lo que hemos venido cumplien-
do nosotros, como repúbli^^a, y harán ostensivo á
todas estas regiones como Nación, nuestros hijos.
Hasta la esclusion del sangriento rojo, del
blazon de todos los pueblos, hasta el color celeste
quo no tiene escrutura propia en la heráldica, se
avienen con la idea dominante en este emblema.
Las fajas celestes y blancas son el símbolo de
la soberanía de los reyes españoles sobre los domi-
nios, nó de España, sino de la corona, que se
estendian á Flandes, á Ñapóles, á las Indias; y
de esa banda real hicieron nuestros padres divist
y escarapela, el 25 de Mayo, para mostrar que
del pecho de un Bey cautivo, tomábamos nuestra
propia Soberanía como pueblo, que no dependió
del Consejo de Castilla, ni de ahí en adelante, del
disuelto Consejo de Indias.
El General Belgrano fué el primero en hacer
flotar á los vientos la Banda Real, para coronar-
nos con nuestras propias manos. Soberanos de
esta tierra, é inscríbimos en el gran libro de las
naciones que llenan un destino en la historia de
nuetra raza. Por este acto levantamos una esta-
tua en el centro de la plaza de la revolución de
Mayo al General Porta- Estandarte de la Repú-
blica Argentina.
Y si la barbaríe indíjena, 6 las pasiones per-
versas intentaron alguna vez desviamos de aquel
blanco que los colores y el escudo de nuestra
Bandera señalaban á todas las jeneraciones que
vinieran en pos, reconociéndose argentinas á su
sombra, los bárbaros, los tiranos y los traidores
inventaron pabellones nuevos, oscureciendo lo
celeste para que las sombras infernales reinasen y
enrojeciendo sus cuarteles para que la violencia
y la sangre fuesen la ley de la tierra. En Caseros
esta era la Bandera que enarbolaba el Tirano con-
tra el proscrito pabellón que volvía para ^lastar
la sierpe, con sus hijos dispersos en toda la Amé-
ríca. En Caseros por la unión de los partidos,
reaparecieron esas dos manos entrelazadas, como
siempre lo estarán en defensa de la Patria. Al
dia siguiente de Caseros vuestras madres y her-
manas; ¡ oh pueblo de Buenos Aires! tiñeron de
celeste telas, para victoriar á los libertadores;
porque, sea dicho para recuerdo del odio de los
tiranos á nuestra Bandera, en 1852, no habiaen
una gran ciudad civilizada, emporío de un gran
comercio, una vara de tela celeste para improvi-
sar un pabellón ; y una generación entera existía,
que no conoció los colores de la Bandera de sa
Patria. Eáe pendón negro con sus gorros san-
grientos es, por fortuna nuestra, el que en los In-
válidos de París, recuerda la ruptura de la cadena
con que Rosas intentó amarrar la libre navega-
ción de los ríos.
La Bandera blanca y celeste, ¡Dios sea loado!
no ha sido atada jamás al carro tríunfal de nin-
gún vencedor de la tierra.
La petipieza de la horríble trajedia que con-
cluyó en Caseros se está representando ahora es
SECCIÓN LITEEARIA — república argentina
121
la otra márjen del paterno Kio; y no seria estra-
go que oyéramos desde aquí los cañonazos con
qne acaso en estos momentos, nuestro pabellón
somete los últimos restos de la barbarie y de los
oandillos. Hé aquí el pendón de la rebelión, qne
solo pide, al parecer, empapar en sangre el de la
Bepública. Habíalo dejado olvidado el General
ürqnisa al tomar la Bandera Nacional por saya,
á fin de hacer servir la victoria para fnndar la
Magna Carta de nnestras libertades. XJn asesino
la reoojió del suelo y para simbolizar la barbarie
y el crimen lo opone rebelado á la Bandera Na-
cional. La traición á la Patria está detrás de ese
sangriento trapo.
Al abandonarlo á la execración de los presen-
tes y de los venideros, no temáis qne hiera senti-
mientos, ni ann preocupaciones nobles del pueblo,
ni de las masas entre-rianas. Allí, en aquella esco-
jida fracción de nuestro territorio, el sentimiento
nacional se agita mas vivo, si cabe, que en parte
alguna de él.
La vil trama del rebelde vencido, sorprendió
^ las poblaciones, merced de las tinieblas de la
noche, y amanecieron bajo el imperio de la rebe-
lión, que muchos aceptaron por las funestas divi-
siones de partido, que á tantos estravian.
Cerremos los ojos sobre ese cuadro y contem-
plemos el presente, que él vindica el nombre
entre-riano del baldón que han querido arrojarle
los traidores.
Batallones de infantería entre-rianos guar-
neciendo las ciudades; los ejércitos nacionales
considerablemente aumentados por regimientos
numerosos de caballeria de la misma Provincia;
el guardia nacional Miguel Ocampo, arrancan-
do de la mano de un traidor la enseña de la
rebelión y empapándola en su propia sangre,
realizando con ese hecho, acción igualmente he-
roica que el lejendario Falucho, muriendo al pié
de esta misma Bandera en las fortalezas del
Callao, libradas por traición al enemigo; la
Banda Oriental llena de emigrados, los bosques
pululando de prófugos, las islas pobladas de esca-
pados, ¿dónde está el pueblo rebelde entre-riano,
en que quiere apoyarse la traición ? Si : hay trai-
dores es cierto; hay algunos miles de oprimidos,
liay niños y ancianos arrastrados por la leva,
retenidos por el terror del degüello, generales y
aventureros estranjeros: hé ahí el ejército y el
poder de la rebelión.
Quiero que el último paisano que en este
momento sufre los rigores de la estación y las
fatigas de la guerra por vivir siempre & la som-
bra de esta Bandera, sepa que el Gobierno de su
Patria tiene en cuenta su humilde, pero valioso
sacrificio, porque dá lo único que posee, que es
la vida, pues ni un hombre tiene el pueblo anó-
nimo que en'la guerra se Uama sAdado. Sepan
los valientes y fíeles entre-rianos que están com-
batiendo, que con ello ponen el capital al edificio
de nuestra nacionalidad, y cierran para siempre
el abismo de las segregaciones del territorio que
recibimos en herencia de los fundadores de la
Bandera Nacional.
Al terminar la historia, la misión y los obstá-
culos con que ha luchado esta Bandera, necesito
añadir que aun le falta recibir como hijos suyos,
millares de los que aquí están presentes y que la
acatan y saludan como huéspedes.
En los Estados- Unidos, nuestros predecesores
y compañeros de peregrinación en este Nuevo
Mundo, no hay estrangeros, sino los viageros
que visitan sus playas. Hay dos millones de ale-
manes ciudadanos, y otros tantos irlandeses, in-
gleses y de todo orí jen, hasta venidos del Celeste
Lnperio: Aquí la amalgamación marcha con mas
lentitud. Acaso el fuego sagrado de la Libertad
no es tan vivo todavía, para fundir las naciona-
lidades y hacer correr el duro bronce del pueblo
regenerado, en que la humanidad vá á presentar
un nuevo tipo americano.
No importa. La Providencia sigue aquí otro
sendero, tal vez. Debemos á la España la sangre
que corre en nuestras venas, y cuando la desgra-
cia afiije á sus hijos, podemos pagar las de sus
héroes, los Solís, los Ayalas, los Irala, los Gkuray,
que se sacrificaron por fundar estos pueblos. Ha-
brá patria y tierra, libertad y trabajo para los
españoles, cuando en masa vengan á pedírnosla
como una deuda. Y para los Italianos, cuya histo-
ria es la de los pueblos de nuestra lengua, cuya
arquitectura es el ornamento de nuestros edificios
cuyas bellas artes con intérpretes como Bistori,
Tamberlick, Mansoni y tantos otros, que nos han
visitado embelleciendo la existencia, habrá siem-
pre una carta de ciudadanía para ellos y sus des-
cendientes; y nuestros ríos y nuestras ciudades
y nuestros campos, para teatro de sus variadas
industrias.
Y los hijos de la Francia, que tanto ha sufri-
do por la redención de la inteligencia, que tantos
errores ha cometido, rescatándolos y rescatan-
122
AMERICA LITERARIA
doBe por la gloría 6 el patríotismo, tendrán bajo
esta bandera, ancho Ingar en nuestros gustos, en
nuestra cultura y en nuestras ideas.
T la poderosa Albion, laenérjica raza inglesa,
cuya misión parece ser someter el mundo bárbaro
de Asia, Af ríca y de los nuevos continentes é
islas al influjo del comercio, é improvisar nacio-
nes que trasplantan el Habeas Corpus, la libertad
sin tumulto, la máquina y la industria bienveni-
da fué siempre, y bien empleados serán sus capi-
tales en las grandes empresas que completan
nuestra existencia como nación civilizada.
Y á todas las nacionalidades de la tierra, cuyos
hijos tocan estas playas en busca de un lugar
para hacerse un domicilio y una pátría, ofrezco-
les en nombre del pueblo que esta Bandera repre-
senta, la protección que ella dá gratuitamente,
recordándoles solo, que el hombre es familia,
tribu, nación, con deberes para con los demús, y
que los sentimientos mas generosos, el heroismo,
la gloria, el amor de la patria, se amortiguan no
ejercitándolos; y que la elevación del alma huma-
na desciende y desaparece con la satisfacción
esclusiva de las necesidades materiales.
Conciudadanos :
Una nación está destinada á prevalecer, cuan-
do obedece en su propio seno á las inmutables
leyes del desenvolvimiento humano.
Sin el espíritu de conquista, Roma vive en
nosotros con sus códigos, como Grecia con sus
artes plásticas, su lengua y sus instituciones
republicanas, completadas por el sistema repre-
sentativo: Acaso es Providencial que debamos
existencia y nombre á Colon y á Américo Yes-
puoio; y si Chkribaldi ha de tener su parte en la
reconstrucción de la Italia romanizada, su lugar
en la historia lo eonquistará, mezclando aquí su
sangre á la nuestra, para endurecer los cimien-
tos de nuestra constitución, libre, republicana,
representativa.
Hagamos fervientes votos, porque, si á la con-
sumación de los siglos, el Supremo Hacedor lla-
mase á las naciones de la tierra para pedirlas
cuenta del uso que hicieron de los dones que les
deparó, y del libre albedrio y la inteligencia con
que dotó á sus criaturas, nuestra Bandera, blan-
ca y celeste, pueda ser todavía discernida entre
el polvo de los pueblos en marcha, acaudillando
cien millones de argentinos, hijos de nuestros
hijos hasta la última generación, y deponiéndola
¡ sin mancha ante el solio del Altísimo, puedan
mostrar todos los que la siguieren que en civili.
zacion, moral y cultura intelectual, aspiraroa
sus padres á evidenciar, que en efecto fué creído
el hombre á imagen y semejanza de Dios.
Domingo F. Sarmiento.
GrmL. rrt»«tdent« de la RepúbHo». Literato y hombre d« Bitodo.
INAUGURACIÓN DEL PARQUE "TRES DE
FEBRERO"
(Dúcurso del Presidente de la Bepública)
Señores:
He obedecido la indicación del Presidente de
la Comisión, y queda plantado por mis manoe
un árbol en conmemoración de esta fiesta.
Es la Magnolia Americana del bosque primi-
tivo, con BU blanca flor salvaje, que pueblos
numerosos de la América enredaban en el suelto
cabello de sus jóvenes mujeres, como símbolo de
pui*eza. Podemos nosotros adoptarla como em*
blema de la intención sana y del propósito bueno
que hemos tenido al ejecutar las obras de este
Paseo público que entregamos hoy al solaz del
pueblo, con sus lagos, sus sombras y sus grandes
avenidas, que encuadran dentro del horizonte
vasto y solemne, — por un lado los monumentos
de la ciudad vecina, y por otro el espectáculo de
las aguas del Plata, dilatándose en ondulaciones
vagas, azuladas, infinitas.
Habéis espresado, señor Presidente de la Co-
misión, el pensamiento de todos, al afirmar qne
la Nación debe estar presente con su aynda,
donde quiera que se agita un proyecto de interés
público buscando medios para su realización. Lo
había dicho en otra ocasión, y lo repito bajo U
solemnidad del momento, en presencia de nüs
conciudadanos. Esta obra de un paseo público
en la grande y bella ciudad de la BepúbUot,
cosmopolita para los extranjeros, común psrs
los argentinos, es una obra eminentemente nacio-
nal según la Constitución que llevamos escrita
en nuestros corazones. ¿ Quién, después de haber-
se asociado á nuestra vida, puede ignorar lo qne
esta ciudad de Buenos Aires es para nosotros, y
oomo todo lo que contribuye á ataviarla en sos
galas de pueblo civilizado y libre, dá tono y grtn.
deza al orgullo, al sentimiento, á la dignidad
SECCIÓN LITEEARIA — bepublica abgentina
123
argentina? Podemos nombrarla como el poeta
latino á Boma : — alma parens.
Habéis llamado, señores de la Comisión, al
nuevo Paseo, «Parque 3 de Febrero «, ligándolo
al recuerdo de la victoria obtenida sobre la tira-
nía de Rosas.
Debíamos apresuramos. El tirano que vive
en Southampton cuenta ya ochenta años, j pues-
to que le ha sido acordada vida tan larga, era
necesario que no continuara arrojándonos al
rostro una ironía sangrienta, al mostrar en su
« Palermo de San Benito u el Paseo favorito de
Buenos Aires. El viejo y rústico Palermo es
desde hoy mas el Parque 3 de Febrero, y osten-
tará pronto en sus fuentes de aguas surgentes,
en sus estatuas, en sus calles rectas 6 curvas, y
en sus bosques artísticamente formados para dar
sombras y luz al paisaje, cuanto las artes, el
buen gusto y el sentimiento de lo bello ofrecen
en los parques de Santiago de Chile, de New-
Tork, de París y de Londres, como una suave
voluptuosidad á los sentidos, como un encanto á
la imaginación ó un llamamiento á los senti-
mientos mas elevados del hombre.
Después de haber visto levantarse en las már-
genes del Sena aquella Comuna de París ilus-
trando su horror á la tiranía con los resplandores
de la antorcha del incendiarío, cuando la llama
del petróleo habia quemado el Louvre porque la
edificaron los monarcas del derecho divino, y las
Tullerias porque se desplegara allí entre pompas
imperiales el despotismo armado que gobernó la
Europa al redoble de sus tambores, no debimos
ni pudimos pensar que era menester, en odio al
tirano, sembrar de sal este suelo, y abandonarlo
para siempre, dejando crecer la yerba en los
caminos.
Pensamos mas acertadamente. Creímos que el
horror á las tiranías puede convertirse en un
sentimiento de destrucción ciega, cuando no se
halla vivificado por el amor al progreso y á la
libertad. El espírítu de los pueblos libres es
cristiano. No es iconoclasta. Depura, restaura,
santifica el monumento por nuevas advocaciones;
pero no lo destruye.
Era mejor convertir la mansión sombría del
tirano cauteloso en jardines cultivados al uso del
pueblo. ¿ Dónde hay, á la verdad, otro espectá-
culo igualmente democrático demostrando mejor
nivelados los rangos, y que cada hombre por fin
es siempre igual á otro hombre, como el que se
presenta cada dia en un paseo público? Las con-
diciones sociales desaparecen. Todo lo que pue-
den mostrar de precioso ó raro los favorecidos
de la fortuna en sus jardines ostentosos, es aquí
el patrimonio común.
El hijo d^l pobre y el hijo del ríoo mesolarán
bajo estos árboles al gríto jubiloso de los pája-
ros, sus juegos igualmente inocentes. No son
gotas de sudor ilustre ú oscuro sino gotas de
sudor humano, las que vendremos á secar por la
tarde en la frescura de las fuentes, tras del tra-
bajo afanoso del dia, como no son trístezas de
pobres ó de ricos las que sentiremos removerse
en nuestras almas, cuando atraídos por los silen-
cios de la noche callada, hayamos penetrado en
la gran avenida del bosque, escuchando el ruido
de las hojas que se despiertan bajo nuestros pa-
sos, y viendo á lo lejos las cimas oscuras y ele-
vadas de los últimos árboles caer en sombras
gigantescas sobres las aguas.
Estos trabajos, como los otros que la Nación
tiene emprendidos, no han cesado durante la
guerra, y serán proseguidos activamente, á pesar
de la disminución de las rentas públicas. Así,
después de dejar instalada en el extremo límite
de nuestro dominio civilizado una Estación de
ferro-carril, que reemplaza al fortin militar de
las fronteras, vengo á presidir esta fiesta deco-
rada por los esplendores de la cultura mas avan-
zada, al mismo tiempo que escuchamos el silbato
de la locomotora que nos llamará pronto á pre-
senciar su entrada tríunfal en las lejanas Pro-
vincias del Norte de la República. Oigo, sin
embargo, decir que estos hechos son'citados como
signos de decadencia. Debe haber una pasión
visible ó encubierta tras de estas afirmaciones;
— y solo querría advertir á los que las profieren,
con la gran voz del Dante Allghieri — «Tomáis
por una noche profunda vuestra sombra que pasa
llena de vanidad «.
Señores de la Comisión Auxiliar del Parque 3
de Febrero : Habéis desempeñado cumplidamente
vuestra tarea — Señor Presidente de la Comisión:
Después de haber tenido el honor de la iniciativa,
os ha tocado una parte principal en la ejecución,
y debo recordar que habéis así siempre comple-
tado las grandes faces de vuestra vida pública,
uniendo el pensamiento á la acción.
Señor Gobernador de Buenos Aires — Señores
de la Comisión — Señoras y Señores: Reunámo-
nos todos para entregar al dominio de la culta
124
AMÉRICA LITERARIA
Ciudad de Baenos Aires, la primera sección de
sn vasto Paseo. Principiaremos desde mañana
á consignar la estadística de sus concurrentes, 7
estos crecerán cada ano por millares y hasta por
millones, cambiándose de este modo radicalmente
las habitudes sedentarias que distinguen á las
poblaciones de nuestro origen. Los paseos públi-
cos, ejerciendo una atracción irresistible sobre la
masa de los habitantes, sirven para mejorar,
ennoblecer y elevar los sentimientos de las mul-
titudes, y pueden contribuir á dar formas cultas
y suaves á las luchas duras y severas que engen-
dra la vida democrática. Hago votos para que
nuestra Comisión escriba en uno de sus próxi-
mos informes, estas palabras que encuentro en
un discurso del Presidente de la Comisión del
Parque Central de New- York: — //Desde que
nuestros paseos públicos son mas concurridos,
nuestras elecciones políticas empiezan á ser
menos agitadas //.
Horas melancólicas del crepúsculo de las tar-
des, rayos primeros del Sol naciente, murmullos
de los vientos que formáis sobre las aguas y
en los bosques la voz doliente de las noches,
coloco bajo vuestros inefables misterios que os
ligan con los movimientos mas secretos del cora-
zón humano, las avenidas, los lagos, los jardines
del Parque 3 de Febrero. Cada generación ven-
drá á mezclar verdades, sueños, pasiones, al mo-
vimiento de las hojas de sus árboles, hasta que
la naturaleza y el hombre, con sus estrechos
enlaces y sus afinidades íntimas, desciendan
igualmente bajo el eterno reposo.
Nicolás Avellaneda.
Presidente de la BepúbUoa, Literato y Hombre de Estado.
Buenos Aires, 1875.
INAUGURACIÓN DEL FERRO-CARRIL CEN-
TRAL DEL NORTE
(Digotino del Presidente de la Bepública)
SeÑOBES :
La primera y la mas estensa Sección del Fer-
ro-Carril del Norte queda inaugurada.
La locomotora, después de haber recorrido
centenares de leguas, ha entrado, por fin, en la
tierra prometida, — la tierra del Sol ardiente, del
suelo fecundo y del laurel altivo que ha abatido
sus frondosas hojas para alfombrar su paso.
Ella ha venido: — y ella es la industria, el
comercio, el arte, la ciencia, la poesía, la condne-
tora de hombres y la regeneradora de pueblos.
Esta tierra es desde hoy suya; y yo le entrego
en dominio perpetuo los árboles de la selva vir-
gen, la caña azucarada, el café aromático, el añil
con sus vivos tintes y los productos todos del
suelo intertropical, para que los derrame pródiga
y triunfante por los demás pueblos privados de
estos dones.
Las creaciones geológicas han pasado pan
dar lugar á una nueva que no es producida por
cataclismos ciegos — la transformación del mon-
do por el ingenio humano. Vivimos en esta
América los dias maravillosos de otro Génesis,
— y será contado entre ellos el día en que le vio
por vez primera á la locomotora partir desde el
magestuoso Estuario del Plata, agitando sus alas
de relámpago y volando sobre rieles de acero,
para detener, después de breves horas, su carrera
vertiginosa, en el centro del Continente y á la
falda del Anconquija.
Subiremos luego la montaña y espaciando lai
miradas por los horizontes luminosos, divisare-
mos desde las excelsas cumbres los nuevos desti-
nos de estas regiones.
El primero y grande esfuerzo está realindo.
— La locomotora se encuentra al pié de los
Andes. — Los Andes están en la América, para
atestiguar nuestros grandes hechos. ^Cnando
queremos contar la epopeya de la guerra, deei-
mos : — » Traspusimos con San Martin los An*
des tt, — No ejecutamos ya otras hazañas sino las
del trabajo creador y pacífico, pero no daremos
por terminada la tarea, sino cuando podamos
también decir: — u Hé ahí el último canto de la
nueva epopeya. — Las ramificaciones de los An-
des no nos han detenido y tendemos el último rí^
de fierro al frente de la frontera boliviana. — He-
mos luchado con el coloso mismo ; y éste ha incli-
nado de nuevo ala ardua frente para ^^paseotn
vez el vencedor^, — Hé ahí á la locomotora triun-
fante, cambiando la geografía del Continente f
ligando el Océano Atlántico al Océano Paoífieo".
Pero detengámonos en esta jomada del gn^
camino. — Hé ahí la gran Ciudad del Tucuman;—
y quiero presentarla á los recien venidos.
Era apenas una aldea y fué elegida como nna
trípode, por el genio de la revolución, para !»•
SECCIÓN LITÉRABIA— BBPÍBLiCA aegíntina
125
sar desde su recinto aquel grito que hizo alborear
los korisontes de medio mondo. Creció desde
entonces amando la libertad 7 execrando á los
tiranos; y cnando nno de eUos estendia por la
tierra del Argentino sn ominoso imperio, Tnon-
man se levantó casi sola en santa y patriótica
lucha, oonyooó á sns hermanas del Norte y fué
á la gnerra.
¿Para vencer P Nó. Tenia tan solo la sed de
la consagración y del martirio : y el noble pueblo
se abrió estoicamente las venas, para que noso-
tros podamos hoy decir qne las tiranías no aver-
güenzan, cnando han suscitado héroes por la
desesperación y derramado hasta la fatiga, san-
gre de mártires.
Todo esto ya pasó. No tenemos hoy por delante
sino á Tncnman, la industriosa y la bella.
¿ La veía elevando con esfuerzo los blancos
campanarios de sus iglesias sobre la corona de
naranjos y limoneros que la circundan? El
naranjo y el limonero que producen flores y fru-
tos, que embalsaman el ambiente de las tardes
con sus perfumes, alimentan al pueblo y dan
techumbre á sus hogares, son sus árboles predi-
lectos porque son su emblema, asociando lo útil
á lo bello.^No hay suelo hermoso, sino el suelo
fecundo.
Buscaremos mañana al Tucuman de la leyenda
poética y lo encontraremos penetrando en la
espesura de las selvas, escuchando sus rumores
sordos que parecen los ecos doloridos de una
lejana y vaga tristeza, ó viendo descomponerse
los rayos vividos del sol sobre las copas movedi-
zas de los árboles, para caer en hebras de luz
matizadas de colores infinitos.
Pero lo encontraremos aun mas, cuando haya-
mos ascendido sobre la cumbre de las montañas,
en medio de la transparencia de la atmósfera que
aleja y hace desaparecer los horizontes, viendo
los bosques descender en graderías hasta la lla-
nura, y ésta abrirse y dilatarse en panoramas
formados por los árboles, por las sombras y por
los variados matices del campo fértil; al mismo
tíempo que el ojo abarca el mayor espacio some-
tido jamás á su inspección, el pecho se dilata y
se respira con espansion indecible, repitiendo
instintivamente los versos de Goethe que Hum-
boldt recordó en las cimas del Chimborazo.
u Sobre la montaña mora la libertad u.
Oigo decir que este Tucuman poético desapa-
recerá en breve, porque el humo de la locomo-
tora espesa la atmósfera y empaña los cielos.
No lo creo.
XJn país es doblemente hermoso, cuando á los
maravillosos aspectos de la naturaleza se han
agregfado las creaciones del arte. La Grecia no
desplegó por completo la fascinación de sus
prestigios, que después de veinte siglos encantan
aun la memoria, sino cuando el pincel de Fidias
animó los blancos mármoles de Paros, y cuando
hubo atraído por el comercio, las industrias y los
cultivos de otros pueblos, al mismo tiempo que
los pintores imitaban en la pureza de sus líneas
la suavidad de sus horizontes y los poetas busca-
ban la luz fulgente de sus creaciones en el ma-
jestuoso esplendor de sus cielos.
La naturaleza se embelleoe y se completa bajo
la acción fertilizante de la industria. — Lo que
vemos, lo que admiramos en los valles y en las
montañas, no ha tenido hasta hoy por autores,
sino los tres artífices primitivos: — el aire, el
agua y la luz del sol. ¿Cuántos prodigios se
producirán, cuando se agregue á ellos el trabajo
viril é inteligente, cuando ningún hilo de agua
descienda de la montaña para insumirse estéril,
cuando el árbol espontáneo y el árbol cultivado,
la fior de las praderas y la fior de los jardines,
entretejan sus ramajes ó confundan sus per-
fumes?
La inteligencia humana habrá entonóos pasa-
do como un soplo de vida animando la segunda
creación. El nuevo Tucuman se presentará al
viajero transformado y embellecido — y si Dios
nos depara la suerte de verlo otra vez, lo saluda-
remos con el grito de admiración del poeta
latino: ¡Oh mater pulcra filia pulcrior! — Oh hija
mas hermosa que iu madre hermosa!!
Señores: — El ferro-carril que hoy inaugura-
mos, vá á ponerse al servicio de un pueblo que
practica las instituciones libres, cultiva el suelo
y educa á sus hijos.' — Ha sido acogido entre
transportes de entusiasmo, porque viene en hora
oportuna, cuando las industrias creadas lo espe.
raban para dar otros mercados á sus productos.
— El azúcar tucumana se consume después de
veinte dias en Córdoba y llega en estos momen-
tos al Litoral. La apertura de esta via es así
bajo todos los aspectos un acontecimiento nacio-
nal, y su influencia se hará muy pronto sentir
en los consumos del país entero.
Señores: — El hecho presente, es garande, pero
no debemos absorbemos en su contemplación.—
126
AMÉRICA LITERARIA
No nos es permitido olvidar que solo estamos en
una estación del camino, que las dos grandes
yias férreas que bascan por el Oeste y el Norte
los confines de la República, no pueden quedar
suspendidas, porque ellas llevan dentro de sus
líneas paralelas el progrreso para los pueblos j
la unidad para la República. No hay crisis para
los trabajos necesarios y ampliamente reproduc-
tivos; y deben ser siempre atendidos en los dias
de escasez, con poco, y en los dias de abundancia
con mucho.
Permitidme ahora una espansion personal, que
es la primera y que será la última en mis discur-
sos públicos.
He vuelto á mi ciudad natal tras de largos
años — Quería despuee de tantas fatigas ver nue-
vamente los rayos de su sol y esperaba anhelante
las brisas tibias de la tarde que jugaron con mis
cabellos de niño, para que refrescaran mi frente
con su blando y perfumado aliento — Doy gracias
á todos, por haber encontrado esas acogidas
penetradas de cariño y palpitantes en su efu-
sión, que identifican á un hombre con millares
de hombres y que hacen esperímentar la suprema
de las emociones, — la ebriedad del corazón.
Nicolás Avellaneda.
PrMldente de la BepáblicA. Literato y Hombre de EeUdo
Tueuman, 1876.
LA poesía
El Correo abre desde hoy una sección que
llevará por título Poesía Americana. En ella
trataremos de reunir las inspiraciones notables,
las verdaderas perlas de la Musa del Nuevo
Mundo, pensadas y escritas en el hermoso idioma
castellano, desde el €h)lfo de Méjico hasta el
Rio de la Plata, sin predilección hacia ninguno
de los Estados en que se halla subdividida la
vasta tierra que fué conquista española.
Una clasificación trazada á compás, es útil
para el estudio de las flores de un herbario; pero
importuna y fastidiosa cuando se trata de flores
poéticas, cuya lozanía se agosta y cuyo aroma se
desvanece, desde que la palpa la mano avejentada
y pedantesca de la retórica. Las nuestras apare-
cerán en desorden, como producen las suyas las
márjenes de los rios patrios, desiguales en el
tamaño, en el color, en la forma; humildes unai
y melancólicas como la flor-del-aire y la pasio-
naria; otras arrogantes, embriagradoras y volup-
tuosas como la roaa de todo el año, la díamela y
las encendidas arirumas.
Pero no por esto habremos de proceder tm
alguna regla. Será la que nos guie, la que está
escrita con caracteres misteriosos, en el corazón
de quien le tiene acostumbrado á recojer tcdaí
las gotas generosas del sentimiento, todas Us
chispas del entusiasmo, antes que caldas al suelo
se mezclen con el lodo ó con la ceniza. Cuando
una página en verso nos haga pensar, ó nos
oprima el pecho, ó nos acelere el movimiento de
la sangre, la trasladaremos inmediatamente á lai
del Correo, seguros de que producirá en sus lec-
tores la misma impresión que nos causó á nos-
otros; mostrando así, que, lo que se llama el buen
gusto, no es otra cosa mas que una centeUa,
componente indispensable de toda alma humana,
que si no brilla á veces, es por falta de un wp\o
que la avive. Hé aquí nuestra estética y noestrt
arte poético.
Ah! no desdeñéis los versos, vosotros espiritas
positivos que os afanáis en prosa por lograr los
bienes tangibles de este mundo ! Reflexioniid nn
momento y veréis que un endecasílabo bien hecho
tiene todas las calidades de una guinea inglesa
—el sonido metálico, el brillo, la gracia perfec-
ta del sello, la buena ley y el peso íntegro,—
y que por esta razón los renglones que acuñaba
el genio de Byron, se cotizaban á la par de
las libras esterlinas sobre el mostrador de sn
librero.
Hay pobres de espíritu, que en servicio de lo
que entienden por moral, levantan como á mane-
ra de un cordón sanitario de libros indi jestos, en
tomo de las mariposas de su cariño que consti-
tuyen la ventura de sus hogares. Pero qué, ¿no
se aperciben que con esa táctica paraguaya, las
echan á volar por los desiertos, espuestas al pico
voraz de mil aves de pésima ralea? Denlas por
el contrario un rumbo salvador en las correrías
de la imaginación. Su mejor piloto será un poeta,
y la mas segura barquilla de su aerostático, na
libro de versos selectos. La mujer nacida en el
Paraíso en medio de fantasías, seducciones j
deseos, fraguará á su modo, entre puntada J
puntada de su costura, poemas enmarañados é
imposibles que la produzcan vértigo y caldas, si
no se los dan hechos de antemano por algnno de
SECCIÓN LITERARIA — república argentina
127
esos maest]?os del corazón, diestros en educarla
j en oonduoirle con riendas de seda.
Las cosas mas vitibles se nos esconden entre
las sombras d« nuestras distracciones. Desdeña-
mos la poe^ia mientras que todo es música 7
poesía en la naturaleía, puesto que cantan las
sTes, susurran las ram^ y los arroyos, y silba
el huracán, tn las montañas, en la cima de las
ondas hinchadas del mar. £1 libro por excelen,
cia, la fuentf perenne df la mejor moral, el que
rabosa en espíritu de sabiduría, ya que le dictó
el Espíritu Santo; el código de nuestra religión,
en una palabra, está escrito en verso con el cála-
mo de los Tates. David lo era, y compuso en rima
sa Salterio para que fuese mas digno de Jehová.
Job se lamenta en consonantes hebraicos, y los
Profetas vieron lo futuro porque estaban dota-
dos con los ojos inspirados de aquellos seres que
Tíven en el porvenir.
Por consentimiento unánime de las naciones
eivilisadas, los maestros primeros de la juventud
8on los poetas. Virgilio, Horacio, desde que rena-
cieron las letras, son quienes abren las puertas
del alma á la claridad de lo bello, imprimiendo
el carácter de su inteligencia á cuantos cultivan
sus facultades intelectuales en las escuelas y
liceos. Sus nombres, sus gustos, sus ideas, á
manera de ondas que cunden sin detenerse ni
agotarse, pasan de generación en generación,
rejuveneciéndose por medio de mil traducciones
y comentarios que dan á luz las imprentas de
ambos mundos.
Los grandes reyes y los héroes famosos, nece-
sitan para no caer en profundo olvido, que la
muio piadosa de la historia los levante, de tiem-
po en tiempo, de sus tumbas. Los grandes poetas
áempre están vivos en la memoria, y nacen dia
á dia, como soles, sobre el inmenso horizonte de
la literatura.
El poeta es el único mortal que se trasustan-
cie en pueblo y se convierta en muchedumbre; el
único capaz de interpretar en lo presente, en el
üempo que fué, en el que ha de venir, la índole,
el sentimiento y las aspiraciones de toda una
nación. El alma de Schiller es el alma de la
Alemania. Dante es después de seis siglos, el
representante lejítimo de la Italia, en el dia que
se incorpora unida y casi íntegra en la Asam-
blea de las naciones independientes. Los dias de
esos mortales se cuentan por centurias, y las
fiestas natalicias que se les consagra, son solem-
nidades seculares como las que la antig^io^lad
consagraba á los Dioses.
El hálito de los pechos que ellos saben conmo-
ver, es el fluido que los levanta á tan eminentes
alturas. Todas las opiniones, todas las ciencias,
los intereses mas rivales, se ponen de acuerdo
para aplaudirlos y para amarlos. Son como luce-
ros del cielo estrellado, sublimes, hermosos para
cuantos pueden levantar la vista mas arriba del
techo de sus casas.
La sing^aridad de este destino de los poetas
se esplica por la función que desempeñan: está
prevista por el mismo Dios. Si el océano oare'
ciese de ciertas sales con que le dotó aquel gran
químico, sus aguas estarían muertas y pestilen-
tes como las de un lago maldito. La poesía es el
grano de aroma que mantiene incorruptible á la
sociedad que se ajita en el piélago de sus malas
pasiones. Es la oración al cielo que nos le vuelve
propicio y nos alcanza su misericordia; es el
vínculo de unión de nuestros espíritus con el
eterno espíritu. Allí donde hay poesía, hay san-
tidad, consuelo, alegría, porque ella es bálsamo,
brísa y luz.
Su poder se manifiesta y se encierra en un
átomo, como el incendio en una chispa. Tanto
puede contenerse en un poema como en un ren-
glón, y basta una pajina inspirada de poesía
para inmortalizar el nombre de quien la sus-
cribe. Santillana, Manriquez, Cetina, Alcázar,
son nombres imperecederos en la literatura poé-
tica de la España, y sin embargo las obras
completas de estos afamados autores podrían
contenerse en veinte pajinas in 8°. Con la mejor
prosa no habrian conseguido semejante milagro,
ni llegar hasta los tiempos actuales presentando
tan cortos renglones como título á la celebridad.
D. Alfonso Tostado, por ejemplo, con todo el
bagaje de sus veintisiete infolios de opera amma,
apenas es conocido per uno que otro teologazo y
por la polilla, y solo ha conseguido con su prodi-
giosa facundia que se le tenga por modelo, un
tanto irrisorio, de constancia en ennegrecer
papel blanco.
La lectura de los poetas es una necesidad
impuesta por la naturaleza, é impera tanto en
nosotros como la de nutrimos. Hasta las horas
de este pasto de nuestra sensibilidad, están seña-
ladas en la sabiduria de su código. Al comenzar
el dia, entre el rumor de los aires mansos y las
agracias á Dios u de los seres que despiertan del
128
AMERICA LITERARIA
rueño; en la tarde, á la liu mustia del último
rayo del sol que nos abandona, esperímentamos
ciertas sensaciones yagas j melancólicas caja
significación solo pnede dárnosla la ciencia del
alma, que es la poesía. Entonces apelamos á los
poetas, 7 ellos nos preparan con sus himnos
armoniosos á comprender la solemnidad del dia
6 de la noche en que Tamos á entrar, y á condu-
cimos como hombres durante las veinte y cuatro
horas de ese instante que media entre la aurora
j el ocaso del sol.
8i hay cielos y climas propicios á la imajina-
oion como los de Grecia é Italia, deben contarse
entre ellos los del Nuevo Mundo, en donde sus
primeros descubridores creyeron hallar el Pa-
raíso terrenal, y admiraron constelaciones desco-
nocidas y esplendentes. No solo el mundo mate-
rial se agrandó con el hallazgo de América,
sino que tomó creces con él la fuerza intelectual
del hombre, á quien vemos desde ñnes del siglo
XY, desplegar mayor inventiva y audacia. Colon,
piloto y cosmógrafo, se transforma en poeta en
presencia de las primitivas y fragantes florestas,
y dirijo á los Reyes Católicos aquellos bellísimos
trozos de poesía descriptiva, rebosando en pro-
fundo sentimiento de la naturaleza, que la histo-
ria nos ha dado á conocer con el humilde título
de cartas. Su vida misma es una odi<«ea, así
como las narraciones de las proezas de los con-
quistadores pueden considerarse como Romance-
ros escritos con sus espadas tintas en sangre de
indíjenas.
Pero existen hechos mas positivos para demos-
trar la influencia que nuestro continente ejerce
sobre las facultades de crear y de sentir. Los
españoles no han notado esos hechos ó intenoio-
nalmente los han dejado sin mención, siendo así
que se manifiestan por sí mismo. ¿ Cómo podrá
negarse que la musa épica de los castellanos, es
Una Amazona americana? En sus manifestacio-
nes mas robustas y bellas, es hija lejítima y fruto
propio de las rejiones vírjenes en donde la luz,
el aire, el agfua, los vejetales, revelan misterios
al pensamiento y á la espresion de quienes com-
prenden y oyen ese lenguaje.
Convienen los mejores críticos en que los poe-
mas sobresalientes del parnaso de nuestros padres
son tres: la Araucana, el Bernardo y la Cristia-
da. Pues bien, todos tres fueron escritos en
América. El primero, por el noble batallador
EroiUa; el segundo por un obispo, maestro tanto
ó mas que Ovidio y Petrarca en achaques dri
corazón, apellidado Yalbuena; el tercero por u
santo varón que parece embriagado en el amor
del crucificado cual hubiera bebido el vino hecho
sangre de la última cena. En estas tres produe-
clones resalta sin esfuerzo el sello impreso por al
lugar en que fueron concebidos. Las octavas de
Ercilla resuenan como clarines de guerra y pin-
tan caracteres inquebrantables y hechos de bra-
vura y de patriotismo dignos de los hijos jtmis
domados de las selvas y breñas de Araaoo. Ls
impetuosa fantasía de Yalbuena corre con extre-
mada libertad en sus cantos y compUcadoe ^iso-
dios, á remedo del magnífico desorden con qos
la naturaleza sembró los bosques de ceibas y
desató los tortuosos torrentes sobre el suelo de
las Antillas. T, bajo la apacible atmósfera de ls
ciudad de los Reyes ¿ qué otras inspiraciones que
las del amor y de la caridad pudieran despertane
en las sensibles entrañas del Padre OjedaP
Antes que la civilización cristiana penetrtse
en América, era ya muy estimado en eUa el
talento poético.
Algunos príncipes mejicanos, difundieron lie
máximas de la moral, lloraron su esplendor de-
caído y celebraron los primores de la naturale-
za, bajo las formas de la poesía. El nombre de
Haravicus con que se distinguían los vates du-
rante el reinado de los Incas Peruanos, significa
en lengua de los mismos, inmenlor, probando ssi
que exijian de sus cantores el ejercicio de la nuu
alta facultad del espíritu humano. La voz de los
haravicus, según el testimonio de Garsilaso, se
alzaba en los triunfos, en las grandes solemnida-
des del imperio; y sus poesías como la historia
estaban destinadas á perpetuar el recuerdo de las
hazañas y de los acontecimientos nacionales.
Mas no por eso estaba encerrada esclusivamen-
te la poesía en aquellos emporios de civilisaci(m
antigua. Las tribus indómitas que inspiraron
los cantos de Ercilla, tenían sus Jempin nombre
espresivo que significa «'dueños del decir*, y qne
comviene perfectamente á los poetas de Araaoo,
estando á la opinión de uno de sus mas afamados
cronistas.
Quienes adoraron al astro del dia como ánade
sus primeras divinidades, debieron esperimentar
el entusiasmo que distingue al poeta, ayudándo-
se para espresarlo de las imajénes pintorescas
propias de los idiomi^ primitivos. Por esa raion
I es, que según los viajeros en América y sus M"
dECCION LlTEBABIA—BiPÚBLiCÁ aroentiná
129
BMroK» biftoriadores, oad no haj una tribu, ya
mmn en las llanuras 6 en las montañas, que no
p<í6ea sus Yarones inspirados y su poesía mas 6
menos rústioa.
Cuando la lengua de Castilla se arraigó en la
parte meridional de nuestro oontinente, sus hijos
eariqueeieron á la madre patria ^no menos oon
les tesoros de su suelo que oon sus aventajados
talentos que íeoundisa un sol ardiente y desar^
rolla una naturaleía grandiosa y magnítíca^v <i).
Ellos oantaron en el habla de Mena y de León,
no oon rodft uunpoña
tino oon lira grare <2)
y muchas y muy losanas hojas del Laurel de
Apolo, dejó caer el monstruo de los ingenios
españoles sobre sienes amerioanas.
D. Juan de Alaroon, guia del gran Oomeille
en sus mas celebrados adertos, y la virgen meji-
osna (Sor Juana Liés de la Cruz), no son los
unióos nombres gloriosos del Parnaso Ameri-
cano en la época colonial. Oña, Castellanos*
Agoirre, Delso, Olayide son los precursores de
Nsfarrete, que riyaUsa con el autor de la i' Noche
Serena^ en elevación y candor; de Gbrostisa,
que logró colocarse á la par de Moratin, entre
Martines de la Bosa y el fecundo Bretón de los
Herreros, y de otros muchos que, como Lavarden
en el Bio de la Plata, cultivaban la literatura
poética espontáneamente y casi sin estímulo.
Por entonces el sonido de las liras americanas
se perdia entre el grande concierto de las espa-
ñolas: el hilo de agua, por decirlo así, se engol-
faba sin dejar huella en el mar ¿ cuyo aliento
oontribuia. Pero la revolución política que con-
virtió los Vireynatos en Repúblicas, encordó con
bronce aquella lira. Y como la única ocupación
de los braios fué el manejo de la espada, y la
vieloria la esclusiva inspiratrix del ingenio, el
carácter de la poesía, durante la lucha de la
emancipación, fué puramente guerrero.
Entonces canta Femandes Madrid al Podre
de Colombia y á los LibertadoreM de VeneMuela ;
Lopes entona su himno imperecedero; Olmedo
etemisa el nombre de Juntn á par del suyo; y
otros muchos, entusiastas y nobles, siguen el
Mrre de la victoria hasta el término de su
(1) D. I. Ochoa—TMoro del Teatro Español, T. Y.
(2) Lope do Vega — 'Laarel de Apolo*, publicado por pri*
Tes en 1080, haUando de nn antiguo poeta dtOeno.
De entonces hasta los dias actuales, toma la
poesía otra dirección en América.
Los poetas pudieron pensar en sí mismos é
interesar oon sus dolores ó con sus dichas perso-
nales. Las flores, el cielo, la mujer, la natura-
leza, la tradición histórica, los recuerdos, en ñn,
Idjos del silencio, entraron como colorido en el
pincel del poeta. Aquellos mismos que antes can-
taron á los héroes, cantan á las Roscu, ó vierten
á la lengua materna las descripciones de Delille
ó los pensamientos de Pope. Pesado traduce á
David y se inspira en los sagrados libros. Várela
(infatigable atleta poético) traduce á Horacio y
muere con la Eneida en la mano, esforzándose
por continuar la versión de este poema.
Todos nuestros escritores en verso han res-
petado religiosamente las conveniencias de la
decencia y de la moralidad y cada uno ha podido
escribir al frente de sus producciones estas pala-
bras de un vate de la antigüedad: ^ Sacerdote
de las Musas, canto para las almas inocentes y
puras, u La trivialidad no tiene sonido en la lira
americana. Sus notas son levantadas y nobles,
como son grandiosos los objetos de la naturaleza
que la inspira. El cinismo y las provocaciones á
la risa, propias de las literaturas aolycosas y
artificiales, se buscarán en vano entre los bue-
nos versos firmados por nuestros poetas.
Téngase presente que el poeta americano es
un ser activo, mezclado al movimiento de la vida
social; ya magistrado, ya orador parlamentario,
ora ministro de Estado, ora capitán de una com-
pañía ó general de un ejército: escribe en verso
cuando el sentimiento ahoga por su abundancia
la idea que solo en prosa tendria representación
adecuada, ó cuando quiere apoderarse de la ima-
gpinacion de sus conciudadanos.
Esta gran familia que sentamos en el hogar
de estas páginas, no se compone de miembros
contemplativos, aislados de la sociedad á que
pertenecen, ni de meros artifioes de producciones
literarias encomendadas por un editor, ó escritas
por oficio. Es la familia de la América militante
representada por sus hijos mas genuinos, por los
corazones mas ardioites, por las mentes mas
claras: es la América pensadora revelando su
civilización actual y anunciando la que la espera
para lo futuro. Léanse sus cantos y se verá que
esa civilización es tan perfecta como puede exi-
girla el siglo; que tiene por base la generosa
libertad, amor al hombre oomo á lo bello, interés
130
ÁMÉEICA LITEEAEIA
hacia todos los problemas cuya resolución inte-
resa á la humanidad y nna fé ciega en los bie-
nes prometidos por la democracia, cuyo estable-
cimiento radical es la obra del presente para
repúblicas del habla española.
Juan Mabia Gutiérrez,
Utento. Poeto « Htttoiiador.
LAMARTINE
La noticia de la muerte de Mr. de Lamartine,
cundió por el mundo como un relámpago que
iluminase una tumba; tumba sagrada del genio,
cuya herencia recoge ya la posteridad enterne-
cida. La gran voz que se ha apagado para siem-
pre, no resonó solamente en el corazón de la
Francia. Esa voz pura y melodiosa en sus cantos,
atronadora y sublime en las borrascas políticas y
en la defensa de la humanidad, de la libertad, de
la justicia y de la patria, se derramó por los
ámbitos de la tierra durante medio siglo en
ondas vibrantes de grandiosa elocuencia.
Y taiibien nosotros poníamos el oido á esos
acentos inspirados, ya nos llegasen bajo la forma
de tiernas elegías, de flamantes odas, ya en ora-
ciones magníficas, y fijos los ojos en la brillante
constelación de las obras del insigne escritor, no
nos cansábamos de admirar hasta en las negli-
gencias y en las rápidas improvisaciones de su
fecunda vena, la variedad maravillosa y la vasta
plenitud de su talento. El manantial copioso
dónde todos hemos ido á refrescar, á ennoblecer
nuestro espíritu, ha cesado ya de brindamos sus
cristalinas aguas. ; Lamartine no existe ! . . .
Si la naturaleza tuviese el sentimiento de las
cosas. Horaria, sin duda, al mas gentil de sus
amantes. El meditó sobre sus secretos augustos,
la contempló reconcentrado en sí mismo oon el
pensamiento en las alturas, de donde bajaba for-
talecido á sondear los abismos del corazón huma-
no; habló de ella en el idioma de Platón cuando
á orillas del Iliso dejaba correr su libre y gene-
rosa facundia; la pintó oon los colores arrebata-
dos al iris; aprendió para traducírnoslo en versos
fáciles, imitativos y cadentes, el murmullo de los
vientos, el canto de los pájaros, el fragor de los
torrentes en la agreste montaña y las ondula-
ciones armónicas de aquel lago romántico, tran-
quilo espejo de los délos, donde todos hemos
navegado alguna vei, y que columpió en su
olas suspirantes la frágil barca de su felicidad y
de su amor, eternizado por su numen divino.
¿En qué tiempos, bajo qué estrella pareció
en las letras el inspirado vateP ¿Cuál fué ú
carácter de sus obras, su influencia literaria 7
el papel que le tocó representar en su peregri-
nación por este mundo P A tales interrogadones
apenas se puede contestar en el limitado eq>aoio
de un periódico. Pero haremos lo que los viaje-
ros que pasan rápidamente por las costas de Is
Ática: dibujaremos las clásicas cumbres á Is
vista y las columnas en pié de los templos der-
ruidos.
La época en que el poeta empezó á flgurar, es
ya del dominio de la historia.
Alejandro, dice Séneca, arrebató á las ciuda-
des de la Grecia lo mejor que tenían : la libertad
á los Lacedemonios, la elocuencia á los atenien-
ses. Otro tanto pudo decirse de Napoleón i y de
la Francia. Allí el canon tenia la palabra. £1
estro radiante de juventud de Andrés Ghenier
se habia eclipsado entre vapores de sangre, mien-
tras el eco de sus himnos se perdía confundido
en el estrépito de los clarines de Austerlitz y
Marengo. Las 3f usas, estremecidas, habían huido
al fondo de los bosques sagrados. Entretanto,
las huestes imperiales, en la embriaguez de sa
gloria, soñaban con avasallar el universo, olvi-
dando lastimosamente el César, su soberbio cau-
dillo, que no las armas, sino las ideas, tienen el
poder de perpetuar sus conquistas. Vino la Bes-
tauracion y con ella una especie de renacimiento
de las buenas letras, que hacia recordar la época
de Luis ziv ó de los Médicis.
Lamartine ha narrado con maestría ese perio-
do brillante de la historia y de la literatura de
su patria, pero sin asignarse en éí la parte prin-
cipal que le cupo en la dirección de los ánimos,
al lado de Mme. de Stael y de Mr. de Chateau-
briand, ni señalar el encanto oon que mas pro-
fundamente que nadie penetró en las almas y se
inmortalizó en la memoria de los hombres.
Sus Meditaciones cayeron sobre la frente dolo-
rida de la Francia como una guirnalda de flores
venida del Olimpo. Todos se apresuraron á aspirar
aquellos perfumes nuevos y agrestes, que al diz
siguiente de las pavorosas refriegas, hacían soñar
con las delicias de la Arcadia. Aquellos versos He-
nos de luz y de rocío refrescaban el alma. Lss
SECÓION LITERABIA— REPÚBLICA argentina
131
armonías de la radiante juventad se desprendían
de aquella Ura de oro, como de un manantial guar-
dado por el ángel de los dulces recuerdos y de las
lágrimas espontáneas y puras. El Parnaso fran-
cés no conocía esos acordes. Bonsard, coronado en
los juegos florales, que á pesar de su pedantesca
erudición j de sus extravagantes neologismos,
tuTO en la oda titulada: i' De la elección de mi
sepulcro n acentos de verdadera ternura: Du Be-
llay, ensalsando á Venus en sus u Juegos rústi-
cos « con ligereza y gracia inimitables: Bertaut,
cantando en ondulantes estrofas, que un siglo
entero lia repetido, el recuerdo de la felicidad
pasada: Mallierbe, el severo y cadencioso depu-
rador de la lengua: Juan Bautista Rousseau, en
sus odas solemnes y sus angélicas cantatas: Le-
franc de Pompignan, en los raptos líricos de sus
poesías místicas tomadas de los salmos y de las
profecías: los enamorados caballeros Bertin, y
de Pamy, comparado por sus contemporáneos á
Tibulo: Millevoye, el conmovido cantor de ^El
poeta moribundo u j áe ^ La caída de las hojas » ;
Andrés Cbenier, bañado en los esplendores in-
mortales de la musa antigua, todos ellos repre-
sentantes del lirismo francés en su mas alta
espresion, no dan una idea de la nueva poesía
que se presentaba llena de unción patética, de
elegíante molicie, de voluptuosa morbidez, de
incensado misticismo, de melancolía arrobadora
y estática. Circulaba en esos versos radiosos el
soplo virginal de la aurora y brillaba en ellos
como un reflejo del alma tierna de Petrarca-
Tenían la transparencia, la melodía que se ad-
mira en las composiciones de Kacine, y á veces
la vigorosa entonación y la sublimidad de Cor-
neille. El poeta había bebido en todas las fuentes
de la inspiración : Dios, la naturaleza, el arte y
el amor. Empero lo que dominaba en sus cua-
dros era principalmente el colorido, la frescura,
la luz. El numen de Lamartine flotaba en el
éter como en su elemento natural. El conocía
las altas cumbres donde tronaba el genio volcá-
nico de Byron, y donde mas tarde debía remon-
tarse el genio de Hugo, para recorrer los espa-
cios como el profeta Elias en su carro dé fuego;
pero amaba mas los valles nativos, llenos de re*
cuerdos y de apacibles sombras, — la gruta mus-
gosa donde la Náyade murmura á las violetas
pálidas «US mas dulces secretos, — el penacho de
humo de la cabana del pastor perdiéndose entre
los celajes de una tarde de otoño, — ^las frescas
islas del golfo de Ñápeles donde un día debía de
encontrar á Grazíella, semejantes en su perpetuo
júbilo á las cestas de flores que las canéforas
griegas alzaban graciosamente en sus brazos en
las fiestas de las Panaténeas.
Confidente de la naturaleza, dejábase arrullar
por todas sus caricias. La índole de su talento
se avenía mal á los impetuosos arranques de la
imaginación, de donde proviene que el horror,
las pasiones en convulsivo tumulto, no entraban
en el dominio de su imperio. La poe^a, decía él,
*t es la emoción por lo bello n, y bajo el influjo
de esta idea y de este sentimiento, hermoseó
cuántos objetos rozaron las alas de su rutilante
fantasía. No es esto decir que no se encumbrase
á elevadas esferas. Su vuelo, sin embargo, no es
el del águila, sino el de la paloma; la paloma
que lleva en el pico la rama de olivo, símbolo
de paz y de esperanza. Lamartine entró, pues,
triunfante por las puertas de la vida. A sus pri-
meros ensayos, acogidos con tan calorosos aplau-
sos, siguieron multitud de poemas, ora coleccio-
nados, ora sueltos, raudal armonioso de noble y
elevada poesía.
¿A qué reflexiones, á qué influjo se sometió su
ingenio? (jQué rayo celeste coloreó y maduró el
fruto de su imaginación ? ¿ Cuál era, según él, la
misión excelsa reservada á la poesía en la socie-
dad moderna? Nosotros principalmente creemos
en los instintos soberanos, que en las naturalezas
superiores atizan el fuego de la inspiración. No
obstante, dejemos hablar á Lamartine; él nos
dará la clave de sus convicciones artísticas. En
el prólogo de las '^ Meditaciones^, interrogán-
dose respecto al carácter que debe revestir la
poesía en nuestros días, y á su tendencia mas
natural y declarada, se contesta á sí propio: ' la
poesía será la razón cantada; hé ahí por largo
tiempo su destino; será filosófica, política, social,
como las épocas que el género humano vá á
atravesar; será íntima, sobretodo, personal, me-
didativa y grave; no ya un juego del espíritu,
un capricho melodioso del pensamiento ligero y
superficial, sino el eco profundo, real, sincero,
de las mas altas concepciones de la inteligencia,
de las impresiones mas misteriosas del alma;
será el hombre mismo y no solo su imagen, el
hombre sencillo en su perfecta integridad, u
No bastaba á la poderosa organización del
poeta el dulce clima de las verdes colinas donde
le coronaron las Musas. Necesitaba mas ámbito
láá
AMÉRICA tilTÉÉAftíA
y mas luz: partió para el Oriente. Lnegfo él
mismo escribió su espléndida odisea, llena de
interesantes peripecias, de mórbidos y pastosos
paisajes, de resplandecientes descripciones, de
reflexiones profundas, de amena y galana emdi.
cion. De melta á sus bog^ares, despnes de la
revolución de Julio, el Toto de sus conciudadanos
lo elevó al Parlamento. La tribuna fué para
Lamiurtine el Sinaí dónde la libertad vino ¿
iniciarle en sus grandezas. Allí el idealista soña-
dor, e8pai;piendo tesoros de sublime doctrina,
mientras bombres prácticos discuten las cuestio-
nes políticas, se ocupa de las cuestiones sociales
bajo el punto de vista humanitario y filosófico.
Sus colegas, que admiran su facundia, se sonrien
de su fé candorosa. Mas el mundo, poco atento á
los detalles administrativos calorosamente deba-
tidos en la Cámara francesa, escucba con entu-
siasmo creciente al fervoroso tribuno que defien-
de la libertad en las costumbres y en las leyes,
y que, inspirándose en el evangelio, propugna en
magníficas arenga.s por la emancipación de los
esclavos, la abolicicm de la pena de muerte y la
fraternidad universal.
Cercano estaba el tiempo en que, conquistan-
do la opinión, bablaria al pueblo desde una mas
encumbrada eminencia. El orador, como si qui-
siera levantar un pórtico por donde pasase la Be-
pública, escribe la » Historia de los Girondinos </,
que no es sino la dramática epopeya de la revo-
lución francesa. En vano ba de buscarse en este
libro famoso aquella simplicidad tan recomenda-
da por Quintiliano y por Lengüino. El pensa-
miento, en él, á modo de una ave de riquísimo
plumaje, se guarece en la frondosidad del estilo,
que corre oon un clarisimo resplandor de pala-
bras, fluido, insinuante y vivaz, á través de las
atrevidas metáforas y de deslumbrantes hipér-
boles, buscando el cauce profundo de las ideas
que por todas partes se desbordan. En esa obra
monumental y excesiva, que seduce, contra los
preceptos del arte, y en que el historiador parece
haber escrito sus juicios sobre la tripode ardiente
de la Pitonisa, todo, hasta el crimen, se encuen-
tra embellecido. — Si hiciéramos una critica, con-
denariamos esa falta de energía moral. Pero lo
que por una parte es censurable, viene por otra
á atestiguar el mágico poder del escritor, que en
«u bondad ingénita, en su candoroso optimismo,
se inclina oon frecuencia á las atenuaciones,
como si el hombre, frágil instrumento de la
voluntad suprema, arrastrado por la ola su.
grienta de las revolucicmes, no mereciete ónó U
compasión acá abajo y el perdón en el seno de
la misericordia divina.
Sea como fuere, los Girondidos son mas qae
un libro. En ese drama se encuentra una gakrla
de estatuas severas, iracundas, nobles, bdks,
«
gloriosas; las sombras de los verdugos y las We-
timas contemplan oon asombro la patria rege-
nerada al resplandor del incendio que loa unos
atizan y en que la mayor parte perecen : inmo-
lación expiatoria de muchos siglos de degrada-
ción y esclavitud. En el fondo del tremendo
cuadro, se alza velado entre nubes el tea^^o
egregio de la Libertad, y en el santuario de es»
templo, como un lábaro de redención, la bandera
de la República, que el pueblo enardecido ante el
grandioso espectáculo y los heroicos recuerdos
del pasado, se lanza á arrebatar para ir á golpear
oon su asta fuerte el viejo alcázar de los reyes,
que antes de preguntar quién les demanda, huyen
despavoridos entre la turba de sus fámulos azo-
rados, á ocultar en el extranjero su derrota y sn
afrenta.
La revolución del cuarenta y ocho llevó al
poder á Mr. de Lamartine: nueva y culminante
faz de su t^npestuosa carrera. — Due&oyade la
autoridad, fortalecida por su elocuencia que se
ha tomado formidable, realiza inmediatamente,
en comunidad oon sus colegas, los sueños que los
incrédulos calificaban ayer no mas de ilusorias
utopias. Proclámase la República, las penas mas
bárbaras desaparecen de la legislación, suprfmsse
el juramento y la pena de muerte por delitos
políticos, dictándose al mismo tiempo la libertad
de los esclavos. Los huérhmos, los proletarios,
los desvalidos, encuentran en el gobierno prori-
sorio protección y amparo. Semejante reaookm
no podia efectuarse sin un sacudimiento terrible.
Las corrientes subterráneas que minan al suelo
de la Francia, estallaban á la ves y remontaban
en olas aterrantes hasta el Ejecutivo, amena-
zando inundar la nación entera con desoiadara
pujanza. En el momento supremo Lamartine
tomó sobre hÍ el empeño de conjurar la teaq)e8-
tad. Armándose con la espada de la palabra,
según la expresión bíblica, fulminó la anar-
quía, conquistando para sí en el puita<to de la
historia su rango al lado de los maa .gvandN
oradores.
Algunos han abrigado dudas x«spaot<> á«ui
áÜCCIOÍT LITEHÁBIÁ— BBPÚBLIOA ÁBOBNTINA
m
íáoaltades de gobierno, y hasta se le ha acusado '
Béríamente de haber torcido el curso de la revoln-
eion. La historia dará sn fallo sobre tan graves
hechos. "En cnanto á nosotros, no nos sentimos
en disposición de acriminarle hoy estemporánea-
mente. 8i acaso cometió alguna falta, la Francia
no podría exonerarse ie su responsabilidad. Solo
los pueblos enyilecidos acusan de sus errores á
BUS dueños. El que tiene en sus manos el destino
de las naciones, es el único juez imparcial de los
sucesos sancionados por la multitud.
Destruida la Bepública, Lamartine cayó en
Tuelto en sus ruinas. Empero, su ánimo robusto
no se dejó abatir. £1 hacha que hirió el tronco
del árbol gfeneroso, hizo brotar de nuevo su per-
fame y su savia. Lamartine salvó su pluma de
entre el polvo del combate, en que sus virtudes
cívicas y su valor antiguo le sirvieran de auréola,
y recorríendo con rapidez pasmosa la escala del
pensamiento humano, nos da esa serie no inter-
rompida hasta su muerte, de historias, de bio-
grafías, de sentimentales novelas, de espansiones
íntimas, de trabajos literaríos de toda especie,
magníficas pinturas al fresco ó graciosas agina-
das, que llevan, cual mas, cual menos, el sello de
su ingenio vivaz y de la florida belleza de su
estilo. En esta ímproba labor las fuerzas de la
vida se fueron agotando. El grande obrero que
en la prodigiosa actividad de su mente, no tuvo
tiempo de ocuparse de sus intereses materiales,
se vio de súbito en la necesidad de vender hasta
el sagrado techo de sus antepasados. Entonces
no pudo contener un grito de dolor. La vanidad
humana no soporta sin sarcasmo estas humilla-
ciones del gánio; gózase en el espectáculo de las
garandes caídas, habiendo llegado en este easo
hasta el extremo de mofarse de la debilidad y la
miseria d^ varón ilustre que reclamaba en voz
alta el pan de cada dia, después de haber dado
alimento intelectual durante una larga vida á
millares de sus semejantes. Nosotros debemos
considerar oon mas blandura los desfaUecimien-
toa de quien gtwtó sus fuerzas en busca de la
Jerasalen «eleste. Quizá consideró que era dema-
siado tarde para viajar mendicante de ciudad en
eiudad como el ciego de Smima; quizá el que
había emancipado tantos hombres, no tuvo, como
Ctmoens, un esclavo, un amigo, diremos mejor,
que pidiese Hmoana por las calles para, socorrer.
W en sn penuria. Por ñn su patria eseuchó la voz
de iiis afanes. La Francia no quiso dehonrarse
desatendiendo el clamor de la ancianidad de uno
de sus hijos mas preclaros.
Estas nubes aglomeradas sobre una existencia
tan llena y luminosa, las ha disipado ya el vien-
to de la muerte. Queda solo frente á frente de la
posteridad su noble imagen-. Ella dirá que si
Mr. de Lamiurtine no fué un faro inconmovible
en medio del océano, habiendo participado de las
oscilaciones de su siglo, hubo en él la unidad
del pensamiento en la virtud; dirá que fué una
de las inteligencias mas vastas, de las naturale-
zas mas prodigiosas, conjunto múltiple de facul-
tades eminentes, y que en su pecho tierno y
varonil latió un corazón formado para compren-
der y para amar todas las cosas grandes de la
tierra y del cielo.
Si ya en la decadencia de su vida y en el
eclipse de sus facultades mentales, se mostró al-
guna vez injusto hacia la América, no seamos
demasiado severos con ese augusto peregrino de
viaje al infinito. Antes bien estemos persuadidos
de que á haber fijado la vista en nuestro Conti-
nente, la rectitud de su juicio nos habría hecho
justicia, mayormente cuando llegase á conven-
cerse que él era el padre intelectual de toda una
familia de poetas, ornato y prez de la naciente
literatura americana. Es especialmente bajo la
faz literaria que le hemos amado á la distancia,
que nuestro pensamiento le acompaña oon vene-
ración hasta el humilde sepulcro de sus padres,
donde hoy reposan sus cenizas. Ese sepulcro eri-
gido en el fresco valle de Saint Point, asilo de
su infancia, fué levantado por él mismo. //Entre
el cementerio y el jardín, u dioe en su carta á
Mr. de Esgrigny, la cual sirve de íntroduooíon
á sus Armonios, uhñ fabricado yo, (siendo este
el único edificio que haya fabricado en este mun-
do) un monumento fúnebre: una capilla de ar-
quitectura gótica, rodeada de un claustro, oon
piedras esculpidas señalando tumbas, y que pro-
tejen algunas fiores tristes. Tal fué el paraje
donde deposité los negrros atMides de las perso-
nas que mas había amado, y cuya pérdida me
causara mayor desolación en este valle de lágri-
mas//. ^Siempre que visito á Saint Point, agrega
con ternura, ó me ausento de esta heredad,
voy solo, al ponerse el sol, á decir da yodíUas
una palabra de despedida á esos huéspedes de la
paz eterna, en ese lugar intermedio entre el
destierro y la felicidad; y con la frente apoyada
en la piedra que me separa de sus nsios, les
134
ÁMfiEICA LITEBAElA
liablo en secreto snplioiindoles que amenicen la
aridez de nuestra existencia con un rayo de amor,
con un rayo de pas nuestras dudas, con un rayo
de verdad nuestras tinieblas, u
Hoy nos toca á nosotros inclinamos ante esa
fosa veneranda, meditando en la fragrüidad de
las cosas humanas y en los misterios inexcruta-
bles de la eternidad. No lo liaremos, con todo,
sin repetir á nuestros compatriotas aquella voz
solemne que oyó el Dante en la mansión del
dolor, cuando vio aproximársele el grupo glo-
rioso en que descollaba la figura de Homero :
Onoraie L'altiisimo Poeta
CÁBL08 Guido y Spano.
PoeU y Literato.
LA GLORIA
Contradice la tendencia de la revolución, en
vez de continuarla, esa independencia altiva,
insolente, salvaje, insociable, como el hombre
que la proclama, (Bosas) y que se oculta siem-
pre á los representantes de las naciones extran-
jeras. ¡Tanto es el odio que las profesa!
Un caudillo semejante puede ser grande, céle-
bre; pero no es glorioso. ¿Cuáles son las condi-
ciones de la gloria del siglo ? Ella no bautiza la
fama sino de los hombres bienhechores de la
humanidad, de aquellos cuyo corazón palpita en
presencia del infortunio de los pueblos y cuya
mente se abre á las luces de la civilización
actual.
¿Cuáles son los caracteres de esa civilización?
Ella es religiosa y positiva á la vez. Religiosa,
porque en ning^una época, tanto como en la pre-
sente, se han inspirado las ciencias sociales del
espíritu evangélico en favor de las clases menes-
terosas de la humanidad. Positiva, porque nunca
mas que hoy los intereses de la industria dan
impulso al adelanto de los pueblos.
La gloria del dia es, por lo mismo, mas vir-
tuosa que la de los pasados tiempo. Por esto van
desapareciendo las grandes reputaciones perso-
nales; por lo menos las hijas de la ambición
militar y egoísta. Napoleón sabia que no bastaba
ser guerrero en el siglo xix, y se hizo legislador.
La abneg«cion, el desinterés, son los títulos de
las celebridades contemporáneas. Asi Washing-
ton, 0*Connell, son los tipos de la gloria mo-
derna.
Bosas es grande, sin duda, pero lo es por el
crimen. El crimen nunca fué glorioso; lejos da
eso, él empaña la mas bella gloria. £1 que
asesina á un grande hombre ó abate una gran
institución, hereda convertida en oprobio toda
la gloria del hombre ó de la cosa. ¿Qué diré de
los tiranos enemigos de toda reputación y de
toda ley?
Bosas es grande. — Se necesita un brazo ro-
busto, un pecho de bronce, para asesinar á un
pueblo, para quitarle una á una todas sus liber-
tades, todos sus derechos, todas sus afeodomeá
de honor y dignidad.
I Cómo no ha de mostrarse grande! Está de
pié sobre los trofeos conquistados en cien campos
de victoria, sobre los cadáveres de millares de
mártires de la patria sacrificados á sus bárbaras
venganzas, sobre las mas altas pirámides que la
libertad fabricó en el suelo americano. Por esas
gradas de oro ha subido al apojeo de su grande-
za, y el pueblo que venció al leopardo de AIVíod
y al león de España, está postrado á sus plantas.
¡ Cómo no ha de aparecer grande el hombre que
se ha colocado en medio de la Pampa sobre todas
esas grandes cosas!
Pero esa grandeza de Bosas no es la gloria.
Cuando contemplo esta celebridad americana, me
imagino delante de una de esas altas montañas,
cuya cima nevada siempre é insensible á los
rayos del sol, no baja sus aguas para fecundar
los terrenos que la circundan. To nunca he sabi-
do para lo qué sirven en la organización del
mundo esos gigantes de la naturaleza, ni be
sentido la curiosidad de preguntar este secreto á
la gfeologfía. Lo que yo sé es que el hombre de
la libertad y de la industria jamás plantó sos
estandartes en esas alturas. Lo que yo sé es
que ni Bolívar ni Humboldt pudieron trepar al
Chimborazo. En esas elevaciones falta el aire
para el pecho del hombre, aunque este hombre
sea el genio de la libertad ó el de la ciencia. A
esas regiones de los altos cerros solo se Üega en
las ligeras alas de la imaginación del poeta.
Solo el fuego de los volcanes derrite de ves
en cuando esas nieves. Así es Bosas, á cuyo <ádo
jamás alcanza la voz del pueblo, ó insensible,
frió á sus padecimientos y esperanzas, ó arreba-
tado por el fuego destructor del terror y la vwi*
gtmza. Jamás n^ abrigó en su pecho el oalnroso
SECCIÓN LITEBABIA— BBPbBLiCA aboentina
135
entnsiaamo de simpátioa y generosa adheúon al
decoro j los intereses nacionales.
Así es Rosas grande, sí. En la altara á que
el demonio del crimen lo ha elevado, no hay
rincón del mundo del que no pueda ser visto.
Pero no por eso es glorioso : como no lo fué el
que puso fuego al templo de Diana, no lo es este
incendiario de los altares de la patria argentina.
Todos lo miran, en verdad, pero ¿cuáles son los
que lo admiran de buena féP
En los espectáculos de la naturalesa, como en
las escenas de la política, yo amo la llanura,
porque amo la civilisacion, que no habita los
bosques ni las montañas. Nunca he sentido mas
exaltado en mi pecho el amor de la propia na-
eionalidad, que cuando me he visto solo en la
Pampa, pisando su verde alfombra, aspirando
el purísimo aroma de su modesta vegetación,
mirando extasiado & mi frente el lejano hori-
lonte, cuyos lindos y dorados colores anuncian
ks promesas risueñas del porvenir; sobre mi
eabeía el cielo magestuoso y sublime siempre,
sea que el Pampero ahuyente sus nubes hacia el
Plata, sea que el trueno y el rayo me recuerden
U omnipotencia de Dios.
Me parece que la Pampa es el mas bello sím-
bolo de la igualdad política y por eso la quiero.
Todo lo colosal es, á mis ojos, monstruoso en el
mondo social. Así me imagino siempre á Dios,
la grandeía suprema, tal cual la Iglesia Católica
nos lo pinta, del tamaño del hombre.
Para mí, Rosas, en ves de haber aumentado un
solo timbre á las glorias de Mayo, las ha deslus-
trado. Las manchas de sangrre que veo en el sol
de nuestros padres, han sido puestas en él por su
mano criminal; y si el sol de las revoluciones no
fuera un astro fijo y brillante siempre para el
destino de los pueblos, Rosas hubiera apagado
su lumbre.
Esa gloria no es, pues, legfítima, 6 mas bien*
no hay gloria alguna en la grandeza de Rosas.
Conosco que muchos colores tomará el pincel del
poeta de esta existencia extraordinaria para la
composición de sus dramas y romances ^^K Los
futuros Shakespeare se felicitarán de su terrible
aparición en el Rio de la Plata. Lo deforme, lo
grotesco, lo oolosal impresiona vivamente ]a<;
ímaginacionas poéticas. Pero, aunque en el dia
(1) En el dÍ*M publica una DOTela en los £«t»dot-Unido«,
títolwlA «La Dolorea', cujro asunto es tomado de las trajedias
poUUcas del Bio de la Plata.
las doctrinas del romanticismo no estuvieran en
decadencia, yo, patriota argentino, contemporá-
neo del oolosal despotismo, lo maldigo; y prefiero
en la política las bellezas clásicas, esas belleías
que se ajustan á las reglas eternas é inmutables
de la religión y la libertad; prefiero la llanura y
el curso tranquilo del rio de mi patria á los
torrentes devastadores, que lanzan de su cumbre
las montañas.
No pienso que opiniones semejantes relativa-
mente a Rosas sean diotadas por las prevenciones
del espíritu de partido. La historia lo juzgará
así, lo clasificará en la raza do los Nerones,
Calígulas, Robespierre, lo llamará famoso han-
dido, como Thiers; y deplorará las derrotas de
sus adversarios políticos, á cuyos mártires tribu-
tará únicamente los honores de la gloria. Hablo
de la historia, tal cual Tácito la entendía, ver-
daderamente filosófica, que no cree en el fatalis-
mo, ni aplaude todas las victorias. Ella dirá al
maldecir esta celebridad oprobiosa lo que Cha-
teaubriand, que el crimen, lejos de ser uno de los
medios de las revoluciones, es el obstáculo que
embaraza su marcha y la retarda.
¿Cuál será la suerte de la América desde que
arrojemos de sus altares los ídolos de la revolu-
ción para ensalzar la lejitimidad de la fuerza
victoriosa? No, yo no respeto esas patentes de
inmortalidad dadas al crimen por la victoria.
¡El que clava el puñal alevoso en el pecho de un
hombre será execrado, y el que degrüella por
centenares á sus semejantes glorificado! ¡Con-
sagraremos así el patíbulo para el asesino de un
hombre y la apoteosis para el verdugo de los
pueblos!
Atroz política seria esa que aconsejara lavar
con sangre las manchas de sangre; la que dictara
este réjimen homeopático para curar las heridas
de la conciencia. Así el criminal pudiera profe-
sar para llegar á una honrosa celebridad una doc-
trina análoga á esta profunda máxima de un
filósofo: //Poca filosofía, aleja de la religión; mu-
cha filosofía, conduce á ella u. De esta manera,
á medida que subiera el delincuente las gradas
del crimen se aproximarla al templo de la glo-
ria; y los Sud-americanos nos inclinaríamos en
presencia de esta nueva aristocracia de sangre!
FÉLIX Frías.
PolUieo. Diplomático y Publicltto.
136
AMÉRICA LITERARIA
EL MAL DE LA ¿POCA
Las oondioiones especiales del centro social en
que nos hallamos, y las doctrinas que se propa-
gmn en la edad contemporánea, urgen á los cató-
licos á oongregturse y trabajar de consnno en la
difosion del dogma y de la moral de sn santa
religión. Somos nn pueblo apasionado, imitativo,
alucinable. Nuestros padres, favorecidos por la
Providencia que indudablemente quería se cum-
pliera en estos paises la ley en cuya virtud las
sociedades se independizan cuando están en apti-
tud de bastarse á sí mismas, nos desligaron de la
antigua metrópoli. Fuimos independientes, y des*
pues de largas luchas, somos libres. Pero nuestra
situación es grave y está preñada de peligros.
La libertad es un don precioso que dignifica á los
hombres y á los pueblos; entre tanto, si ella no
obedece á la ley moral, cuya base es la idea reli-
giosa, se convierte, de un modo inevitable, en
licencia y en depravación. Ahora bien, es preci-
samente la ley moral y la idea religiosa; son los
intereses del alma, y, en consecuencia, los funda-
mentos mismos de la sociedad, lo que se encuen-
tra profundamente conmovido en nuestros dias.
La raiz del mal consiste, á mi juicio, en la
filosofía de la época presente, en la doctrina
positivista que rechaza como objeto de investiga-
ción, todo cuanto no sea los fenómenos ó las con-
diciones en que se producen. Esta filosofía baja
y perver&ora influye necesariamente en la vida de
los individuos y de los pueblos. Su carácter con-
creto, su alianza con las ciencias naturales, que
son las que en la actualidad se desenvuelven casi
exclusivamente, y los halagos que ofrece á los
hombres sensuales, le dan boga y la hacen cómo-
da y atractiva.
Oímos á cada momento hablar de las maravillas
de la ciencia contemporánea, y nos llega en mil
formas el resultado de sus aplicaciones. ¿Qué
cosa no podrá realizar la humanidad? se exclama
en presencia de los descubrimientos hechos ya y
de tantos secretos arrancados al seno de la natu-
raleza. Los hombre están absortos los unos,
ensoberbecidos los otros, al contemplar esas con-
quistas de la inteligencia. Los jóvenes, sobre
todo, mas vivamente sensitivos y en quienes el
org^o de la vida es mas impetuoso, parecen
creer que el entendimiento humano no tiene
limites en el porvenir, y esperan^por consiguiente,
que tampoco los tendrá el humano pod^r. IM
mismo modo que en los primeros dias del mundo,
se escucha en los nuestros, aquel pérfido: — $ems
como Dioset! de la serpiente hAaL La ciencia
social por excelencia es la que trata de las rique-
zas, y se cree habernos dicho todo lo que nos coa-
viene saber, cuando, según el criterio epicúreo, n
nos ha enseñado cómo se producen, se distribiiyeii
y se consumen aquellas. La abneg^acion y la nn-
tidad van en camino de ser olvidadas. Se quiere
reemplazar el Evangelio por el Código de Comer-
cio. La aptitud para adquirir los bienes de la tier-
ra y la ostentación de esos bienes, son el objeto
preferente de la consideración y del respeto.
Estudiar la naturaleza física y aprovecharse de
eUa, tal es el programa y la síntesis de nuesfciz
época.
La infatuación de la cienda es, mientras tanto,
castigada terriblemente. La naturaleza abre n
seno á los que la escudriñan con anhelo cual a
fuera el único objeto digno de ser conocido, pero
cuando nuestros sabios creen vanidosamente que
la conquistan como sus únicos señores, olvidán-
dose de Dios, la materia se toma en conquista-
dora de los mismos sabios, los baja á su nivel y
los absorbe. Ellos no se cuidan del alma, ni del
Creador; no se interesan sino por el mundo
extemo, le observan, le penetran en todas direo-
clones, le analizan minuciosamente, pero aoabín
por identificarse con él y oondderarse un detsUe
del vasto conjunto. Uno de esos sabios, deq^nM
' de largas investigaciones, nos dirá oomo la pela-
bra suprema sobre nuestro origen, que sobos na
perfeccionamiento del mono; otro afirmará qi»
es un síntoma de locura creer en Dios. Partiflndo
de ahí, no es extraño que toda la moral se redns-
ca á la higri^ne y que se considere la priméis
ciencia social, aquella que trata de la produooioB
y el consumo de los objetos materiales. Ls dig-
nidad humana es, de esta manera, profuadsounte
rebajada. El hombre creado por Dios para nn
destino inmortal, es asimilado á las cosas y á los
bmtos. La muerte es para los filósofos de nues-
tro tiempo, la última línea de las oosas, vlüm
linea rervm, como dijo el escéptico Horacio en
■una de sus epístolas.
¿Qué puede esperarse de todo esto, señereei
sino la mas espantosa perturbación social? üi
pueblo gobernado por tales ideas, podrá desenTol-
verse materialmente con mucha rápidos, pero
llevará en su seno el germen de la muerte. E*-
SECCIÓN LITERABIA— BEPÚBLiCA aboentiná
137
oritores sensatos de los dos pueblos mas grandes
en el orden de la industria y del comercio, pintan
Tivamente el espectáculo disgustante de esas
sociedades, que espíritus poco reflexivos conside-
ran como modelos intachables. Las creaciones
de la escuela positivista, hielan el corazón con el
desencanto 6 inspiran esa natural repugnancia
que el espíritu cristiano debe transformar en
amorosa compasión. Allá en la patria del capital
y del crédito, allá en la patria de la riqueza y la
prosperidad material, el ser humano u es duro,
es áspero, es avaro; no ve en la vida mas que
pérdidas y ganancias; es banquero, negociante,
estadístico; pero no es ya hombre u. Cuando ha
pagado su cuota para el socorro de los pobres,
no es estraño que oiga con perfecta indiferencia,
los lamentos del infeliz que se muere de hambre
y de frío á bus puertas, mientras el, con la pereza
de su hartura, se arrellana cómodamente en un
sillón al lado del fuego. La caridad es solo una
cuestión de impuesto. T en la pátría de los
grandes inventos y de la poderosa iniciativa
en las empresas industríales, el positivismo nos
muestra igualmente espectáculos repugnantes, la
corrupción administrativa, el fraude y la venali-
dad dominando el sufragio, y el lucro, la ganan-
cia c<Smo ley suprema de la existencia.
({Pueden estas llamarse sociedades crístianas?
Señores, el positivismo, el materíalismo es el mal
de nuestra época. No nos dejemos pervertir por
él. £1 hombre es, ante todo, una alma. El cuer-
po es la condición de su vida terrestre, pero esta
vida no es mas que una preparación para la vida
inmortal en el seno de Dios. El poeta latino
deoia, hablando de la muerte, que ella nos lleva
al destierro eterno, in ee^emicm exüium; y uno de
los mas grandes santos que venera la Iglesia,
dice que 1a muerte nos vuelve á nuestra pátría
verdadera. En estas dos espresiones está marca-
da la diferencia entre la doctrina del paganismo,
que es la de la ñlosof ía contemporánea, y el dog-
ma y la moral del «atolicismo. El hombre tiende
á la belleza por el sentimiento, á la verdad por
la inteligencia, al bien por la voluntad. Nuestro
destino, pues, no se realiza en el mundo; nues-
tro destino debe realizarse en Dios, que es la
eterna belleza, la eterna verdad y el sumo bien.
Así, dijo el Cristo, nuestro Salvador, á los que
se afanan por los tesoros de la tierra: buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia, y
todas estas cosas os s^rán añadidas,
Nada de cuanto nos ofrece la naturaleza puede
calmar el anhelo del alma. Por eso vemos que
fuera de Dios, aun en medio de los mas preciosos
dones de la vida, aun con la posesión de grandes
talentos, de estenso poder y refinados placeres,
el alma de los preferídos del mundo llega á en-
contrarse tríste hasta la muerte. Tomemos tipos
salientes de nuestro siglo, y veamos cuál fué su
destino sin el suave amparo y los consuelos de
la religión. El celebre Lord Byron definía la
vida tal como la habia sentido: un poco de vino,
un poco de voluptuosidad y mucho fastidio.
Alfredo de Musset y Enríque Heine, dos poetas
galanos, chispeantes de imaginación y de gracia,
sensitivos, apasionados, quisieron renovar la vida
pagana, la adornaron con todos los atavíos de la
fantasía, y ceronados de flores y con la copa de
la orgfía en la mano, se extinguieron lamentable-
mente en la sensualidad. Ninguno de los dos fué
dichoso. Los que sigan sus huellas, los que se
dejen impregnar por el espírítu de la literatura
enfermiza que ellos han creado, y busquen el
ideal allí donde los paganos lo pusieron, no pue-
den esperar un porvenir mejor.
Así el materialismo, bajo cualquiera forma
que se manifieste, en la ciencia, en la sociedad,
en el arte, es siempre corruptor y deletéreo.
Nos presenta al hombre perdiéndose y confun-
diéndose en el mundo material, cómo algo que le
está del todo subordinado, por mas que se orea
su dominador; nos presenta sociedades indus-
triales y mercantiles donde no hay lugar para
lo mas noble que tiene el ser humano, la piedad,
el amor, la carídad, el temor de Dios; y en el
orden político nos ofrece el espectáculo de la
venalidad ó de la fuerza, de la fuerza bruta
suplantando á la justicia y al derecho. En el
arte, solo reproduce las formas de placeres de-
gradantes siempre, ya sea que se ostenten en
grosera desnudez, ya sea que se encubran con las
galas de la imaginación.
T no se piense que desdeño la ciencia, y no
se diga que soy un enemigo de la industría y
del comercio, que viene á predicar el misticismo
universal, la transformación de todos los hom-
bres en monjes y del mundo en un convento.
No, señores; el hombre ha sido creado por
Dios con facultades que lo hacen apto para la
formación de las ciencias, y estas son el resulta-
do de la aplicación metódica de aquellas faculta-
des á s^s objetos. Pero toda ciencia bien organi^.
18
138
AMÉRICA LITERARIA
sada termina en Dios, razón final de todas las
cosas. Hay, por otra parte, verdades que no por
ser inexplicables para nnestra inteligencia, dejan
de ser tales Terdades. Debemos inclinamos con
profundo respeto ante la bondad de Dios que ba
querido revelárnoslas para nuestro bien. Empeño
temerario é indisculpable es en nuestros dias,
después de diez y nueve siglos de fecundísimos
resultados producidos por el Catolicismo, preten-
der sustituir á los dog^mas de la Iglesia, sistemas
filosóficos que desde entonces, y desde mucho
antes, ban oscilado perp(^tuamente en la contra-
dicción, sin producir nada estable y definitivo.
Sobre el origen del hombre, sobre su destino,
sobre Dios, ¿ qué han dicho los filósofos, antes y
después del Cristianismo, que no sea deficiente y
vacilante ? La Iglesia nos da la solución de esos
grandes problemas. Las mas elevadas escuelas
filosóficas solo llegan á un deismo frío, á un
Dios casi desvinculado de sus críaturas, respecto
del cual no se sabe hi oye los megos del alma
afiigida que le pide consuelos en la tríbulacion-
La Iglesia nos enseña á Dios de otra manera, y
nos exhorta á levantar hacia Él nuestros corazo-
nes, con amor y esperanza filiales, que jamás ins-
piró la filosofía. El Dios de los filósofos es el
objeto del concepto racional. El Dios del Catoli-
cismo es el Dios vivo que ha venido á la tierra,
y en la inefable sublimidad del misterío, se ha
hecho hombre, ha cargado el peso de nuestras
iniquidades, ha sufrido el contacto de nuestras
miserias y nos ha redimido con sangre cuya
pureza el labio humano no sabria decir. Nada
igual han visto, ni verán los siglos! Nada com-
parable siquiera sospecharon los filósofos. Puedo
asegurarlo, porque he consagrado algunos años
de mi vida al estudio de sus sistemas y de sus
teorías. La filosofía es un eterno crepúsculo. El
Yerbo es la luz; el Yerbo es la via, la vida y la
verdad.
T volviendo ahora al otro punto de vista, á la
vida individual y á la vida social, que varian
según las doctrinas imperantes, he señalado
ligeramente las consecuencias que se derivan del
sistema filosófico preconizado en este tiempo.
Ciertamente, seria desconocer las mas vulgares
exigencias de la vida humana sobre la tierra,
combatir la industria y el comercio, la adquisi-
ción y formación de objetos adecuados á la satis-
facción de las necesidades físicas. La tierra ha
sido, sin duda, entregada á nuestra* actividad
cómo un campo explotable. La organización del
hombre y las propiedades de los objetos que le
rodean, muestran á las claras y sin necesidid
de minucioso examen, que debe aquel tener con
estos indispensables relaciones. Es evidente, por
otra parte, que desde que el hombre ha de con-
servarse y desenvolverse, poniendo á contribu-
ción tales objetos, desigualmente distribuidos,
debe combinar su acción con la de sus semejan-
tes, para obtenerlos con mayor facilidad y en
mejores condiciones. Pero hay una grande, enor-
mísima distancia de aquí á reconocer que en ves
de ser las cosas para el hombre, el hombre ha de
ser para las cosas; que en lugar de hacerlas ser-
vir, en la medida de lo lícito, á la satisfacción
de sus necesidades presentes y futuras, ha de
esclavizarse, por avaricia ó sensualidad, hasta el
punto de consagrar, por entero, á su obtención
el ejercicio de sus facultades, como si ningún
otro fin le estuviera deparado. Es indigno de la
naturaleza humana dar por base principal á las
relaciones entre los hombres, la necesidad ó las
conveniencias del comercio. Ellas los vinculan
entre sí, y esta vinculación es provechosa; pero
hay sentimientos mas altos en el corazón, que
aquellos á cuyo impulso obedecemos al asumir el
carácter de vendedores y compradores, de pro-
ductores y consumidores, ó de intermediarios
entre unos y otros. Las relaciones de indivi-
duo á individuo, de nación á nación, deben
estar regidas por principios de mn orden diver-
so. La timocracia no es el gobierno de la jus-
ticia. El Evangelio ha traído al mundo la
verdadera doctrina en esta materia como en
todas las demás que interesan á la humanidad.
Santifica el trabajo y lo premia en cuanto
es el cumplimiento de la ley divina; pero
lejos de colocar en la riqueza la excelencia del
hombre, le dice: «atesorad para vosotros tesoros
en el cielo en donde no los consume orin y poli-
lla y en dónde ladrones no los desentierran, ni
roban. «
Es el perfeccionamiento del alma, es la santi-
dad de la vida lo que hace crecer á los hombres
en mérito ante los ojos de Dios. Y sin duda que
el rico, y sin duda que aquel á quién los bienes
de la tierra pertenecen en abundancia, tiene en
ellos el medio de hacerse agradable al Dispensa-
dor de todos los beneficios, contribuyendo con
su patrimonio al socorro de sus hermanos. Lo
superfino de los ricos debe servir para lo neoesa-
SECCIÓN LITERAMÁ— eep6blicá abokntina
Í3á
g> I
río de los pobres, 7 no lo necesario de los pobres
pars lo snpérfluo de los rióos, como ba dicho nn
grejí jnrísoonsnlto, inspirándose en el Evange-
lio. Dar, dar con bnmildad 7 con amor, es el
precepto cristiano, 7 no dar solamente el pan
que alimenta el cuerpo, sino el pan del alma, la
doctrina, la luí 7 los consuelos. El positivismo
Lace de nosotros, hombres de cálenlo 7 de conve-
niencias. La Iglesia nos manda ser hombres de
caridad 7 hermanos en Jesá-Cristo.
Así, tanto en la ciencia como en la vida, el
Catolicismo no pretende suprimir elementos que
son legítimos porque son naturales, es decir,
establecidos por Dios, sino asignar á esos ele-
mentos el lugar 7 grado que tienen en el plan
providencial del mundo, según la voluntad divina
revelada á la Iglesia. El gran trabajo que nos
incumbe en estos dias, es propender, con to-
das nuestras fuerzas, al predominio de los inte-
reses morales 7 religiosos. Los mismos elementos
económicos 7 políticos en la medida que justa-
mente les corresponde, se mantendrán en orden
7 obtendrán el conveniente desarrollo, cuando
los principios morales 7 religiosos prevalezcan.
Ni las rentas, ni el crédito se desenvuelven nor-
malmente si faltan la moralidad 7 la concordia;
7 la habilidad de los estadistas es impotente para
evitar ó suprimir situaciones deplorables 7 cri-
ticas, producidas por la intemperancia de pasio-
nes que solo enfrena la religión.
La fecundidad poderosa del Catolicismo ha
producido en cada siglo, en cada evolución his-
tórica, los institutos 7 las corporaciones adecua-
das para subvenir á las necesidades 7 poner
remedio á los males que en esas emergencias
aparecieron. Buenos Aires cuenta con muchos
establecimientos religiosos que se consagran á
la obra evangélica, con diversos fines especiales.
Ha7 por fortuna, desde hace mucho tiempo, quien
se dedique á endulzar la amargura de la orfan-
dad, á repartir alimentos 7 vestidos á los pobres,
á cuidar los enfermos, á dar educación á los adul-
tos privados de ella en la primera edad; pero se
hacia sentir, desde mucho tiempo también, un
vacío que ojalá pudiéramos llenar nosotros: la
falta de un centro que sirviera para la reunión
de los católicos, 7 en el cual combinaran sus
esfuerzos para la defensa 7 difusión de sus creen-
cias. A la iniciativa del señor don Félix Frias
■e debe la formación de. este núcleo que espero
aloauce tan nobles fines, con la a7uda de Dios,
sin la que nada bueno 7 saludable se realiza.
Los ataques contra el Catolicismo son cada
vez mas vivos 7 apremiantes. Nuestra prensa,
por lo general indiferente en materias religiosas,
se muestra 7a, en frecuentes ocasiones, decidida-
mente hostil contra la religión, contra el sacer-
docio 7 contra los seglares que abandonando la0
timideces del respeto humano, profesan pública-
mente su fé. La circulación de los productos de
una literatura enfermiza bajo formas insinuantes,
7, por lo mismo, mas peligprosa, infiltra su espí-
ritu dañino en la juventud. Un liberalismo mal
inspirado, que pretende asociar las instituciones
democráticas con el descreimiento en religión, se
propaga lastimosamente por todas partes. Estas
circunstancias son otros tantos motivos que de-
ben impulsamos á difundir los buenos principios 7
refutar las doctrinas subversivas, que, bajo apa-
riencias halagüeñas para los espíritus poco refle-
xivos, tienen desgraciadamente tantos órganos
de publicidad. Y conviene aquí hacer presente
que la enseñanza 7 las decisiones de la Iglesia,
no traban al ciudadano en el ejercicio de los de-
rechos 7 en el cumplimiento de los deberes que
tiene en tal carácter. Preciso es evitar la confu-
sión que mañosamente establecen los sectarios
del falso liberalismo, entre los términos '/cató-
lico'/ 7 '/adversario de las instituciones demo-
cráticas. M No, señores : la Iglesia no es enemiga
de la libertad política; por el contrario, ella nos
enseña el únioo modo de alcanzarla, cuando nos
dice por boca de uno de sus Pontífices, estas
memorables 7 profundas palabras: //sed virtuo-
sos, si queréis ser republicanos. // Veamos, entre
tanto, cómo se entiende la libertad 7 cómo se
respetan las garantías constitucionales por los
gobiernos que traducen en la política, la filosofía
en que se apo7a el liberalismo á que me refiero.
El Canciller del Imperio Alemán, el genio 7 el
órgano de un gobierno que es la resultancia de
las doctrinas filosófico-positivistas, ultraja á los
católicos, encarcela á los sacerdotes 7 establece
una verdadera idolatría, haciendo del Estado una
especie de Divinidad, como lo dijo en las Cáma-
ras prusianas cierto diputado, CU70 testimonio
es intachable para los enemigos de la Iglesia,
porque no profesa la religión católica. Y los
liberales no tienen una palabra de protesta con-
tra semejantes iniquidades! Por lo demás, en un
dia ú otro, el desenlace del conflicto será el
mismo que ha tenido siempre la lucha entre los
ÍM
AMÉRICA LITERARIA
representantes de la fuerza, j la Iglesia de Jesu-
cristo. M Napoleón i, dijo otro diputado en las
Cámaras citadas j dirigiéndose h Bismark, Na-
poleon I con su omnipotencia, no pudo vencer al
Papa. A las amenazas que proferia el déspota,
Pío VII respondió, cómo se sabe, con esta pala-
bra: tragediante!... Tres años después, Napoleón
era derrocado y el Papa volvía á entrar en
Roma..."
El Catolicismo, á pesar de tan violenta per-
seoucíon, renace j reverdece como una planta
inmortal; j lo es en efecto, porque en sus ramas
circula savia divina. Un anciano octogenario
ocupa la Silla Pontificia. Confinado dentro del
Vaticano, despojado de la potestad temporal,
Pío IX continúa gloriosamente, en nuestro siglo,
las tradiciones del martirio cristiano. Es mas
fuerte que los fuertes; reina sobre las almas 7
recibe de los confines de la tierra, los testimonios
del amor j la veneración de millones de fieles.
Si las escuelas filosóficas, en sus últimos desen-
volvimientos y en el pafs que se jacta de llevar
mas adelante que todos, lo que se llama el libre
ejercicio del pensamiento, producen lógicamente
la política de Bismark; 7 si las ciencias han de
aplicarse á organizar satánicamente la matanza
de los hombres j á perfeccionarlos como solda-
dos,— combatamos esas escuelas j volvamos el
espíritu hacia la fuente inestinguible de doctri-
nas saludables á las cuales se halla reservado el
porvenir del mundo.
No se diga que el respeto al derecho 7 á la
libertad, es la bandera 7 el distintivo de los
libres pensadores en nuestros días. El derecho 7
la libertad son, al contrario, atacados por ellos
en los católicos 7 especialmente en el Jefe de la
Iglesia. H07, después de diez 7 nueve siglos,
aquella gran lucha del paganismo con los pri-
meros cristianos, se renueva entre las sombras
del dolor. El momento es luctuoso, 7 el Padre
de los fieles, 0U70 nombre vivirá perpetuamente
en la historia, bebe el cáliz de amargura que su
Maestro Divino apuró un día por la salvación
del género humano. Tras de estas angustias pre-
valecerá la buena doctrina, 7 cuando se desha-
gan en polvo los poderes efímeros que ho7 la
combaten, brillará, como siempre, aquella Cáte-
dra de San Pedro, que ninguna tempestad puede
conmover.
Pedeo Goyena.
Jorlsoootolto y LitenUo.
Buenoi Aires, 1877.
MEDEA
Cuando las impresiones nuevas, terribles j
multiplicadas del cuadro á que asistimos dejas
el espíritu aturdido 7 el corazón lleno de indefi-
nibles palpitaciones, no es por cierto semejante
momento el aparente para analizar con claridad
lo que pasa dentro 7 fuera de nosotros mismos.
Las grandes impresiones no encuentran sn
elocuencia en las frases.
El dolor intenso, la alegría infinita, el amor
supremo, el entusiasmo vertiginoso, no tienen
palabras, sino gritos.
Estallan, no hablan.
Para hablar es necesario salir del imperio de
las emociones, sacudir la fascinación poderosa;
hacemos dueños, en fin, de nuestro ser embar-
gado; 7 esto es difícil que suceda cuando le
conservan aun en el oído los acentos terriblefl
de la gran trágica italiana.
Por eso tomamos con desconfianza la ploma,
como un interprete inhábil, cuando se trata del
espectáculo á que hemos asistido en la noche del
miércoles.
Un gran pintor de la Grecia, trazando el sa-
crificio de la hija de Idomeneo, representó vuelta
de espaldas la figura del padre 7 sacrificador.
Consideraba que el pincel era impotente para
reproducir aquella situación inaudita del espí-
ritu, dibujada en los rasgos de un semblante
humano; 7 dejaba que el alma de cada uno ter-
minase el cuadro incompleto.
Una columna en blanco es tal vei el unido len-
guaje cuando no puede reproducirse la impresión
7 la multiplicación de lo sublime que quita toda
personalidad á los espectadores para convertirlos
en satélites arrastrados sin voluntad donde los
lleva la voluntad del genio. •
Pero el público no se contenta con páginas en
blanco.
A nosotros el deber de llenarlas, aunque sea
violentando las le7es de la sensación 7 cambian-
do con dolorosa violencia el mágico prestigio qne
aun nos envuelve en su atmósfera poderosa.
Medea fué algo mas que la interpretación su-
blime de un gran papel.
Adelaida Bistori ha sido anteanoche, para el
pueblo de Buenos Aires, la revelación de lo de^
conocido ó mas bien la realización del ideal qne
está en todos los espíritus 7 de que apenas en-
SECCIÓN LITERAHIA— REPÍBLiCA argentina
141
contrábamos en el mundo exterior una traducción
tronca 6 un fra^rmento deforme.
Adelaida Bistori es para nosotros la revelación
de la tragedia; pero la revelación, grande, com-
pleta, perfecta y evangélica, si puede usarse esta
palabra para espresar la grandeza j la verdad
típica que no admite mas allá.
Su frente alta parece dar un límite sobrehu-
mano al pensamiento. Sus ojos están preñados
de relámpagos. Su boca parece aspirar atmósfe-
ras superiores. Su ademan tiene la magostad
olímpica. En su voz vibran todos los tonos, des-
de las notas varoniles del imperio, desde el grito
salvaje de la pasión furiosa, hasta la modulación
suavísima empapada en las lágrimas tibias de la
ternura.
La Bistori no es una actriz, ni una mujer
simplemente.
Es la Musa fatídica de la tragedia.
Es la Melpomene antigua, con su manto azul
7 su túnica de largos plieg^e.^, calzando el trá-
gico coturno y apoyada en la diestra, armada del
puñal, sobre los altares de la Tracia.
Su actitud y juego escénico, es el esfuerzo su-
blime del arte que se esconde á sí mismo para
hacerse olvidar y confundir con la verdad.
Tómese una actitud cualquiera de la Bistori.
Sea que ella abrume con su desprecio como
cuando Jason le ofrece hacerla partir en una
nave cargada de tesoros;
Sea que estienda su brazo para fulminarle con
la acusación del parricidio;
Sea que caiga desesperada al pié de los altares
de Saturno;
Sea que en la reacción del dolor á la venganza,
medite al levantarse de sus grradas en aquella
actitud admirable que es imposible describir;
Sea que suplique, doblando su frente altiva á
los pies de su rival;
Sea que oprima á sus hijos contra el pecho»
con el hondo g^to de la desesperación y la ter-
nura, aplicando sus mejillas contra sus mejillas,
8u cuerpo contra su cuerpo y materializando la
aspiración de confundir tres almas en una ;
Sea que, como la leona irritada los arrebate en
808 brazos, abrasando con su mirada el muro hu-
mano que la aprisiona;
En cualquiera de esas actitudes, decimos, la
Bistori seria un modelo sublime ofrecido á la
obra maestra de un escultor.
T en nada de esto hay, sin embargo, el menor
estudio aparente, la menor afectación, el menor
recuerdo de la propia persona.
No se podría cambiar una sola línea de aque-
lla magnífica estatua sin dejarla imperfecta; y,
sin embargo, ella las cambia todas, obedeciendo
á una nueva situación y encontrando otra acti-
tud nueva irreprochable hasta en las gesticula-
ciones de las manos y hasta en los pliegues de
la túnica.
De lo sublime á lo ridículo no hay mas que
un paso, se ha dicho siempre. Pero ese paso
tiene la profundidad de un abismo.
En el teatro es donde mas de cerca se toca
esta verdad.
Queriendo ser sublimes, los actores son sim-
plemente exagerados.
La alegría, la tristeza, el amor, el odio, son
como nadie los ha soñado, como no es posible
que sean. Instrumentos falsos, que no vibran al
unísono con el corazón de los espectadores, no
pueden producir armonías. Su llanto eterno ins-
pira risa y sus huecas declamaciones se estrellan
contra la frialdad del que escucha.
Esos son los que no han podido salvar el
abismo.
Bealizar la verdad ideal, hé ahí la obra del
genio y la que ha alcanzado Adelaida Bistori.
Parece que en esto hay contradicción, pero no
es así.
Praxíteles no busca las formas en el primer
modelo. Beune las bellezas dispersas y evoca de
la masa marmórea la Yénus antigua.
Esa es la vercUid ideal de la forma, pues no
por ser escepcionalmente hermosa, deja de ser
esa Venus una estatua de mujer.
Esa es la verdad ideal de la Bistori.
Su pasión no es la verdad vulgar de cada
momento y de todas las personas. Es la concep-
ción mas grande y elevada de lo posible, sin
dejar de ser lo verdadero.
Jason le dice que tiene un medio de probar
que ama á sus hijos.
— ¿Cómo? contesta Medea.
— Arrancándolos á la vergüenza y á la des-
g^racia.
— ¿CómoP
— Inmolándose á su salvación !
— Pero ¿cómo, díme, cómo?
La última de estas preguntas la hace Medea
oprimiéndose la frente y como queriendo arran-
car de ella la revelación que no alcanza.
Ui
ÁU ERICA LITERÁItlÁ
-ás.
\ Es sublime de espresion y naturalidad !
Medea llamando á sus hijos, agitando los bra-
zos alargados con febril impaciencia, espresando
en su fisonomía el espasmo del amor materno, al
escuchar su voz 6 al sentir en sus rodillas el
contacto de sus manos, ha llegado sin duda al
ideal de la espreakm, sin que esos grandes ras-
gos tuvieran otra luz que la verdad.
Pero donde mas se muestra el genio de la
artista es en las situaciones que ella misma crea.
Toda la escena del último acto reposa en esta
sola palabra: tú! que Medea arroja contra Jason
como un anatema.
La situación es obra de la artista j en esta
parte es algo mas que intérprete del poeta.
Desde las primeras palabras del primer acto
ya se comprende esa facultad creadora.
La nodriza le pregunta, al verla presentar
una ofrenda á los dioses griegos, si son también
los suyos:
Responde Medea:
—Ah I no I non SLggna^UBi le mié
Alie tne deitá. Le mié tuoi doni
Disdegnano; il lor coito é aparentoflo
£ un sempiterno aTvicendar di stragri ;
Venere noetra por di sangne anch'ella
Ha setel
'/No compares tus dioses á los mios. Los mios
despreciarían esa ofrenda. Su culto espantoso es
una cadena de atrocidades. Nuestra Venus mis-
ma tiene sed de sang^. "
Estas palabras parece que debían ser pronun-
ciadas con lentitud y entonación para dejar el
tiempo de producirse á los cuadros que envuel-
ven.
La Bistori las pronuncia con rapidez y con
voz sorda, como aquellos espectáculos horribles
de los cuales nos hace volver la cara, dejando á
la imaginación que los complete. El auditorio
mismo se hace así instrumento de la acción.
Sus hijos tienen hambre y se lo dicen.
Medea exclama con desesperación:
Kon poter motar mié vene
Fino all'eetrema goocia, e dir préndete,
KntriteTi, l)eTete il sangue miol
Este pasaje hace erizar el cabello.
El diálogo con Creusa es sin igual.
La historia que cuenta Medea de su vida de
joven, la llegrada de Jason, sus impresiones pri-
meras, es algo que no puede describirse.
La sola aodon y espresion de la Bistorí tra-
duce el cuadro trazado en los sigfuientes venoi
con mas elocuencia que la palabra:
Al primo Bgnaxdo ano
Beetoi stnpida e muta, itenmoaoaao
Le raganti pupille. Entro mi rodé
Aspra tmania; rien men Tinta la oafana...
SofEro... Ei paria... e di mhtto a torrenti
Dentro mi soorre del gioir la piena.
({Quién no ha conservado el recuendo de aqael
rugido de la terrible leona, cuando Crenaa le
pregunta, candidamente, qué haria con la mvj»
que le hubiese robado á Jason, si la enoontcaieP
¿che farei
Loro? Che &k nel cupo della Mlva
n leopardo allor che con subitano
Salto, mgrgendo di terribil gioia,
Pecipita qnal folgore e ghermiace
La preda, e in boo epeoo la porta e i meml»i
Sanguinanti ne sqnatra a brano a hrano?...
Medea se transfigura y se cree ver en ells al
leopardo arrancando á su presa los miembros pal-
pitantes con que siembra su sombría cueva.
El vedremo ! con que responde al anuncio de
Creusa de unirse á Jason, es digno de la Bistori.
La escena con Jason, del segundo acto, es
magnífica.
Medea aparece; Jason hace retirar á los que
le acompañan, para quedarse solo y el público ae
conmueve ya porque presiente lo que vá á su-
ceder.
La primera transición es sublime.
<f E desso ! Ah tutto obblio ! u esclama la aman-
te abandonada.
Pero Jason vuelve la espalda.
La espansion del amor vuelve á encerrarse en
aquel corazón altivo y Medea dice con indescrip-
tible amargura:
Forae ü lacrimar di sna
Korte alia vocee un diBi>erar che conta
Sei Inne, e un lungo aspro cammin, la mía
Sembianza gnastar ai, che pell^rina
Gli api>ar...
Y luego agrega con la ironía acerba que pare-
ce una sonrisa del dolor :
Jiasone, io son Kedea!
Jason le pregunta si ama á sus hijos.
Medea responde esta sola palabra : i< se li amo.^
Pero ahí está el asombro que causa la nega-
ción de la evidencia y la duda de lo mas santo;
ahí está la apelación al cielo que atestiguan los
ojos levantados / las manos juntas; ahí está ei
latido que responde á esa duda, contenido por
los brazos que oprimen el pecho.
SECCIÓN LITERARIA— EBPéBLicA argentina
14a
El pintor que pndiera reproducir esa actitud
y la espresion de esa flsonomia, pasaría sin duda
en su obra á la posterídad.
¿Qué decir de la terríble recriminación con
que responde Medea á las palabras del que la
ofrece conducir á reinos remotos?
¿Irá á la patria que le cobraría sus tesoros,
robados para JasonP ¿Irá á Metona, cuyo rey
fué muerto para darle un trono? ¿O á Tracia,
dónde la mar irritada revuelve todavía los hue-
sos del hermano asesinado por él ?
— ¡No! exclama.
'Tiü che oonaorti noÍ complici siamo".
El recuerdo del moríbundo lansando su anate-
ma á sus asesinos, hace temblar. Medea gime con
BU acento, recoge en sus manos la sangre escapa-
da de su herída y con la cual salpicó sus rostros.
Todo lo que sigue de aquí es incomparable-
mente bello.
La escena con los hijos, que viene mas ade-
lante y de que hemos hablado de paso, muestra
el genio de la Ristorí para pulsar las cuerdas
profundas de la ternura, dejándolas vibrar por
largo tiempo en el alma. Su profunda ciencia
en las transiciones, su ímpetu terríble en los
arranques de la pasión, se manifiestan maravillo-
samente aquí y en la escena con Creusa, al es.
conder el puñal con que iba á matar á su rival,
cuando esta declara que venia á salvarla.
En la escena 5* del tercer acto hay un cuadro
sublime de espresion.
Medea, sorprendida cuando amenazaba á la
luja de Creonte, es condenada á partir y le arre-
batan sus hijos.
La leona vencida, cae doblando una rodilla, y
BU cara toma esa espresion de dolor idiota que
indica el último límite del sufrimiento, rayando
casi en la insensibilidad. Nadie puede figurarse,
sino viéndola, esa línea ondulada que forma la
contracción de una boca abierta por el espasmo
del dolor.
Recordamos una figura de Scheffer, en su cua-
dro de la matanza de Heredes. Allí se veía una
joven judía cuyos labios contraidos espresaban
por sí solos ese dolor infinito que se revelaba con
la misma intensidad, aun cuando se cubriera el
resto de las facciones.
La boca de Medea, en aquella situación, deja-
ba pálido aquel signo sublime del dolor sorpren-
dido á la naturaleza por Scbeffer.
De estas sorpresas tiene la Ristorí á cada ins-
tante.
Sus ojos, sus facciones todas, su actitud, sus
movimientos, sus dedos, sus pies, todas esas son
notas que concurren, como rayos concentrados,
al foco de la pasión suave ó tremenda que espre-
sa con una intensidad incomparable.
Del tercer acto no se puede hablar.
Es necesarío verlo.
El genio de la grande artista crece á medida
que se hacen mas dramáticas las situaciones.
La escena en que se le permite escoger entre
sus dos hijos; en que ella renuncia á ese dere-
cho, porque «una alma no puede partirse en
dos«; en que, dejando la elección á sus hijos
mismos, estos le responden con el silencio; en
todo eso, Medea se supera á sí misma, si es po-
sible.
Y luego, cuando cae anonadada á los pies de
la estatua de Saturno, cuando vuelve en sí de
su desesperación, se palpa sus lágrimas, se pre-
gunta si es ift terríble Medea la que llora, pro-
nuncia el nombre de Creusa, vé brillar en ese
nombre su venganza y se levanta diciendo :
"Ama i tre, nei tre muora".
Esto solo puede compararse á la espantosa
espresion que dá á los versos del segundo acto,
cuando se figrura y descríbe la muerte de su
ríval.
Come spegnerlaP Qnali arme? H releno?
Scoprir r insidia ella potrial H pugnale? . . .
Piü corto; ai oolpi duce il cor. . . GMoso
Del Telen fora il braocio! Oh gioial la notte,
Baaente i foschi mnri, entrar, qnal ombra,
Dove ella posa e in sue pióme giacente,
Botto mia man mirarla l'aborrita
Greca e col ferro che improriso piomba
Snl 8UO seno cercar nelle latebre
Del i>etto l'alma... apre gli occhi, mi vede;
All' estremo sao grido, in snbitano
Bisregliamento de la reggia amante,
Congianti accorron tntti esterrefatti,
E veggon salla salma di Creosa
Terribilmente in pié sorger Kedeal
La imprecación á Saturno es terríblemente
sublime.
De la iiltima escena con los hijos y la nodríza,
lo mismo que de la escena última, hemos hablado
incidentalmente y están grabados sus recuerdos
en todos demasiado hondamente para que sea
necesarío reavivarlos.
Confesamos que no éramos muy partidaríos
de la tragedia antes de oir á madama Ristorí,
Esto 8(» esplica perfectapiente,
144
AMERICA LITERARIA
Para hablar el lenguaje de los héroes es nece-
sario tener el alma de los héroes.
Para hablar el lenguaje de las grandes pasio-
nes, es necesario el genio capaz de sondear su
inmensidad.
Ese idioma no puede ser traducido por todos;
7 es por eso que la tragedia, tan ridicula y de-
testable como es en su medianía, es sublime
cuando encuentra sus grandes intérpretes.
Decir ahora que el público hizo á la célebre
trágica la ovación mas completa, sería repetir
lo que todos saben.
Nosotros creemos que si no aplaudió hasta
romperse las manos, fué porque estaba impre-
sionado con demasiada intensidad para reaccio-
nar inmediatamente a cada paso.
Asimismo condenamos los intempestivos aplau-
sos que vienen á interrumpir frasos y situacio-
nes, con grave incomodidad del verdadero público
inteligente.
Se concibe un hravo 6 uno de esos sordos ru-
mores de la conmoción profunda de un público,
acompañando un gran momento del artista; pero
ponerse á hacer bulla á designio durante dos
minutos, para manifestar que ha gastado una
palabra ó un gesto, es querer hacer constar esa
aprobación perjudicando al artista mismo j á
los que desean escucharlo.
Aplaúdase enhorabuena después del acto ó de
la escena, cuantas veces se quiera; pero el aplau-
so debe ser una aprobación inteligente j no una
interrupción de mal género.
Imposible nos sería señalar todos lo^ admira-
bles momentos que tuvo madama Ristori durante
la tragedia. Tendríamos que hacer una diserta-
ción sobre cada palabra, porque no hay una «ola
en que no se haya mostrado á la altura del genio.
Volvemos á repetir que nos consideramos in-
capaces de espresar lo que la grande artista ha
hecho sentir al pueblo. Busque! o cada uno en
su propia historía, que es la de todos.
En efecto, es indudable que anteanoche todos
hf mos salido del teatro cambiando palabras de
admiración y entusiasmo; hemos ido á buscar en
seguida en el libreto un alimento á nuestras im-
presiones; hemos cerrado los ojos sobre el libre-
to, para escuchar toda la noche, la plegaría
desesperada 6 la imprecación terrible de Medea,
viendo ondear los pliegues de su túnica y bríllar
la luz de su puñal en 1& noche de los sueños.
Y en seguida nos hemos levantado y hemos
vuelto á hablar de madama Ristorí hasta volrer
esta noche á colgar nuestras almas de sus labios,
como dicen los andaluces en su lenguaje pinto-
resco.
Jo8£ Majiia Gutivbbkz.
Abogado j Pubtteitte.
La Nación Argentina, 1869.
fantasía
Cuando en los bancos de la escuela se nos lle-
naba la cabeza con las revoluciones políticas de
los patríelos romanos, que, de la placa pábliet
subian á la tríbuna, de la tribuna al consulado
y del consulado á la horca; cuando se nos hada
aprender de memoría que Roma, la señora del
mundo, la vencedora de la Ai ríca, de las Oalias,
de la España y de toda la tierra conocida, se
hacia llamar Urbi para distinguirse de todas Ut
otras ciudades; cuando en medio del invierno, en
esas largas y heladas salas de la Universidad de
Buenos Aires, entre el fastidio, la risa ó el poco
respeto por el maestro, se nos llevaba á partici-
par de los banquetes de Lúculo y de los furores
patríóticos de Catilina, nos habíamos formado li
idea de que Roma estaba situada sobre la mayor
altura de la tierra, y que una vez en el Capito-
lio, se debia dominar la creación entera y vene
los otros pueblos como enanos que se estinn
por alcanzar á las rodillas del gigante, una reí
de pié sobre la montaña, nos decíamos, el espí-
ritu debe dominar las artes, las ciencias, todo lo
que los hombres han creado, como dominaron
los romanos; allí el hombre será mas hombre;
grande y vasto en sus concepciones, porque en
Roma, coloso del mundo inteligente, nada puede
ser chico, y cuando descendamos para llevar i
nuestras riberas del Plata el producto del esta-
dio, el fruto de los peligros y de las fatigas,
volveremos con el bautismo de una regeneración
completa, y seremos útiles...
Esta ilusión duró veinte años. ¡ Poder mágieo
de la pasión ! . . . Oh ! sí, vendrá el dia, nos decía,
mos, en que pongamos los pies sobre la roca
Tarpeya, en que refresquemos el cuerpo en los
mármoles de Caracalla, y en medio de esas 8<Mn-
bras gigantescas podamos lanzar el grito del
tríunfo conseguido.
SECCIÓN LITERARIA— BBPtBUCA argentina
145
«Vimos á Roma, hemos pisado sa polvo j
saludado su corona inmortal. » ¿ Queréis que os
diga que la fantasía era preferible á la reali-
dad?... ¿que con ella murieron ilusiones que ya
eran parte I» la existencia, secretos que se sabo-
reaban en silencio, en la amargara de los desen-
gaños cuotidianos? No, porque vosotros sabéis
que el deseo satisfecho j la dificultad vencida...
Roma está situada, como muchos pueblos ita-
lianos, ni mas alto ni mas bajo que otros... pero
ella tiene su San Pedro, su Moisés, su Coliseo y
algo mas... ¿Queréis que os hablemos de las da-
mas romanas? Las que sirvieron de modelo á la
Eva de Miguel Ángel, valen bien un recuerdo
que acaso reemplaza la fantasía que acabó con
la visita.
Bien, pues — y podéis creerme bajo mi palabra.
La dama romana es bella y elegante, lujosa,
llena de poesía en su traje y en sus maneras.
No observa la sencillez de la dama francesa en
los colores de su traje, tal vez porque bajo ese
cielo caprichoso ama imitar sus contrastes. Su
palabra es melodiosa y tranquila; el estranjero
no encuentra en ella la altiva reserva de las da-
mas del Norte, y es curiosa, apasionada de todo
lo que está fuera de Roma, aunque se nota siem-
pre el orgullo de la sangre. Dotada de imagina-
ción, es fanática por las narraciones fantásticas,
y las simples aventuras de viaje la tendrían ocu-
pada la noche entera, sin fijarse en el tiempo.
De esta cualidad sacan partido los hombres de
espírítu, y los hombres que saben interesar con
la palabra, sean feos ó bonitos, jóvenes de veinte
años ú hombres de treinta y cinco. Una vez que
la dama romana os ha devuelto vuestro saludo,
podéis contarla en el número de vuestras rela-
ciones, y si el cielo os ha dotado de un poco de
osadía, ese mero cumplimiento de civilidad po-
dría serviros de título de introducción... ¿Que-
réis una prueba?
una de las noches crepusculares del mes de
Mayo, nos vino la idea de visitar las ruinas del
palacio de los Césares, que los siglos han des-
truido, se diría de una manera calculada, para
despertar la melancólica poesía de los recuerdos;
la eaüe del Corso buUia de gente y ese movi-
miento puramente convencional no ofrecía á
nuestros ojos sino la imitación de lo que pasa en
los Boulevards de París, en la Strada Nuova de
Genova y en la ria Calsaiuoli de Florencia.
Vamos á las ruinas, nos digimos, y vamos solos
á sentir en el silencio la voz de esos restos que
han presenciado tantas grandes acciones, tan
profundas maldades y tantas miserías, porque el
hombre es siempre el mismo, bajo todos los cli-
mas y bajo todos los tiempos.
Fácil es la satisfacción de los deseos de ese
género. Llegados á la puerta, fuimos sorprendi-
dos por la vista de una bella y elegante calesa
descubierta, de cochero y lacayo en uniforme ga-
loneado, y que al parecer esperaba á sus amos.
Tiramos el cordón de la gruesa campana y
pronto se presentó la guardiana, buena y sencilla
mujer, que por un franco nos había permitido
ya otras veces visitar su palacio de recuerdos.
Conociónos inmediatamente, y con su franqueza
habitual nos dijo:— Adelante.
— Tememos perdernos si vamos solos, la di-
gimos.
— Hay gente en las ruinas.
— Entonces vamos también nosotros.
Y nos lanzamos por esas escaleras seculares,
cuyas piediVB contienen millares de nombres de
los viajeros que creen hacerse eternos uniendo
el nombre propio á la vida de esos restos y pasar
á la posteridad, como si el viaje á Roma fuese
una peregrinación como el viaje á la Meea.
No habíamos subido treinta escalones, cuando
oímos la voz dulce y melodiosa de una boca ro-
mana, que decía en el tono de la rísa— ¡Qué gra-
ciosa, hoy tienes miedo, como si fuera la prímera
vez que lo haoemos! En dos brincos nos pusimos
al lado de la que hablaba, y con el sombrero en
la mano la digimos :
— Señora, á título de hombres y en medio de
las ruinas, nos es permitido ofreceros nuestra
compañía.
El gradas prosaico vino á helarnos la sangre;
pero el momento era exigente y replicamos :
— Ofrecemos nuestra compañía, mas en nues-
tro interés, acaso, que como mera forma de civi-
lidad. Estamos ciertos de extraviamos si recor-
remos solos estas ruinas, y al lado de vosotras
no se corre ese peligro.
— Entonces aceptamos la compañía, dijo una
de las dos damas, y os serviremos de guia. Esta
loca, agregó dirigiéndose á la otra, ha querído
venir á visitar sus minas á estas horas, y ahora
tiene miedo... oh! cómo somos incomprensibles
nosotras las mujeres!
— Pues bien, que la que tiene miedo, tome
nuestro brazo, y vamos juntos á descubrir este
19
146
AMERICA LITEBABIA
mundo sombrío, como Mzo el Dante 6 Cristóbal
Colon.
Cuando la dama que tenia miedo dejó caer su
brazo sobre el nuestro, sentimos de Teras que se
había posado uno de aquellos que sirren á las
bellas creaciones de los estatuarios romanos, que
copiando al natural, mandan al estranjero esas
perfecciones que luego Tenden como adivinacio-
nes del genio.
— ¡Qué bella idea habéis tenido, señoras, en
Teñir aquí esta noche, 7 qué buena es la provi-
dencia que nos ha inspirado la misma!
— Debemos partir para Liorna, á pasar allí el
yerano. 7 70 no puedo abandonar mis ruinas sin
darles un adiós, dijo la que nos daba el brazo.
— Van dos veces que os oímos decir mis ruinas
7 la curiosidad es cualidad esencial en los viaje-
ros. ¿Por qué decis mis ruinas? ¿por qué sois de
Boma 7 porqué estos restos son romanos?
— No porque son mias 7 es una parte de la
herencia de mis padres.
— ¡Qué! ¿todas las ruinas no sott. de propie-
dad pública?
— Al contrario, ha7 mu7 pocas que no sean
de propiedad particular.
— Entonces, señora, ¿ debemos trataros como
á una de las herederas de los Césares?
— Simplemente como á la vizcondesa L. L.
— Mucho honor, señora, de haUamosen vues-
tra sociedad. Habéis sido de una tolerancia infini-
ta. puAs nuestro aspecto, en el traje que vestimos,
debe haber puesto delante de vuestros ojos uno
de esos bandidos que hace la moda, ó un artista,
porgue ambos visten poco mas ó menos.
—No; 08 hemos tomado por lo que sois pro-
bablemente; un viajero que ama las lindas vistas
7 las bellas noches, 7 que acaso tiene algo dentro
del pecho que lo aleja de la bulliciosa sociedad.
— Gracias, señora, si es un elogio. No somos
de Europa 7 nuestro país se pierde en la carta
del mundo á fuerza de estar lejos; somos de las
riberas del Plata, en la América del Sud.
— Es la primera vez que oigo nombrar ese
país. No lo extrañéis, señor, porque S07 de una
ignorancia completa en geografia.
— Perdón, señora; ha7 ministros de Estado que
no harian esa confesión 7 esos ministros tienen
pendiente con nuestro país una cuestión diplo-
mática desde ocho años atrás 7 todavía no están
bien ciertos de si el Bio de la Plata es tributa,
rio del Nilo ó del Océano.
— ¿Y cómo se viene hasta Boma?
— Se puede venir hasta Civitaveochia, por mar
en buques que hacen los viajes ultramarinos, 7
si es buque de vela serian necesarios tres meses
de navegación á lo menos; 7 en buen buque da
vapor 45 ó 50 dias.
— ¡Dios mió! ¿T qué se hace todo ese tiem-
po?... ¡siempre en el mar, sin hacer escala como
los vapores que van á Marsella!
— Siempre en el mar, sin otra compañía que
el cielo que os cubre 7 el agua que os soporta:
no es alegre por cierto una travesía tan larga;
pero el hombre es hijo de los hábitos 7 llega á
acostumbrarse á todo. En el mar se lee mucho,
se estudia, se piensa también, se duerme j se
come cuando el corazón está contento 7 el físieo
no padece. 7 se piensa mas que en todo en la que
quedó llorosa en la pla7a de la patria ó en la que
espera palpitante de esperanzas en el puerto de
llegada. ¿Veis como todo se encuentra compen-
sado en este mundo ?
— Por mi parte nunca tendría suficiente valor
para hacer un viaje tan largo.
— Escusadme ... ¿ sois casada ?
— S07 viuda. . . ¿ por qué P
— Porque para responderos me era necesario
averiguar antes si habíais sentido 7a el influjo
de las pasiones. Todas ellas se parecen, 7 hasta
la que consiste en no tener ninguna es dominan-
te 7 tiránica; sabéis que al non far niente se le
dá siempre la cualidad de dulce. El comerciante
atraviesa los mares por satisfacer la pasión del
lucro; el avaro por ocultar ó salvar lo que tiene;
el viajero de placer por satisfacer su curiosidad;
el sabio por estudiar la tierra 7 las sociedades
que no conoce; 7 los desgraciados como nosotros
por huir de una pena que les sigue á todas partes.
— Debe ser bi«n profunda.
— Depende de la naturaleza de cada uno: á
vos no os afligiría tal vez. 7 á nosotros nos mata.
Hemos perdido la compañera de la vida.
— ¿ Tan joven 7 viudo ?
— Nos casamos niños 7 nos amábamos como
gandes.
— ¿Y la habéis perdido?
— Si, ahora cuatro años... ¿Veis, señora, como
este sitio arrastra á los asuntos tristes?... vos
debéis sufrir también, porque ha7 una afinidad
cruel entre todas las penas 7 me habéis diclio
que erais viuda.
— Sí, he perdido un amigo, no una paáon...
dCCCiON LITEU A KT A —itEPtJBLicA abobktika
147
•ra imposible, paes él tenia cinonenta y ocho
años j yo tengo veinte j dos. .. lo estimaba como
á protector j como á padre.» .
— Comprendo bien esa ley europea de matri-
monios de eonyeniencia... no se puede ser moral,
bueno y felis, sino cuando el coraxon está con-
tento, porque las comodidades y el lujo impre-
sionan el primer dia, y mueren luego. ¿No es
Terdad?
— ¿Cómo queréis que os responda?
— ¿ No conocéis la palabra que ha poetizado
el Dante? Si hubieseis tenido por marido al
primer hombre que hiso palpitar de amor vues-
tro pecho, al joven por quien en el Corso, en el
Pinoio, en la Argentina, os adornabais para ser
bella, al que esperabais siempre sin haberle dado
antes una cita, al que por veros hubiese expuesto
su vida corriendo cien peligros, decidme, ¿ estas
ruinas no hablarían á vuestro corazón mas que
á los ojos y al espírítu ? El recuerdo de los dias
felices, de las alegrías extintas para siempre, ¿no
vendría á interponerse entre los testimonios de
la historia y vuestros recuerdos ? Si él estuviese
ahora conmigo, os diríais en el secreto del alma,
aquf á mi braso, bajo este cielo que no tiene una
nube, á extasiarse sobre ese rayo de luna que
eae sobre esa ruina y la viste de melancolía y
de respeto, ¿no apretaríab su brazo y le arran-
caríais 4 las trístes meditaciones ?
— jCómo se conoce que esa reflexión pasa por
vuestra mente!
— No os ofendáis: las ruinas tienen una analo-
g^ía bien cruel... huyamos de este sitio... y bus-
quemos á vuestra hermana que me parece alegre
de carácter. ; Qué dichosos los que son dichosos!
Y fuimos á perdemos en el laberinto de esos
restos, que iluminados por la luna de mayo del
eielo de Italia, recuerdan las fantasías de los
dulces años que pasaron.
MiouKL Cañé (padu).
UtanUo 7 JurUeousalto.
Boma, 1858.
PERÚ
ÜN FESTIVAL CHINO
Fuera de los domingos, el chino contratado
no tiene mas dias de reposo que los dos desti-
nados d festejar su año nuevo. En los valles, se
reúnen cada año en una hacienda diferente y
allí se entregan á una orgía de cohetes de la
China, comilonas, representaciones dramáticas,
juego, opio; holgazanería, en una palabra. Por
una feliz coincidencia, el año nuevo chino cayó
en lunes de carnaval, y la hacienda elegida, 6
de turno, en el valle de Caravayo, fué «Caudi-
villa «.
Cuando descendimos en la estación de Puente
Piedra, de la línea de Lima á Ancón, para to-
mar el tren particular de la hacienda, nos espe-
raban ya unos 500 chinos que se encaramaron
como les fué posible en wagones de carga, natu-
ralmente provistos de una cantidad enorme de
cohetes, que durante el camino nos destrozaron
el tímpano y estuvieron á punto de quemamos.
A nuestra llegada, habría reunidos no menos de
1,000 chinos. Después de un alegre almuerzo,
en el que el noble y antiguo juego de carnaval
reivindicó sus derechos, saliendo todo el mundo
empapado, dimos el brazo á las señoras y pasa-
mos á visitar la morada de los chinos, previa-
mente provistos de pañuelos embebidos en aguas
de olor.
Todo el mundo estaba de fiesta; i cada paso
encontrábamos capillas adornadas con lujo-— En
el fondo del altar se veia la imagen de un ídolo,
sentado en cuclillas y con aquella faz caracterís-
tica de los dioses mongoles. A los lados pendían
tapicerías de seda entretejida de oro y frente i^
altar, oiríos enormes encendidos, rodeando una
mesa llena de comestibles, destinados á aplacar
el apetito del Santo, como desig^nan los chinos
en español á su ídolo. Dulces, cigarros, semillas
de sandía tostadas, y un cerdo enorme, asado,
pintado y barnizado el exteríor, de un color cao-
ba oscuro. La descripción de los elementos que
entran en la composición del relleno requeríria
un volumen, y un estómago mas fuerte que el
mió. Estas capillas se sucedían á cada paso y
eran cuidadas por un par de chinos, en traje
común, encogidos y sosteniéndose en equilibrío,
sobre una delg^ada tabla sostenida en dos postes.
En el patio había una infinidad de mesas,
rodeada cada una por numerosa concurrencia,
entregfada desesperadamente al juego de cartas
y dados. Los naipes que usan son unos pequeños
rectángulos de una especie de cautchou negro
y lustrado, de media pulgada de altura, por una
y media de base, sobre los que hay algrnnos sig-
US
AMÉRICA LITERARIA
nos grabados. Jaegan con suma Toracidad can-
tidades insigpnifícantes; pocas caras he visto mas
áyidas, mas alegres, que la de nn chino, con
qnien jugué hasta que tuvo á bien comunicarme
por una mímica bien sigrnifícatiya, que me habia
ganado tres 6 cuatro soles.
Entramos en los dormitorios, salones largos y
desnudos, divididos á ambos lados por pequeños
compartimentos de madera, semejantes á cama-
rotes de buque, cada uno con su correspondiente
tarima, donde duermen dos chinos. Casi todas
estaban ocupadas por fumadores de <Spio. Sin
mas traje que un calzón corto de tela azul, ten-
didos boca arriba sobre la tarima, uno de ellos
esperaba que el compañero concluyera de pre.
parar la pipa de madera, dentro de cuya boca
péqueñfsima se coloca una bolita de opio, lenta-
mente preparada á la lumbre- de una lamparilla
de aceite, insoportable al olfato. Una vez lista,
un chino pone la punta de la pipa en la boca del
otro, quien en tres inhalaciones poderosas, se
satura completamente, entre-cierra los ojos y
concluye por caer inerte, muerto, sin espresion
ninguna en la fisonomía. El otro prepara de
nuevo la pipa, hace para sí la misma operación
y muy luego queda en idéntico estado. He pa-
sado cerca de media hora contemplando chinos
dormidos bajo la acción del opio, buscando en
8u fisonomía un rastro de esas curiosas sensacio-
nes morales que el narcótico produce, sin encon-
trar mas que el repugpnante aspecto del embru-
tecimiento. M. Richet, uno de los fisiólogos mas
distinguidos de Francia, publicó últimamente
en la Revue un estudio interesantísimo sobre
los venenos de la inteligencia, como llama al ta-
baco, el alcohol, el hatchis, el opio, el café y el
cloroformo. En cnanto á los efectos del opio y
del cáñamo de la India, se limitaba á trascribir
las brillantes páginas de Teófilo Gautier en sus
dos fantasías del Club des Hatchichins y la Pipe
d*Opium, declarándolas rigurosa y científica-
mente exactas, y esplicando por la fisiología el
porqué de esos ensueños y fantasías, la acción
del narcótico sobre las celdas cerebrales, etc.
Todo eso recordaba mientras contemplaba al
chino dormido, y comprendía por qué estos infe-
lices, para quienes la vida es una maldición, una
tarea infame, buscan con avidez ese veneno ce-
leste que los arranca de la mísera existencia
positiva, para pasearlos triunfantes entre rique-
zas deslumbradoras, mujeres blancas de mejilla
roja, de ojos estirados, nariz chata, frente ancha,
lisa y descubierta, cuerpo pequeño y pies atrofia-
dos (jj. Pero ¡qué duro debe ser el despertart
¡Con qué desaliento debe ese infeliz tomar ma-
ñana el machete y entregarse de nuevo á la lucha
contra la caña jugosa y cortante, que le destrón
las manos, mientras el sol penetra en su cráneo!
Entre tanto, el chino no inspira la compasión
que el negro esclavo ha despertado siempre j
tengo para mí que Missis Beecher Stowe, la
autora de la '/ Cabana del tio Tom " ese QuijoU
de la esclavitud, no habría podido obtener sos
efectos patéticos, poniendo la escena en un in-
genio de asiáticos, como llaman en el Perú á loi
eoolíes. El chino no tiene mujer, no tiene htjos.
El espectáculo de la madre esclava, de cuyos
brazos se arranca el hijito, de la mujer en cuja
presencia se azota ó se mata al mando, del viejo
padre ante cuyos ojos el hijo que ha oaido' des-
fallecido bajo un sol de fuego, es levantado por
el látigo de siete nudos, todos los horrores de la
esclavitud que sublevan el alma mas apática, no
se ven por aquí. Luego, Itr idea de que la condi-
ción de estos miserables es peor mil veces en so
país, sirve de consuelo.
En cada cuarto, en cada pequeña pagoda, en
cada círculo, se nos obsequiaba con un detestable
cigarro que, señoras y hombres, todos teníamos
que aceptar, so pena de inferir una ofensa á esos
infelices. A cada instante llegaban diputaciones
de las haciendas vecinas, precedidas por tres 6
cuatro parejas de chinos, unidos de dos en dos
por largas cañas sostenidas en los hombros y de
las que pendían innumerables cohetes que hacian
un ruido infernal. En sogruida y en andas, el
consabido cerdo relleno, bien barnizado y relum-
brando al sol, y mas atrás, las vituallas menu-
das, para la indispensable " reparación de abajo
de la naríz », como decía Rabelais, el alegre cura
de Meudon.
A las ocho de la noche del lunes de camavil,
nos vinieron á avisar que solo se esperaba nues-
tra presencia para dar principio á la función
dramática, á cuyo efecto los chinos, cotizándose,
hablan contratado mediante mil quinientos soles
(papel 15,000 m/c.) la compañía que fnnoicma
permanentemente en Lima.
Recostado en una de las paredes de un inmen-
so corralón, dentro del que estaban apiñados unos
mil quinientos ó dos mil chinos, de pié, inmóvi-
(l) El tipo de la bellos» entre los chinoe .
SÉCCIOlí LITERARIA— BEP^BLICÁ AltOENTlNA
149
les, silenciosos j de sombrero puesto, se habia
levantado el escenario. La iluminación consistía
en diei 6 doce enormes candilte, cnyas meabas
despedían nn bumo denso j sofocante j que un
chino yiejo j barapiento escandilaba á cada ins-
tante, iout á fait san fa^on, pasando entre los
artistas é interrumpiéndolos á reces. A nosotros
se nos babia preparado un pequeño cobertijo,
como palco de honor, donde nos instalamos gra-
Temente.
Me encuentro impotente para poder dar una
idea de aquella función, pero puedo asegurar que
pocos espectáculos han producido en mí una im-
presión mas curiosa. Por supuesto que no en.
tendí una palabra, á pesar de haberme provisto
de dos chinos que nos habían servido á la mesa
y que hablaban algo de español. Uno de ellos se
me desertó á la media hora; le encontré razón
porque me figuré lo que yo mismo hubiera hecho,
fd un vecino, en pleno terceto de Roberto el Dia-
blo, me hubiera codeado para decirme, con la
cara de cretino que siempre acompaña esa frase
espiritual : « ¿ Qué dice ? u
Por otra parte, la pieza, que según parece era
original de un famoso y antiguo autor, estaba
escrita en el puro y verdadero idioma chino, tan
diferente del dialecto que hablan los coolies, como
el grriego de Píndaro del que habla un marinero
del archipiélago en el dia. Todos los chinos ten-
dían ávidamente los oídos y cuando pescaban
algo, se reñejaba sincera alegría en sus caras.
To no sé lo que aquello era y sospecho que el
autor mismo nunca lo supo bien; el hecho es que
á la hora de espectáculo la cabeza se me habia
trastornado y me encontraba bajo una jaqueca
de primer orden. Toda la parte dialogada, que
era lo mas, tenia este invariable y constante
acompañamiento: un bombo, un par de platillos
enormes y discordantes, un tambor y una cam-
pana agria, sin tono. Jamás variaban el tiempo,
J, para mayor desventura, los instrumentos suso-
dichos nunca sonaban á un tiempo, sino que la
campana hacia rancho con el bombo, mientras
los platillos pretendían armonizarse con el tam-
bor. ¡ Qué infierno aquel ! De pronto cesaba y se
dejaba oír un pequeño instrumento de dos cuer-
das, que un chino sostenía sobre sus rodillas y
del que sacaba un acompañamiento siempre idén-
tieo, pero armonioso y de una monotonía adormi-
dera, ün oboe, con sonido de octavín destemplado,
ejecutaba un exceso análogo y sobre esa base
comenzaba un canto gutural, insoportable, en el
que el artista se esforzaba por hacer perder á su
voz toda la dulzura natural, para darle una aspe-
reza, una acritud semejante á rujidos, mahuUí-
dos, todo lo que se quiera, menos eco humano.
Pero, ¿ qué decían ? ¿ Qué hacían P ¿ Qué era
la pieza? Mí chino intérprete, el único leal que
me quedaba, gozaba como un salvaje y todas sus
respuestas se reducían á esta frase nunca varia-
da : ii Sabes tú . . como Chile con Perú . . .pelea ! i
Era ya algo ; estábamos en una guerra. Por un
lado penetraba un mandarín con su cohorte, se
arrellenaba en una silla y al lado de su hija, re-
cibía homenages . .
¿A\ lado de su hija? Entendámonos. El teatro
chino no admite mujeres sobre las tablas, como
las costumbres no las admiten en ninguna exhi-
bición pública. Son, por consiguiente, hombrea
los que representan los papeles femeninos, pero
con una perfección admirable. Sus movimientos,
la manera de pintarse el rostro y los ojos, el
pié encerrado en un zapato que es un semi-círcu-
lo, la voz, la espresion, todo engaña. Son hombres
que han pasado toda su vida en ese aprendizaje,
ayudados por el aspecto femenil del chino en
general y muchas veces por ciertas costumbres
no comunes entre los occidentales. A ese pro-
pósito, diré que no he visto sino una china
en el Perú; fué traída de siete años. Es hoy
una mujer de veinte; casó en Francia con un
sirviente francés, tiene dos hijos, chinos puros
de aspecto y no sabe una palabra de su idioma.
Los pocos chinos que tienen aquí mujer, la han
tomado de las indígenas, china-chola, zamba, in-
dia, mulata, etc. Nunca emigran con familia, y
además, creo haber dicho ya que la mayor parte
son muy jóvenes.
Cada pieza parece abarcar una época, un rei-
nado entero, los altes hechos y virtudes de un
héroe, una Diada completa. Naturalmente, los
principales personajes son los garandes mandari-
nos, cuyo distintivo son dos arrogantes, inmensas
y bellísimas plumas de pavo real, que se levan-
tan y ondean oon gallardía sobre su casco indes-
criptible y que el guerrero, con un gesto tan
petulante y provocativo como el de un gentil
hombre del siglo XYH retorciéndose el bigote,
acaricia y arquea bajo su mano. A cada instante
hay combates; el arma son unas lanzas pequeñas,
150
AMÉftICÁ LITEBABIÁ
algo como la antigua pica, que manejan con ma-
raYÍllosa habilidad. El vencido se aleja grave-
mente y el trinníador gira velozmente sobre sí
mismo, queda suspendido en nn pié, redobla sus
molinetes y luego, con una estúpida sonrisa es-
tereotipada en la fisonomía, permanece mirando
al público, estático, durante cinco minutos.
Algunos personajes usan máscaras análogas á
las del teatro griego primitivo, allá en los tiempos
en que el buen Agamenón se avanzaba mages-
tuosamente, saludaba á la plebe, decia simple-
mente: //Yo soy Agamenón // y cedia el sitio á
8u poco afortunado hermano Menelao para el
mismo objeto. Bolo que entre los chinos, la
máscara no es sino pintada. Se cubren el rostro
de un albayalde de insoportable blancura y por
medio de lineas y sombras se componen unos
ojos enormes, con cejas aterradoras y unas bar-
bas de tres pies de largo. Sin embargo, la mayor
parte usaban su cara natural. ¿En qué oonsistia
eso? Obsequié á mi chino con un vaso de chicha
morada que acababan de pasarme y luego de
obtener una mirada de gratitud, hice mi pregun-
ta, que no fué entendida. Verdad que la chicha
era deplorable.
Pero lo grande de aquella función, the great
atiraetion para señoras y hombres, lo realmen-
te admirable, eran los trajes. Nunca creí que
me fuera dado admirar telas tan bellas como las
que cubrían los cuerpos de los artistas chinos.
Todos los sueños del Oriente, toda la poesía de
la Biblia, en las deslumbrantes leyendas de Sa-
lomón, cuando la reina de Saba venia del fon-
do de su imperio, con mil esclavos cargados de
perfumes, piedras preciosas, estofas, tejidos de
oro, arneses, púrpura, etc., todo revivía á mis
ojos, al ondular esos mantos de seda de mil co-
lores, incrustados de oro, acariciando la mirada
y dando al espíritu la verdadera nota de la vida
en aquellos países queridos del Sol. No he visto
jamás nada mas rico. Los europeos, con los me-
dios poderosos de una industria admirable, con
los portentosos adelantos de la ciencia en el arte
de la combinación de los colores, Lyon con sus
sederías, Yenecia con sus cristales y mosaicos,
la pintura del Benacimiento con sus audacias de
colorido, la arquitectura colorista moderna, con
8U reminiscencia árabe, no han obtenido el tono
unido, armonioso y deslumbrante de las telas
chinas. Ese tejido debe ser eterno en la dura-
ción y el color. Todo desaparece; artistas, pieza.
teatro, espectadores, el ruido insoportable de li
orquesta sui géneris, cuando ondulan las cortínai
tendidas sobre 1m puertas que dan paso 4 ks
personajes. Esas dos cortinas, de un metió y
medio de ancho por tres de altura, haeiaa mi
desesperación. Mientras las señoras oonoebiu
bellísimos vestidos de fantasía con uno solo 4»
los trajes talares llevados por los manduiaes,
yo miraba mis cortinas con una codicia cobibo-
vedora. Nunca he sentido mas vivo deseo de ts-
ner un objeto de arte en mi poder, que esa
noche. Yo mismo sonreía al sorprenderme lis-
ciendo tácitas combinaciones sobre la manera de
arreglar las dos cortinas, bien dobladas, en él
fondo de mi baúl. ¡Qué buen regalo para algoiea
que yo me sé!... Eáas cortinas me van á quittr
el sueño... algo tengo que hacer por obtenerlas.
Me fué imposible; ni aun de precio quisieron
oír hablar los chinos de la compañía.
A las diez de la noche abandonamos el teatro
seguidos por la mirada estupefacta de la con-
currencia, que no comprendía cómo era posible
desprenderse de aquel espectáculo embriagador,
máxime teniendo un palco propio y disfrutando
de cómodas sillas. A las seis de la mañana nn
atronador ruido de cohetes me despertó: con-
cluía el primer acto ! El segundo empezó á lae
doce del día martes, concluyó á las seis de la
tarde : empezó el tercero á las ocho de la noche
y acabó á las siete de la mañana del miércoles.
El director de la compañía, en vista de la pre-
mura del tiempo, había elejido la pieza mas corta
del repertorio, habiéndose visto asimismo obliga-
do á hacer cortes considerables.
La duración normal de una pieza china, en el
teatro de Lima, es de veinte ó treinta noches,
desde la puesta á la salida del soL La concnr-
rencia come, duerme y fuma opio en el teatro,
mientras los artistas, con toda gravedad, suspen-
den cada hora la representación para tomar sen-
das tazas de té, en la escena misma y sin bajar
el telón.
Los que hemos nacido en el seno de la áfi-
lizacion occidental, estamos condenados i una
monotonía de aspectos, ideas y sentimientos real-
mente cansadora. Es en vano viajar en Europa
y América; la cultura del hombre es en todas
partes igual, el encanto de la mujer el mismo,
el menú del banquete no varia jamás» el pela-
quero en todas partes tiene idéntica charla, Feni-
llet, Daudet y Cherbuliei ooi^»an el primer
SECCIÓN LITEEARIA— REPÚBLICA abobktina
151
puesto en la eterna librería francesa, Mendels-
thon y Chopin flptan sobre todos los teclados de
occidente j par» enamorar a nna mnjer no haj
mas qne recordar el procedimienU) seguido con
la anterior. Una pequeña escapada, pnes, á un
mundo nnero, desconocido, de costumbres pro-
fundamente diversas, con un ideal distinto, con
sus tipos de belleza, virtud y fuerza divergentes
de los nuestros, tiene un encanto poderoso. Nues-
tra civilización es sin duda superior á la Mant-
choux, por la sencilla razón de que no somos
chinos. Pero cuando observaba la mirada de in-
diferencia suprema que aquel millar de bombres
arrojaban sobre las bellísimas mujeres peruanas
que asistían á la representación de Caudivilla,
comprendía que estaban fuera de su ideal esté-
tico. Era un verso de Byron murmurado al oído
de un cafre, una anécdota parisiense contada á
un beduino, una tela de Carlos Dolci puesta ante
los ojos de un tebuelche. Esa gente vive en me-
dios morales que no podemos sospechar, ni aun
cuando la curiosidad nos empuje á vivir largo
tiempo entre ellos. Hasta ahora no he podido en-
contrar un libro, que, como las u notas sobre la
Inglaterra " de Taine, pueda darme una idea de
la sociabilidad china. Loa viajeros hacen obser-
vaciones, pero no penetran en la constitución
íntima de esa sociedad secular — Cuando hemos
dicho los occidentales que la China es una nación
estacionaria, con la correspondiente é inevitable
figura retórica de que ''es una petriñcacion en
el seno del Asia » creemos haberlo dicho todo.
— Mas aún, las historias j geografías univer-
sides, para llenar algunas páginas, porque al fin
cuatrocientos millones de hombres tienen derecho
i que algo se diga de ellos, no tienen mas re-
cuno que hacer una exposición razonada de la
doctrina de Confuoio y de sus adulteraciones por
la introducción del Budhismo. ¿Quien será el
descubridor de la China social?.
Miguel Cañé íhuo).
Abogado j Lltemto.
üma, 1880.
BELGRANO Y SAN MARTIN
Repartida la labor política entre las guerras
de la independencia y la revolución interior, ha-
brían sido débiles los esfuerzos del pueblo argen-
tino en favor de la emancipación sud-americana,
si esta no hubiera sido por sí sola un propósito
bastante atractivo para dominar ciertos espíri-
tus con exclusión de cualquier otro interés. £1
sentimiento de la fraternidad continental fué
extraordinariamente fecundo en aquella época, y
le representan en nuestra historia dos persona-
jes, diversos por su índole, pero igualmente ad-
mirables por su patriotismo y por su fé incon-
trastable.
Era el primero un hombre manso y austero,
sano y pensador, desinteresado y superior á todas
las tentaciones del poder y de la gloria. No
sobresalía del pueblo sino por el cultivo de su
espíritu, por la fisonomía moral que le impri-
mían sus ideas, y por la lealtad con que, desde
las mas remotas manifestaciones de inquietud
social, se puso en la primera línea de los refor-
madores, chocando intereses bastardos, esclare-
ciendo los derechos comunes é ilustrando, por
medio de luminosas controversias, los problemas
económicos y los principios salvadores. Presti-
giado por su patriótico concurso en las guerras
de 1806 y 1807, el pueblo le arma en el día de
la revolución, y encabezando soldados valerosos
y voluntarios, es el primero qne enarbola la ban-
dera nacional y la consagra con victorias decisi-
vas. Modesto en el triunfo, como era paciente
y fuerte en la adversidad, — aquel noble varón,
el primer representante del pueblo bajo su fas
guerrera, esquiva el poderío, rehuye los laureles,
entrega sin resentimiento su puesto á los que
ganan el prestigio que él pierde, — y termina eo.
la desgracia y bajo la pesadumbre de la injusti-
cia una vida ilustre por sus virtudes cívicas y su
abnegación.
Era Manuel Belgrano.
El otro es Son Martin. Predilecto de la glo-
ria, nació para la guerra. — ^Tenia el numen que
improvisa la victoria, la prudencia que la prepa-
ra sabiamente. El pueblo hizo de Belgrano un
héroe. San Martin hizo del pueblo armado un
Ejército. — Amenazada la ultima almena de la
libertad sud-americana, le arrebata una inspira-
ción, capaz de arredrar á quien no tuviera sus
nervios de acero y su alma de espartano. Pero,
¿ qué son las montañas erguidas sobre la cascara
del globo para estorbar la redención de pueblos
que tienen Aníbales en la guerra y Cincinatos
en la paz? San Martin salvó la revolución y la
condujo triunfante por tres naciones, cuya liber-
152
AMERICA LITERARIA
tad aseguró, huyendo del teatro político sin es-
cuchar los llamamientos de su ambición, gozoso
de haber completado la obra mas hermosa que se
haya acometido en el Nuevo Mundo con el hierro
y con la sangre.
Belgrauo y San Martin son las dos grandio-
sas personificaciones del sentimiento americano
y de la edad homérica de la patria. Explican
una faz entera de la revolución, porque tuvieron
todos sus instintos y solo sus pasiones, todos
sus propósitos y solo sus ideas, inaccesibles como
fueron á cuánto diferia del programa emancipa-
dor de 1810, semejantes á aquellos seres, reme-
morados en los libros santos, que vienen á este
mundo en sus dias de crisis para salvar á los
hijos de los hombres, y cuyo oido se cierra para
todo lo que no les habla de la ley peculiar que
les imponen Dios ó los pueblos inspirados por
Dios.
José Manuel Estrada.
PubilclBU.
LA QUENA
La nauta de los indios peruanos, inspi. anio ú
la fábula, ha despertado universal interés entre
los que leyeron, ú oyeron referir que la quena
reproduce con sus melodiosas lamentaciones el
milagro de Amphion, porque obliga á la fantasía
á reconstruir el abatido imperio de los Incas y
sus pulverizados monumentos.
Cuenta la crónica oral, ^^^ que cierto joven
peruano, apellidado Camporeal, hijo de español y
de india, se enamoró de una doncella descendiente
de los conquistadores. Lo que la naturaleza ó el
destino unió, fue separado por la arbitraria vo-
luntad de los hombres. Los padres españoles de
la virgen peruana, entendieron que los amantes
no podian llamarse esposos por la desigualdad
de sus cunas. Alejado Camporeal de Lima, se le
hizo saber que su prometida habia dejado de amar-
le, enlazándose voluntariamente con un apuesto
cabaUero.
El desdeñado galán abrazó, en su desespera-
ción, la carrera del sacerdocio. Transcurrido al-
(1) La señora doña Juana Mannela Qorriti ha sacado de
ella una intereeante novelita titulada "La Quena". £1 nom-
bre del héroe r algron incidente de nnestra relación son to*
madoe de esa obra.
I gun tiempo, regresó á Lima, d^de, en un 4ii
señalado en los anales del 3iJ|^fiemo, volfió i
encontrar en su camino á la ingrata que lo trti-
clonara. Celebrando en u)i,. templo, al volverse
al pueblo para decir á los fíeles: u'El Señor set
con vosotros », la mujer iuiíel le respondió oon
su inteligente y atractiva mirada: '«tú sem
conmigo «. Desde aquel momento despertóse en
el pecho de Camporeal la dormida y fiera pasión.
La casualidad descorrió el velo que habia en-
lutado la vida del sacerdote. Acudió la tentación,
atraída por el amor, y Camporeal fué perjoro á
sus sagrados votos. Nunca mayor tempestad des-
trozó el alma de un hombre amante de la virtnd.
Pero Camporeal amaba mas qne todo á María,
quién para él era acabado compendio de lo bello
y de lo bueno. Vencido él y vencida ella, ambos
se dejaron deslizar por el plano inclinado en qne
la fatalidad los colocara. Camporeal y María,
huyeron á las montañas y les pidieron asilo.
Establecidos en una pobre é improvisada ca-
bana, pasaron algún tiempo gustando un amor
mezclado con la hiél de los remordimientos. La
mano de la desgracia señaló á la muerte, el apar-
tado lugar en que ellos hablan burlado la saña
de sus perseguidores. El alma de la infortunada
peruana, al abandonar la tierra, arrastró consigo
la razón del mas infortunado Camporeal; y el
avaro no quiso desprenderse de su tesoro.
Aquel amante dantesco, sacó del lecho el he-
lado cuerpo de María, lo colocó en el banco de
tosca piedra en que ella acostumbraba á sentarse;
ocupó el sitio de la derecha, y formó el propósito
de presenciar la lenta descomposición del ca«
dáver.
Durante las fúnebres veladas que con la muer-
ta pasó, compuso un canto, no imitado ni imita-
ble. En cada estrofa consignó la metamórfons
de una de las gracias de María, operada por la
disolución de la carne, que iba desprendiéndose
gradualmente de los huesos.
Luego que el cadáver quedó reducido á un
blanco y descamado esqueleto, él formó con una
de las tibias una flauta; y con ella, después de
sepultados los despojos de María, evocaba el alma
de su amante, en la noche callada ó rumorosa.
Eran tan desgarradores los sonidos del horri-
ble instrumento, que los pastores de las cerca-
nías, percibiendo lamentos emanados de una
región misteriosa, abandonaron sus humildes ca-
banas. La música y las palabras del canto de
SECCIÓN LITERARIA— BBpéBLicA abgbntina
153
Camporeal, son conocidas en el Perú con el
nombre de maihchaúpuitu, ^'^
Tal es la crónica de la qnena, sneño de algu-
na fantástica imaginación.
La qnena existia en el Perú, mncho antes de
que los españoles pensaran en conquistar el im-
perio de los hijos del Sol. Nadie ignora tampoco,
y esto esplica el origen de la leyenda, que los
romanos tenian una flanta llamada tibia; ^'^ de
la ooal, por analogía de forma, se tomó el nom-
bre con que es conocido el bnoso inferior de la
pierna hnmana.
La qnena, fabricada generalmente con nna
caña peculiar de las montañas del Perú, mide
media vara de largo y dos tercios de pulgada de
diámetro. Abierta por sus dos estremos, con la
embocadura formada por un resorte en forma de
rectáng^o, pero cuyo lado superior está elimi-
nado y el opuesto á este cortado, como en los
clarinetes, bácia el interior y en forma de cha-
flán, tiene cinco agujeros en la parte superior y
mío al costado, por cuya razón solo produce
semi-tonos fúnebres. ^'^
Los indios introducen algunas veces una par-
te de la quena en cántaros de barro, horadados
exprofeso. Por medio de esta operación, las me-
lancólicas Yoces de la flauta americana, adquie-
ren una resonancia y una tristeza impondera-
bles.
El Yaraví 6 Haraví, que se canta acompañado
por la quena, existia también en la época de la
dominación de los Incas. El nombre de esta
composición es derivado del de Haravicus, um-
ventores'', con que eran conocidos los elegiacos
poetas peruanos.
La desgarradora tristeza del yavarí, proviene
mas del presentimiento del destino adverso que
aguardaba á la raza de los compositores, que de
esa especie de nostalgia que domina á los poetas
que se creen peregrinos en la tierra. La indo-
lencia y melancolía de los antiguos indígenas del
Perú puede achacarse á una causa parecida á la
que produjo el abatimiento de los hombres en el
milenio.
El presentimiento de la esclavitud ó de la
muerte, arranca lágrimas á los débiles, mientras
los fuertea se aprestan para luchar ó esperan el
golpe fatal sumergidos en indolente reposo. Es
(1) *1Caiich&i-piiita" ó sea el cántaro ateirador".
(2) Véuue los Estadios Fisiológicos de Mr. Williams
Hogim.
(3) Vésse la Ctoografia de Paz Soldán.
conocido el vaticinio de Yiracochea ^'^ . Cuando
Huaina-Capac fué advertido de la Uegrada de los
españoles al Perú, recordó inmediatamente que
habia sido anunciado que en el reinado del duo-
décimo Inca, el imperio seria conquistado ''por
hombres blancos y barbudos u.
Un escritor peruano dice que la música y el
canto de la quena, son gemelos del Sv^er fiwmvna,
Bahilonis del pueblo hebreo. El hijo de Améri-
ca, á semejanza de los hijos de Sion, ha cantado
y ha llorado su cautiverio en sentidas estanciaB,
mezclando sus lágrimas con las aguas del lago
Titicaca y con las ondas del rio Apurimac. Eco
de aquel quejido del Profeta, — //contemplad y ved
si hay dolor semejante al dolor mió//, — lanzado
desde las barbacanas de Jerusalen, es el triste y
desgarrador acento de los haravicus, repetido de
generación en generación, en las profundidades
de las yungas y en las alturas de las pufuu,
//La música del yaraví, escribe Paz Soldán ^^\
es por término menor, pasando muy rara vez al
mayor, en cuyo caso el grave bemol, el dulce
sostenido y el agradable becuadro son los que
entran en su composición, que admite prodigfio-
sas apoyaturas, oportunos ligados, calderones y
los mas primorosos trinos. Casi no tiene un
compás determinado, ni arreglado á los princi-
pios estrechos de la música, aunque hay algunos
de tres por ocho, seis por ocho y tres por cua-
tro. Se puede decir que son caprichos ó fanta-
sías musicales. Consiste su principal mérito, en
la estrecha y admirable armonía que guarda la
música, que llaman la tonada, con los versos, que
tienen el nombre de letra. Las penetrantes y
sentidas notas del yaraví llenan el alma de mil
inexplicables tormentos, hasta cierto punto dul-
ces y gratos porque nacen del amor//.
En Bolivia se cree generalmente que la músi-
ca de La Traviata ha sido inspirada por algunos
de los yaravíes mas populares de esa República.
Muchas personas ilustradas se adhieren á este
parecer, asegurando que los principales motivos
de la ópera nombrada son americanos, lo cual
no debe maravillarnos, si recordamos que Áida,
última partitura del maestro Yerdi, ha sido es-
crita sobre aires populares del Egipto, recogidos
por un italiano residente en el Cairo.
Los tocadores de quena ejecutan dúos inolvi-
dables para el que es capaz de percibir, dentro
( 1) Véase la Historia del Perú por Lorente.
(2) *'aeografia:delPerú".
20
154
AMERICA LITERARIA
de tan imperfecto instrumento, el alma sollozan-
te del indio triste. Una de las quenas lleva el
canto j otra el acompañamiento, ó la primera
hace una especie de reclamo, al cual responde la
segrunda á la distancia.
Es imponderable la sensación que produce el
diálogo de las flautas, cuando se le escucha en la
montaña, áspera como el camino de la vida, y en
una noche nebulosa como eí destino del músico
desdichado. Pero aun mayor y mas impondera-
ble efecto produce el monólogo de la flauta
americana.
El dúo nos inclina á pensar en el dolor com-
partido: el monólogo es la querella del solitario
sin consuelo. Estos monólogos suelen partir del
corazón del indio errante ó del alma del amante
traicionado. El primero llora su libertad y su
esposa, dos ilusiones perdidas: el segundo suplica
á Pachacamac, ''el que da vida y anima el uni-
verso // , ó á la luna, púdica amada del padre de
los Incas, que le devuelva el corazón de la mu-
jer, á quien pretende levantar en la montaña un
altar, adornado con flores de amancai y perfu-
mado con resinas de sus selvas tropicales.
La música de la quena no encuentra atmósfe-
ra propicia, ejecutada á la luz del dia: es música
de la noche, del misterio y de la soledad.
To la escuché por primera vez al pié del ne-
vado Tacora.
El agua de una acequia murmuraba no sé
qué historia de la lejana vertiente, y los insec-
tos formaban con sus zumbidos, una especie de
vibración de cuerdas formadas con hilos de luz.
Se aspiraba un aroma tan leve, tan delicado,
como el perfume que dejan tras sí las vírgenes
que pasan adornadas para la fiesta. En el azul
firmamento brillaba la luna, muestra transpa-
rente del reloj de los amantes, despojada por las
hadas baenas del horario que señala las divisio-
nes del tiempo, pero que siempre marca el mo-
mento de la cita.
Era uno de esos instantes en que la memoria
recuerda, detalle por detalle, la historia de largos
y melancólicos dias; instantes que nos dejan el
alma herida ó la frente cubierta de nieve. En
las alturas del recuerdo cae nieve incesantemen-
te, y el hombre pierde en ellas la voz, como al
tocar la cima de la' encumbrada montaña,- des-
pués de una ascensión fatigosa. Mudo, cual to-
dos los que en la noche, á la luz de la Inna, con
los ojos puestos en los Andes, y el pensamiento
fijo en el amor de la patria, recuerdan y se la-
mentan en silencio, comprendí entonces que la
voz de la quena es la voz de los dolores ínti-
mos, la única voz capaz de espresar fielmente
las amarguras de la ausencia, del peregrinaje j
óbI olvido.
Santiago Estrada.
Uterato.
CERTAMEN POÉTICO DE MAYO
(MOimCTXDIO— 18il)
(Informe de la Comisión Clasificadora)
"Si queréis coronar mi ezelaa franta.
Pedid al Cielo que la rnestra alambre".
(De ana oompoaiolQO del oertfmen).
Son los poetas sacerdotes encargados de lu
festividades de la Patria; 7 ciertamente que,
en esta vez, no han desertado sus aras. Si se
recuerda el breve tiempo concedido por el pro-
grama del Certamen Poético áe Mayo, la acci-
dental ausencia de algunos de nuestros vates
esclarecidos; si se mide sobre todo la indiferen-
cia con que se acoge, por lo común, toda idea
nueva de este género, la primera vez que se
promueve, no parecerá reducido el número de
concurrentes á esta liza de la inteligencia 7 del
genio, monumento de gloria para la Nación que
solemniza con ella sus grandes aniversarios.
Diez son las composiciones poéticas que esta
Comisión ba recibido, y es preciso decir— en
honor de la República — que, á esoepcion de dos
que no merecen aquel nombre, revelan todas Jas
demás, aunque en proporciones distintas, eleva-
ción de espíritu y de ideas, conocimiento del
arte y de las condiciones que la civilización 7 el
estado social piden hoy á la poesía y á los ramos
todos de la literatura.
El estrechísimo tiempo concedido á esU Co-
misión para examinar las piezas, clasificarlas 7
redactar su informe, no le permite analizarlas
todas ni detenerse como desearla, sobre las que
ha de analizar. Dejará, pues, sin examen, aque-
llas que no tuvieron la fortuna de merecer el
lauro, ni una especial recomendación; limitan*
dose á decir sobre ellas que aun las menos aven-
tajadas reflejan algunos destellos del genio qne
campea en otras arrogante y altivo, y qne no
SECCIÓN LITERARIA— REPt)BLicÁ argentina
155
faltan en algunas ráfagas de brillantísima luz,
annqne eclipsadas hoj por resplandores mas
puros. — Cample la Comisión en estas breves
lineas con nn deber de justicia.
Cuatro son entre todas las piezas qne ha mi-
rado como dignas de fijar su atención.
Ha destinado el lanro á la primera; ba acor-
dado á la segunda el accésit , j usando de la
libertad que el programa la concede, ba creido
deber baoer especial j bonorifica mención de las
otras dos.
Es este fallo la expresión de un juicio, cuyos
fandamentos desea la Comisión exponer, aunque
muy rápidamente, para corresponder al bonor
que se le ba dispensado : y porque tampoco com-
prende que pueda ser otra la materia de este
informe.
Colocada en la altura de que la critica no
puede descender, la Comisión ba mirado, ante
todo, las piezas que examinaba bajo el aspecto
de su mas 6 menos armonía con el carácter pre-
sente de la poesía nacional, 6 por decir mejor.
Americana. Ha creido qne aquel merecía mas
en este punto, que mejor bubiese comprendido
las modificaciones, los cambios decisivos, que la
literatura recibe de la Tariacion y progreso de
las costumbres, de las creencias, de los elementos
todos que constituyen la vida de los pueblos.
Ninguna literatura americana pudo baber
mientras duró la dominación de la España; co-
lonia ninguna puede tener una literatura pro-
pia; porque no es propia la existencia de que
goza, y la literatura no es mas que la espresion
de las condiciones y elementos de la existencia
social. El ponsamiento del colono, lo mismo que
sos brazos y su suelo, produce solo para la me-
trópoli de quien recibe bábitos y leyes, preocu-
paciones y creencias. Si alguna luz intelectual
le alumbra, es apenas el reflejo — pálido por muy
brillante que sea — del grande luminar á quien
sirre de satélite. ¿ Qué escucbábamos, en las már-
genes de nuestro Plata, antes de 1810 P Ecos
desfallecidos de los cantos que se alzaban en las
orillas del Manzanares. Las liras que llamába-
mos Americanas, se pulsaban solo para llorar
oficialmente sobre la tumba del Monarca que
cerraba los ojos, ó para cantar en la coronación
del que le sucedía sobre el trono. Nuestros pue-
blos arrancaban al estranjero triunfos espléndi-
dos en las calles y plazas de nuestras ciudades,
adornaban la techumbre de nuestros templos con
los pendones arrebatados al Tencido, y el genio
apocado de los hijos de la lira no encontraba
para tan altas hazañas, motivo mas noble que el
amor á Carlos y Maria Luisa.
Mengua grande, á la verdad, borrada después
por dias de gloria perennal. Alumbró la llama de
la libertad, alzóse el pueblo de la condición de
colono á la de soberano, y en el grsn sacudi-
miento nació también la poesía nacional, herma-
na gemela de la independencia. Su carácter no
podia ser otro que el de la época en que nacia.
La inteligencia y los brazos del pueblo nuevo
no tenia otra ocupación que meditar empresas
de guerra, ganar batallas y reparar los descala-
bros de las derrotas. Ninguna otra podia ser la
entonación de las liras americanas: — cantos de
guerra, himnos de victoria, lamentos de dolor
iracundo sobre la tumba del guerrero oaido bajo
la enseña del Sol, maldiciones contra sus verdu-
gos ; esto, y nada mas podia pedirse á los que no
tenian fuego en la mente, patriotismo en el cora-
zón. T ese y ningún otro, es el acerado temple
de los materiales que forman el honrosísimo mo-
numento de nuestra primera poesía nacional.
Pero la lucha de la independencia terminó y
con ella los odios que la gnerra enciende. Inter-
valos de paz, breves, por desgracia, como el
relámpago, dieron treguas al pensamiento para
elevarse á la contemplación de las grandes ver-
dades filosóficas y morales, permitieron mirar en
derredor con ojos, que no anublaba la pólvora de
las batallas: empezaron los pueblos á meditar en
su destino, á buscar el fin porque hablan derra-
mado 8u sangre; á correr tras de las mejoras y
el progreso social. Levantábase entonces, una
jeneracion, que no babia asistido á los combates
de sus padres; pero que habla aprendido de sus
labios, los dogmas santos de Mayo : imposible era
que resonasen en sus liras, ecos de guerra que
ya no ardia, ni clamor de venganza contra ene-
migos que eran ya nuestros hermanos. La poesía
empezó naturalmente á tomar un tinte mas filo-
sófico, mas templado, se vistió por la primera
vez, con las riquísimas galas de nuestro suelo,
que los poetas de la revolución no distinguieron
entre el polvo y el estruendo de las armas, y
refiejó, por fin, esa melancolía que imprime en
el ánimo el espectáculo continuado casi, de las
gruerras civiles y del hondo infortunio de la pa-
tria.
Tal es el carácter de nuestra poesía actual : y
156
AMÉRICA LITÜRARLA
la Comisión ha creído deber buscar en las com-
posiciones del concurso la espresion práctica de
estas verdades como un mérito de la mas alta
estimación. Ha preferido, por consigfuiente, aque-
lias que han mirado la revolución de Mayo por
el lado de su intención moral, política, civiliza,
dora, sobre las que no han tenido en vista sino
la parte de sus glorias militares.
Las que aparecen revestidas de las nuevas f or-
mas del arte, á las que no han acertado todavía
á desnudarse de la cota y de la lanza, que vistió
la musa de 1810.
Después de aquella circunstancia que juzgo
primordial, ha buscado en las piezas presentadas,
el mérito de un plan acertado, y que llenase las
condiciones dadas en el programa del certamen:
ha preferido en este punto los que ha creído mas
vastos en su comprensión, ma» arreglados en su
distribución, y sobre todo mas orijínales; pues
que la orijinalidad es el sello que mas caracte-
riza al genio y la condición primera de la actual
literatura.
Por eso mismo, la novedad en las ideas, su
elevación, su oportunidad, su tendencia á des-
pertar sentimientos de patriotismo, y de virtud
social, ha sido también uno de los méritos que
ha buscado la comisión, y prefiriendo las piezas
en que con mas acierto encontró reunido el apo-
teosis de los héroes muertos, con la exposición
elevada de sus dogmas, y con la exhortación á la
perseverancia y á la f é de la jeneracion que vive.
Ha buscado, por último la perfección en aque-
llas condiciones del arte, que pudieran llamarse
puramente macánicas, y que no por eso ceden á
ninguna otra en importancia. Si la poesía es un
arte, fuerza es juzgar al poeta por las reglas que
ese arte estableció para enfrenar el desbocamien-
to de la imajinacion, para vestir esteriormente
las concepciones morales, que pertenecen al ge-
nio. El ritmo, por consiguiente, el mecanismo
de la veriñoacion, la corrección y la cultura del
lenguaje, la gala y la lozanía del e^o, — dotes
que todas las escuelas y sistemas exí jen para lo
bello — han sido otros tantos motivos de examen
y de preferencia en los juicios de la Comisión.
Si esos juicios tomados en su conjunto y últi-
ma espresion, han sido acertados y justos, lo
decidirá la razón pública — tribunal mas compe-
tente que este — á quien la Comisión presenta
las composiciones preferidas, que son las que
pasa á designar.
Ha obtenido el lauro único de la medalk de
oro la que lleva por tema estos versos del lírico
latino.
Taqne duin procedis ¡Yo trinmpliel
Non semel dicemus |Yo triamphe!
Ci vitas omnia, dibinnuqne Diria
Thoia benignifl
Se ha presentado como su autor el señor D.
Juan María Gutiérrez, que ha sido reconocido
por el sello especial que le revestía.
Unánime fué y por aclamación el voto que k»
concedido á esta pieza la supremacía sobre todas.
Ninguno, sin duda, entre los ooncurrentes, ha
comprendido la grandeza de la revolución, sos
glorías y sus fines como el señor Gutiérrez. Nin-
guno ha estendído como él el círculo de sus ideas,
ninguno se ha revestido de la imponente majes-
tad que reina en su poema, ninguno alcanzado
á la corrección extremada de su dicción; y, n
era de desear, en sentir de la Comisión, que el
discurso fatídico del anciano fuese menos exten-
so, que algunas de las ideas diseminadas en él
fuesen menos comunes, y mas vigorosas, que se
borrase una que otra espresion poco feliz, no
puede desconocerse que esos lunares desaparecen
en la tersura general de la composición; y están
mas que lavados por la invocación religiosa y al-
tísima con que desde el principio pone recogi-
miento en el alma del que le oye, pidiéndole pan
la suya ; por las ricas y maestras pinceladas qne
dibujan el magnífico cuadro del navegador geno-
vés en los momentos en que oponía á la demente
incredulidad del amotinado equipaje, la reidídad
asombrosa del mundo que descubría, y perla
sentida rememoración de los muertos Poetas de
la Patria, con que cierra el poeta su largo canto.
La Comisión no puede dejar de recomendar el
autor de esta pieza á la estimación del pueblo en
cuyo seno ha recibido tan altas inspiraciones.
Sígnele de cerca y casi le rivaliza en mérito
la qUe lleva por divisa estas palabras del abate
Lamennais.
ti La libertad es la gloría de los pueblos";
producción que pertenece al señor D. Luis Do-
mínguez, según la señal de reoonocimíento que
ha presentado.
Si esta pieza no alcanzó á la majestad y alta-
ra de la que precede, no se la puede dilatar
una concepción vasta y feliz, un plan acertada-
mente distribuido, fecundidad de ideas, elevada
entonación, elocución correctísima, y pasajes qne
SECCIOlí LITERARIA— EEPÍBLiCA aeóéntiná
157
reTelan, por cierto, el genio del poeta. No es
posible, hablando de ella, dejar de recordar las
estancias qne le dan principio, el anatema qne
fulmina contra los tronos, que nsnrpan en la
tierra la majestad del único y eterno trono qne
el poeta reconoce, y el tributo que pag'a á los
grandes capitanes de la revolución; si bien es
doloroso encontrar en este punto inyertida la ero-
nologfía de nuestros triunfos, mas de lo que, á
juicio de la Comisión, es permitido á la poesía
Apartarse de la senda de la historia. Tampoco
quisiera haber hallado el nombre admitido de
Motesuma reemplazado por otro que, aunque mas
conforme á su pronunciación primitiva, es duro,
poco poético y no llena la condición de la Rima
para que fué variado.
Tan digna cree la Comisión esta pieza del
aceesBÍt que la ha concedido, que pide & la auto-
ridad á quien debe su investidura, el permiso de
presentar á su autor, como prueba del aprecio
que la obra le merece, un volumen que encierra
las ricas producciones de la lira de Espronceda,
una de las espléndidas columnas que sustentan
hoy el magnífico templo que levanta la España
á la literatura y á las artes.
Dos piezas mas ha creido la Comisión que
meredan una recomendación especial, aunque no
debe esperarse de ellas el mérito de las anteriores.
Es la primera la que tiene á su frente estas
líneas del poeta del siglo, del portentoso Lord
Byron:
"Where, Chimboraso, OTer air, earkh, ware
''Olaves with hú Titán eye, and sees no slaTo".
Se ha presentado como su autor D. José Már-
mol. Ofrece esta pieza una prueba práctica de
lo que antes dijo la Comisión, sobre las condi-
ciones del arte, que llamó mecánicas. Ciertamente
que si la versificación, el estilo, el uso de la len-
gua, correspondiesen en esta pieza á la entona-
ción y á las ideas, no seria este el lugar que
ocuparía entre las del Certamen.
No se comprenderá toda la exactitud de esta
clasificación hasta que se oiga la lectura de la
pieza misma. La elevación, la novedad, el fres,
cor, la abundancia de sus ideas sorprenden en la
primera lectura, y hacen casi olvidar los pecados
contra el arte, que la fuerzan á flaquear ante los
ojos de la crítica. Frecuente violación de la sin-
taxis y de la pureza de la lengua; inexactitud,
aunque no tan común en la rima; quebranta-
miento de las condiciones de versificación que el
mismo poota se impone; y una que otra locución
sumamente oscura son los defectos que empañan
el terso brillo de las ideas y luchan con el eleva-
do entono de esta pieza. La Comisión reconoce
que el molde en que fue vaciada, es sin disputa
una cabeza poética, y ha querido mostrar el
aprecio que la merece tomando de ella los dos
versos que ha colocado al frente de este informe.
Se complace en esperar que su autor, recono-
ciepdo como indispensable la disciplina del arte,
y sujetando á ella sus fogosas inspiraciones, pre.
sentará cuando este certamen se renueve, frutos
mas sazonados que ocupen un lugar mas distin-
guido en el banquete que la Patria ofrece á sus
poetas.
La segunda composición recomendada presen-
ta exactamente el reverso de la anterior. Aque-
lla campea por las ideas y desfallece por la forma
poética; esta descuella por la forma y flaquea
por las ideas.
Cualquiera reconocerá én ella un hábil versi-
ficador, un hablista consumado, un hombre de
comercio íntimo y frecuente con las musas; pero
que en esta ocasión no tuvo la fortuna de re-
cibir inspiraciones elevadas y nuevas. Puede
decirse que hay en esta pieza un solo defecto de
forma, pero sus ideas son humildes, reflejadas de
las que brillan profusamente en los cantos de la
revolución. La distingue este verso latino:
Solé novOf preclara luce, libertas noAcitur orhi;
y su autor es D. Francisco A. de Figueroa.
Termina aquí la tarea de la Comisión. Alto,
muy alto ha sido el honor que sus miembros
han recibido; y siempre contarán como una glo-
ria el hallar sus nombres asociados al primer
acto de esto género que ven las Repúblicas del
Bao de la Plata. Quisieran ellos aumentar por
todos los medios su solemnidad presente, y su
memoria futura. En lugar, pues, de cerrar este
informe con una exhortación á los vates del Pla-
ta, inútil desde que ninguna puede ser mas elo-
cuente que el acto mismo á que asisten, y desde
que no puede faltar emulación en el pecho, cuan-
do hay extro en la mente, le cerrará la Comisión
proponiendo á la autoridad á quien competa una
idea en que, al deseo puro de solemnizar este
acto, confiesa que se mezcla un ligero tinte de
propia vanidad. Consiste la idea en que termi-
nada esta festividad se requiera á los autores de
las cuatro composiciones distinguidas que las
ns
AMERICA LITERARIA
escriban todas y las fínueu de bu mano para
qne, escribiendo la Comisión al pié de la primera
la palabra laureada, accessit al pié de la segunda
y recordada con distinción en las otras dos, fir-
men los miembros de ella, y se depositen estos
autógrafos en la Biblioteca Nacional, con una
copia autorizada del Programa del Certamen, y
este informe.
Florencio Várela.
Juri^ounsulto y Publicista.
Montevideo, 1841.
ORACIÓN FÚNEBRE
(En la tamba del doctor don Juan María G atierres)
Señores:
Hemos alcanzado al borde del sepulcro y vamos
¿ entregar á la tierra el cuerpo sin vida de nues-
tro noble amigo. Ha llegado la hora pavorosa
de la eterna despedida.
¿ Por qué ha venido tras este féretro la ancia-
nidad con su paso tardo y sus nubladas ilusiones,
la juventud que pisa los umbrales de la vida, la
virilidad que se ajita en medio de la acción y de
la lucha, todos con el rostro velado por tristísi-
mo dolor?
Es que ese féretro encierra los restos de uno
de esos hombres escepcionales que el tiempo ha
respetado, para que la generación actual sepa
cómo han sido sus nobles abuelos y pueda con-
servar el recuerdo de esos espíritus privilegiados
que nacieron en la aurora de nuestra emancipa-
ción, que crecieron en medio de las emociones
tumultuosas de una grande época y que se dedi-
caron con abnegación al culto de la Patria, á
conservar y levantar sus glorias, á inmortalizar
su nombre con grandes hechos 6 con grandes
ideas.
Si quisiéramos acompañar al doctor Gutiérrez
en su larga existencia, tendríamos que volver á
la primera década de este siglo, á los dias de
nuestros grandes alumbramientos históricos,
para seguirle con su generación al través de los
tiempos y de los acontecimientos, admirando á
Rivadavia, y sirviendo de punto de apoyo a su
colosal iniciativa, preparando con Echeverría
los elementos del porvenir, luchando en el des-
tierro al lado de Várela y de Rivera Indarte
contra el sangriento despotismo de Rosas, orga-
nizando la República con López y con Alberdi,
coadyuvando mas tarde á la obra de la recons-
trucción nacional, con Yelez, con Mitre y wm
Sarmiento y poniendo, por último, toda su acti-
vidad, todo su patriotismo, la experiencia de sa
trabajada vida, los tesoros de bu ilustración, ú
esfuerzo de su fecunda iniciativa, al servicio de
la juventud, que debe reanudar en el porrenir
la cadena rota de nuestras glorías.
Pero el camino seria largo y muchas veces
penoso — mas de una vez tendríamos que pasar
de la luz á las tinieblas y los desfaUecimientos
del pasado acrecentarían el inmenso dolor que nos
domina en este momento
Bastaba mirarle para leer en su rostro la grt-
cia y delicadeza de su espíritu.
Tenia la frente elevada y fugitiva del artista
— una de esas frentes serenas y límpidas que no
podrían ocultar una mancha, si la tuvieran. Sus
párpados pesados cubrian con esfuerzo su mirada
sagaz c investigadora y en las extremidades de
sus labios gruesos, que le daban cierto aspecto
serio y adusto, se dibujaba la crítica indulgente
que podia llegar a la burla mordaz de la sátira
vengadora.
Con dificultad, la tierra argentina producirá
una organización mas esencialmente literaria
que la del doctor Gutiérrez.
Si no hubiera sido uno de nuestros primeros
poetas, uno de nuestros críticos mas finos j
perspicaces, uno de nuestros pensadores mas
cultos y severos, si no hubiera cantado á la ban-
dera de Mayo, si no hubiera escríto su obra
monumental sobre la Instrucción pública, si no
hubiera enriquecido la Historía Argentina con
sus escrupulosas investigaciones, t^avia habría
sido el primero de nuestros hombres de letras,
por sus gustos, por sus costumbres, por las irre-
sistibles tendencias de su espíritu, por su amor
á lo bello, por su insaciable curiosidad, por el
entusiasmo que despertaban en su alma, siempre
juvenil, las formas completas del estilo, como
todas las grandes obras artísticas.
El doctor Gutiérrez deja, como productor
intelectual, un caudal de gracia en sus compo-
siciones poéticas, y un tesoro de erudición en
sus obras históricas.
¡ Ouátos de nuestros hombres mas diétlngai-
dos se han salvado del olvido, la última de las
SECCIÓN LITERARIA— BBPÚBLicA argentina
159
tumbas, grwÁAa á sus nobles esfuerzos y á esa
paciente constancia qne no le ha abandonado
hasta el momento de sn muerte.
Despnes de setenta años de vida, el doctor
Ghitierres disfruta sn primera hora de descanso
en la tnmba.
Era un hombre de trabajo.
Jamás sn inquieto pensamiento se entregaba
al reposo.
Pobre, necesitaba muchas veces dedicarse á
tareas de segundo orden para alcanzar á satisfa-
cer las modestas exigencias de su hogar honrado,
j cuando esto sucedia, después de seis ú ocho
horas de trabajo abrumador, todavía buscaba el
descanso en la pluma ó en los libros, para hacer
resucitar á sus muertos queridos.
Pocos dias hace, nos decia que se preparaba
i continuar su grande obra sobre la Universidad
de Buenos Aires, y al mismo tiempo, nos habla-
ba de los últimos libros que han salido de las
prensas europeas, de la última entrega de la
«Revista de ambos mundos'/ de las últimas con-
quistas de la ciencia en Alemania y en Italia.
¡Todo lo abarcaba en su anhelo insaciable de
saber!
El doctor Gutiérrez ha muerto, después de
haber asistido á la apoteosis del héroe por quien
sentía mayor admiración y á quien habia dedi-
cado alguna de sus mejores páginas.
¡Ha sido la última de sus alegrías!
Su alma se ha ido á confundir con la Divini-
dad, arrullada por el recuerdo de las glorías de
la Patria.
Quizás su última hora haya sido la hora mas
feliz de su existencia.
Doblemos la frente sobre su tumba y sofo-
cando nuestro dolor, pidamos á su memoria y
busquemos en su ejemplo la fuerza de todas sus
Tirtndes.
Aeistóbulo del Valle.
Jarlaoonsolto j Pablicitta.
Buenos Aires, 1878.
EL INDIO PLATERO
Un proverbio negro dice: el sueño no tiene
amo.
Todos dormimos perfectamente bien.
£1 cansancio nos hizo hallar deliciosa la mo-
rada del cacique Ramón.
Cuando yo me desperté eran las ocho de la
mañana; mis compañeros roncaban aún con una
espansion pulmonar envidiable.
Llamé á un asistente, pedí mate y me quedé
un rato mas en cama, gozando del placer de no
hacer nada, — placer tan combatido y censurado
cuanto generalmente codiciado.
Según un amigo, pensador no vulgar y egre-
gio poeta, — no hacer nada es descansar. Así él
sostiene que el dia es hecho para eso y la noche
para dormir.
Lástima que un mortal de gustos tan patriar-
cales, que sería dichoso con muy poca cosa, se
vea condenado como tanto hijo de vecino, á la
dura ley del trabajo, cuando innumerables pró-
jimos desperdician lo superfino y aun lo nece-
sario!
Qué hacer! el mundo está organizado así y el
Eclesiastes que sabe mas que mi amigo y yo
juntos, dice:
^El insensato tiene los brazos cruzados y se
^consume diciendo:
'/Lleno el hueco de una mano, con reposo,
'/vale más que las dos llenas, con trabajo y
'/mortificación de espíritu.//
Con la luz del dia examiné el lecho en que
habia dormido tan cómodamente, como en elás-
tica cama á la Balzae, provista de sus corres-
pondientes accesoríos, almohadones de finísimas
plumas y sedosos cobertores, ^ran unos cueros
de potro mal estaqueados y unas pieles de car-
nero,— la cabecera un mortero cubierto con mis
cojinillos.
En seguida tendí la vista á mi alrededor.
En Tierra Adentro yo no habia pernoctado
bajo techumbre mejor.
El toldo del Cacique Ramón superaba 4 todos
los demás.
Mi alojamiento era un galpón de madera y
paja, de doce va^as de largo por cuatro de ancho
y tres de alto.
Estaba perfectamente aseado.
En un costado se veía la fragua, y al lado
una mesa de madera tosca y un yunque de fierro*
Ta he dicho que Ramón es platero y que este
arte es común entre los indios.
Ellos trabajan espuelas, estribos, cabezadas,
pretales, aros, pulseras, prendedores y otros
adornos femeninos y masculinos como sortijas y
yesqueros.
Funden la plata, la purífican en el crisol, la
160
AMÉRICA LITERARIA
ligan, la baten á martillo, dándole la forma qae
quieren 7 la cincelan.
En la chafalonía, prefieren el gusto chileno;
porque con Chile tienen comercio, y es de allí de
donde les llevan toda clase de prendas, que cam-
balachean por ganado vacuno, lanar y caballar.
La fragua consistía en un paralelipípedo de
adobe crudo.
Tenia dos fuelles y se conocía que el dia an-
terior habían trabajado; las cenizas estaban ti-
bias aún.
En un saco de cuero había carbón de leña y
sobre la mesa se veían varios instrumentos cor-
tantes, martillos y limas rotas.
Los fuelles llamaron sobremanera mi atención
por Su estraña estructura.
Antes de examinar su construcción entablé
un diálogo conmigo mismo.
— A ver, me dije; representante orgulloso de
la civilización y del progreso moderno en la
pampa, ¿cómo barias tú un fuelle?
— ¿ Un fuelle ?
— Sí, un fuelle; ¿no se llama así por la Aca-
demia Española //un instrumento para recojer
viento y volverlo á dar//, — aunque habría sido
más comprensible y digno de ella decir; un ins-
trumento construido, según ciertos principios de
física, para recojer aire por medio de una vál-
vula y volverle á despedir con mas 6 menos vio-
lencia, á voluntad del que lo manejo, por un
cañón colocado á su estremo?
— Entiendo, entiendo.
—Y bien, si entiendes, dime, cómo lo harías?
— ¿Cómo lo haría?
— Sí, hombre, por Dios! parece que te hubie-
ra puesto un problema insoluble.
— No digo eso.
— ¿Entonces?
— Es que...
— i Ah ! es que eres un pobre diablo, un fatuo
del siglo XIX, un erudito á la violeta, un insen-
sato que no quieres confesar tu falta de ingenio.
—Yo...
— Sí, tú, has entrado en el miserable toldo de
un indio á quien un millón de veces has califica-
do de bárbaro, cuyo esterminio has preconizado
en todos los tonos, en nombre de tu decantada y
y clemente civilización, te ves derrotado y no
quieres confesar tu ignorancia.
— Mi ignoranda?
— Tu ignorancia, sí.
— Quieres acaso que me humille?
— Sí, humíllate y aprende una vez más que
el mundo no se estudia en los libros.
Incliné la frente, me acerqué á la fragua, oojí
el manubrío de ambos fuelles, los que estaban
colocados en la misma línea horizontal, tiré, aflo-
jé y se levantó una nube de ceniza.
Eran feos; pero surtían el efecto neoesario,
despidiendo una corríente de aire bastante foar
te para inflamar el carbón encendido.
Todo era obra del mismo Ramón; invento es-
clusivo suyo.
Con una panza de vaca seca y robada lu^ia
hecho una manga de una vara de largo y un
pié de diámetro; con tientos la había plegido,
formándole tres grandes buches con comunica-
ción; en un estremo había colocado la mitad del
cañón de una carabina y en el otro un tarugo de
palo labrado con el cuchillo; el canon estaba em-
butido en la fragua y sujeto con ataduras i
un piquete. Naturalmente, tirando y apretando
aquel aparato hasta aplastar los buches, el aire
entraba y salía, produciendo el mismo efecto
que cualquier otro fuelle.
Pensaba el tiempo que habría empleado jo
con todos los recursos de la civilización, si por
necesidad ó afición á las artes liberales, me hu-
biese propuesto hacer un fuelle; se me ocurría
que quizá habría tenido que darme por derrota-
do,— cuando un cautivo, blanco y rubio, de doce
á catorce años, entró en el galpón y después de
saludarme con el mayor respeto, tratiíndome de
usía, me dijo:
— Dice el cacique Ramón que si se le puede
ver ya; que cómo ha pasado la noche.
Le conteste que estaba á su disposición, que
podía verme en el acto, si quería, y que había
dormido muy bien.
Salió el cautivo y un momento después se
presentó Ramón, vestido como un paisano prolijo,
aseado que daba gusto verlel; sus manos acostum-
bradas al trabajo, parecían las de un oabaUero,
tenía las uñas irreprochablemente limpias, ni
cortas ni largas y redondeadas con igualdad.
No estuvo ceremonioso.
Al contrario, me trató como á un antiguo co-
nocido, me repitió que aquella era mi casa, que
dispusiera de él, me anunció que ya iban á traer
el almuerzo, que más tarde me presentaría á su
familia y me dejó solo.
SECCIÓN LITERABIA— BBPüBLiOA abgbntina
161
En seguida yoMó, se sentó 7 trajeron el al-
mnerso.
Era lo consabido, puchero con sapallo, choclos,
asado, etc.
Todo estaba hecho con el mayor esmero: hacía
mucho tiempo que yo no veía un caldo más rico.
Durante el almuerso, hablamos de agricultura
y de ganadería.
El indio era entendido en todo.
Sus corrales eran grandes y bien hechos, sus
sementeras vastas, sus ganados mansos como
ninguno.
Es iaiDA que Bamon ama mucho ¿ los cristia-
nos: lo cierto es que en su tribu es dónde hay más.
Una de sus mujeres, de la que tiene tres hi-
jos, es nada menos que Da. Fermina Zarate, de
k villa de la Carlota.
La cautivaron siendo joven; tendría veinte
toos; ahora ya es vieja.
Allí estaba la pobre !
Delante de ella Bamon me dijo:
— La señora es muy buena, me ha acompaña-
do muchos años, yo le estoy muy agradecido; por
eso le he dicho ya que puede salir cuando quiera
Tolverse á su tierra, donde está su familia.
Doña Francisca le miró con una expresión
indefinible con una mezcla de cariño y de horroi^
de un modo que sólo una mujer observadora y
penetrante habría podido comprender, y con-
testó:
— Señor, Bamon es buen hombre. Ojalá todos
fueran como él! Menos sufrirían las cautivas.
Yo, ¿para qué me he de quejar ? Dios sabrá lo
que ha hecho
Y esto diciendo, se echó á llorar sin recatarse.
Bamon dijo:
— Es muy buena la señora» — se levantó, salió,
y me dejó solo con ella.
Doña Francisca Zarate no tiene nada de nota-
ble en su fisonomía; es un tipo de mujer como
hsy muchos, aunque su frente y sus ojos revelan
cierta conformidad paciente con los decretos pro-
Tidenciales.
Está menos vieja de lo que ella se cree.
— ¿Y por qué no se viene V. conmigo, señora?
la dije.
— ^Ah! señor, me contestó con amargura, y
¿qué voy á hacer yo entre los crístianosP
— Pero reunirse á su familia. Yo la conozco,
está en la Carlota, todos se acuerdan de Y. con
fpnn cariño y la lloran mucho.
* — ¿Y mis hijos, señor?
- -Sus hijos...
— Bamon me deja salir á mí, porque real-
mente no es mal hombre; á mi al menos me ha
tratado bien, después que fui madre. Pero mis
hijos, mis hijos no quiere que los lleve.
No me resolví á decirle: — Déjelos V; son el
fruto de la violencia.
Eran sus hijos!
Ella prosiguió:
— ^Además, señor, qué vida seria la mia entre
los cristianos, después de tantos años que íolto de
mi pueblo? Yo era joven y buena moza cuan-
do me cautivaron. Y ahora ya vé. Estoy vieja.
Parezco cristiana, porque Bamon me permite
vestirme como ellas; pero vivo como india; y
francamente, me parece que soy más india que
cristiana, aunque creo en Dios, como que todos
los dias le encomiendo mis hijos y mi familia.
— Á pesar de estar Y. cautiva ¿cree en Dios?
— Y él qué culpa tiene de que me agarraran
los indios? la culpa la tendrán los cristianos que
no saben cuidar sus mujeres ni sus hijos.
No contesté: tan alta filosofía en boca de
aquella mujer, la concubina jubilada de aquel
bárbaro, me humilló mas que el soliloquio á pro-
pósito del fuelle.
Una mujer, joven y hermosa, demacrada, sucia
y andrajosa se presentó diciendo con tonada cor-
dobesa :
— ¿Usted será, mi señor, el Coronel Mansilla?
— ^Yo soy, hija, ¿qué quiere VdP
— Yengo á pedirle que me haga el favor de
hacer que los padrecitos me den á besar el cor-
don de nuestro padre San Francisco.
— Pues no ? con mucho gusto — y esto dicien-
do llamé á los santos varones.
Yinieron.
Al verlos entrar la desdichada Petrona Jof ré
se postró de hinojos ante ellos y con efusión fer-
viente tomó los cordones del Padre Marcos, des-
pués los del Padre Moisés y los besó repetidas
veces.
Los buenos franciscanos, viéndola tan angus-
tiosa, la exhortaron, la acariciaron paternalmen-
te y consiguieron tranquilizarla, aunque no del
todo.
Sollozaba como una criatura.
Partía el corazón verla y oiría.
Calmóse poco á poco y nos relató la breve y
tocante historia de sus dolores.
81
162
AMERICA LITERARIA
Doña Fermina conñrmaba todas sus refer^i-
oias.
La vida de aquella desdichada de la Cañada
Honda, mujer de Cruz Bustos, — era una yerda-
dera yiacrucis.
La tenía un hombre malísimo llamado Car-
rapí.
Estaba frenéticamente enamorado de ella; y
ella resistía con heroísmo á su lujuria.
De ahí su martirio.
— Primero me he de dejar matar, ó le he de
matar yo, que hacer lo que el indio quiere, decia
con expresión enérgica y salvaje.
Doña Fermina meneaba la cabessa y excla-
maba:
— Vea qué vida, señor!
Yo estaba desesperado.
¿ Que otro efecto puede producir la simpatía
impotente?
Nada podia hacer por aqueUa desdichada; nada
tenia que darle.
No me quedaba sino lo puesto.
Ni pañuelo de mano llevaba ya.
Doña Fermina me contó que Carrapí no que-
ría venderla para que la sacaran y que un cris-
tiano por candad la andaba por comprar.
El indio pedia por ella veinte yeguas, sesenta
pesos bolivianos, un poncho de paño y cinco chi-
ripaes colorados.
— ¿Y quién es ^se cristiano? le pregunté:
— Crisóstomo, me contestó.
— ¿ Crisóstomo. . . ?
— Sí, señor, Crisóstomo.
Crisóstomo era el hombre aquel que en Cal-
cumulen hubo de pasar á caballo por entre los
Franciscanos; que tanto me exasperó, que me
dio de comer después y me relató su interesante
historia.
Está visto, los malvados también tienen co-
razón.
Bien dice Pascal:
u'El hombre no es un ángel ni una bestia.
Es un ser indefinible, — hace el mal por placer
y goza con el bien.
En medio de todo es consolador m.
Me invitaron á pasar al toldo de Ramón.
Dejé á doña Fermina Zarate y á Petrona
Jofré con los franciscanos y entré en él.
La familia del cacique constaba de cinco con-
cubinas de distintas edades, una cristiana y cua-
tro indias; de siete hijos varones y de tres híju
mujeres, dos de ellas púberes ya.
Estas últimas y la concubina, que hacia cabe-
za, se habían vestido de gala para recibirme.
No hay indio ranquel mas rico que Bsmon,
como que es estanciero, labrador y platero.
Su familia g^asta lujo; ostentaba hennoBoe
prendedores de pecho, zarcillos, pulseras y oolk-
res, todo de plata maciza y pura, — ^hecho á mir-
tillo y cincelado por Ramón; mantas, hjtA j
pilquenes de ricos tejidos pampas.
Las dos hijas mayores se llamaban, — Comeñe,
la primera, que quiere decir ojo8 lindos^ de co-
me, lindo, y de ñe, ojos; Pichicaiun la segunda
que quiere decir, hoca chica, de pichicata ohioo,
y de ttn, boca.
Se habían pintado con carmín los labios, las
mejillas y las uñas de las manos; se habían som-
breado los párpados y puesto muchos lunaroitoe
negros.
Tanto Pichicaiun, como Comeñé, teman nom-
bres muy apropiados; la una se distinguía por
una boca pequeñita, lindísima; la otra, por nnos
grandes ojos negros llenos de fuego.
Ambas estaban en la plenitud del desarrciUo
físico, y en cualquier parte un hombre de buen
gusto les habria mirado largo rato eon placer.
Me recibieron con graciosa timidez.
Me senté, Ramón se puso á mi lado; sa mi-
jer principal y sus hijas en frente.
Las dos chinitas sabían que eran bonitis,—
coqueteaban como lo hubieran heoho dos oria-
tíanas.
Ramón es muy conversador, no me dejaban
conversar con él; el lenguaraz trabucaba sos
razones y las mías.
Qué maldita condición tienen nuestras caras
compañeras!
Con su permiso diré, — que son como los gztoa;
antes de matar la presa juegan con ella.
— Spañolü Spañolü grritó Ramón. EloanÜTO
blanco y rubio se presentó. Recibió órdenes, ae
marchó, y volvió trayendo cubiertos y platos.
Sirvieron la comida.
Yo acababa de almorzar, pero no podia rdin-
sar el convite que se me hacía. Me habria den-
creditado.
Comí, pues.
El cautivo no le quitaba los ojos a Bamon;
éste lo manejaba con la vista.
— ¿Cómo te llamas? le pregunté, creyendo qu»
SECCIÓN LlTERABIA^BBP^BLioA abgbntina
163
las palabras Spañol,! Spañol! tenían nna signi-
ficación araucana.
— Spañol, me contestó.
— Spañol, repetí 70, mirando á Mora 7 á Ba-
mon altematiyamente.
— Sí, señor, Sp^cd, — me dijo Mora, así les
TlamaTi á algunos cantÍTos.
— Spañol, afirmó Bamon, qne habia entendido
mi pregunta.
— Pero, ¿qué nombre tenías en ta tierra? le
pr^TQi^té al cautivo.
— Ko sé, se me ha olvidado; era mn7 chico
cuando me trajeron, repuso.
— ¿De dónde eres?
—No sé.
— ¡Cómo no has de saber! ¿Te han prohibido
que digas tu verdadero nombre 7 el lug^ en
dónde te cautivaron P
— No, señor.
— Si no ha de saber nada, señor, dijo Mora;
por eso le llaman Spañol — hasta que sea más
grande 7 le den nombre de indio.
— ¿Y esa es la costumbre?
— Sí, señor.
—¿Pregúntele á Bamon, qué quiere decir
Spañol?
Bamon contestó:
— Spañol, quiere decir, — de otra tierra.
En esto estábamos, cuando el capitán Bivada-
via se me presentó 7 hablándome al oído me dijo):
Que Crisóstomo acababa de llegar de Leubucó
7 que á su salida se decía allí que habia habido
invasión por San Luís.
Le pedí permiso á Bamon para retirarme, co-
municándole la ocurrencia, me retiré, 7 un mo-
mento después el capitán Bivadavia se separaba
de mí con una carta bastante fuerte para Mariano
Le ezijía en ella el castigo de los invasores,
apo7ándome en el Tratado de paz, 7 le decía que
en la Yerde esperaba su contestación : que á la
tarde estaría allí.
Bamon vino á hablar conmigo 7 me manifestó
n disgusto por el hecho; me dijo que habia de
ler Wenchenao, calificándolo de gaucho ladrón j
me preguntó que á qué hora pensaba ponerme
en marcha.
Le dije que en cuanto medio quisiera ladear
^ sol, — estilo gauchesco, que vale tanto como
después de las doce.
Me hiio presente que entonces habia tiempo
de carnear una res gorda 7 unas ovejas para que
llevara carne fresca.
Le espresé que no se incomodara, 7 me hixo
entender que no era incomodidad sino deber 7
que estrañaba mucho que Mariano Bosas me
hubiera dejado salir de Leubucó sin darme carne.
En efecto, de allí habíamos salido con una
mano atrás 7 otra adelante — resueltos á comer-
nos las muías.
To habia hecho el firme prftpósito de no pedir
qué comer á nadie.
Era una cuestión de orgullo bien entendido,
en una tierra dónde los alimentos no se comr
pran; dónde el que tiene con necesidad pide ton
vuélixí.
Trajeron una vaca gorda 7 dos ovejas; mandé
á mi gente á carnearlas 7 entramos con Bamon
en la platería. ' .
EL indio me habló así:
— To S07 amigo de los cristianos, porque me
gusta el trabajo; 70 deseo vivir en pai, porque
tengo qué perder; 70 quiero saber si esta pai
durará 7 si podré ir con mi indiada al Cuero que
es mejor campo que éste.
Le contesté:
— Que me alegrraba mucho de oirle discurrir
así; que eso probaba que era un hombre de jui-
cio.
Añadió:
— 'To conozco la razón; ¿Yd. cree que no me
gastaría á mí vivir como Coliqueo? ¡Pero cuándo
van los otros!
Están mu7 asustadizos! Es preciso que pase
mucho tiempo'para que le tomen gusto á la paz.
To repuse:
— Entonces, ¿Yd. cree que es mejor vivir to-
dos juntos 7 no desparramados?
— ¡Ta lo creo! me contestó, viviendo así tan
lejos unos de otros, todos ]soii "perjuicios, no ha7
comercio.
Llegaron algunas visitas. Tuve que recibir-
las. Entre ellas venia el padre de Bamon, un
indio valetudinario 7 setentón. Me contó su vi-
da, sus servicios, me ponderó sus méritos, con
un cinismo comparable solamente al de un hom-
bre civilizado, me dijo que habia abdicado en su
hijo el gobierno de]la tribu, porque Bamon era
como él; me hizo] mil ofertas, mil protestas de
amistad 7, por último, me pidió un «baquetón
de paño forrado de ba7eta.
Me avisaron que la carneada estaba hecha;
164
AMÉRICA LITERARIA
mandé arrimar las tropillas y le previne á R*-
mon qae ya pensaba marcharme; á lo cual con-
testó qne yo era dneño de mi voluntad, qne,
jcómo había de ser! sino podía hacerle nna vi-
sita mas larga y qne iba á tener el gusto
de acompañarme con algunos amigos hasta por
ahí.
Le di las gracias por su fineza, le manifesté
que para qué quería incomodarse; que no hiciese
ceremonias, y me respondió que no había inco-
modidad en cumplir con un deber; que quizá no
nos volveríamos á ver.
To no tenia qué replicar.
Pensé un momento para mis adentros, que en
Carrilobo soplaba un viento mucho mejor que en
Leubucó, como que Ramón no tenia á su lado
orístianos que le adularan; que era el indio más
radical en sus costumbres, el que me había reci-
bido más á la usanza ranquelina; era el que se
manifestaba á mi regreso más caballero y cum-
plido, y acabé por hacerme esta pregunta: — ¿el
contacto de la civilización será corruptor de la
buena fé primitiva?
Sentí el cencerro de las tropillas que llega-
ban, mandé ensillar y le dije á Ramón:
— Bueno, amigo, jqué tiene que encargarme?
— Necesito algunas cosas para la platería, me
contestó.
— ^To se las mandaré, y ei<to diciendo saqué
mi libro de memorias para apuntar en él los en-
cargos, añadiendo, ¿qué son?
— TJn yunque.
— Bueno.
— Un martillo.
— Bueno.
— Unas tenazas.
— Bueno.
— Un tomo.
— Bueno.
— Una lima fina.
— Bueno.
— Un alicate.
— Bueno.
— Un crisol.
— Bueno.
— Un bruñidor.
— Bueno.
— Piedra lápiz.
— Bueno.
— Atíncar.
Ramón había ido enumerando las palabras an-
teriores sin necesidad de lenguaraz, pronuneiáa.
dolas correctamente.
Al oír decir atíncar, le pregrnnté:
— Atíncar?
— Sí, atíncar, repuso.
— Dígame el nombre en lengona cristiana.
— Así es, atíncar.
Iba á decirle: ese será el nombre en artuet-
no; pero me acordé de las lecciones que acabibt
de recibir de mi humillación en presencia del
fuelle, do mi humillación ante Doña Fermint,
discurriendo como un filósofo consumado y en
lugar de hacerlo, le pregunté:
—Está Vd. cierto?
— Cierto, atíncar es; así le llaman los cldle-
nos, y esto diciendo se levantó, se acercó á la
fragua, metió la mano en un saquito de cuero
que estaba colgado al lado de la orqueta de ims
tijera del techo y desenvolviéndolo y pasándo-
melo me dijo :
— Esto es atíncar.
Era una sustancia blanquecina, amarga Qomo
la sal.
Apunté atíncar, oonvenoido de que'la palabra
no era castellana.
En cuanto llegué al Rio 4^, uno de mis pri-
meros cuidados fué tomar el diccionario.
La palabra atíncar trotaba por mi imagi-^
nación.
Atíncar, hallé en la página 82, maaonlino,
véase bórax.
— ¡Alabado sea Dios! exclamé. Yo sabia lo
que era bórax; sabía que era una sal qne se
encuentra en disolución en ciertos lagos; salni
que en metalurjía se la empleaba como funden-
te, oomo reactivo y como soldadura.
— ¡Loado sea Dios! volví á esclamar, que así
castiga sin palo ni piedra.
Tanto que declamamos sobre nuestra sabidu-
ría, tanto que leemos y estudiamos!
¿ Y para qué ?
Para despreciar á un pobre indio, llamándole
bárbaro, salvaje; para pedir su esterminío, por-
que su sangre, su raza, sus instintos, sus aptita-
des, no son susceptibles de asimilarse con nuestra
civilización empíríca, — que se dice humanitsriai
recta y justiciera, aunque hace morir á hierro
al que á hierro mata, que se ensangríenta por
cuestión de amor propio, de avarícia, de engran-
decimiento, de orgullo; que para todo nos pre-
senta en nombre del'dereoho el filo de una espade»
SECCIÓN LITERARIA— EEPÓBLIOA argentina
161
en nna palabra, que mantiene la pena del talion,
porque ai yo mato me matan; qne, en definitiva,
lo que mas respeta es la faerza, desde que cual-
quier Breno de las batallas ó del dinero es capas
de bacer inclinar de su lado la balanza de la
justicia.
. |Ab! mientras tanto el bárbaro, el salvaje, el
indio, ese qne reobazamos j despreciamos, como
d todos no derivásemos de nn tronco coman,
como si la planta hombre no fuere única en sn
especie, el dia menos pensado nos prueba que
somos muy altaneros, que vivimos en la ignoran-
cia de una vanidad descomunal, irritante, que
ha penetrado en la oscuridad nebulosa de los
cielos con el telescopio, que ba suprimido las dis-
tancias por medio de la electricidad y del vapor»
que volará mañana quizá, — convenido; — pero que
no destruirá jamás, hasta aniquilarlo, una sim-
ple partícula de la materia, ni le arrancará al
hombre los secretos recónditos del corazón.
Todo estaba pronto para la marcha.
Me despedí de la familia de' Ramón, cuyas
hijas, apartándose de la costumbre de la tierra,
nos abrazaron y nos dieron la mano, regalándo-
les sortijas de plata á algunos de los que me
acompañaban.
En seguida marché; me acompañaba Ramón
y cincuenta de los suyos al s<Sn de cornetas.
Bamon montaba un caballo bayo domado
por él.
Parecia un animal vigoroso.
— ^Yo no soy haragpan, me dijo. Yo mismo
domo mis caballos; me gusta mas el modo de los
indios que el de los cristianos.
— ¡Y qué! ¿doman de otro modo Vds. P le pre-
gunté.
— Sí, me contestó.
— ¿Cómo hacen?
— Nosotros no maltratamos al animal; lo ata-
mos á un palo, tratamos de que pierda el miedo,
no le damos de comer si no deja que se le acer-
quen; lo palmeamos de á pié; lo ensillamos y no
lo montamos hasta que se acostumbra al recado,
hasta que no siente ya cosquillas; después lo
enfrenamos; por eso nuestros caballos son tan
briosos y tan mansos.
Los cristianos les enaeñan más cosas, á trotar
más lindo; nosotros los amansamos mejor.
— Hasta en esto, dije para mis adentros, los
bárbaros pueden darles lecciones de humanidad
á loa que les desprecian.
Ramón me habia acompañado como una legua.
— Hasta aquí no más, le dije, haciendo alto.
— Como guste, me contestó.
Nos dimos las manos, nos abrazamos y nos
separamos.
Su comitiva me saludó con un ¡burra!
— I Adiós! ¡adiós! gritaron varios á una.
— ¡Adiós! ¡adiós, amigo! gritaron los otros.
Y ellos partieron para el Sur y nosotros para
el Norte, envueltos en remolinos de arena, que
oscurecían el horizonte como negra cortina.
Mi cálculo era llegar á la Yerde al ponerse el
sol.
Llegué á un campo pastoso é hice alto un
momento; la arena nos ahogaba.
Lucio V. Mansilla.
Coronal de la Bepúblie» j EMritor.
EL IDIOMA NACIONAL
(Fragmento)
¿ Cómo pretende la E-eal Academia de la len-
gua conservar castizo y puro el idioma español,
si deja fuera de su recinto y lejos de su acción
á las naciones hispano-americanas P
¿ Por qué no convoca de tiempo en tiempo un
Congreso Lengüístico Español, para que el Dic-
cionario y la Gramática de la Academia, sean
el resultado del estudio de todas las naciones de
la misma habla P
¿ Le bastaría por ventura á la España la glo-
ria de haber estendido su hermoso lengpuaje en
el Nuevo Mundo, para que desdeñe á estos
pueblos y les niegue participación en obra que
debe ser común] á sus hermanos en sangre, en
costumbres y lenguaje, como dice el señor Hart-
zenbuschP
Es evidente que la iniciativa en esta materia
debe partir del gobierno español; pero no es me-
nos evidente la conveniencia y la necesidad de
apoyarla, por parte de todos los pueblos de la
misma lengua. Lejos de que la conservación
castiza del idioma pueda ser traba para el des-
envolvimiento de la civilización de los estados
hispano-amerícanos, por el contrarío seria medio
eficaz para su progreso, para su cultura, para su
perfeccionamiento intelectual: seria un nuevo
lee
ÁMÉEicA Literaria
YÍnoulo que los nniria por el trabajo coman en
oonservar pura, y enriqueciéndola siempre, la len-
gona nacional. En vez de introducir la anarquía
j el desorden en la ortografía y la gramática, y
como consecuencia la corrupción del lenguaje,
aceptando modificaciones arbitrarias é ilógicas,
bajo el frivolo protesto de necesidades extrañas y
nuevas á la metrópoli antigua — la razón aconseja
que esta y las que fueron sus colonias, acepten
las voces nuevas con que incesantemente se enri-
quecen y aumentan las lenguas vivas, para que
se conserve en la estructura y giro de la frase y
en la ortografía, la posible uniformidad: la pureza
del lenguaje nacional, hermoso y rico, por otra
parte, pero de ninguna manera estacionario.
Descuidos indisculpables en algunos estados
americanos, han dejado que extranjeros poco
versados en el conocimiento é índole de la len-
gua española, fuesen profesores en las escuelas
primarías. De manera que los niños han apren-
dido en fuentes impuras el conocimiento de la
gramática, y es esta causa originaria é innega-
ble, la que ha producido principalmente el des-
parpajo en la frase, los galicismos frecuentes,
los giros extraños, las palabras extranjeras y los
vocablos con sentido diferente del que por su
etimología representan; á pesar del altísimo
crédito y fama de que gozan los escritores cas-
tizos, como el venezolano don Andrés Bello ^'^K
La lectura de obras en idiomas extranjeros y la
consider&ble inmigración en Buenos Aires, han
contribuido á la corrupción del lenguaje; pero
no son la causa única, puesto que Bello, clasifi-
cado de maestro, residió en Londres 19 años y
oonocia el inglés y el francés, en cuyas litera-
turas era versado.
Nueva Granada, México, el Perú y Colombia,
sin embargo, reaccionan contra este culpable
abandono, y últimamente el Gobierno Nacional
Argentino, inspirándose en la buena doctrina,
ha modificado los reglamentos de los colegios
nacionales, dedicando al estudio de la lengua
materna el interés y la atención que merece en
todo pueblo .culto.
La Academia Española, «que es, respecto á
la lengua, como decia don Patricio de la Esco-
cí) El señor don José M. Bojas, miniítro de Venezuela en
España, llama 4 Bello "príncipe de los poetas y escritores
del nuevo mundo". "Bello, dice Cánovas del Castillo, es uno
de los mas nundes poetas que hayan pulsado la lira castella-
na, es también de los mejores maestros de la lengua y estilo '
que jK>damos señalar en la antigua y moderna literatura
española".
Bura, en primer lugar, un gnu jurado que, pre-
vio examen, declara, pura y simplemente, u
hecho á su parecer evidente: tal voi no se un
ya: tal otra perdió su primitiva significaoioii, 7
la tiene hoy nueva: este neologismo adqmrii
entre nosotros carta de naturaleza, estotro no It
merece'/: la Academia, decía, ha tomado mit
honrosa iniciativa. Ha empelado por nombrar
cuarenta y un miembros correspondientes ea It
América que fué española. «De esta breve noti-
cia estadística resulta oon evidencia, deoia é
señor Escosura: primero, que los literatos, tanto
del norte como del centro y sur de la Américt
que fué un tiempo parte de la monarquía cas-
tellana, se asocian oon gusto á la Academia Es-
pañola; y segundo, que la Academia misma,
apreciando en su justo valor la oooperaoioiL de
aquellos, los llama á su seno en la forma posible
y en mucho mayor número que cualesquiera otioi
extranjeros, u
No creyó, empero, bastante eficaí este medio
para mantener la unidad y pureza del lenguaje,
y por la noble y dignísima iniciativa de los Srei.
Hartzenbusch, Puente y .^»ecechea, y algim
otro, propusieron la formación de Academias
Americanas, correspondientes de la Academia
Española. Este pensamiento, previo examen lie-
cho por una comisión nombrada por la misma
Asociación, fué aceptado, dándole formas prácti-
cas, porque reconociendo que los hispano-amerí-
canos son tan extranjeros como los alemanes ó
los franceses, no puede negarse que el idioma
español, como lengua materna, es de forsost en-
señanza en las repúblicas americanas, y que por
tanto no debian quedar fuera de aquel centro
lengüístico, naciones cuya población asciende i
mas de diez y ocho millones de habitantes de la
misma lengua.
Los americanos ilustrados comprendieron cnan-
to interesaba al bien común, el mantenimiento
de la lengua madre, que en nada afecta á la na-
cionalidad el conservarla castiza y pura; y se
han formado ya la Academia Colombiana en
Santa-Fé de Bogotá, la Ecuatoriana en la an-
dad de Quito y en México la de aquella repúblioa.
Cito complacido estos hechos de nobilísima fra-
ternidad, porque sirven para desvanecer las
preocupaciones engendradas por mezquinas sus-
ceptibilidades, que han perturbado á espiritas
esclarecidos, al sostener que es ofensivo á las
nacionalidades de América, la oonservadon oii'
SECCIÓN LITEEABIA— BEPijBLicA argentina
167
dadoM de 1a hermosa lengua de naestros proge-
nitores. Yerdad que son pocos los que taleB ideas
propalan, puesto que, hasta para injuriar á la
Academia, se servian del lenguaje cnyo brillo 7
pnreía conTiene conserrar.
«Escaso podrá parecer, decia el señor Esco-
lara, á primera vista, ese número de Academias
con relación al que convendría qne en Amcríca
hubiera; mas si se consideran las preocupaciones
que ha habido qne vencer, la distancia qne de
aquellas naciones nos separa, y sobre todo, las
incesantes vicisitudes porque en estos últimos
IDOS han pasado, así las repúblicas hispano-
americanas como su antigua metrópoli, no se
me figura que aventure nada en decir que debe-
mos felicitamos de los resultados obtenidos, que
son realmente superiores á las esperanzas que al
comeniar la empresa pudieron realmente conce-
birse, y en fin, que en su virtud, no es temerario
prometerse, en un porvenir no muy lejano, la
realisacion completa del noble deseo de la Aca-
demia: restablecer en lo literario la unión polí-
ticamente rota entre España y Ajnérica, para
que pueda decirse «que en los dominios de la
lengua de Cervantes el sol nunca se pone, u
Pretender que la lengua española, solo por
haber sido la de los conquistadores, deba con-
vertirse en dialectos peculiares á cada República,
es una idea atrasada y poco en armonía con las
necesidades de la civilización moderna, que, ha-
ciendo fáciles las comunicaciones por medio del
v^or y del telégrafo, ha borrado las fronteras
y condenado los odios internacionales. De mane-
ra que hoy mas que nunca se han aumentado los
lectores en la lengua española, que es la general
en la América, y de ahí la necesidad que el libro
impreso en Lima, México, Quito, Buenos Aires
é Bogotá pueda leerse en Madrid, y vice- versa.
Chile, que intentó modificar la ortografia de la
lengua materna se convenció de que era un pro-
yecto falaz, y volvió en parte noblemente sobre
sos pasos. En todos los demás poises americanos,
es la ortografia de la Academia Española la que
se enseña, y la que se observa en todas sus pu-
blicaciones.
¿Qué razón positiva, qué conveniencia racio-
nal podría alegiurse para no estudiar el lenguaje,
puliendo el estilo y limpiándolo de las impurezas
y galicismos, producto de malos hábitos? ¿Acaso
la lengua española es una traba para el vuelo
libre y fecundo del pensamiento? De ninguna
manera : hablar y escribir correctamente es un
distintivo de cultura, tan apetecido en las repú-
blicas como en las monarquías. Esto no quiere
decir que se vuelva la vista al pasado para bus-
car únicamente en los antiguos clásicos españo-
les, modelos y ejemplos, puesto que los idiomas
esperimentan transformaciones inevitables; pero
son los hombres instruidos, los literatos, ya reu-
nidos en Academias, ya por su esfuerzo personal
y aislado, los que pulen y autorizan esas trans-
formaciones, de acuerdo con la índole caracterís-
tica del idioma: no son los maestros ignorantes,
no son los malos traductores, los que pueden dar
carta de naturaleza á este neologismo, á tal
vocablo extranjero, á tal giro inusitado. Esa
transformación es la obra común, presidida y
dirígida por los escrítores eminentes ó por las
Academias.
La Academia Española, como lo he manifesta-
do, ha empezado á abrír sus puertas á ameríca-
nos distinguidos, que han aceptado este honor»
que permite traer á un centro común las fuer-
zas intelectuales de la antigua metrópoli y la de
las colonias emancipadas. Pero esto no es bas-
tante, y por ello creo necesarío promover la
reunión de un Congreso del lenguaje español.
Y tanto mas necesario me parece, cuanto que,
las lenguas amerícanas han incorporado multi-
tud de vocablos al idioma de los conquistadores,
enríquecíéndolo así, y desde luego no puede des-
deñarse el concurso que la Ajnéríca puede y debe
prestar, para la mayor cultura y bríllo de la len-
gua española y para su conservación castiza.
// Y si toda lengua, como dice el Sr. Hartzen-
busch, lleva en sí el germen de su desorganiza-
ción y á la par el principio de un desarrollo
nuevo *t — (i por qué razón los amerícanos rehusa-
rían la labor común en un Congreso del lenguaje
español?
¿Sería posible que ocurra al buen sentido que,
por conocer y aprender las lenguas extranjeras,
no se debe estudiar cuidadosamente la propia,
contentos con hablarla según la nodriza y la ni-
ñera la enseñaron ?
u Para aumentar el caudal de nuestra lengua
materna, dice el Sr. Hartzenbusch. necesitamos
lo primero, saberla bien: mal podemos conocer
lo que le falta, sino averíguamos con escrupulo-
sidad qué es lo que tiene u.
Los galicismos de construcción y de régimen
y la mania de españolizar vocablos extranjeros
168
AMEBIOA LITERARIA
ouando hay voces propias en la lengua nacional,
es vicio comnn en la metrópoli y en las repú-
blicas americanas; no es el resoltado del cmza-
miento de las razas, como alguien ha pretendido,
sino de la ignorancia del idioma. ¿ Hay por ven-
tura conveniencia en desdeñar el conocimiento
del lenguaje nacional, solo porque se hablen
otras lenguas P ¿ Se ataca acaso á la libertad y
á la independencia, se traba el libre examen, por
hablar y escribir correctamente, imitando, por
ejemplo, al americano Bello?
En apoyo de cuanto expongo voy á reproducir
la opinión del americano D. Antonio Flores.
Dice: ^Después de espresar el autor de la His-
toria del Ecuador (Pedro Fermin Cevallos), con
las galas de su brillante estilo, el entusiasmo
que le causa la invitación de la Academia Espa-
ñola, manifiesta la ventaja de que las quince
repúblicas, levantadas en el nuevo continente
sobre las ruinas de la dominación de CastiUa,
como también la hermosa isla, patria de la Ave-
llaneda y del malogrado Plácido, constituyan
diez y seis Academias que concurran con la de
Madrid á la formación de un diccionario comple-
to de la lengpua . . . Prescindiendo de la antigua
metrópoli, de la cual parece nos apartamos cada
dia mas y mas, especialmente las repúblicas del
Pacífico, así en punto á idioma como en relacio-
nes de todo género, cada estado hispano-ameri-
no tiene sus idiotismos peculiares y espresiones
propias, derivadas con frecuencia del idioma in-
dígena predominante, quichua, aymara, pehuen-
che, guaraní ó azteca. Tal voz de uso familiar
en una república, es no solo desconocida en la
otra, sino, lo que es mucho peor, empleada á
veces en un sentido inculto ó deshonesto, i'ara
no esponerse á horripilar á las damas, el viajero
procedente de los antiguos Estados de Colombia
á las repúblicas del sur, deberá consultar ante
om/nia, — u Diccionarios de Provincialismos y
sobre todo, la nomenclaiara vergonzante, que
deberá ir anexa. De lo contrario, las frases mas
honestas y castizas, como: ¿la he cogido á F.
descuidada?... pueden hacerle cerrar para siem-
pre las puertas de la buena sociedad ^.
u Si no establecemos lazos de unión y frater-
nidad literaria, levantaremos poco á poco una
verdadera torre de Babel, en la cual para no
entenderse, opina un amigo mió, no debió haber
menester de confusión de lenguas, sino pura y
simplemente de hablar todos el español. Las dife-
rentes acepciones de las voces en los dÍTenoi
estados latino-americanos, al paso que nos dariía
la clave para la cifra de su lenguaje familiv,
contribuirían mas que las decisiones de la Aca-
demia Española, á fijar el verdadero sentido de
las palabras...''
u Por mas que clamen los conservadores filo*
lógicos, el gran mecanismo de la dvilisadoa
requiere la asimilación de nuevas palabras, y d
abandono de otras inútiles. Los esfuerzos pan
detener la oorríente invasora de nuevos nedo-
gismos serán tan inútiles como los del Tiejo
Catón que, después de haber batallado toda sa
vida contra la invasión helénica, se puso si fií
él mismo á aprender el griego que detestaba.'
Considero en vista de estas necesidades, que
no debe juzgarse irrealizable la convocatoria é»
un Congreso del leng^uaje español, oomo el que
propongo, cuando en París acaba de reimine
con gran provecho un Congreso Internacional
de las Ciencias Geográficas, otro se ha rennido
en Bruselas para las ciencias médicas, y doi
veces se ha reunido el Congreso Internacional
de Amerícanistas, reuniéndose por último en Fi-
ladelfia y luego en Londres, un Congreso de
bibliotecarios.
Este movimiento científico de carácter inter-
nacional es un rasgo que caracteriza la época
presente, que en vez de localizar y circunscri-
bir los conocimientos á las divisiones polítioaa,
tiende, por el contrario, á generalizarlos y ar-
monizarlos. Y entonces creo poder decir con la
autoridad del ejemplo, que es en la actualidad
mas que nunca conveniente y necesario, conser-
var la pureza del idioma por su cultura y ni
cuidadosa y esmerada enseñanza, para mantener
las fáciles comunicaciones con los pueblos de
nuestro mismo lengpuaje, en vez de aspirar men-
guadamente á convertirlo en dialectos mas 6
menos oscuros, que arraigarian el aislamiento,
que es contrario á la civilización cosmopolita
moderna. Sostengo por esto, la conveniencia de
que el Diccionario y la Gramática de la Acade-
mia reciban la sanción de un Congreso del len-
guaje español.
Mr. Laboulaye decia en Paris, con motiro de
la estatua de la libertad en los Estados-Unidos,
como un faro colosal, estas palabras: ''El Canadá
ha permanecido fiol al recuerdo de la madre
patria: conserva piadosamente su lengw^e^ sos
leyes y sus costumbres; pero veréis que las neo^
SECCIÓN LITERARIA— BBPtjBLicA abobntina
169
sídades de la América le han dado la práctica
de la libertad, 7 que nuestros canadienses se
entienden también para gobernarse á sí mismos
como los americanos u,
Y bueno es recordar que la población del Ca-
nadá ha aumentado de una manera prodigiosa:
tenia 02,000 habitantes como colonia francesa 7
ho7 cuenta con 1.200,000 almas. Este hecho
prueba que la inmigración no es un elemento
disolvente para la lengua materna, cuando se
cuida de enseñarla en las escuelas, de cultivarla,
de purificarla por los escritores que se distin-
guen, 7, sobre todo, que los pueblos libres oon-
lervan piadosamente el lengueje de la madre
patria, sin que por esto sean serviles 7 atrasados.
Tícente G. Quesada.
Abogado j Pablioista.
EL CENTENARIO DE BROWN
(22 de Junio de 1777 J
"...Son nom Mt du» tontea les bonohet...
Jámala che< luí IHntérét ne balanw rbon>
nenr... Valnqoeur du Bréail et de quatre
oenta Taiaaeaox, 11 mourut daña la médto-
crité "
Thomui— Eloge de Dngnajr-Trontn.
El tiempo en sus eternas evoluciones marca
este dia en que vino al mundo Guillebmo
Bbowk, la primera gloria naval de la Repú-
blica, en la guerra de su emancipación 7 en la
campaña del Brasil.
Pocos mortales tan favorecidos como él por
los caprichos de la suerte, durante una vida
entera consagrada al mar 7 á los combates.
Abierto el drama revolucionario, es el prime-
ro que en 1814 logra forzar la portada de gra-
nito de Martin Ghurcia, prólogo feliz del Buceo
de la Luz, en cu7as aguas quedó sellada con
brillo extraordinario la campaña de Oriente.
El fué el primero que en 1815 montaba el Ca-
bo de Hornos, ese cuartel general de las borras-
cas australes, para llevar á las pla7as del Pacífico
habitadas por esclavos, el fausto mensaje de
libertad que anunció con sus cañones, izando á
la luí opaca de la región polar ó bajo los círcu-
los calientes del ecuador, nuestros colores teñi-
dos con el azul de los cielos 7 la blancura de las
nieves, 7 que el mundo vio pasar como una
visión de gloria 7 de heroísmo!
Todavía es el único que en el Plata 7 en el
Atlántico, sin mas recursos que los del ingenio,
sin mas elementos que su valor 7 su constancia,
enfrena el orgullo tradicional de otro monarca
europeo, 7 sus hazañas merecen el aplauso de
aquella lira de cuerdas metálicas que resonaron
como clarines cuando ardia Cangallo...
♦ ♦
La Gran Bretaña eri je estatuas 7 llora incon-
solable á Nelson del Nilo, su hijo favorito, hon-
rando también la memoria de Effingham y
Drake, domadores de la Invencible; de Rodney,
vencedor de Grasse; de Howe, salvador de Gi-
braltar; de Jervis, triunfante sobre el Cabo de
San Yicente; de Collingwood, ilustrado en el
de Traf algar ; de lord Exmouth, humillador del
arrogante De7 de Argel.
Yenera la Francia el bronce perdurable de
Lucas, el único que halló digno de ella en las
aguas sombrías de Trafalgar, á la vez que se
ufana de haber producido á Duqueane, vencedor
generoso de Ru7ter; á Tourville, que ^vencido
en la Hogue, muestra los destellos del genio en
su celebrado crucero de alta mar; á Jean Bart,
el hazañoso corsario de Dunkerque; á Forbin, á
quien despedía un ministro de Luis xiy, dicién-
dole: Solo á vos y á Turenne se ha dado caria
blanca en Francia; á Dugua7-Trouin, conquis-
tador de Rio Janeiro; á d'Estrées, que en Yelez-
Málaga fulmina el postrer refiejo de gloria de
la armada de aquel gran príncipe; á la C^llis-
soniére, que bate á B7ng en Mahon 7 motiva su
arcabuceamiento; al científico d'Orvilliers, que
en Ouessant devuelve la libertad á los mares del
globo 7 es cantado por Gilbert como el regene-
rador de la marina de su patria; á D'Estaing,
hábil en la guerra de América, victorioso en
Granada, 7 recompensado ¡a7! con el tajo de la
guillotina . . . ; á Guichen, su afortunado sucesor
en las Antillas; á Suffren, admirado por su
campaña de la Lidia; á los indomables republi-
canos del Vengueur du Peuple que abrazados de
su bandera se sumerjen en las tinieblas del abis-
mo; á de Linois, memorable en Algeciras.
Ei<paña se envanece con los nombres de Juan
de Austria, que en Lepaoto afirma la Cruz sobre
la Media Luna; de Navarro, que queda dueño
del disputado Cabo Sicié; de Blas de Lezo,
22
170
AMÉRICA LITERARIA
ínclito defensor de Montevideo y Cartagena de
Indias; de Baroeló, terror del agareno; de Ma-
zarredo, táctico oonsnmado; de Gravina, víctima
expiatoria de Trafalgar.
Se gloría la Italia en ser madre de los pala-
dines de Lepanto, Marcantonio Colonna, y Do-
ria; de Caracciolo, sacrificado á la perfidia de
nna reina; y del caballeresco Fáa di Bruno, que
en dias menos lejanos, con el dolor de la derrota,
empaña la pistola de combate y al dispararla
sobre su sien, exclama: un comandante soccombe
col 8U0 bastimento !
La pequeña Holanda, agazapada tras de sus
diques, con el recuerdo embriagador de otro
tiempo, saborea en silencio la fama de Ruyter,
caido en su defensa en las aguas de Siracusa;
de Van Tromp, que convertido en monarca del
mar, paseaba una escoba de reto por las bocas
del Támesis — ^y de aquel abnegado Patry, quien
antes que rendirse á los españoles, se envuelve
tranquilamente en su bandera y al echarse al
Atlántico, dice á sus oficiales que intentan dete-
nerle : El Océano es el único sepulcro digno de un
almirante bátavo !
Los tres reinos de origen escandinavo reve-
rencian la memoria del comodoro Fischer, el
defensor inteligente de Copenhague y de la coa-
lición del Norte en 1801.
Rusia hizo feliz á Heyden, que honró sus
armas en Navarino.
La Turquía á Jair-eddin, aquel bajá de tres
colas, rival y vencedor de Doria, azote de la cris-
tiandad y digno hermano de Barbarroja.
Grecia de Salamina ya regenerada, proclama
á Miaulis, su archi- na varea, y á Constantino
Kanarís, su viejo león de la guedeja nevada,
cantado por Byron, Hugo y Lamartine.
El Austria ennoblece 4 Tegetthoff, que obtie-
ne en Lissa el tridente del Adriático, y Portu-
gal con la trompa épica de Camóes perpetúa los
hechos de Martin Affonso de Souza.
Si en seguida recorremos los almirantes de
mayor nombradía en el hemisferio americano,
Paul Jones y David Glascoe Farragut, susten-
tan en primera línea la diadema naval de los
Estados- Unidos en la conñuencia de este y el
pasado siglo.
Colombia (porque México no tuvo héroes de
Neptuno), nombra con engreimiento á Brion,
el compañero de Bolívar, y á Padilla el vencedor
de Laborde.
El Perú, á Martin Jorge Guise, émulo de
Cochrane, muerto en el Guayas.
Chile, á Cochrane apresador de la Esmeralda,
y á Blanco Encalada de la Marta Isabel,
El Brasil, rinde justicia i los méritos de Taj-
lor y de Grenfell, sus primeros marinos en li
campaña del Norte y en la guerra del Sur.
T la República Argentina, ¿qué ha heebo
por GUILLERMO BROWN, cuyos serricioí
y merecimientos puede oponer sin rubor á loe
de cualesquiera de los nombrados?
Hablen los vivos... ante los que repercnten
ya los ecos de su posteridad !
El patriota que desde los albores de Mijo
desnuda el acero que debía ser fértil en empre-
sas memorables : el vencedor de Romarate en las
aguas del Guazú y de Sierra en las de Monten-
deo; el que vencido en el Guayas remoto, ee
lanzaba á sus corrientes plagadas de caimanee
sin mas escudo que la bandera de 1812; el lau-
reado en los Pozos; admirado el 30 de Jnlio;
condecorado en el Juncal; y el que sobrevive al
duelo cruento de la Ensenada para decir al pue-
blo de Buenos Aires, mostrándole sus carnee
magulladas por el plomo de invasor estranjero:
Compatriotas! vuestra estimación es el hum dnUe
premio á que podría yo aspirar. Mi vida es vuss-
ira, y rendirla por la gloria del país, es mi pri-
mar deber! ... duele confesarlo... seextíngniéen
la soledad, en la melancolía, allá, en los snbor-
bios de la ciudad que fuera el encanto de su vida,
el objetivo de sus servicios ínclitos, y por coya
honra luchó con la coalición tremenda de loe
hombres y de los elementos, venciendo á loe
unos, domando á los otros!
T como si esto no fuera bastante, su viada
Elisa Chittt, hermana de uno de los eafona-
dos de Maracaibo, retírase de la vida ya octoge-
naria, el 26 de julio de 1868, con el deaconsnelo
de haber tenido que enagenar, llorando el egoie-
mo de los gobiernos, el único patrimonio de sus
hijos, la quinta histórica en que su esposo ex]ia-
lara el postrer suspiro, ¡quién lo creyera! para
costear esa modesta columna fúnebre, que señala
á propios y estraños el lugar de su eterno des-
canso ! . . .
Así es la justicia humana; y tenían raion los
antiguos paganos, cuando compararon con sus
dioses á los varones insignes, porqae los colma-
ban de beneficios sin esperar recompensa.
Figurando en épocas de vicisitudes y calamL
SECCIÓN LITERABTA— SEPÚBLicA aboen!MMá
171
dades, en que los huracanes políticos y las pasio-
nes embraTecidas imprimen á los hombres el
delirio de la reTolncion 6 las flaquezas de la
lealtad — ¿qué estraño, si Brown comete errores,
alucinado por su criterio ya enerrado, cuando
faé su rumbo constante el deber y el sacrificio
por la patria?
Nelson mismo los cometió mayores en Ñapó-
les, seducido por una beldad tan frágil como
intrigante ; pero la Inglaterra, justiciera é in-
dulgente, solo recuerda á Abou-Qyr y Trafalgar
— ^y corriendo sobre ellos un sudario de púrpura,
abre á sus despojos triunfantes el panteón de
los soberanos, la abadía de Westminster y le
erige en u Trafalgar sguare u una columna ros-
tral, altísima como su gloria!
Pero la sombra de Brown era demasiado pro-
minente para que los furores que suelen agitarse
en las democracias contra los grandes, dejaran
de dirigirle sus tiros impíos.
Soporta prisiones, consejos de guerra, destitu-
ciones, amargos desencantos ... y en la miseria»
con el espíritu acongojado por la calumnia y la
ingratitud, que eran sus hlue deviU* — una sola
Tei desahogábase con estas palabras en el seno
de la amistad — Thú is á great counlry, but,
what á piiy there are many black-guards !
¿Y que fué de sus compañeros de fatigas y de
peligros en las campañas de 1814 y 26?
Benjamin Franklin Seaver y Eliseo Smith;
Martin de Jaume y Koberto Stacy, todos jóve-
nes y bravos, caen los primeros al frente de las
baterias de mar y tierra que disputan la entrada
al Guasú. Norther y Spiro, sucumben en el Uru-
guay también luchando, pero con desventaja
contra la bandera española. Hubac en el Paraná,
oponiendo sus naves á la anarquía que se des-
borda. El brioso Bussell va á sepultarse en los
abismos antarticos con el bajel que tremola los
colores de su patria adoptiva. Mueren Cerretti y
Love en la toldilla de los suyos, que es el pues-
to de honor de los comandantes en combate.
Morlote en Sipe-sipe; Bobinson, Curry y Cha-
varria, al pié de las murallas de la Colonia. Par-
ker, en un hospital de sangre — Drummond y
Thomas en el Monte de Santiago. El benemé-
rito Dr. Jaime Phillips, apenas canjeado, se deja
llevar por el abatimiento. Francisco Balcarce y
Eustaquio Zapiola, ahogados en servicio público
delante de San Nicolás, y Luis Clark en las
aguas del Buceo. Ferrery, asesinado por los suyos
en las playas patagónicas — Calero, muerto por
una granada á la vista de la Habana, y Bou-
chard por los negros en los arenales del Perú.
Foumier, el rayo esterminador del comercio bra-
silero, es devorado por los tiburones y tintore-
ras de las costas insalubres de la Guayana —
Espora, abandona la vida abrumado de pesa-
dumbres; Granville y Riohitelli en el hospital
y son enterrados de limosna. Bosales, en el des-
tierro— Ford en los calabozos húmedos de un
déspota imperial, y Bathurst en los cuarteles
inhospitables del tirano de la patria. Linch, Luis
Julien y Murguiondo degollados; Martines,
fusilado por los sicarios de aquel. Schannon,
Benaud y Maurice, por las balas fratricidas—
De Kay, carácter novelesco, aletargado en un
rincón de Nueva Tork; Beazley, en las selvas
del Brasil; Wames en las sierras de Chile;
Azopard, Theodoro, Keamey, Boncayo, La-
marca. Picón, Mac-Dougall, Dupont, Taylor,
Chaytter, Jones, Jewett, Soulin, Hidalgo, Four-
mantin y Mom, en el olvido. Fisher, Máson,
Dautant, King, Campbell, Cavassa, Elordi,
Craig, Donati y Harris en la miseria y el desen-
gaño— así como los Erézcano, los Seguí, los
Jorje, Toll, y el brillante Fonrouge de Lesseps,
que encanecido en las mazmorras del enemigo
brasilero y con el cuerpo desgarrado por sus
proyectiles, buscaba en vano hasta la víspera de
apoyarse en el sepulcro, las puertas cerradas de
los Ministerios — ignorando en su desventura
¡aberración humana! que no siempre el mérito
y el sacrificio preceden al favor en su dorado re-
cinto!
Así se eclipsan los cientos, los miles, de esa
f alan je macedonia; de esos tipos olímpicos por
la misión sublime de que fueron investidos en
la vida — cubiertos por las brumas del pasado ó
con el lapilo de la discordia intestina, sin que
ni la tradición, no siempre piadosa, salvara los
nombres de tantos, como hicieron resonar el de
su patria en mares y climas apartados...
Sin embargo de tales profanaciones, quedan
todavía algunas de esas efigies acuñadas en bron-
ce, que pasan á nuestro lado, ancianos, descono-
cidos, harapientos, apoyados en la muleta del
inválido porque llevan en sus carnes las hórridas
mutilaciones del cañón ó del hacha, presentan-
do como Belisario el casco de combate á la
caridad del transeúnte... Ah! duélanos lo fatal
172
AMÉRICA LITERAIIIA
de su destino . . . qne son ya los últimos repre-
sentantes de aquellos tiempos épicos, en qne
nuestras escuadras regidas por un coloso, asom-
bran al mundo j conquistan la libertad de las
Repúblicas del Plata, consolidando su indepen-
dencia, con el respeto 7 encomio de los pueblos
yecinos.
#
• ♦
Los hombres de la posteridad, saludamos en
este dia, la sombra augusta de GUILLERMO
BROWN — que héroe, fué humilde en el esplen-
dor de la gloria, j cristiano, resignado en la
noche de la adversidad...
Su fisonomía perecedera, cediendo al embate
de los años desaparece de la escena, pero nos
lega el ejemplo que ha de fortalecemos si nue-
vos peligros amagaran la integridad de la patria,
7 un nombre con igual derecho á los honores
extraordinarios discernidos á San Martin 7 Bel-
grano por la justicia postuma.
No lloréis, viejos marinos, sobre sus cenizas
que 7acen en quietud, aunque abandonadas por
la incuria de los gobernantes, por la indiferen-
cia de sus compatriotas...
La fama de nuestro ALMIRANTE en alas
de los vientos, cruzará las edades... T si la Re-
pública que premia sus servicios con el olvido
cruel, desapareciera en el futuro del número de
las naciones — ella seria proclamada en los espa-
cios por la Cordillera Andina, cu7as sumidades
coronadas de nieve, divisaron su insignia victo-
riosa en ambos Océanos — 7 por el Plata amigo,
que conmovieron de gozo las palmas laureadas
con qne una generación entusiasta ciñó la frente
7 entrelazó las armas de su TITÁN!
Anjbl Justiniano Carranza.
Abogado, PubUoiata 6 HistorUdor.
Buenos Aires, 1877.
DISCURSO
(Pronunciado en la reunión tenida en el Teatro de Colon
con motiTO de los sucesos del Perú (1864)
Señores :
No me propongo agregar una frase mas de
entusiasmo: hacer brotar una sola chispa, que
se perdería en medio del volcan que desde las
márgenes del Pacífico ha iluminado 7 encendido
todas las almas republicanas. Mi palabra no sen
ardiente, 7 para que lo sea menos, he querido
hasta privarla del calor de la improvisación;
paralizarla sobre el papel donde he de consignir
á grandes rasgos la verdad de esa idea que nos
reúne ho7; la verdad históríca de ese proyecto
de monarquizar la Améríoa, que viene desarro-
llándose desde los Congresos de Yiena 7 de Ye-
roña, pro7ecto con el que permita Dios que
muera el último de los Ite7es. (Aplausos).
Solo la prensa europea de Buenos Aires no
ha encontrado bien que este pueblo, cuna de la
Independencia de la América Española, forme
causa común con una de las Bepáblicas que ¿1
a7udó á levantar con su mente 7 oon su bnto.
Esa prensa ha tomado por tema no creer en el
peligro qne amenaza á la Democraria en Amé-
rica...
— u No somos profetas, ha dicho un brillante
escritor; pero cuando vemos por la tarde eargt-
do de nubes el horizonte, presagiamos la prózimi
borrasca''.
Pero nuestro horizonte viene cubriéndole da
nubes desde antes de A7acucho : 7 á f é que lie-
mos visto descargar no hace tanto, un fuerte
nubarrón sobre Méjico á donde 7a ya en viaje
Maximiliano á tomar la corona de Iturbide oon
que le brinda Napoleón iii. Los repnblieanoi
aplauden: es corona de laureles que se cambian
en espinas. (Aplausos).
T luego, señores: desde Tácito, desde Moisés,
las historias están llenas de la prueba de que U
ocasión atrae 7 precipita las grandes concepcio-
nes, que de otro modo habrían permanecido años
7 siglos en la forma latente de la idea. A bien
que nosotros mismos sin las rídículas abdicacio-
nes de Carlos lY 7 Femando Tii oon que estuvo
jugueteando la mano del otro Napoleón, — quién
sabe hasta cuando habríamos seguido siendo i
nuestra vez el juguete de aquellos Monarcas 6
de sus favorítos! (Aplausos).
Y si esa fué la ocasión^ el hecho material qne
determinó la época de hacemos señores, — «i quién
puede asegruramos que la Europa para hacemos
otra vez colonos, no haya visto esa ocasión 7 ese
hecho on el atleta desangrando, en el coloso
dividido que no puede ahora tendemos su demo-
crática mano desde el Norte ? ( Aplausos ).
Proteja Dios á esa Gran República, 7 permi-
ta que en punto ma7or, así como ho7 al frente
SECCIOIÍ LITERARIA— REPÚBLICA á&qentiná
173
del peligro que toma formas, nos congregamos
y fraternizamos en la fé j en el amor de la In-
dependencia los hombres de todos los partidos
políticos, — asi se estienda cnanto antes nn cielo
sereno sobre las brillantes estrellas qne cnbren
la bandera Norte-americana: estrellas ganadas
por los estados del ^ Norte y los del Snd para la
Patria comnn qne simbolizan. ( Aplansos).
Qne el grito del Perú y Méjico despierte al
gigante dormido qne no se apercibe de qne la
ierra de la Monarqnia, acaricia 7 lame sns ar-
mas fratricidas para envenenarlas ! (Aplansos).
Pobre patria de Washingrton ! Ella acababa
de decidir generosa el reconocimiento de nnestra
Independencia, cnando el Congreso rennido en
Florencia j luego en Yerona, amenazaba á los
libres del mnndo con estas palabras fulminantes
j poco conocidas de su tratado secreto de 22 de
Noviembre de 1822. Reclamo vuestra atención.
Árt. 1.° Las altas potenciíis contratantes, conven-
cidas de que el sistema de gobierno represen-
tativo es tan incompatible con los principios
monárquicos, como lo es la máxima d^ la sobera-
nía del pueblo, con él derecho divino, — se com-
promete mutuamente del m^o m^as solemne á
hacer uso de todos sus esfuerzos para poner fin
al sistema de gobiernos representativos en cual-
quiera país donde exista en Europa, y para
impedir que se introduaca en donde no es conocido
aún: (Firmados: Mettemich, por el Austria,
Chateaubriand por la Francia, Bemslet por la
Proaia, 7 Nesselrode por la Rusia).
Impios! Reconocen derecho divino en sus
gobernantes absolutos sobre quienes hacen des-
cender al Espíritu Santo, 7 lo niegan á la huma-
nidad, a los pueblos de estirpe divina, como no
lo son sus castas 7 dinastías. . . ( Repetidos aplau-
sos).
Los Estados Unidos del norte eran á la sazón
demasiado pujantes, 7 aquellos diplomáticos de-
masiado peritos en su oficio para qne hubiesen
osado terminar ese artículo con una amenaza
mas esplícita contra las Repúblicas que 7a em-
pezaban á formarse en el Snd de la América.
Es agradable recordar aquí que el Ministro
Inglés se abstuvo de ñrmar aquel tratado por
falta de instrucciones 7 que la Gran Bretaña, el
mas liberal de los Gobiernos de Europa, no solo
tprobó su conducta, sino que dio parte á los
Estados-Unidos.
Esta Nación, 7 un hombre CU70 genio valía
otra nación, Bolívar, se pusieron en guardia ante
la Inquisición de Yerona que en nombre de Dios
fulminaba ra70s contra la heregia de la sóberania
de los pueblos. Bolívar trató de oponer al Congre-
de Yerona el Congreso del Panamá, donde las
doctrinas del primero serian contrarestadas por
los principios del republicanismo continental en
una forma imponente 7 salvadora. ¡ Ojalá Bue-
nos Aires 7 Chile hubiesen volado á tomar parte
en esa gran Representación democrática, con el
mismo entusiasmo con que lo hicieron otros Es-
tados; como Méjico 7 el Perú, que revelando un
soberano instinto de propia conservación 7 hasta
cierto espíritu profetice sobre sí mismos, fueron
los primeros en tomar asiento en aquella Asam-
blea de pueblos, que compacta, habría sido de
incalculables consecuencias en el porvenir!
Pero Buenos Aires 7 Chile fueron acaso víc-
timas de su propio celo por la República. Es 7a
del dominio de la historia, que se ha atribuido al
libertador de Colombia la aspiración de buscar
solo como medio la unión de los Estados, 7 como
fin, su coronación. Así el exceso de susceptibili-
dad en los pueblos, les hace á veces perder la
confianza en los que mas voluntad tienen, 7 mas
capaces son, de hacerlos libres 7 felices !
Habíase, sin embargo, instalado el Cong^reso
de Panamá en 1823, 7 aun ensanchádose des-
pués á virtud de una circular de Bolívar del año
siguiente.
Los Estados Unidos, entre tanto, no permane-
cieron mudos ante la invasión de derechos, de
los bárbaros del absolutismo, 7 con la hermosa
llaneza que siempre ha caracterizado á aquellos
bravos republicanos, opusieron en 1825 al Tro»
todo Secreto de las testas coronadas, esta decla-
ración pública:
— Que ellos no permiHrian colonización últe»
rior hecha por Potencias Europeas en parte algu*
na del Continente Americano,
— Que considerarían como peligroso para su
paz y tranquilidad el que aqaeUas potencias Ue-
gasen á hacer estensivo á cíialquier punto de este
hemisferio su sistema de intervenciones;
— Y que toda interposición de un Gabinete
Europeo, tendente á perturbar de cualquier ma-
ñera á los Gobiernos de América que habían
establecido su Independencia, seria considerada
como una manifestación de enemistad hacia los
Estados- Unidos,
Escusado es decir, que la Soberana Nación
174
AMÉRICA LITERAfitá.
que así proclamaba á la faz del mundo la solida-
ridad de la República en America, fué desde
luego invitada al Congreso de Panamá. Pero
aunque nombró sus diputados, aquel quedó di-
suelto antes de la reunión acordada para Febrero
de 1827.
Sin embargo, la Europa de Yerona debia ver
en aquellas declaraciones de la franca política
de los Estados Unidos, nuevas columnas de Hér-
cules.
Y así lo fueron en realidad, por mas que nun-
ca haya renunciado á sus propósitos. Tanto, que
á la caida de Luis Felipe se encontraba muy
adelantada ya una coalición armada contra las
Repúblicas hispano-amerioanas, la cual vino á
sucumbir en la tempestad de los pueblos contra
los tronos que estalló el 48, y que cargada de
electricidad se reconcentró en la atmósfera euro-
pea para descargar sobre ellos mas tarde, y sal-
var así á la Polonia, á la Hungría, al Piamonte,
á la Italia, á la Francia, á casi todos los pueblos
de la Europa, medidos boy por la vara de hierro
del absolutismo. (Aplausos)
Y si este, indígena del otro Continente, se
conduce así en su propio recinto, ¿esperaremos
nosotros mas amor de los que han jurado en Ye-
rona estirpar el sistema representativo de Euro-
pa y América? ¿Es racional creer que aquel
juramento que cada dia se cumple con la prime-
ra, aguarde para realizarse respecto de la última,
á que los Estados Unidos hoy postrados, se pon-
gan nuevamente de pié enseñando en su diestra
BU declaración de 1825?...
Basta, señores. No puede agregarse una pa-
labra mas á las pruebas y á las presunciones
de los hechos, en presencia de los cuales Bue-
nos Aires se ha levantado á la altura de sus an-
tecedentes gloriosos, cuando ha escuchado la
descompasada voz de un almirante español, ha-
blando de treguas de la guerra de la Indepen-
dencia.
Pero esas treguas obligan á la República Ar-
gentina, apesar del reconocimiento por la Espa-
ña, de su propia autonomía, porque esa República
tenia empeñada su palabra de honor y compro-
metidos sus hombres y sus tesoros en salvar al
Perú de la dominación Española; y si esta no
ha terminado, si resucita alegándose un largo
desmayo que le dura desde Ayacucho, nuestro
compromiso queda restablecido y electrizada y
con vida la colosal figura del Protector del Perú
que manda de nuevo formar filas á sus psisanofl!
(Aplausos).
Dejo la palabra con que os he fatigado, adhi-
riéndome á todo proyecto, cualquiera que sea sa
alcance y compromiso, tendente á asegunr li
democracia en el gran territorio conquistado i
la libertad en 1^ años de duro lidiar, desde Saa
Lorenzo hasta Junin; y no distingo puebloi,
porque en la guerra de la independencia no loi
distinguieron nuestros padres, para quienes Chi-
le y el Perú fueron siempre cercanías de Buenoi
Aires, de Salta y Tucuman! (Aplausos).
Miguel Nayabbo Yiolá.
JorUeoiualto y Pobllolata.
EL PERÚ Y LA DEMOCRACIA
(Fragmento)
... Para demostrar que las ideas democrátiey
son absolutamente inadaptables en el Perú, p
no citaré el autor del E^íritu de las Leyes, ni
buscaré en los archivos del genero hnmano
argumentos de analogía, que mientras no varíe
su constitución física y moral, probarán siempre
lo mismo en igualdad de circunstancias. Las
autoridades y los ejemplos persuaden poco, ooan-
do las ilusiones del momento son las que dan la
ley. Solo nn raciocinio práctico puede enténoei
suspender el encanto de las bellezas ideales, 7
hacer soportable el aspecto severo de la verdad.
Tó pienso que antes de decidir si las ideas
democráticas son ó no adaptables en.el Perú, es
preciso examinar la moral del pueblo, el estado
de su civilización, la proporción en que está dis-
tribuida la masa de su riqueza, y las mutuas
relaciones que existen entre las varias clases
que forman aquella sociedad. He reducido a
estos cuatro principios cuanto se ha dicho por
los mejores maestros de la ciencia del gobierno,
y en su elección he seguido mis propias obser-
vaciones, sin tomar ningún sistema por modelo:
mi plan es indicar hechos que nadie ponga en
duda, y que cada uno amplíe sus reflexiones
hasta donde yo no puedo estenderlas por mira-
mientos que no será difícil penetrar.
La moral de los habitantes del Perú, conside-
rada con respecto al orden civil, no podia ser
SECCIÓN LITERARIA— BBPÍBLiCA arobntina
175
otra qae la de un pneblo qne ha sido esolayo
hasta el año 21, 7 qae aan lo es en mucha parte
de su territorio. La censura á que están sujetas
sns costumbres en este punto de vista, es un
argrumento de execración contra la España, 7
im motÍTO mas para sustraer aquel país á las
nueras desgracias en que se vena envuelto por
la falta de sobriedad, en la reforma de sus insti-
tuciones. Sus principales 7 mas antiguos hábi-
tos han sido obedecer á la fuerza, porque antes
nunca ha gobernado la 107 ; servir con sumisión
para desarmar la violencia 7 ser menos desgra-
ciado: atribuir á las clases privilegiadas esos
derechos imaginarios que todo gobierno despó-
tico sanciona, interesado en exaltar á los prime-
ros que oprime, para que estos sean opresores á
8U tumo; en fin, ser todos en general, esclavos
y tiranos á la vez, desde los que ocupaban el
range mas elevado hasta los que dirigían el tra-
bajo de los negaros en las plantaciones de la
costa. La cadena era siempre la misma, aunque
algunos eslabones brillasen mas que otros.
La virtud 7 el mérito solo servían para atraer
i los ra70S del despotismo sobre las cabezas mas
Oustree.. Una inversión total en el objeto 7 en
los medios de ser feliz, hacia buscar los honores
7 las recompensas por las sendas mas extravia-
das de la moral pública: el dinero suplia la
idoneidad, la adulación valía mas que la modestia,
7 las súplicas interpuestas por medio de blandas
voces, alcanzaban lo que no podia obtener el he-
roísmo de algunos peruanos superiores á los obs-
táculos de su educación, 7 á las costumbres de
su siglo.
ün pueblo que acaba de estar sujeto á la cala-
midad de seg^nir tan perniciosos hábitos, es inca-
paz de ser grobemado por principios democráticos.
Nada importa mudar de lenguaje, mientras los
sentimientos no se cambian ; 7 exi jir repentina-
mente nuevas costumbres, antes que ha7a pre-
eedido una serie de actos contrarios á los ante-
riores, es poner á los pueblos en la necesidad de
hacer una mezcla monstruosa de las afecciones
opuestas que producen la altaneria democrática
7 el envilecimiento colonial. De aquí resulta esa
lucha continua entre el gobierno 7 el pueblo,
^ unas veces obedece como esclavo, 7 otras
quiere mandar como tirano: tan presto recibe
las reformas con veneración, como trata de abo-
lirías, desplegando el orgullo lejislativo que es
inherente á la democracia: cada uno en su clase
se esfuerza á conservar las prerogativas 7 ascen-
diente que antes gozaba, 7 al primer grito de un
ambicioso demagogo, todos gritan igualdad sin
entenderla, ni desearla: en fin, los empleos se
solicitan sin trabajar por merecerlos 7 los des-
contentos que forman el ma7or número, denun-
cian como una infracción de los derechos del
pueblo, la repulsa de sus pretensiones.
El estado de la civilización del Perú, es propor-
cionado á la latitud que concedían las le7es 7
repetidas cédulas que la generosidad de los re7es
de España dictaba en favor nuestro. La educación
de un pueblo destinado á la obediencia pasiva, se
reduce á hacer á los hombres metafísicos, para
que nunca descubran sus derechos en ese caos de
abstracciones, donde toda idea práctica desapa-
rece. Algunos sabios que se formaban como por
sorpresa en el fondo de la soledad, han procurado
en varios tiempos introducir el estudio de las
ciencias exactas 7 naturales, al menos con apli-
cación á los usos mas necesarios de la sociedad.
Sus esfuerzos nunca han tenido algún efecto, no
han podido estenderse mas allá del estrecho círcu-
lo á que las limitaban los cautelosos permisos de
la corte de Madrid. Entre tanto, la masa de la
población seguia siempre sepultada en las tinie-
blas, 7 su ignorancia llenaba de placer ¿ los es-
pañoles, por que era natural que se deleitasen en
contemplar la obra de sus manos, 7 calcular la
duración de su imperio por las fuerzas de las
preocupaciones en que se ap07aba.
Yo quiero ahora contraerme á la clase de ilus-
tración que exije el gobierno democrático para
que sea realizable. Todo el que tiene alguna par-
te en el poder civil, debe conocer la naturaleza 7
término de sus atribuciones, 7 la relación que
estas dicen al sistema administrativo en general.
En el gobierno democrático, cada ciudadano es
un funcionario público: la diferencia solo está en
el tiempo 7 modo de ejercitar esa especie de ma-
jistratura que le dan las le7es: el ma7or número
usa de este derecho en las asambleas electorales,
'7 los demás en la tribuna. Pero la frecuencia de
las elecciones aumenta sin cesar la lista de loa
candidatos, 7 exije un sobrante indefectible de
hombres capaces de administrar los intereses de
su país, que supone en circulación las luces nece-
sarias para llenar esta continua demanda. Por
desgracia, la ma7or parte de la población del Pe-
rú carece de aquellos conocimientos, sin los cuales
es imposible desempeñar tan difíciles tareas. El
176
AMÉRICA LITERARIA
estudio de la Política y de la Lejislacion, ha sido '
liasta aquí tan peligroso como inútil : la ciencia
económica estaba en diametral oposición con las
leyes coloniales; la diplomacia no tenia objeto, 7
babria sido tan snpérfluo contraerse á ella como
aprender en Lima el Yeidam de ios Bracmanes;
en ana palabra, todos los conocimientos que son
aoeesorios á estas ciencias, ó no babia medios
para adquirirlos ó era preciso arrostrar aDate*
mas para no ignorarlos. Yo pregunto, si el pe-
queño número de los que han cultivado aquellas
ciencias, es capaz de suplir el inmenso déficit
que se encuentra en la totalidad de la población,
para poder realisar las formas democráticas.
La proporción en que está distribuida la
riqueza nacional, que es la suma de las fortunas
particulares, merece un examen no menos dete-
nido; porque, después de las luces, nada deter-
mina tanto como las riquezas, el gobierno de
que es capaz un pueblo. Cuando la generalidad
de los habitantes de un pais puede vivir inde-
pendientemente con el producto que le rinde el
capital, hacienda ó industria que posee, cada
individuo goza de mas libertad en sus acciones
7 está menos espuesto á renunciar sus derechos
por temor, ó venderlos a vil precio, porque así
lo compra todo el poderoso al miserable. Es ver-
dad que los que viven en la abundancia pueden
ser algfuna vez tan corrompidos como los que
gimen en la miseria: pero no es probable que
todos los que cuentan con una subsistencia
segrura, vendan su voto en las asambleas del
pueblo, prostitu7an su carácter en el seno de la
representación nacional, busquen los empleos
con bajeza para abusar de ellos, preparen los
tumultos 7 se reúnan en las plazas públicas á
gritar con el despecho de la mendicidad. El que
posee un capital de cualquiera especie, con el
cual puede satisfacer sus necesidades, solo se
interesa en el orden, que es el principal agente
de la producción: el hábito de pensar sobre lo
que perjudica 6 favorece á sus intereses, le sujie-
re nociones exactas acerca del derecho de pro-
piedad; 7 aunque ignore la teoría de los demás,
conoce su naturaleza por reñexion 7 por prác-
tica. Donde existen tales elementos, no seria
difícil establecer la democracia.
Examinemos la situación del Perú, en ese
punto de vista. Calculando su ostensión, fecun-
didad 7 producciones que encierra en los tres
reinos de la naturaleza, ciertamente es uno de
los paises mas opulentos del globo, á los ojoi
de un filósofo. Pero si se considera su riqneti
económicamente, 7 solo se estiman los vbIotm
que están actualmente en circulación, dista mu-
cho de poderse igualar aun á estados qve se
hallen en la mediocridad. La falta de datos esU-
dísticos en unos pueblos CU70 gobierno ha igno-
rado la aritmética política, no permite avaluar
su riqueza con exactitud, aunque para mi objeto
basta observar por ma7or la proporción en qie
ella está distribuida. La cantidad mas conside*
rabie resulta del precio de las fincas rústicas 6
urbanas, 7 en especial de las primeras, por los va-
lores que en ellas se acumulan para las tareas do
la agricultura, ó para las mezquinas fábricas que
permitía el gobierno español. Las mas, ó están
vinculadas en cierto número de familias, ó lo qno
es peor, pertenecen á manos muertas. El número
de los particulares propietarios de bienes raicea
sobre ser mu7 corto en proporción á la superfi-
cie de] territorio 7 al total de sus habitantes,
son pocos los que no están gravados con pendo-
nes á favor de las clases monopolistas. A esto
se agrega que, atendida la poca demanda que
ha7 de los bienes raices por la falta de chítales,
su precio es mu7 bajo en el mercado, 7 la renta
que producen, deducidas las pensiones ordinarias,
en general no basta para que sus poseedores
puedan vivir independientes.
Los capitales del Perú, siguiendo la ac^xóon
económica de esta voz, aun se hallan distrürai*
dos en menor número de individuos, porque los
obstáculos que hasta aquí se han puesto á la
producción, no han permitido^ que* aquellos se
multipliquen, para que en proporción se difun-
dan. El dinero, que, siendo meroancia interme-
diaria, influ7e en el aumento de las demás, es
escaso 7 se halla en pocas manos: las materias
primeras 7 todos los otros productos, cuTa acu-
mulación forma los capitales, no corresponden ¿
la demanda que se hace de ellos, ni pasan de nn
estrecho círculo en cada provincia. Con respecto
á la industria del Perú, apenas ha7 materia para
un análisis: ella supone, como lo observan los
economistas, un gran número de sabios que co-
nozcan las le7es de la naturaleza; ma7or númoro
de emprendedores que apliquen los conocimientos
de aquellos para dar utilidad á las cosas, 7 obre-
ros que ejerciten las varias tareas que exijo la
la subdivisión del trabajo. A escepcion de esta
última clase, que tampoco es capas sino de aqne-
SECCIÓN LITERARIA— BBPÚBLiCA abobntina
177
lio á qne está aoostninbrada, es doloroso tener
que decir qae las dos primeras no existen: hay
sabios en el Perú, pero no son de aquella clase
qae necesita la industria para inventar y per-
feccionar sus productos: los emprendedores están
reducidos á obrar por rutina, y ofrecer en el
mercado algfunos artículos para los usos mas
comunes, y casi siempre para las últimas clases.
El resultado es que la distribución de capitales
y de industrias en el Perú, no asegura la inde-
pendencia individual de sus habitantes de un
modo adecuado al espíritu de las instituciones
democráticas.
Las mutuas relaciones que existen entre las
varías clases que forman la sociedad del Perú,
tocan al máximum de la contradicción con los
principios democráticos. La diversidad de condi-
dones y multitud de castas, la fuerte aversión
que se profesan unas á otras, el carácter díame-
tralmente opuesto de cada una de ellas; en fin,
la diferencia en las ideas, en los usos, en las
costumbres, en las necesidades y en los medios
de satisfacerlas, presentan un cuadro de antipa-
tías é intereses encontrados, que amenazan la
existencia social, si un gobierno sabio y vigoroso
no previene su inñujo; Este peligro es hoy tanto
mas grave, cuanto mas se han relajado los mira-
mientos y habitudes que sirven de freno á las
animosidades recíprocas: ellas serán mas vehe-
mentes y funestas á proporción que se generali-
cen las ideas democráticas, y los mismos que
ahora las fomentan serán acaso sus primeras
víctimas.
Aun los hombres' que piensan y son capaces
de analizar loa nuevos principios que adoptan,
cometen frecuentes errores en su aplicación, has-
ta que la esperíencia rectifica su juicio. Las
diversas castas que forman la mayor parte de la
población del Perú, lejos de poder entrar en el
análisis de la mas simple idea, apenas ejercitan
su inteligencia, porque la política feroz de los
españoles empleaba todos los medios de extin-
guirla. En tal estado, y sin mas criterio que
aquel de que son susceptibles los hombres opri-
midos é insultados por continuos ultrajes, natu-
ralmente oreen, al oír proclamar la libertad y la
igualdad, que la obediencia ha cesado ya de ser
un deber; que el respeto á los magistrados es un
favor que se les dispensa, y no un homenaje que
se rinde á la autoridad que ejercen; que todas
las condiciones son iguales, no solo ante la ley,
porque esta es una restricción que no compren*
den, sino en la mas absoluta latitud del signifi-
cado que admite la igualdad; y en fin, que es
llegado el tiempo en que, si se les niega el ejer-
cicio de sus quiméricos derechos, hagan valer el
número y robustez de sus brazos endurecidos en
las fatigas de la servidumbre, y demasiado desi-
guales en fuerza respecto de los que animan á la
democracia con escritos que se resienten de la
debilidad de su complexión. Es necesario con-
cluir de todo, que las relaciones que existen entre
amos y esclavos, entre razas que se detestan, y
entre hombres que forman tantas subdivisioneB
sociales cuantas modificaciones hay en su color,
son enteramente incompatibles con las ideas de-
mocráticas.
Bernardo Montbagudo.
PolIUoo j pobUolit*, PaxKUdor de 1» Independend» del Perú.
PROPÓSITOS DE U REVOLUCIÓN DE MAYO
Hay muchos, que fijando sus miras en la justa
emancipación de la América, á que conduce la
inevitable pérdida de España, no aspiran á otro
bien que á ver rotos los vínculos de una depen-
dencia colonial, y creen completa nuestra felici-
dad, desde que elevados estos paises á la dignidad
de estado, salgan de la degradante condición de
un fundo usufructuario, al que se pretende sacar
toda la substancia, sin interés alguno en su be-
neficio y fomento. Es muy glorioso á los habi-
tantes de la América verse inscriptos en el rango
de las naciones, y que no se describan sus pose-
siones como factorías de los españoles europeos;
pero quizá no se presenta situación más crítica
para los pueblos, que el momento de su emanci-
pación: todas las pasiones conspiran enfurecidas
á sofocar en su cuna una obra, á que solo las
virtudes pueden dar consistencia; y en una carre-
ra enteramente nueva, cada paso es un precipicio
para hombres que en trescientos años no han
disfrutado otro bien que la quieta molicie de una
esclavitud, que aunque pesada, habia extinguido
hasta el deseo de romper sus cadenas.
Resueltos á la magnánima empresa que he-,
mos empezado, nada debe Retraemos de su conti-
nuación : nuestra divisa debe ser la de un acérrimo
republicano que decía : malo periculosam liberta-'
83
178
AMÉRICA LITERARIA
<em, ^uam sevitium y quieiumi ^*^ pero no repo-
semos sobre la seguridad de unos principios, que
son muy débiles, si no se fomentan con energía;
consideremos que los pueblos, así como los hom-
bres, desde que pierden la sombra de un curador
poderoso que los g^uiaba, recuperan ciertamente
una alta dignidad , pero rodeada de peligros, que
aumenta la propia inexperiencia : temblemos con
la memoria de aquellos pueblos, que por el mal
uso de BU naciente libertad, no merecieron con-
servarla muchos instantes; y sin equivocar las
ocasiones de la nuestra con los medios legítimos
de sostenerla, no busquemos la felicidad general
sino por aquellos caminos que la naturaleza mis-
ma ha prefijado, y cuyo desvío ha causado siempre
los males y ruina de las naciones que los desco-
nocieron.
¿Por qué medios conseguirá el Congreso la
felicidad que nos hemos propuesto en su convoca-
ción? La sublime ciencia que trata del bien de
las naciones, nos pinta feliz un estado, que por
su constitución y poder es respetable á sus veci-
nos; donde rigen leyes calculadas sobre los prin-
cipios físicos y morales, que deben influir en su
establecimiento; y en que la pureza de la admi-
nistración interior asegura la observancia de las
leyes, no solo por el respeto que se les debe, sino
también por el equilibrio de los poderes encar-
gados de su ejecución. Esta es la suma de cuan-
tas reglas consagpra la política á la felicidad de
los estados; pero ella mas bien presenta el re-
sultado de las útiles tareas, á que nuestro Con-
greso se prepara, que un camino claro y sencillo
por donde pueda conducirse.
Seremos respetables á las naciones eztrange-
ras, no por riquezas, que excitarían su codicia;
no por la opulencia del terrítorío, que provocaría
su ambición; no por el número de tropas, que
en muchos años no podrían igualar á las de
Europa; lo seremos solamente cuando renazcan
entre nosotros las virtudes de un pueblo sobrio
y laboríoso; cuando el amor á la pátría sea una
virtud común, y eleve nuestras almas á ese gra-
do de energía y de constancia que arrostra las
dificultades, y que desprecia los peligros. La
prosperídad de Esparta enseña al mundo, que
un pequeño estado puede ser formidable por sus
virtudes; y ese pueblo reducido k un estrecho
recinto del Peloponeso,. fué el terror de la Grecia
(1) Quiero mM una libertad peligrosa, que una serridum-
bre tranquila.
y formará la admiración de todos los sigloi
¿ Pero cuáles son las virtudes que deberán pre-
ferir nuestros legisladores? ¿Porqué medioi
dispondrán los pueblos á mirar con el mas gran-
de interés, lo que siempre han mirado con indi-
ferencia? ¿Quién nos inspirará ese espíritu
público que no conocieron nuestros padree?
¿Cómo se hará amar el trabajo y la &tigi,¿
los que nos hemos criado en la molicie? ¿Qoién
dará á nuestras almas la energía y firmeza nece-
sarias, para que el amor de la patria, que felix-
mente ha empezado á rayar entre nosotros, no
sea una exhalación pasagera, incapaz de dejar
rastros duraderos y profundos, ó como eeu
plantas que, por la poca preparación del terreno
mueren á los pocos instantes después de liaber
nacido?
Nuestros representantes van á tratar sobre li
suerte de unos pueblos que desean ser felices,
pero que no podrán serlo hasta que un código
de leyes sabias establezca la honestidad de lii
costumbres, la segurídad de las personas, la
conservación de sus derechos, los deberes dal
magistrado, las obligaciones del subdito, y los
límites de la obediencia; en fin, la justicia, qne
es la base verdadera de toda libertad. ¿Podrá
llamarse nuestro código el de esas Leyes de In-
dias, dictadas para neófitos, y en que sejvende por
favor de la piedad lo que sin ofensa de la nata-
raleza no puede negarse á ningún hombre? ün
sistema de comercio fundado sobre la miñosa
base del monopolio, y en que la franqueu del
giro y la comunicación de las naciones se repata
un crímen que debe pagarse con la vida: títulos
enteros sobre precedencias, ceremonias, y aato-
rizaoion de los jueces; pero en que ni se enen-
entra el orden de los juicios reducidos á las
reglas invariables que deben fijar su forma, ni se
explican aquellos prímeros principios de raion,
que son el fundamento eterno de todo dereolio,
y de que deben finir las leyes por sí mismas, sin
cttras variaciones que las que las circunstancias
físicas y morales de cada pais han hecho nece-
sarias; un espírítu afectado de protección y pie-
dad hacia los indios, explicado por reglamento*
que solo sirven para descubrir las crueles ve-
jaciones que padecían, no menos que la hipo-
cresía é impotencia de los remedios que hin
dejado continuar los mismos males, á cuya refor-
ma se dirigían : que los indios no sean oompeli*
dos á servicios personales, que no sean castigados
SECCIÓN LITERARIA— BBPiJBLicA aboentina
179
al oapríolio de sus encomenderos, que no sean
cargados sobre laa espaldas; á este tenor son las
solemnes declaratorias, que de cédalas partí-
colares pasaron & código de leyes, x>or que se
reonieron en cuatro volúmenes, 7 hé aquí los
decantados privilegios de los indios, qne con
declararlos hombres, habrían gozado mas exten-
samente, j cayo despojo no pudo ser reparado
sino por actos qae necesitaron vestir los sobe-
ranos respetos de la ley, para atacar de palabra
la esclavitud, que dejaban subsistente en la rea-
lidad. Guárdese esta colección de preceptos para
monumento de nuestra degradación ; pero guar-
démonos de llamarlo en adelante nuestro código;
y no caigamos en el error de creer que esos cua-
tro tomos contienen una constitución sus reglas
han sido tan buenas para conducir á los agentes
de la metrópoli en la economía lucrativa de las
factorías de Améríca, como inútiles para regir
un estado, que como parte integrante de la mo-
narquía, tiene respecto de si mismo iguales dere.
ches que los primeros pueblos de España.
Mabiano Mobeno.
FoUtieo, Pnblloiita, Procer de k RerolooloD de 1810.
BOLÍVAR Y SAN MARTIN
PABÁLELO
Tarea grata para un Amerícano es la de estu-
diar á esos dos hombres, cuyo carácter ofrece
afinidades y contrastes qne dan mas relieve á
ras nobles figuras.
Ellos estuvieron dotados de altísimas prendas
del oorason y del ingenio, que si esplican su mi-
ñón providencial, nos mueven, empero, á obser-
var puntos opacos en esas estrellas del Sur.
Uno y otro gozaron de las ventajas del naci-
miento y de la educación bajo el régfimen me-
tropolitano.
lios sucesos de la primera edad modificaron
aquellos dos espírítus, cuyo molde se quebró con
n muerte.
Los viajes y el cultivo de la primera sociedad
mas que los estudios teórícos, desenvolvieron las
iaeultades de uno y otro, á qne los sucesos de-
bían dar un vuelo extraordinarío.
Bolívar, aunque educado en España, advirtió
temprano en su Patria los vicios de la esclavitud,
y las preocupaciones que esterilizaban la savia
de esas generaciones anhelantes de la felicidad á
que convidaban los esplendores de su clima.
Después, visitando la Europa, presenció en la
coronación de Napoleón el apoteosis del primero
de los mortales en su tiempo; pero ese espectá-
culo casi olímpico no alteró la melancolía de sus
meditaciones sobre las ruinas de Roma. Desde
las colinas de la ciudad eterna, contempló, como
Rienzi, las tumbas cubiertas con el a&oso musgo
y las sombras de los tríbunos que parecían recla-
mar un vengador. Existen páginas palpitantes
de entusiasmo bajo esas inexplicables impresio-
nes.
San Martin robustecía la instrucción adquirí-
da en el Seminarío de Nobles con su ejercicio
profesional en la lucha de los Españoles contra
sus invasores, que renovó las hazañas mas ro-
mánticas de esa nación de leones.
Los libros no le aleccionaron mejor que su
observación inmediata de la táctica de los gefes
que le guiaron con sus ejemplos, perfectamente
aprovechados por su bizarro discípulo. Esa épo-
ca le comunicaba enseñanzas profundas de la
inconstancia y de los furores de la muchedum-
bre.— El cadáver del gobernador Solano, víctima
del populacho, no se borró de su memoria, y aun
años después, asomaban sus lágrimas al mirar el
retrato de su amigo.
Los trabajos de uno y otro caudillo en favor
de un mismo pensamiento, presentaron notables
diferencias en cuanto á los medios que emplea-
ron, y en cuanto al campo mismo en que sobre-
salieron.
No hay en los anales militares combinaciones
mas astutas, ni resultados mas completos que los
de la campaña sobre Chile, organizada con admi-
rable previsión desde el terrítorío de Cuyo.
El paso de los Andes frustrando la perfidia de
los indígenas, y la vijilancia de un enemigo po-
deroso, solo es comparable al de los Alpes por
otros dos insignes capitanes; y si la superíorídad
se mide por los obstáculos vencidos, ella está en
el guerrero sud amerícano— San Martin, plan-
tando la bandera de la libertad humana en esas
alturas, fué mas sublime que Bonaparte, cuando
descendía de los desfiladeros alpinos para humi-
llar la casa de Austria; ó que Aníbal cuando
después de caer sobre las llanuras italianas, las
abandonó, para acudir al Ai ríoa amenazada por
180
AMÉRICA LITERABIA
EsoipioQ. — Boma había sido salvada por sus
cónsules.
El Tenoedor de Cliacabaco y Maipo fundó
rápidamente la independencia en los valles tra-
sandinos, 7 preparó la célebre expedición del
Pacífico, para recibir en sus manos victoriosas el
viejo estandarte que la madre de Carlos Y. bordó
para Pizarro.
Bolívar, oreando recursos de la nada, é' impro-
visando ejércitos, adquirió un ascendiente irresis-
tible. ^Iia guerra ardió cruel j desapiadada en
toda la región que los descubridores apellidaron
Costa Firme.
Cipreses j palmas coronaban alternativamente
la frente del hijo de Caracas, abrasada por el sol
del Ecuador, ó bañada por los torrentes de los
trópicos. El odio al dominio español centupli-
caba su prodigiosa actividad. Yeíasele frecuen-
temente poner por alfombra á sus pies el pendón
de Castilla que no se abatiera ante el opresor de
la Europa. Habia en lo íntimo de aquella orga-
nización una perpetua electricidad, como en el
seno de la tierra fermentan las sustancias de los
mas puros ó sólidos metales.
Las jomadas de Boyacá y Carabobo dieron
por resultado la consolidación de Venezuela y
Nueva Granada en una sola comunidad nacio-
nal. Ellas fueron precursoras de Junin y Aya-
oucho que consumaron la epopeya Americana,
encumbrando sobre todas las reputaciones con-
temporáneas del nuevo mundo, la de Simón Bo-
lívar.
El teatro de los sucesos ofreció una fisonomía
análoga á la magnitud de este ínclito torneo.
Sus límites erein ambos océanos; y esa tierra
iluminada por volcanes, cruzada de ríos sober-
bios y dotada de una variedad infinita de aspec-
tos, imprimió á la insurrección y á la guerra una
novedad y una serie de accidentes extraordina-
rios, á que era necesario se plegase el genio fér-
til de los generales, frecuentemente desorientados
por los caprichos de la fortuna, y por los de una
naturaleza portentosa.
Tanto el gefe argentino, como el venezolano
han sido ídolo del ejército.
El primero poseía una elocuencia incisiva y
flexible como el acero de su sable. — Trataba con
la mas franca deferencia á la mayoría de sus
compañeros de armas, Uevando su sencillez es-
partana á un grado sorprendente á sus subordi-
nados.
Los discursos, las proclamas, los brindis del
segundo, radiantes de inspiración y de oportuni-
dad, electrizaban en los dias geniales de la repá-
blica.
Pero fué á veces injusto con algunos de sus
amigos mas entusiastas, y tiránico con sus infe-
riores, á quienes solia tratar con lenguaje acer-
bísimo.
Quizá las asperezas de una lid sin cuartel b
arrebataran algo de su nativa generosidad; 6
acaso se persuadirla que sus defectos no pareee-
rian tales á sus fieros veteranos , á esos ginetes
de los llanos, ó á esos criollos salidos de las sier-
ras y de las ciudades. Pero la amistad deseaiii
arrojar uno de sus velos sobre esas flaquezas de
tan buen caballero.
En San Martin la autoridad produjo el desen-
canto, y cierto escepticismo; ni las pompas tra-
dicionales de los palacios de Santiago y de Lima
le deslumhraron un instante.
El ofrecimiento de la corona del Imperio de
los Incas que el Consejo de Estado le hiso en
una sesión secreta, pero memorable, fué recha-
zado con lójica tan clara y decisiva que patentiió
á los nobles y á los ministros allí congregadoi
toda la sobriedad de juicio, así como el desprtn-
dimiento de su candidato.
La sed inextinguible de supremacía y de glo-
ria fué en Bolívar origen de esfuerzos heroicos
y de graves errores. El procuraba extender la
vasta esfera de su dictadura sobre Estados dis-
tantes. La confederación americana fué nno de
sus sueños, anhelando avasallar la naturaleía i
sus planes, y trasplantando á este hemisferio nna
imitación de la liga de las Repúblicas griegas.
San Martin no se alucinó desde el principio
sobre la falta de preparación de estos paises, /
sobre los riesgos de la transición que se efectua-
ba por el triunfo. No participaba del fanatismo
contagioso de las revoluciones, ni del de las
doctrinas exclusivas. Tuvo culto por el orden j
la subordinación. Abandonó el mando ejercido
con moderación, y la perspectiva de afiuizar la
regeneración peruana, mas bien que sacrificar á
algunos de sus camaradas que no fueron tan
austeros como él mismo, en el cumplimiento áú
deber. Es mas que probable, que acabó de deci-
dirlo el fundado recelo de un rompimiento con
Bolívar, cuyos celos eclipsaron su criterio, orean-
do un ominoso peligro para los mas eagnáoB
intereses.
SECCIÓN LITERARIA— REPÚBLICA aboektina
181
El gobernante colombiano aspiró á la fama
de Legislador. Las constituciones que inspiró ó
escribió, fneron mas bien ensayos pasajeros que
im monamente del adelanto de las ciencias mo-
rales en el último siglo. Esas leyes eran el cla-
mor de la filosofía para serenar las facciones.
Nada de durable se fundó en ese terreno, y la
unión Colombiana, anhelada por él, fué dilace-
rada por la espada de sus tenientes.
Si la abdicación del Protector del Perú no le
fué impuesta sino por su propio albedrío, ó por
las fatigas de su ánimo, contristando derrepente
á todos sus amigos, la caida del primer soldado
de Colombia se debió á las conspiraciones y á
la pérdida de los elementos con que tantos años
habia pesado sobre el ejército, los pueblos y el
Congreso.
Uno muere en las orillas del Sena, en un ho-
gar patriarcal, y rodeado de la Teneracion de su
familia.
El otro en la fuerza de la edad, pero devorado
de pesares, y menos intrépido contra la calumnia
que contra los puñales, rindió su último aliento
en una playa trastornada por los terremotos, y
amenazada por el mar de las Antillas, como si
ni la tumba fuera albergue tranquilo para el
Libertador. Se despidió de sus compatriotas,
dirigiéndoles consejos dignos de grabarse en sus
templos.
Las opiniones se dividen sobre el mérito res-
pectivo de tan excelentes varones, y sobre los
móviles de algunos de sus hechos gubernativos;
pero la preeminencia de capacidad militar se
atribuye universalmente á San Martin.
No pueden equipararse exactamente sus res-
pectivas aptitudes para organizar fuerzas, per-
feccionar su mecanismo, ó combinarlas para un
fin ya preparado ó imprevisto.
La aplicación de la táctica sabia á nuestro
país, con las modificaciones exigidas por los
hábitos y por la topografía, comprobó la pericia
del antiguo coronel de granaderos á caballo. Im-
petuoso en la iniciativa, pero avaro de la sangre
de sus soldados, calculaba con singular precisión
los elementos de disolución del enemigo, adivi-
nando BUS designios, ó engañándole sobre sus
propios movimientos. Manejaba hábilmente las
eosas y los hombres; y su entendimiento que
tendía á la unidad, y capaz de todos los detalles,
abrasaba un vasto horizonte, penetrando en la
profundidad del porvenir.
Bolívar conocía la sublime estrategia, y la
historia de la guerra; pero impaciente de toda
traba, poco habituado á las lentitudes de los
campos de instrucción, y urgido por la suprema
necesidad á dirigir frecuentemente cuerpos irre-
gulares ó revolucionarios, no pudo ser estricto
observador de la disciplina y del arte. No siem-
pre alcanzó todas las ventajas de su arrojo, no
siempre calculó con certeza; ni el éxito corres-
pondió de continuo al mérito de sus sacrificios,
ó á la trascendencia de sus miras. Pero estos
desaires de la suerte no le impidieron tomar bri-
llantes desquites, ni batir entre otros, á Morillo,
el mas temible campeón de la dominación espa-
ñola.
Se ilustró, sobre todo, por aquella calidad de
los fuertes que hizo exclamar á Alejandro Mag-
no que él solo se reservaba la esperanza. Su
constancia fué igual á las resistencias de un
sistema elaborado por los siglos, y defendido
con o? as de sangre.
El desinterés que le caracterizaba habría me-
recido la clásica predilección de Plutarco. Prin-
cipió por libertar á sus numerosos esclavos. Los
tesoros no eran nada á sus ojos, sino como ofren-
das opimas á la libertad.
Donó para escuelas el millón que el Perú le
forzó á aceptar; y un dia, en una fiesta triunfal,
desprendió de sus sienes los laureles de brillan-
tes con que orló las de Sucre.
Cualesquiera que sean los destinos de la gran
familia, esos hijos serán los predilectos. El pas-
tor de las pampas, el indio en su cabana, el sol-
dado en el fogón del campamento, el poeta en
sus mas bellos himnos, el patriota en los conflic-
tos nacionales, y el filósofo al trazar los fastos
de la excelsa virtud, anunciarán á nuestros des-
cendientes dos nombres robados al olvido.
La armonía, sello divino de la creación, no
existiria en América, si las ondas del Amazonas
y del Plata no murmurasen sino el eco de pue-
blos ingratos á sus bienhechores.
José T. Guido.
Publicista.
Mayo 25 de 1868.
182
AMÉRICA LITERARIA
LOS CAUDILLOS
La brega constante de los candillos en sos
combates con las tropas del gobierno 6 con los
ejércitos españoles, babia desenvuelto por la ema-
lacion de la audacia, la astncia y el valor, diver-
sas figuras de aspecto duro y bravio, llamadas á
tener colocación y grande inñuencia en los suce-
sos que debian señalar con rasgos indelebles la
funesta época en que se disolvieron los vínculos
nacionales.
Muy pronto debia descollar en la escena el
gaucho Ramírez, el prototipo del caudillo selvá-
tico; valiente, sufrido, enérjico llevaba su caba-
llo, su lanza y sus gauchos armados, hasta el
centro de las poblaciones para manifestar á las
muchedumbres admiradas, la omnipotencia de su
poder.
Hombres de su temple eran el imán de las
masas, y en pos de una atracción misteriosa, sin
violencia y por un cariño inconsciente, los hom-
bres se apadrinaban á su lado llevándole un tribu-
to de fuerza en cambio de la seguridad personal.
Aquel que era capaz de retar al Congreso y
desobedecer al gobierno; que se avocaba y resol-
vía todas las cuestiones suscitadas en sus domi-
nios, fallando autoritativamente sin mas freno
que su conciencia, representaba á los ojos del pai-
sanaje estólidojla encamación de la ley, y le acá-
taban con tanto mayor respeto cuanto era vo-
luntaria su obediencia.
Es así como se demuestra que lo que se llamó
caudillaje 6 montoneras, no fué sino el resulta-
do consiguiente y necesario de la gran ignoran-
cia de la población campestre. Era el mal del
desierto, que no permitiendo el contacto de los
habitantes, los embrutecía por el aislamiento.
Ellos no conocían la autoridad mas que por su
lado malo: cuando castiga. El juez se habia crea-
do, según su juicio, para imponer penas y no
para administrar justicia. Sustraerse á su con-
tacto era ahorrarse un dolor. El instinto monta-
raz los tomaba asustadizos, y el hombre de las
ciudades no daba asidero á sus simpatías; lo
oreian desprovisto de su valor y arrojo temera-
rio, y dispuesto por sus hábitos urbanos á temer
el contacto de sus ponchos y avips grasientos.
Ágenos á toda noción disciplinaria de la inte-
ligencia, no admitían otra superioridad que la
que tangiblemente se les demostraba. Es así
que las gradaciones jerárquicas se escalaban por
medio del valor y de la astucia. Bolear un pobo
y domarlo, haciendo de él un caballo, era imo
de los primeros títulos para considerarse buen
gaucho. El mas vulgar de los títulos, si se quie-
re, porque eso lo hacían todos; la diferenoia
estaba en la precisión y gallardía con que se
ejecutara. Vencer dos 6 tres adversarios en una
riña á cuchillo, saliendo ileso y dejando en el
sitio uno 6 mas de los contendientes: huir de
la justicia, pelear y vencer con solo su puñal i
toda la partida, merecía la mas alta oonsíden-
cion; nadie negaba asilo al gaucho guapo y des-
pertaba en toda la comarca las simpatías mas
ardorosas. Pialar en las yerras de sol á sol sin
errar un tiro, uno, dos y tres dias continuos, sin
dar muestras de fatiga; sufrir la inclemencia d^
tiempo por semanas y meses, en la ronda noe-
tuma de los ganados; y practicar, en fin, todas
las faenas mdas y agrestes, donde el hombre de
la campaña se transforma en un ser sufrido j
constante en la dura gleba de la vida, eran las
credenciales para salir de la esfera oomim j
condecorarse por la prueba esperimental, con im
título cualquiera en la milicia, el dia que, dejan-
do el lazo, era preciso enristrar la lanza 6 cebar
la tercerola para pelear.
Esos paisanos, dotados de singulares prendas,
aunque faltos de instrucción, acopiaban en sa
organismo y en el embrión de sus ideas, todos
los elementos constitutivos de los seres eepe-
ciales; predestinados á imponer el sello de sn
influencia en el momento en que, sobr^nestos i
los hombres y á las cosas por su propia faena,
se encontraban dueños de la situación y la diri-
gían.
Organizaciones vigorosas no tenían mas alU
del palenque de las faenas rurales, el pato, lai
carreras y el baile, otro teatro donde lucir sa
destreza y bravura que la milicia. Al presentana
un gaucho de estos, llevando en la mirada los
signos del valor, y en su aspecto marcial y sere-
no los rasgos de la caballerosidad, los jefes no
podían eximirse de distinguirlos con su aprecio
y probarlos á cada paso en arriesgadas empresas:
y este gaucho giiapo y ladino, que tenia su repu-
tación hecha en los tres 6 cuatro pagos donde
era conocido, empezaba á rodearse de un nuevo
prestigio: el primero en la disciplina, firme en
su puesto, jamás el sueño le sorprendió en la
facción ; 8Í el comandante ó su jefe le confiaba
SECCIÓN LITERARtA.— BBPÚBLicA abobntina
183
ilgun oficio Babia cruzar el campo enemigo sin
ser descubierto; si lo sentían, peleaba j, herido ó
nó, cumplia su mandato. En la batalla, cuando
no paraba la estocada mortal asestada al pecho
de sa coronel, recibía la herida, y si este perdía
sn caballo en la refriega, allí estaba el fataro
caudillo qne lo hacia subir á la grupa del suyo,
si no le presentaba otro oportunamente prepa-
rado.
La heroicidad del ganeho corria de boca en
boca; los boletines hablaban de él: el general lo
mencionaba en su parte al gobiemo,¡y en el Con-
greso se habia pronunciado su nombre. Tales
noticias y novedades lo ponian en duros atrenzos
y le acosaban, las ganas de leer el boletín; y
algunas lecciones dadas por el cabo á la dudosa
Ins del fogón, le permitian al fin satisfacer su
ardiente curiosidad, descifrando bien 6 mal todos
los bandos y proclamas que circulaban en el
ejército: y por esa emulación intintiva del gau-
cho que todo lo somete á cotejo, pronto era el
qne mejor leia en todo el regrimiento.
Así se transformaba ese hombre rudo. El
contacto con los oficiales que partían de las po-
blaciones y con los jefes distinguidos, limaba
las asperezas de su primera descuidada existencia.
Los contomos morales del gaucho llegaban
i reTeetir las líneas severas del deber en el
servicio, hasta que este deber, mirado con otro
críteriQ mas independiente, le hacía variar de
conducta; unas veces aconsejado por el egoísmo
personal, y otras guiado por un interés patrió-
tico, noble y generoso.
Artigas, Güemes, Bamirez, López, Bustos,
Ibarra y Quiroga, caudillos formados en el seno
de la barbarie, 6 en medio de turbas incultas,
tienen la primera página de su historia narrada
en las precedentes líneas. Aldao, Besas, Carrera
y otros aspirantes de buen origen, no eran hom^
bres elevados de la esfera humilde que aquellos;
hijos de las ciudades, educados y conociendo
todos los beneficios de la vida civilizada, se con-
virtieron en caudillos y son lo que fueron, por
tiendas mny opuestaj<.
Mabiako a. Pelliza.
Llt«r»to.
EL PARANÁ
El rio Paraná, el Nilo del Nuevo Mundo,
llamado por algunos el Missisipi de la América
del Sud, ha recibido como este, de los aboríge-
nes, un nombre que espresa su amplitud y mag-
nificencia. Paraná en la lengua guaraní significa
padre de la mar y Missisipi en la de los Nátchez,
padre de las aguas. No parece sino que esos dos
pueblos indígenas de dos opuestos continentes,
hubieran sentido la misma impresión de asombro,
al contemplar por primera vez sus grandiosos
ríos, para significarla con palabras que en su res-
pectívo idioma esprimen el mismo pensamiento.
Para formarse una idea clara del gran Para-
ná, sería necesarío comprender en su conjunto el
vasto sistema fluvial de que él forma el cauce
mayor, é inventar un nombre que conviniese á
ese gran todo. Por falta de esa palabra, los geó-
grafos denominan, ya rio Paraná, ya río Para-
guay, ya río de la Plata, la cuenca principal de
esas aguas.
Figuraos un árbol desmesurado, tendido so-
bre una vasta Uanura. Su pié es bañado por las
aguas del océano atlántico del Sud á los 36° de
latítud. Con una elevación de seiscientas leguas,
las estremidades de sus ramas alcanzan á los 13^,
penetrando en Bolivia, en el Brasil, en el Esta-
do Oríental del Uruguay, y en todo el Norte de
la Confederación Argentina, y entrelazándose
con las vertientes del gran río de las Amazonas*
Su dilatada copa, tan ancha como elevada,
abraza en todas sus ramificacienes una superfi-
cie de ciento ochenta mil leguas cuadradas, que
encierra los terrítoríos mas ríeos y los climas
mas sanos y fértiles del mundo.
Su tronco, semejante al del Ombú que corona
sus márgenes, corto de 50 leguas y de base des-
proporcionada, mide sesenta leguas de anchura
en su unión con el mar, y diez en su primera
bifurcación formada por sus dos mayores brazos,
el río Uruguay y el río Paraná, los cuales tíe-
nen por ramas secundarías numerosos tríbutaríos
tan caudalosos como los mayores ríos de la Eu-
ropa. El Paraná, que es la continuación del
tronco, forma con el Paraguay la segunda grran
bifurcación, recibiéndolo á la altura de trescien-
tas leguas, frente á la ciudad de Corríentes.
El río Paraguay, á la manera del Misurí
norte-amerícano, al unirse al Paraná, parece
184
AMÉRICA LITERARIA
una prolongación de este, por la identidad de
dirección de N. á S. y su copioso caudal; con
todo eso, su concurrente es el que ha participado
del nombre del principal, porque como este, se
dilata por entre innumerables islas. Así también
el Misuri, aunque mayor que su confluente el
Mississipi, no ha recibido el nombre del que le
debe la mayor parte de sus aguas.
El Paraguay, poderoso brazo del Paraná,
atraviesa los ricos territorios brasileros de Ma-
tto-Grosso y Cuyabá. Sus numerosos anuentes
navegables que bajan del Este, facilitan la comu-
nicación con los distintos minerales de oro y
diamantes del Brasil, y mas abajo con los de la
República del Paraguay, abundante en maderas
exquisitas y en los ricos productos intertropi-
cales.
Sus mayores anuentes del Oeste son el Pilco-
mayo y el Bermejo, que nacen en los Andes,
corriendo el primero por el territorio boliviano,
y el segundo por el argentino, y atravesando
ambos la vasta ostensión del gran Chaco des-
aguan en el Paraguay, mas abajo de la ciudad
de la Asunción.
El gran rio Paraná, que rivaliza en ostensión
con su afluente el Paraguay, tiene su origen en
la Sierra*Do-Espinazo, de riquísimas minas de
diamantes al N. O. del Rio- de- Janeiro, y su
dirección general es hacia el S. O. Es engrosa-
do por varios grandes rios que recibe del Este,
entre los|[cuales los mas notable son el rio Gran-
de ó Para, el Tieté, el Paraná-Pané y el Curi-
tibá.
En las fértiles llanuras que atraviesa el Para-
ná es donde florecieron las célebres misiones de
guaraníes, establecidas por los jesuítas. Mien-
tras corre por los distritos montañosos del Bra-
■il, no es navegable, á causa de sus muchas
cascadas y saltos, que están mas arriba de los
pueblos de Misiones; especialmente uno llamado
el Salto- Grande ó de Guaira, que merece men-
ción especial, porque es una de las maravillas
que dan celebridad á nuestro rio.
El Salto de Guaira está cerca del trópico de
Capricornio en los 24°. «Es, dice Azara, una
catarata espantosa digna de ser descrita por los
poetas. El Paraná, que* en este pasaje puede
decirse que está en los principios de su curso,
tiene ya mas agua que una multitud de los ma-
y ores rios de Europa reunidos. Poco antes de pre-
cipitarse tiene cerca de una legua de ancho con
mucho fondo. Esta enorme anchura, se reduce
de pronto á sesenta varas en un paso peñasooso
desde el cual se arroja con tremenda impetuosi-
dad y atronador estrépito, por un plano indiiUMlo
de una altura perpendicular de veinte varas. El
ruido se oye de seis leg^uas, y al aproximarse se
cree sentir temblar bajo los pies las rocas de Li
proximidad. Los vapores que se elavan por cho.
que violento de las aguas contra las puntas de
peñascos que se hallan en las paredes y el oaaoe
del precipicio, se ven á la distancia de machas
leguas como grandes columnas de humo; y de
cerca forman á los rayos del sol diferentes arco-
iris de los mas vivos colores y en los que se per-
cibe algún movimiento de temblor, además, estos
vapores producen una lluvia eterna en los alre-
dedores''. "A la inmediación de la catarata, dice
Centenera en La Argentina, el aire está siempre
tenebroso; su estruendo causa espanto á las aves,
pues en los dilatados y espesos bosques de sus
orillas no se vé pájaro alguno, y todos los au-
males huyen despavoridos de aquellos sitios''.
Si la parte superior del Paraná es de una
sublimidad imponente; si es impracticable por
la multitud de sus cascadas y arrecifes; en el
resto de su curso ofrece el carácter opuesto, por
su hondura, su silencio, su mansedumbre y la
belleza de su lecho sembrado de islas cubiertas
de naranjos, de palmeras y una gran variedad
de árboles, arbustos y plantas peculiares al Nue-
vo Mundo.
I Quién pudiera abrazar de una mirada todo el
conjunto de hermosura, magostad y grandesa
del Paraná incomparable ! ¡ Quién tuviera las alas
del cóndor para contemplar desde las nubes esa
inmensa balsa de aguas serenas que reflejan el
mas hermoso de los cielos, con ese archipiéla-
go prodigioso de innumerables islas de variedad
indescribible! Aparecieran aquellos grupos de
verdor, profusamente esparcidos en la planicie
cerúlea de las aguas, cual colosales cestas de
flores y frutas destinadas á decorar el festín del
pueblo venturoso que algún dia ha he gozar ¡oh
patria hermosa! de tus gracias virginales.
¿A qué compararé el rio espléndido? ¿A qué
cosa podrá ser asimilado el foI para ponderar sa
magostad y brillo? — Vedlo— Pues mirad también
al Paraná. Su aspecto es magestuoso, dilatado
su álveo, suave su corriente. Los altos buques
desplegan su velamen y surcan libremente por
su canal profundo y anchuroso. Estiéndese con
SECCIÓN LITERARIA— RBptlBLiCA abobntina
185
sus afluentes caudalosos por miles de leguas, sin
obstáculos, brindando á la industria j al comer-
cio inmensas regiones, las mas salubres y férti-
les del globo, donde algunos pueblos nacientes
abren hoy sus brazos ^témales á todos los
pueblos de la tierra.
Aun el maravilloso Nilo, arbitro de la ezis-
tencia del Egipto, al lado del Paraná quedaría
oscurecido. Este, como aquel, cada año se espacia
por estensas llanuras, aunque la fecundidad que
producen sus crecientes es un lujo de la natura-
ralesa perdido para el hombre en medio de las
Tastas comarcas que atraviesa, y de las dilatadas
y numerosas islas que ríega. Sus dichosos habi-
tantes, tan reducidos en número, no disfrutan
sino de una porción imperceptible de tantas y
tan variadas producciones espontáneas.
Si se emplearan el arte y el trabajo, serían
incalculables los beneficios del cultivo ¿e mas de
cuatro mil leguas cuadradas, abonadas períódi-
camente por sus aguas.
El Paraná, como el Nilo, se divide en mu-
chos brazos, al vaciar sus aguas, y ambos tie-
nen su embocadura en iguales latitudes, aunque
en opuestas direcciones.
Su inundación, como la del Nilo, se efectúa
en la estación de las lluvias tropicales; no con
la violencia de las crecientes de otros ríos, sino
poruña lenta gradación; de modo que, aunque
86 eleva muchos pies sobre algunas tierras, los
árboles asoman ilesos sus copas por encima de
las aguas, cediendo blandamente su follaje á los
halagos de la mansa oorríente, y todas las plan-
tas sumergidas, reaparecen en la bajante con
mayor belleza y lozanía.
En un suelo t^ rícamente abonado por el
paao de las aguas y los restos vejetales, se redu-
ce la labor á reprimir la exuberante vegetación
de aquella esponjosa mezcla de limo y de man-
tiUo.
¿Y cómo se han de equiparar las aguas tur-
bias y cenagosas del Nilo con las del Paraná,
tan saludables y tan puras? Aquellas, antes de
la creciente se ven casi agotadas é impotables,
cuando los cristales del Paraná son siempre co-
piosos, claros y exquisitos.
¿Ni cómo puede compararse este clima begni-
no y sano, con el caluroso y mortífero de la re-
gión del Nilo? El Simún, viento abrasador y
ponzoñoso, viene cada año á difundir el terror y
la muerte por las llanuras del Egipto, cubrién-
dolas de inmensos turbiones de arenas ardientes
y de miasmas perniciosos que agostan los plan-
tíos y arrebatan la existencia á hombres y ani-
males.
¡Paraná incomparable! tus escenas son siempre
risueñas y de vida, tu verdor es eterno; las llu-
vias á la par de las crecientes perpetúan la fron-
dosidad de tus riberas y tus islas; nunca empaña
el polvo el esmalte de tus hojas, ni el brillante
colorido de tus flores y tus frutos; jamás el hu-
racán turbó la paz de tus florestas; y si el pam-
pero impetuoso pero benéfico, agita con violencia
las ondas del Plata, indefenso, apenas frisa tus
canales protegidos por la espesura de tus islas,
y solo esparce el bien en tus dominios, depuran-
do los mas ocultos senos de tus bosques.
No solamente es admirable el Paraná por lo
estenso de su curso, la mole y excelencia de sus
aguas, la profundidad y limpieza de su cauce, lo
feraz y salubérrimo de sus islas y riberas, la
profusión de .sus producciones naturales, la be-
nignidad de su clima y sus inundaciones periódi-
cas, sino también por tantos afluentes navegables
que concurren con el Uruguay y sus tributarios
á formar el magnífico estuario del gran Rio de
la Plata, ofreciendo á la navegación y á la agri-
cultura el mas vasto y grandioso sistema de
canalización é ii'rigacion, que puede concebir la
mente humana.
Inmensas st^edades, rios caudalosos, dilatadas
pampas, valles donde rebosa la abundancia, mon-
tañas henchidas de tesoros . . . Las mas impor-
tantes regiones del continente sud-amerioano
están aún por habitarse; sus mas feraces tierras
por cultivarse; sus mayores riquezas todavía
están por explotarse.
La nueva tierra de promisión, destinada acaso
por el Omnipotente para el asilo de la libertad
y de la dicha, ¿será la conquista de la iniquidad
y de la fuerza? ¿ó el apanaje de la moralidad y
la inteligencia? ¿Para quién estará reservada»
después de tantos miles de años?
Tres centurias hace que en medio de este
Oasis del mundo nuevo, se agita un pueblo va-
liente y hospitalario, á quien está encomendada
su guarda, hasta la realización de los altos des-
tinos de esta porción privilegiada de la herencia
humana.
Mabcos Sastbb.
EMjrítor 7 EdnoMloQLrta.
84
186
AMÉBICA LITEBABIA
APOLOGÍA DEL HATAHBRE
Un estranjero qae ignorando absolatamente
el castellano ojese por primera Tez pronnnoiar,
oon el énfasis que inspira el hambre, á nn gran-
cho qae ya ayuno y de camino, la palabra ma-
tambre, diría para sí may satisfecho de haber
acertado: ''Este será el nombre de alguna persona
ilustre, 6 cnando menos el de algnn ríco hacen-
dado. Otro qne presumiese saberlo, pero no
atinase con la exacta significación que unidos
tienen los vocablos mata j hambre, al oírlos salir
rotundos de un gaznate hambriento, creería sin
duda que tan sonoro j espresivo nombre era de
algún ladrón ó asesino famoso. Pero nosotros,
acostumbrados desde niños á verlo andar de boca
en boca, á chuparlo cuando de teta, á saborearlo
cuando mas grandes, h desmenusarlo y tragarlo
cuando adultos, sabemos quién es, cuáles son sus
nutrítivas virtudes y el bríUante papel que en
nuestras mesas representa.
No es por cierto el matambre ni asesino ni
ladrón ; lejos de eso, jamás, que 70 sepa, á nadie
ha hecho el mas mínimo daño: su nombradia es
errando; pero no tan ruidosa como la de aquellos
que haciendo gemir la humanidad se estiende
oon el estrépito de las armas, 6 se propaga por
medio de la prensa 6 de las mil bocas de la opi-
nion. Nada de eso; son los estómagos anchos y
fuertes el teatro de sus proezas, y cada diente
sincero apologista de su blandura y generoso
carácter. Inci^az por temperamento y genio de
mas ardua y grave tarea, ocioso, por otra parte,
y aburrido, quiero ser el órgano de modestas
apologías, y así como otros escríben las vidas de
los varones ilustres, trasmitir, si es posible, á la
mas remota posterídad, los históríco verídicos
encomios que sin cesar hace cada quijada masti-
cando, cada diente crugiendo, cada paladar sabo-
reando el jugoso é ilustrísimo matambre. •
Yaron es él como el que mas; y si bien su
fama no es de aquellas que al oro y al poder
prodiga la rastrera adulación, sino recatada 7
silenciosa como la que al méríto 7 la virtud trí-
buta á veces la justicia; no por eso á mi entender
debe dejarse arrinconada en la región epigástríca
de las innumerables criaturas á quienes dá gusto
7 robustece, puede decirse, con la sangre de atis
propias venas. Además, porteño en todo, ante
todo 7 por todo, quisiera ver conocidas 7 menta-
das nuestras cosas allende los maree, 7 que noe
vengan los de exirangis echando en eara nuestro
poco gusto en el arte culinario, 7 ensalzando á
vista 7 paciencia nuestra los indigestos 7 empa-
lagfosos manjares que brinda sin cesar la gas-
tronomía á su estragpado apetito: 7 esta rihgh
también de espíritu nacional, me mueve á ocurrir
á la comadrona intelectual, á la prensa, para que
me aTude á parir si es posible sin el auxilio del
fórceps, este mas que discurso apologético.
Griten en buenahora cuanto quieran los tad-
tumos ingleses, roast-heef, plum puding; chillen
los italianos, maceheroni y vá7anse quedando
tan delgados como una I ó la aguja de una torre
gótica. Yoceen los franceses, omelette «h/Im,
omelette au sucre, omelette au atable; digan loe
españoles con soma, chorizos, olla podrida, 7
mas podrida 7 rancia que su ilustración secular.
Griten en buenahora todos juntos, que nosotroe
apretándonos los flancos soltaremos zumbando
el palabrón, matambre, y taparemos de cabo á
cabo su desmedida boca.
Antonio Pérez decía: ''solo los grandes estó-
magos digieren veneno '^ , 7 70 digo : solo loe
grandes estómagos digieren matambre. No ee
esto dar á entender que todos los porteños ke
tengan tales; sino que solo el matambre alimen-
ta 7 cria los estómagos robustos, que en las
entendederas de Pérez eran los corazones mag-
nánimos.
Con matambre se nutren los pechos varonOee
avezados á batallar 7 vencer, 7 con matambre
los vientres que los engendraron : con matambre
se alimentan los que en su infancia, de un salto
escalaron los Andes, 7 allá en sus nevadas cum-
bres entre el ruido de los torlentes 7 el rugido
de las tempestades, oon hierro ensangrentado
escribieron: independencia, libertad; y matambie
comen los que á la edad de veinte 7 cinco años
llevan todavía babador, se mueven oon andaderas
7 gritan balbucientes, papá... papá. Pero »
juventudes tardías, largas 7 robustas vejeces,
dice otro apotegma que puede servir de cola ti
de Pérez.
Siguiendo, pues, en mi propósito, entraré á
averiguar quien es este tan ponderado señor 7
por qué sendas viene á parar á los estómagos de
los carnívoros porteños.
El matambre nace pegado á ambos costilla-
res del ganado vacuno 7 al cuero que le sirre
de vestimenta; así es, que hembras, machos 7
ÓÉCCION UTEBARIÁ — BBPifrBLiCA abobntiká
187
Mm capones tienen sns sendos matambres, onyas
calidades comibles varían segrnn la edad y el
sexo del animal; macho por consiguiente es todo
matambre, onalqniera qne sea sn origen, y en
loa costados del toro, yaca 6 novillo, adquiere
jogro 7 robustos. Las recónditas transformacio-
nes nutritivas y digrestivas que esperimenta el
matambre, basta llegar á su pleno crecimiento y
sason, no están á mi alcance; naturaleza en esto
como en todo lo demás de su jurisdicción, obra
por sí, tan misteriosa y cumplidamente que solo
nos es dado tributarle silenciosas alabansas.
Sábese solo que la dureza del matambre de
toro rechaza al mas bien engastado y fornido
diente, mientras que el de un joven novillo y
sobre todo el de vaca, se deja mascar y comer
por dienteoitos de poca monta y aun por encias
octogenarias.
Parecer común es, que á todas las cosas huma-
ñas, por mas bellas que sean, se les puede aplicar
pero, por la misma razón que la perspectiva de
un valle 6 de una montaña varía según la dis-
tancia ó el lugar de donde se mira y la potencia
visual del que la observa. El mas hermoso rostro
mujeril suele tener una mancha que amortigua
la eficacia de sus hechizos; la mas casta resbala,
la mas virtuosa cojea: Adán y Eva, las dos cria-
turas mas perfectas que vio jamás la tierra,
como que fueron la primera obra en su género
del artífice supremo» pecaron; Lili por flaqueza
y vanidad, el otro porque fué de carne y no de
piedra á los incentivos de la hermosura. Pues de
la misma mismísima enfermedad de todo lo que
entra en la esfera de nuestro poder, adolece tam-
bién el matambre. Debe haberlos, y los hay,
buenos y malos, grandes y chicos, flacos y gor.
dos, duros y blandos; pero queda al arbitrio de
cada cual escoger el que mejor pete á su paladar,
estómago ó dentadura, dejando siempre á salvo
el buen nombre de la especie matambruna, pues
no es de recta ley que paguen justos por peca-
dores, ni que por una que otra indigestión que
hayan causado los gordos, uno que otro sinsabor
debido á los flacos, uno que otro aflojamiento de
dientes ocasionado por los duros, se lance anate-
ma sobre todos ellos.
Cocida ó asada tiene toda carne vacuna, un
dejo particular ó sui generis, debido según los
qnünicos á cierta materia roja poco conocida y
á la cual han dado el raro nombre de osmasona
Ulor de caldo). Esta sustancia, pues, que noso-
tros los profanos llamamos jugo esquisito, sabor
delicado, es la misma que con delicia paladeamos
cuando cae por fortuna en nuestros dientes un
pedazo de tierno y gfordiflaco matambre: digo
gordiflaco porque considero esencial este requi-
sito para que sea mas apetitoso: y no estará
demás referir una anecdotilla, cuyo recuerdo
saboreo yo con tanto gusto como una tajada de
matambre que chorree.
Era yo niño mimado, y una hermosa mañana
de primavera, llevóme mi madre acompañada de
varias amigas suyas, á un paseo de campo. Hízo-
se el tránsito á pié, porque entonces eran tan
raros los coches como hoy el metálico: y yo,
como era natural, corri, salté, brinqué pon otros
que iban de mi edad, hasta mas no poder. Lle-
gamos á la quinta: la mesa tendida para almor-
zar nos esperaba. A poco rato cubriéronla de
manjares y en medio de todos ellos descollaba
un hermosísimo matambre.
Repuntaron los muchachos que andaban des-
bandados y despacháronlos á almorzar á la pieza
inmediata, mientras yo, en un rincón del come-
dor, haciéndome el zorrocloco, devoraba con los
ojos aquel prodigfioso parto